Isabela mantenía su mirada fija en el televisor, pero su mente divagaba en el inesperado encuentro de minutos atrás con Nando. Suspiró recordando lo apuesto que se veía, entonces varios golpes en la madera de la puerta de su habitación lograron sacarla de sus cavilaciones. —Adelante. La puerta se abrió y enseguida María Paz, apareció con una gran sonrisa en los labios, antes de aproximarse a la cama de su hermana, se acercó al balcón y miró hacia abajo. —Nando debe tener mucha experiencia al no caerse desde esta altura —comentó. El rostro de Isabela, enrojeció, de inmediato se incorporó para dirigirse a Paz. —¿Cómo sabes eso? —inquirió. María Paz soltó una sonora carcajada al mirar a su hermana. —Tranquila, no pienso decir nada —respondió— pero debes saber que le jugué una bromita a