La sensualidad con la que camina, el magnetismo que provoca y la manera tan coqueta en la que sonríe, la volvió el centro de atención de todo el antro. Chiara, con un vestido de noche corto rojo, su cabellera suelta y el carisma del que es dueña, fueron sus armas. Tenía un solo objetivo, atraer la atención del hombre más respetado del club hacia ella y no se le estaba haciendo difícil. Las miradas indiscretas, sonrisas provocadoras y las tantas invitaciones que se hacían uno al otro era algo que no se podía evitar. —Cuando lo tenga en mis manos acabaré con ese hijo de perra —Alessandro gruñó furioso, no estaba de acuerdo con el plan, pero era la única manera de atraer al imbécil que siempre se escondía como una cucaracha. —Debería calmarse, pervertido —Susurró Chiara mirando al hom