Aiden sube al departamento cómo si se lo estuviera llevando el diablo, y frena en seco cuándo es Lola quién lo observa arqueando sus cejas, con una mueca entre divertida y sin poder entender muy bien qué es lo que sucede con esa efusividad.
—¿Quién era?— Sonríe parpadeando.
Aiden repara en que lleva las manos con masa y sonríe negando con la cabeza bajando algunos cambios.
—Oh, era una vecina queriendo saber cómo te encontrabas.— Coloca sus ojos en blanco al decir la primera mentira que se cruza por su cabeza.
Lola lo mira confundida. —¿Que vecina?— Se ríe mordiendo su labio inferior.
Aiden era demasiado malo para mentir, pero nunca creería qué su hermano se encontraría de aquella manera porque había llegado un soborno a la puerta de su departamento.
—No tengo ni la menor idea, era una señora canosa con algunos rulos y un abrigo ridículo, cómo todas nuestras vecinas.— Murmura yendo hacia la habitación.
Ella parpadea, y niega con la cabeza esperando que vuelva a aparecer en la cocina. Probablemente pensando que dejó algo inconcluso en la habitación o que quiere ordenar el baño, ya que cuando el timbre eso no fue cuando él se encontraba terminándose de bañar.
—¿Y cómo es que sabe lo que ocurrió?— Frunce sus labios volviendo a su labor.
Aiden cierra los ojos con fuerza en cuanto encuentra el abrigo que había utilizado ayer por la madrugada, y que pretende usar ahora mismo para lo que tiene en mente.
Aprovecha aquellos segundos en los que se encuentra en la soledad de su habitación, pasando por alto el hecho de que su hermano menor duerme, para pensar con mejor virtud la mentira que está tramando sobre la marcha y que no está funcionando.
—¡¿No dijiste que te iban a traer un pastel?!— Se carajea. —Probablemente sea esa misma la que le contó a todo el barrio que tuviste un accidente y que sobreviviste!— Sube sus hombros.
Lola suelta el aire contenido en sus pulmones y lo observa moviendo su cabeza levemente hacia un costado, no sabe si le genera más curiosidad el hecho de que él se está cambiando para salir o de ponerse a pensar con claridad si su vecina pudo haber corrido el rumor, algo que puede llegar a ser verídico y a la vez muy vergonzoso.
—¿Y te dijo algo?— Muerde su labio inferior.
Aiden niega, volviendo a tomar una de las galletitas que son para Santa. —¡Lo siento, es la última!— Sonríe cómo niño pequeño. —¡Uhmm no, no dijo más qué si necesitabas algo tocaras su tibre, pero cómo no sé quién es no sé a qué timbre acudir, así que lo mejor es que en algún momento te vas a enterar quién fue!— Suelta relajado.
Intentando meterse en aquel papel para él mismo poder creerse lo que tiene que decirle.
No puede negar que se encuentra furioso y en lo único en lo que piensa es ir a buscar a Eros Massim para dejarla en claro que ellos no necesitan de su sucio dinero. Más aún cuándo le había dejado en claro en la clínica que no lo quería volver a ver.
—¿Y a dónde es que vas?— Sonríe señalando cómo es que luce.
Aiden carraspea levemente incómodo y vuelve a negar con la cabeza. —Tengo que ir a comprar algo que olvide por completo y la señora me hizo acordar.— Explica alzando sus manos.
Y no puede dejar de pensar en que quiere auto mutilarse por dentro al estar mintiéndole a Lola, es a la última persona a la que le querría mentir y lo peor de todo es que ya lo hace muy seguido con sus luchas de boxeo clandestino. Y cada vez que lo piensa se siente más culpable y quiere salir corriendo.
—¿Ahora?— Señala hacía la ventana.
No parece hacer un buen clima y en cualquier momento apunta por querer llover, además de que están cercanos al mediodía y esperaba poder comer todos juntos.
—Deje algo reservado y si no voy a buscarlo el lugar va a cerrar, pero te prometo que voy a estar para almorzar y que voy a ayudarte con lo que necesites.— Señala a su alrededor.
