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Eres Mía, Doctora Corazón

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Blurb

En una confrontación con el enemigo pensó que la había perdido para siempre, pero siete años después la encuentra en un hospital. Sin memoria ni nada que le recuerde a su pasado como adulta, Chiara siguió adelante y se convirtió en una afamada cardióloga que se especializa en niños. Una noche, como cualquier otra, se cruza con un hombre de cabello oscuro, ojos grises y un gesto que, si bien estaba distorsionado por el dolor, se le veía serio e intimidante. Si vida dio un giro de 180° al ayudar al moribundo hombre, ahora ella es su cautiva y él asegura que es suya. ¿Cómo terminarán las cosas? Ella no lo recuerda y él está dispuesto a reconquistarla y corregir el error que cometió en el pasado al no hacerla suya. ¿Podrá conquistar a la fiera?

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Capítulo 1: Doctora Corazón
Los pasillos del hospital parecían más recurridos de lo normal, pero no le importó chocar con sus colegas o empujarlos para abrirse camino. Las miradas recaen sobre ella, algunas de reproche y otras de admiración. Chiara Rizzo entró al quirófano lista para salvarle la vida a su paciente de apenas cinco años. Tras lavarse, se unió a su equipo el cual ya tenían todo listo para iniciar. ―¿Qué tenemos? ―Preguntó mirando a su residente. ―El aneurisma de la aorta ha tenido una ruptura, hay hemorragia y ha tenido un paro. ―¿Cómo es más conveniente proceder? ―Ella hizo todas las preguntas mientras hacía su trabajo. ―Una cirugía abierta para reemplazar con un injerto. ―Los pasos, López, nunca los olvide ―Le aconsejó―Brown, ¿Cuáles son los pasos? ―La otra residente pasó saliva. ―Ante todo hay que controlar la hemorragia, después disecar el aneurisma de la aorta para finalmente reemplazarla con un injerto ―Chiara asintió. ―Bien, entonces hazlo ―Estuvo segura de que el niño estuviera fuera de peligro. ―¿Yo? ―La chica la miró asombrada. ―Si no quieres puedo poner a otro. ―No, yo puedo ―Rápidamente se colocó al lado de Chiara. ―Bien, recuerda tratarlo con cuidado, haz que el sangrado pare porque de lo contrario la ruptura puede crecer y… ―La sangre saltando en todas las direcciones la calló. ―No hice nada, yo… ―A un lado ―Chiara la quitó, había pasado justo lo que dijo, la ruptura se hizo más grande y el sangrado más abundante. Los nervios de la chica amenazaban con hacerle perder el control, pero ella se controló para salvarle la vida a su paciente y no destruir la autoestima de la chica. La operación fue bastante extensa y un poco complicada, pero finalmente Chiara logró hacer lo que mejor le salía, salvarle la vida a uno más de sus pacientes. ―¡Muchas gracias! ―El abrazo de la mujer la hizo sonreír―, gracias por salvarle la vida a mi hijo ―Chiara asintió. ―Hice lo que debía hacer ―Disculpándose con la mujer se retiró junto a su residente quien no alzaba la mirada―. Ok ―Se detuvo para mirarla a la cara―, no hiciste nada malo y en el quirófano siempre hay la posibilidad de que las cosas empeoren. No puedes estar culpándote y compadeciéndote. Aprende de lo que pasó ahí y mejora. Si te dejas llevar por los nervios y la desesperación jamás podrás hacer bien tu trabajo. ―Pero casi murió y… ―No lo hizo porque yo me controlé y salvé a mi paciente ―Suspiró negando―, en mi primer año como residente en cardiología, estaba tan cansada que casi me quedé dormida con un corazón en la mano, al sobresaltarme lo apreté con tanta fuerza que lo lastimé. Ese corazón no sirvió para el trasplante y el paciente murió, me sentí terrible y tuve miedo de entrar al quirófano, ¿Crees que eso me ayudó? ―La chica no supo qué decir―. No me ayudó en nada, solo me atrasé y cuando vi que esto no se trata de autocompadecerse, sino de aprender y mejorar, juré que sería la mejor. Uno aprende de los errores y las situaciones difíciles, así que hazlo ―Dándole la espalda la dejó atrás, su turno ya había acabado y estaba muy agotada. Con una sonrisa en los labios se dio una ducha y se cambió de ropa, había visto el movimiento de sus colegas y no pretendía hacer de su marcha un circo, pero solo ella tenía ese pensamiento. Siendo interceptada por dos de sus amigos, fue llevada a la sala de descanso. ―¡Sorpresa! ―Los gritos la hicieron reír, ellos se esmeraron y la decoración estaba hermosa. ―Huele bien ―Aceptó acercándose a la mesa donde estaba la comida y los postres. ―Mi esposa lo cocinó todo especialmente para ti ―Oscar, un neurocirujano la abrazó por los hombros―. Teníamos que darte una buena