Una semana pasó desde el loco recibimiento que le dio Londres. Chiara intentaba olvidar lo que había pasado esa noche y no se le hizo muy difícil, al parecer todo volvió a la normalidad y solo tuvo la mala suerte de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Ya se había integrado al hospital, esa sí fue una buena bienvenida y no podía estar más feliz. Sus pacientes, esos que tenía antes de marcharse todavía preferían ser atendidos por ella y eso era algo que la emocionaba mucho.
Con una enorme sonrisa eligió a su equipo y se apresuró a hacer las rondas. Como siempre, el pediatra no se separó de ella, había estado insistiendo para que saliera con él y ahora que estaba de vuelta no dejaría pasar la oportunidad.
―Doctora corazón ―El niño se sentó en la cama y le sonrió―. Finalmente, está de vuelta―. Chiara se dejó abrazar por su paciente más antiguo.
―Nathan, estás enorme ―Lo miró con emoción―, y qué guapo estás ―El niño sonrió lleno de felicidad―. ¿Quién me lo presenta? ―Miró a los internos.
―Yo mismo lo haré ―Taylor, el pediatra, tomó el expediente del niño―. Nathan Grey, diez años, sufría de insuficiencia cardiaca, por lo que recibió un corazón a los cinco meses de nacido y recibirá otro ya que el corazón no creció lo suficiente ―Chiara no dejó de sonreír, cuando escuchó la noticia de que le daría un corazón nuevo a Nathan no pudo estar más emocionada.
Al terminar las rondas, ella preparó a la familia de su paciente y esperó pacientemente a que desconectaran al niño con muerte cerebral el cual le donaría el corazón a Nathan. Taylor con el resto de los compañeros no dejaron de halagar a Chiara por todo lo que había hecho en Norteamérica y ella no podía sentirse más incómoda.
―Vamos, no es como que salvara al mundo ―Fue modesta, no tenía ganas de alardear, pero ver el gesto de sus compañeros la hizo reír―. Vale, fui la mejor cardióloga del puto país y lo soy también aquí. Así que sí, sigan alabándome ―Las risas no pararon.
―Neuro, te esperan en urgencias ―Luke, el jefe de hospital le guiñó a Chiara―. Bienvenida, doctora corazón.
―Oh, vamos, ¿Quién les dijo que me decían así? ―No lo aguantó más y miró también a sus compañeros.
―Bueno, yo llamé para saber tu desempeño y me dieron esa información ―Luke se encogió de hombros―. Solo quiero que te sientas bien.
―Tú lo que quieres es mantenerme contante para que me olvide de Norteamérica.
―¿Tanto se me nota? ―Chiara rio divertida.
No fue fácil para ella convencer a su jefe de que la dejara viajar, todos pensaban que ella se quedaría para siempre en Norteamérica, pero no era así y le costó mucho convencerlos de que la dejaran ir.
Alessandro maldijo en un gruñido, desde que se reencontró con Chiara había estado demasiado distraído y las consecuencias estaban siendo más de lo que él podía tolerar. ¿Cómo es que estaba al borde de la muerte nuevamente? No sabía como es que en una pelea cuerpo a cuerpo pudo resultar tan malherido.
Aparcando el auto cerró los ojos, la perdida de sangre lo estaba dejando debilitado, ni siquiera sabía por qué había llegado a ese hospital, pero no lo dudó y bajó para buscar ayuda. Deben cocerlo para qué la hemorragia se detenga.
―¡Oiga, tenga cuidado! ―Chiara gruñó al verse estrellada, ella enfureció, pero al ver al hombre desplomarse se asustó―. Dios mío, ¿Qué le hicieron? ―Alessandro quien la estaba mirando recordó ese día en el que pensó que estaba delirando, él pensó que la había imaginado, pero no era así.
