Una cautiva, Chiara no podía creer que Alessandro la mantuviera ahí encerrada. Ya llevaba una semana que si salía era con cien hombres rodeándola, si iba eran con mil hombres siguiéndola, si volvía era con dos mil hombres tras de ella. ¿Cómo fue que su vida se convirtió en eso? ¿Por qué ese hombre no la deja ir? ¡Ella le salvó la vida por el amor de Dios! Debería agradecerle y no tenerla ahí en contra de su voluntad.
¿Qué tanto poder tenía ese hombre como para hacer que personas se hicieran pasar por doctores e internos? ¿Cómo es que allá donde vaya la tenga vigilada sin que nadie a su alrededor se entere? Todo era una completa locura.
Chiara golpeó la puerta, pidió por ayuda, gritó hasta casi quedar ronca y nadie le hizo caso, así que echándose en la cama boca arriba, dio un largo suspiro y miró el techo. ¿Cómo podía ella escapar? ¿De qué manera podía pedir ayuda sin que la gente que trabaja para ese hombre se diera cuenta? Tanto pensar estaba por explotarle la cabeza.
El ruido de la puerta abriéndose la alarmó, así que quedó de pie en menos de tres segundos. Alessandro, que había llegado de hacer un trabajo, la miró con seriedad a los ojos, no tenía ganas de pelear.
—Antes de que inicies con tus gritos, te diré tres cosas —Chiara endureció el gesto—. Puedo dominarte fácilmente, no tengo paciencia y soy jodidamente grande.
—Bueno, tus casi dos metros me van a facilitar esto —Alessandro tuvo como Déjà vu e inmediatamente se cubrió los bajos.
Chiara, que se había arrodillado para darle un puñetazo, lo miró asombrada, ¿Cómo supo que haría eso? Al verse por los aires y caer con fuerza en la cama después, la alteró por completo. ¿Acaso estaba loca para enojar a ese hombre?
—¡Quieta! —Alessandro la tomó por el pie y tiró de ella—. ¿Crees que puedo caer dos veces? —Se echó sobre ella, incapaz de mantenerse lejos.
Cada vez que discuten se besan para calmarse, cada vez que quieren matarse simplemente unen sus cuerpos y cuando no pueden controlarse él se vaya y ella lo echa.
—¿Dos veces? —Lo miró confundida, pero Alessandro no estaba listo para contarle todo, no cuando ella le tiene tal desconfianza—. Deja de mirarme así, pervertido —Jadeó sofocada, él la aplasta con su enorme cuerpo y su olor es como una droga que nubla sus sentidos.
—No eres más que una vulgar —Gruñó recordando como días atrás se le ofreció para debilitarlo y por poco escapa—. Mierda —Alessandro cerró los ojos con fuerza por el roce de sus sexos.
—¡Dios! —Chiara tocó el cielo cuando él hundió su dureza en ella, la sensación la hizo explotar. ¿Cómo podía provocarle tanto si todavía estaban vestidos? —Me voy a arrepentir de esto —Ella no podía más, abrazó el cuello de Alessandro y lo besó con desesperación a la par que se desvisten mutuamente.
Seis años, Alessandro enloqueció, tuvieron que pasar seis años, creerla muerta, estar con el corazón roto y gravemente herido para finalmente hacerla suya. ¿En qué tipo de juego lo había puesto el destino?
Chiara no podía pensar con claridad, la manera en la que Alessandro la besa, acaricia y tienta es demasiado para ella. Jamás se había sentido tan bien en su vida al estar con un hombre.
¿Cómo puede ser una completa bestia que no la trata con mimos, pero que aun así le gusta? ¿Cómo es que cada contacto de ese hombre es dolorosamente delicioso?
Las marcas en su piel pálida, la intensidad de sus sensaciones y esas ganas de tenerla por completo le estaba haciendo perder el control. Él se hundió con fuerza en ella y lo único que pasaba por su cabeza era destrozarle el coño.
—Mierda —Alessandro apretó su muslo sin medir su fuerza y con su mano libre apretó el cabezal de la cama, si le pone ambas manos encima la lastimará—. No puedo controlarme —Gruñó como si estuviera sufriendo.
—No lo hagas —Chiara ya no era dueña de su cuerpo o pensamientos, el hombre que se la folla violentamente la controla por completo—. ¡Dios mío! —Chilló con fuerza, ¿Él realmente se estaba conteniendo?
—¿Por qué carajos tardé tanto en tomarte? —Chiara lo miró a los ojos, se le ve enojado y excitado a partes iguales.
—No lo sé —Susurró ella, pensando que hablaba solo del tiempo que la había tenido ahí—. Ni siquiera me hubiera resistido —Tomando el control lo obligó a ponerse abajo—. ¿Por qué me has hecho esto? —Antes de que él pudiera decir cualquier cosa, ella lo besó con desesperación y se movió con locura.
El ambiente se sentía demasiado intenso, ambos podían asegurar que ese encuentro era más que por ira, es como si todo el tiempo se estuvieran esperando uno al otro. Eso para Alessandro tenía sentido, la amó desde que la vio y realmente la esperaba, pero para Chiara fue algo incomprensible, apenas lo había visto, ¿Por qué se sentía de esa manera? No se lo explicaba a pesar de tener sospechas de que él formaba parte de su pasado.
La cama se les quedó demasiado chica para las energías de ambos. Lo de ellos no era lo tradicional, Alessandro no se limitó, la estrelló contra la pared, se la folló contra el piso, la sentó en la cómoda, la puso a cuatro patas sobre el lavado y la tomó en cada posición que se le ocurrió.
Descansaba una hora y volvía a poseerla hasta que su v***a ardió. Chiara estaba que no podía mover ni un solo músculo, Alessandro no solo tenía grande el tamaño, su polla es demasiado descomunal y que no sea delicado fue brutal.
—Mierda, me has dejado sin energía —Gruñó con los ojos cerrados, estaba muerto—. Perdona por haber tardado tanto —Susurró más dormido que despierto.
Chiara lo miró a la cara, deseó despertarlo y preguntar al respecto, pero eso sería tonto de su parte. ¿Debería quedarse? Se preguntó sin apartar la mirada de él. Decidida a no quedarse con el hombre que la secuestró, le quitó cuidadosamente la mano de su cuerpo y se puso en pie.
Ella se vistió lo más rápido que pudo y olvidándose de su dolor que le restaba movilidad, ya que su cuerpo estaba como si hubiera sido arrollado por un tren, buscó su móvil y al no encontrarlo se llevó el de él.
Ella abrió la puerta y antes de salir miró al sexy hombre desnudo dormido boca arriba, su corazón se saltó un latido y ella lo asoció a la incertidumbre del momento. Sin mirar atrás, ella salió de la habitación y corrió directo a su libertad.
Nada fue difícil, ella pudo salir por la parte trasera del lugar y sonrió al ver la hermosa noche. Con el corazón acelerado por finalmente escapar de su cautivo, corrió y corrió.
—¡Detente! —Chiara miró el auto y antes de poder hacer cualquier cosa ya estaba dentro, amordazada y con la cabeza cubierta. ¿Quiénes eran? Se preguntó, los hombres de Alessandro jamás la tocarían de esa manera.