Lola infla su pecho. —¿Es tan importante?— Insiste.
No quiere convertirse en la mamá pollo que le promete que no quiere ser, no obstante, es imposible no preocuparse por el clima que está haciendo fuera y por la actitud extraña que está teniendo su hermano en estos momentos. lo peor de todo es que no tiene la capacidad de ponerse a pensar en que él le puede llegar a estar mintiendo, simplemente le parece extraño cómo es que de un momento el otro recordó que tenía que salir, cuándo antes de que sonara el timbre estaba en la casa de manera relajada.
—Si, yo...— Suspira tragando saliva. —¡Lo siento, con esto del accidente tendría que haber ido a la mañana temprano!— Pasa una mano por su cabello.
Ella analiza cada uno de sus gestos y niega con la cabeza, no le creae ni una sola de sus palabras, pero no puede decírselo, no quiere invadir su privacidad, y tampoco quiere iniciar una pelea entre los dos que sea al divino botón.
Ya pasaron por mucho cómo para discutir.
Y a favor de Aiden, Lola piensa qué tiene que ir a verse con alguíen, en la forma sexualmente hablando, y a pesar de qué es algo que la incomoda por completo, de tan solo pensar que ella no lo puede ver de otra forma que no sea como su hermanito menor, pero que también tiene que respetar los tiempos de un adolescente prácticamente maduro.
—¡No te disculpes, es sólo qué me preocupe!— Admite subiendo sus hombros y observándolo con total sinceridad. —¡Volviste de atender el timbre y parecías realmente endemoniado!— Se ríe mordiendo su labio inferior.
Aiden también lo hace para alivianar un poco el ambiente. —¡Es qué entre tantas palabras de aliento para nosotros y de que le fuéramos a tocar el timbre cuando necesitáramos algo, mientras que yo pensaba auién era y dónde vivía, me di cuenta de que había olvidado esto por completo!— Suspira inflando su pecho.
Lola sonríe estando conforme con aquella mentira y fingiendo que le va a creer.
Luego, más adelante, supone que tendrá tiempo de hablar de este tipo de temas puntuales para con él, más que nada para que no tenga que mentirle ante el hecho de que va a ver a alguna de sus conquistas.
No espera que tengan una relación súper abierta respecto a ese tema y se cuenten hasta las cosas más íntimas, porque ella cree que ante eso hay un pequeño límite, pero le parece correcto y justo que puedan llegar a ser sinceros al decir que va a haber a una mujer en vez de que olvidó comprar algo.
—¿Necesitas dinero?— Señala el tarro de las propinas.
Siempre, al finalizar la jornada Lola quita aquel tarro de las propinas que tiene en el bar y sube el contenido hacia su casa.
Aiden sabe perfectamente que puede utilizarlo, ya que eso se trata de un pequeño fondo común para emergencias o compras diarias que cualquiera de ellos necesite.
Él niega. —Tengo de la ayuda qué le doy a los padres de mis amigos.— Le hace saber.
Y otra vez vuelve a decir una mentira más, habiendo sido la primer cosa que se le había ocurrido en aquel entonces para declarar de dónde es que llegaba ese dinero a la casa.
La rubia asiente apretando sus labios y formando dos pequeñas manzanitas en sus mejillas. —Te espero para almorzar.— Le guiña un ojo.
Aiden asiente remojando sus labios.
No quiere seguir mintiéndole y tampoco quiere hacer lo qué hará ahora, pero la impotencia y la rabia que recorre cada músculo de su cuerpo es mucho más fuerte, necesita dejar en alto el nombre de su familia y que nadie se meta con la misma ni quiera rebajarlos al intentar que reciban un soborno.
—Estare en menos de lo que pensas.— Exclama saliendo por la puerta principal.
Lola vuelve a sus tareas soltando un pequeño suspiro y sabiendo que él está mintiendo porque ni siquiera preguntó si necesitaba que le trajera algo del mercado o del centro, cómo era costumbre en Aiden.