La vida se la puso en el camino entonces y ahora lo estaba haciendo nuevamente. ¿Qué probabilidades había de que algo así pasara no una, sino tres veces? ¿Cómo es posible que sin desearlo ella aparezca en su camino una y otra vez? Chiara se desesperó al no obtener respuesta a sus preguntas, así que llamó a algunos de sus compañeros y entró con él al hospital, pues no la suelta.
―Señor, quédese quieto, debemos parar la sangre ―Alessandro lo único que deseaba era salir de ahí y llevarse a Chiara.
―Solo cosan la maldita herida y déjenme en paz.
―A ver, guapo ―Chiara intervino―, has perdido mucha sangre, estás bastante herido y lo estás complicando todo con tu comportamiento. ¿Puedes dejar de comportarte como un crio y dejarte hacer? ―Alessandro gruñó, es la misma insolente de siempre, ¿Por qué actúa como si no lo conociera?
―Mira, vulgar ―Chiara lo miró sorprendida por como le dijo―, terminen de hacer lo que les pido o me largo de aquí.
―No, señor, no se levante ―La enfermera lo mantuvo acostado.
―Debemos asegurarnos de que no tenga daños internos ―El doctor de trauma intervino―. Chiara, creo que ya puedes irte, hiciste un trasplante hoy y debes estar cansada ―Ella que estaba por responder, miró la mano del hombre aferrada a la suya.
Su corazón late como un loco, puede recordarlo, es el mismo hombre de una semana atrás, ella debería estar llamando a la policía y no estar ahí a su lado. ¿Por qué lo salvó? Se cuestionó confundida.
―Tranquilo, tengo mucha energía ―Dijo después de mirar a Alessandro por unos segundos―, ¿Puedo quedarme a acompañarte?
―Por supuesto, quiero hacerle unos estudios para descartar daños internos ―Alessandro se quedó aliviado al saber que ella estaría cerca, no puede dejarla huir, no esta vez.
Las horas pasaron y Alessandro ya estaba en una habitación con las heridas cocidas y los golpes tratados. Chiara quien había logrado alejarse del hombre gracias a que se durmió, vio el movimiento extraño en la central de enfermeras.
Tres hombres con gesto para nada amigables estaban dando las características del hombre misterioso que ha puesto su vida de cabeza. ¿Por qué lo buscaban? Ella tuvo una mala sensación y sin pensárselo corrió de vuelta a la habitación y cerró la puerta tan fuerte que Alessandro despertó.
―Dos veces me he cruzado contigo y me doy cuenta de que eres peligroso ―Empezó a decir dejándolo un tanto confundido―, no sé por qué hago esto aun cuando presiento que debería correr lejos de ti, pero, abajo hay tres hombres dando tu descripción y la verdad no se ven para nada amigables.
―Mierda ―Alessandro pasando de su dolor bajó de la cama―. Necesito que me saques de aquí sin que me vean.
―Oh, no ―Chiara se negó en el acto―, no me voy a involucrar nuevamente en una persecución ―No dejó de negar―. Hice suficiente avisándote, así que, por favor, déjame fuera de esto.
―Por favor ―La miró a los ojos―, necesito salir de aquí, ¿Acaso quieres que me maten? ―Chiara mordió su labio―. Solo sácame de aquí, ¿Sí?
―¡No puede ser! ―Por alguna razón esa mirada misteriosa y dura la debilita sin motivo alguno―. Solo lo haré porque no sabrías como salir y esquivarlos, tampoco quiero una muerte en mi consciencia ―Tomándolo de la mano tiró de él provocando mucho dolor, pero Alessandro se tragó el gruñido.
A pasos apresurados montaron al ascensor que casi nadie usa, ellos llegaron directo al estacionamiento y verse rodeados alarmó a Chiara, pero Alessandro tomó el mando y la guio sin que nadie lo viera a él.
