Capítulo 4: Recuerdos Del Corazón

1275 Words
Pronto se vieron rodeados por muchos autos, los disparos, la persecución y la adrenalina fue algo nuevo para Chiara. Alessandro confió completamente en ella y la dejó conducir a sus anchas mientras él pensaba la gravedad del problema. ¿Qué haría? No tenía armas y su móvil quedó olvidado, no sabe dónde. Al ver el bolso de Chiara lo tomó y lo registró. —¿Qué crees que haces con mis cosas? —Le reclamó, él estaba tirando todo. —Tú preocúpate en conducir, yo tengo que preocuparme de cómo vamos a salir de esto. Sigue y no te detengas, no permitas que te golpeen. ¡Esquívalos! —Chiara obedeció, su corazón late tan fuerte que parece le saldrá disparado del pecho. Sus manos se aferraron al volante y se dejó llevar, ella no sabía cómo lo estaba haciendo, pero aceleraba, giraba, frenaba y chocaba autos. Su único pensamiento era que tenía que salir viva de eso. ¿Qué tan mala suerte tenía ella para estar pasando por lo mismo otra vez? ¿Por qué siquiera salvó a ese hombre que va a su lado registrando su bolso como si fuera de su pertenencia? ¿Acaso morirá en esa persecución? Todas las preguntas quedaron en nada, pues su mente rápidamente volvió a la situación. —¡Por el amor de Dios! Son demasiados, ¿Qué puedo hacer? —Preguntó realmente asustada, ella estaba haciendo todo lo que podía, pero sentía que pronto no podía más—. ¿Podrías por lo menos mostrarte nervioso algo? Pareciera que estamos jugando a las carreritas —Alejandro gruñó fuerte, por supuesto que estaba nervioso, su equipo todavía estaba lejos y él no tenía cómo defenderse. —Solo tienes que resistir un poco más, ya vienen en camino para ayudarnos —La calmó—. Prometo que saldremos de esto. —¡Genial! El moribundo prometiendo algo —Dijo con ironía—. Por si no te has fijado, soy yo quien está conduciendo y quitándose esos estúpidos del culo —Gritó dominada por la histeria. Alessandro, por su parte, solamente negó. Es una insolente como siempre. La persecución se hizo más intensa, peligrosa y llamativa. Los hombres de Alessandro llegaron a la escena y pronto la balanza se niveló. Chiara se sintió aliviada al ver a los autos negros llegar a su lado. —Es nuestro momento —Exclamó Alessandro para que se desviara del camino —, yo te guiaré, acelera y no te detengas por nada del mundo, mis hombres se harán cargo. —¿Tus hombres? —Cuestionó ella—. ¡Lo sabía! Eres un delincuente —Alessandro, maldito en voz alta, ¿Cómo se atrevía ella a compararla con un simple delincuente de mala muerte? —Cuida tu boca, mujer —Exigió entre dientes—, soy más que eso, ahora cállate, conduce y obedece. —¿Qué tal si abro la puerta y te empujo para que caigas? ¡No me trates como una subordinada ni mucho menos como tu esclava! ¿Entendiste? —Bueno, digamos que eres mi rehén, ¿Te gusta eso? —Chiara quiso mandarlo al demonio, pero todavía estaba demasiado alterada por la persecución y siente que le habla sin miedo solo por el estrés del momento. Su corazón late fuerte, su sangre parece arder en sus venas y su cabeza está por explotar. El golpe de adrenalina estaba siendo brutal en ese momento. Pronto llegaron a la casa de seguridad de Alessandro. Chiara bajó del auto y se arrodilló en el piso, ella lo besó sin asco ni pudor estaba viva, estuvo en una persecución por segunda vez y salió ilesa ¿Cómo era eso posible? —No sé qué tipo de juego es este —Le habló con firmeza una vez se aseguró de no haberse meado encima—, no sé en lo que andas metido, pero yo te salvé la vida y me debes una, así que déjame ir y prometo olvidar todo esto —Alessandro la miró sin inmutarse. ¿Como su vulgar, esa chica fuerte, esa que le encantaban las persecuciones, los disparos y los golpes, ahora estaba hecha un manojo de nervios por solo una pequeña persecución? ¿Qué le había pasado? Se preguntó por milésima vez. ¿Cómo no la encontró si estaba viva? —Entra —Fue lo único que dijo dándole la espalda. Chiara quiso gritarle, golpearlo y maldecirlo hasta morir, pero no sabe si fueron los nervios, la adrenalina ni el terror de no saber lo que pasaría con ella, pero al verle el culo destapado gracias a la bata que no cubre tanto, agrandó la sonrisa, saco la mano y le dio una fuerte nalgada en el cachete derecho. Alessandro paró el seco, la piel de su nalga ardió. Le había dado realmente duro, pero lo que le asombró fue este acto que indiscutiblemente es de ella. Se giró lentamente y la miró con seriedad. Chiara inmediatamente se sintió chiquitita e intimidada, pero no soportó la carcajada, así que río hasta quedar sin aire y roja. —Lo siento —Se excusó—, tienes un culo redondito y respingón, me estaba llamando a gritos, ¡No es mi culpa! —Explicó sin vergüenza o nerviosismo, ella solo podía hablar con burla. —¿Crees que este es un juego? —Tiró de ella y la pegó a su cuerpo, esa nalgada lo encendió, lo hizo recordar todo lo que ellos eran y todo lo que detestaba, pero que a la vez le gustaba de ella—. ¿Crees que puedes tocar a un hombre y salir ilesa después? —Chiara dejó de sonreír, quedó sería y su respiración inmediatamente se cortó. Ella lo miró a los ojos con el corazón acelerado. —¿Eres de los hombres que golpean a las mujeres? —Cuestionó en un hilo de voz. Alessandro pasó saliva, no le molestó su pregunta, ahora entiende que ella no lo recuerda, Pero qué piense eso no le gustó. ¿Cómo sería capaz él de lastimarla? Eso jamás. —Digamos que sí, pero no les hago daño —Habló grueso—, solo las someto, poseo, devoro, disfruto y las pongo rendida a mis pies —Las rodillas de Chiara temblaron, su solo tono de voz le debilitó las rodillas. ¿Cómo es posible que se sienta tan atraída por ese hombre que grita peligro allá donde se le mire? —¿Y quién dice que yo me dejaré? No permitiré que me toques ni siquiera un pelo. Eso deberías de saberlo, ¡Pervertido! —Eso fue todo para que Alessandro perdiera el control. Él pasó las manos por sus caderas, la pegó por completo a su cuerpo, gruñó y besó sus labios. Chiara se estremeció por el contacto, no es un beso tímido ni algo que pida su permiso, él la devora, le exige, demanda y domina. Ella fue incapaz de no responder aquel ardiente, provocativo y desesperado beso. Sus manos subieron al cuello de Alessandro y apretó, jadeó, gruño y deseó más. ¿Por qué se estaba dejando llevar tan rápido? ¿Por qué pierde ella el control de su cuerpo y mente con ese hombre? —¡Mierda! —Gruñó Alessandro por la bofetada que le metió. —¡No vuelvas a tocarme! —Exigió hipócritamente—. ¡Mmmmm! —Jadeó por el nuevo beso que no duró nada, ella quedó con ganas de más, pero Alessandro la alejó de él, la dejó ahí parada, le dio la espalda y ladeando la sonrisa empezó a alejarse. Quizás su cabeza no lo recuerda, pero sin duda su corazón sí.
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