despedida, los últimos tres años te has convertido en una parte esencial de este hospital y aunque me joda que te vayas a Londres, no dejaría pasar esto por alto ―Todos rieron. ―Bueno, ¿Qué pudo decir? ―Germán suspiró mirándola a los ojos con una sonrisa―, tres años atrás, cuando apenas llegó a este hospital casi hace que me despidieran ―Chiara soltó la carcajada―. Ella, esa mujer que ven ahí con ese rostro angelical encontró a un moribundo en la puerta y no tuvo una mejor idea que llamarme a mí… ―Oh vamos ―Chiara no lo aguantó más―, no tengo culpa de que tu paciente se escapara dos días después de ser operado ―Todos rieron―. Eres el mejor en trauma, ¿Qué querías que hiciera yo? ―Te lo perdono ―Le guiñó―. Solo por ser la doctora corazón ―Los aplausos no se hicieron esperar. Chiara suspiró al ver a sus compañeros compartir y felices. Ella había llegado ahí para hacer su especialidad y no se esperó hacer tantos amigos y salvar tantas vidas, pero ahora debía volver a Londres, a ese lugar en el que no deja de cuestionarse, ya que no recuerda nada de su pasado. ¿Cómo es posible que no pudiera recordar nada? ¿Por qué no hay información de ella en internet? ¿Cómo es que solo tenía su identificación encima el día que despertó en ese hospital? Esas son preguntas que había olvidado al llegar a Norteamérica, pero ahora que regresará a su hogar vienen a su cabeza. ―¿En serio no puedes quedarte? ―Germán la acompañó hasta el auto―, aquí tienes tu puesto asegurado, ¿Por qué no te quedas? ―Ella que se había liado con él, lo abrazó y le plantó un beso en los labios. ―Debo volver a casa. ―No tienes nada allá, ¿Por qué no te quedas aquí conmigo? ―Chiara suspiró y lo soltó, simplemente no siente que pertenezca a ese lugar a pesar de que puede olvidar la mayoría de sus problemas. ―Lo siento, no puedo quedarme ―Germán suspiró pesadamente―, puedes visitarme siempre que quieras, lo sabes, ¿Verdad? ―Lo sé ―La ayudó a meterse al auto―. ¿Por qué no descansas un poco antes de marcharte? ―Cuestionó al ver su gesto cansando. ―El vuelo sale en cuatro horas, descansaré mientras vuelo ―Dándole un último beso agrandó la sonrisa―. Nos vemos, guapo, trata de olvidarme, aunque sea algo imposible. ―Eres una arrogante ―Ambos carcajearon divertidos así terminando la despedida. El corazón de Chiara se sentía extraño en su pecho, ¿Por qué no quedarse? ¿Por qué ir a ese lugar donde las dudas siempre se meten en su cabeza? Una sonrisa tímida se dibujó en sus labios, ella tiene la esperanza de que su pasado vuelva a ella y finalmente saber que fue lo que le sucedió para quedar sin memoria. El vuelo fue tranquilo, el cansancio en ella la hizo dormir prácticamente todo el vuelo por lo que no lo sintió demasiado. El profundo suspiró que dio ella misma la despertó sobresaltada. Al fijarse por la ventanilla supo que estaba por llegar, así que decidió mantenerse despierta. ―No creo que pare pronto ―Al alzar la mirada se encontró con un hombre alto de ojos claros y una sonrisa coqueta. ―Bueno, agradezco tener mi auto cerca ―Se encogió de hombros―. Suerte ―Se alejó del hombre, ella poco caso le hace a los chulitos que se encuentra en la calle, no es de esas que se aventura a meterse con hombres cualquiera. El tráfico estaba lento a causa de la torrencial lluvia, pero eso no le molestó, finalmente estaba en casa y aunque estaba bastante tarde, ella disfrutó su lento, pero tranquilo viaje. ―Se ha dado lugar un tiroteo… ―Vaya, que envidia para los que están trabajando ―Susurró al escuchar las noticias en la radio, deseó estar en el hospital ―¡Vamos hombre, ya está en verde! ―Tocó el claxon, ya se había despejado el camino. ―¡Vamos! ―Gruñó molesta, ¿Por qué siempre hay un tonto? Se preguntó mentalmente―. ¡Por Dios! ―Chilló por el repentino vendaval dentro de su auto. ―Conduce y no te detengas ―Ordenó el hombre mirando por la ventanilla―. ¡Vamos! ―Gritó al ver que eran los únicos en estar sin moverse. ―Dios mío ―Chiara tembló al ver el arma, ella rápidamente se puso en marcha haciendo lo que el hombre quería. ―Mierda ―Gruñó adolorido―, hijo de perra, me heriste ―Cerró los ojos con fuerza por el dolor en su costado izquierdo. ―Debería ir a un hospital y… ―¡Cállate y conduce más rápido! ―La calló en un grito. ―¿A dónde debo ir? ―Preguntó sin saber muy bien que hacer. ―A donde sea, pero pierde al maldito auto que nos persigue ―Chiara miró por el retrovisor y entró en pánico. ¿Por qué le pasa eso? ―¡Dios! ―Gritó al meterse a un callejón, ella ni siquiera sabía lo que hacía―. ¡No! ―Lloró por el fuerte golpe a su auto.

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