Chiara condujo en silencio, preguntándose como fue que aceptó ayudar a ese desconocido que no trae más que problema a su vida. ¿Cómo es que ella está de camino a su departamento? ¿Qué tal si los siguen y la asesinan? ¿Qué posibilidades hay de que ese hombre sea un loco desquiciado y acabe con ella?
―Aaarrrggg, con cuidado ―Gruñó al salir del auto con su ayuda―, siento que me quieres matar con tus propias manos ―Chiara rodó los ojos.
―Por supuesto que quiero hacerlo ―Montó al elevador―, dos veces, van dos veces que me cruzo contigo y siempre me veo involucrada en algo. ¡Puedo perder mi trabajo si se dan cuenta de que te ayudé! ―Se llevó las manos a la cabeza―. Oh, Dios, ¿Qué tal si esos eran agentes y solo querían meterte a la cárcel? ¡Ayudé a escapar a un asesino!
―¿Qué te hace pensar que soy un asesino? ―La miró con gesto duro.
―¿Acaso estabas persiguiendo a ese hombre para darle un besito de buenas noches? ―Alessandro evitó sonreír ―¿Por qué siempre me pasan estas cosas? ―Ella estaba entrando en pánico.
―Escúchame bien, guapa ―Alessandro la miró a los ojos, lo que menos quiere es que empiece a gritar como loca y lo obligue a marcharse dejándola libre nuevamente―. Ahora soy tu problema y para tu desgracia no pienso irme de aquí ―Chiara lo miró con ojos grandes―. Desde ahora eres mía, doctora corazón ―Sonrió con perversidad.
Chiara vio la puerta del elevador abrir en su piso y sin pensárselo lo empujó y salió corriendo para meterse a su depa, pero Alessandro quien parecía un toro furioso por los tantos gruñidos de dolor que soltaba, la alcanzó y pudo arrebatarle las llaves.
―No, por favor ―Aferró las manos en el brazo de Alessandro, él la tomó por el cuello y aprieta.
―No vuelvas a hacer algo así ―La miró a los ojos―, desde ahora eres mía y no permitiré que escapes ―Chiara dejó de respirar por la cercanía de su cara a la de ella, su corazón marcha desbocado y toda ella tiembla por la mirada del imponente hombre.
―¿M-me secuestras? ―Alessandro rio tan profundo que ella jadeó.
―No, tú te vienes conmigo por voluntad propia ―Chiara lo miró a los ojos con rencor, ¿Qué le pasa a ese hombre?
―Tengo un trabajo, por favor, prometo no contarle nada a nadie, lo juro ―Alessandro se sintió frustrado, ¿Acaso había ella perdido la memoria? Ese pensamiento lo superó, ¿Cómo hará él para que ella lo recuerde de una buena vez?
―¿De verdad no me recuerdas? ―Esa pregunta petrificó a Chiara, ¿Acaso lo conoce?
―¿P-por qué debería yo recordarte? ―Tartamudeó como nunca lo hace, eso dejó en claro lo que Alessandro sospechaba, ella perdió la memoria.
Pero ¿Por qué no la pudo encontrar antes? Él mismo la vio morir en esa explosión, él vio que ella entró a ese lugar y después estalló todo. ¿El enemigo se la llevó y dejó otro cuerpo? ¿Acaso siempre fue el plan del enemigo? Pero, si era así, ¿Por qué la dejarían estar por ahí sin más?
―Debemos irnos de aquí ―Tiró de ella para tomar las escaleras, los números del ascensor suben sin detenerse y eso solo significa que están tras de ellos.
―¡Dios mío! ―Chiara chilló por los disparos, ¿Por qué le estaban disparando ahora?
―No te detengas, corre ―Alessandro no la soltó―. Tendrás que conducir y perderlos, vamos, sube ―Chiara no lo cuestionó, ni siquiera se quejó de que estaba pasando por lo mismo, ella solo quería huir lejos de esos disparos y salvar su vida, aunque había miles de preguntas que necesitaba hacerle al hombre misterioso a su lado.
―¡Dioses!