UN MILLONARIO PARA TRES

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—¿Aiden?— Eros arruga su entrecejo al reconocerlo o creer que se trata de él.

No supo ni siquiera cómo es que hizo para reconocerlo, tan solo vió su figura y se imaginó que podía llegar a ser él.

Aiden se da media vuelta, centrando toda su frustración e ira cuándo al fin lo ve. —¿Esperabas a otra persona?— Escupe observándolo de arriba abajo con violencia. —¡Te estaba esperando, Massim!— Agrega moviendo sus labios levemente hacia un costado.

—¿Qué estás haciendo acá?— Achina sus ojos al encontrarse con qué Aiden estaba esperandolo en la puerta de su edificio.

Su rostro agotado y tapado por la sudadera negra, le da la pauta de que está por demás de incógnito, y que es más que obvio de que su hermana mayor no tiene ni la menor idea de dónde es que se encuentra.

Lo que le llama poderosamente la atención es el hecho de cómo sabe dónde es que vive, y en caso de no saberlo cómo es que obtuvo dicha dirección.

Es obvio que desconoce el número de departamento en el cual se hospeda en aquel enorme conglomerado, o cabe la posibilidad de que el conserje no le haya permitido el paso.

Pensándolo bien esta última alternativa no es la que más le cierra a Eros, debido a que si hubiera sido de esa manera el mismo conserje del edificio tendría que haberle dado una comunicación para anunciarle que había un invitado esperando por él.

Aiden da media vuelta al escuchar su voz. —¿Y tenés el descaro de preguntarlo?— Cuestiona furioso.

Avanza dos pasos hacia él para acortar la distancia que los separa, sin ningún miramiento en demostrarle que no tiene problema de volver a propinarle otro golpe, cómo lo hizo en la clínica.

—¿Qué ocurre?— Achina sus ojos. —¿Le pasó algo a tu hermana y por eso estás acá?— Parpadea y observa a su alrededor.

En una clara intención de buscar el paradero de la rubia para poder encontrarse con ella, y entender un poco más qué es lo que está sucediendo.

Su rostro de cae por completo al no ver rastros de la misma y vuelve a fijar su atención en el menor que tiene frente a sus ojos y quién todavía lleva puesta la capucha de su sudadera y sus puños apretados.

—¡No puedo creer cómo te da el descaro para nombrar a mi hermana, cuándo te dije que no volvieras a mencionarla y que no te metieras con nosotros!— Demanda fuera de sí.

En otra oportunidad le hubiera preocupado a las personas que lo estuvieran viendo o escuchando, pero siendo que ni siquiera se encontraba en su barrio no se hacía problema, ya qué nadie le dirían a Lola lo que estaba haciendo.

Eros echa un paso hacia atrás y alza sus manos queriendo entender la situación, agradece que Erick no se encuentre por los alrededores, y que todavía continúe estando en su departamento.

Lo que le faltaría a esta altura del partido es qué su hermanito menor aparezca en escena, ya había tenido suficiente con la charla para con su madre y ahora encontrarse con Aiden no ayudaba en nada a su jaqueca.

—¡No entiendo de qué me estás hablando, si es por lo del accidente creí que habíamos dejado todo en buenos términos por la madrugada!— Comienza, intentando hablar con calma para poder tener una conversación de adultos y que la misma no se desvirtúe.

Luego señala su mejilla levemente colorada para poder recordarle que esa había sido la forma que había tenido él de arreglar las cosas para con su persona, y dejarle más que en claro que no apareciera por su vida, por más qué Eros tuviera más qué ganas de ver a Lola.

Aiden niega con la cabeza no pudiendo llegar a creer lo hipócrita que puede ser una persona al querer ocultar lo que es más que obvio.

—¿Y quién fue el primero en romper las reglas?— Se carajea.

Eros parpadea y lo mira pasando una mano por su barbilla al encontrarse por demás exasperado por la situación que tiene frente a sus ojos.

—¡Aiden, de verdad estoy intentando hacer un esfuerzo enorme por comprenderte, y ya de por sí lo hago y no te juzgo porque estés acá y ni siquiera estoy haciendo preguntas respecto a cómo ves que sabes dónde vivo!— Suspira agotado. —¡Pero necesito que seas más claro porque no entiendo lo que me estás queriendo decir!— Remoja sus labios, hablando con total sinceridad.

El susodicho no hace más que mover su cabeza. En una pequeña batalla interna por golpearlo o utilizar las palabras para llevar a cabo la finalidad de su visita.

—¡Vinieron a la mañana a dejarnos un sobre de soborno, con un estúpido cheque con no sé cuántos ceros!— Se carajea. —¡Y vengo a recordarte en persona qué no necesitamos nada de lo qué tengas qué ver con tu sucio apellido, y no necesitas que te lo vuelva a recordar!— Sisea y lo empuja.

—¿Que?— Eros traga saliva.

Y a medida que esa palabra sale por sus labios es que él puede procesar las mismas, cambiando su rostro a uno mucho más tétrico al comenzar a hilar las piezas de su rompecabezas de manera mental.

—¡¿Y ahora te haces el desentendido?!— Se mofa. —¡Por favor, no creas que por ser más grande que yo podés tomarme el pelo, sólo sos un inútil con dinero, Eros, y no me interesa que te creas mejor que nosotros, pero no necesitamos de tu sucio dinero, y menos que menos, de tu estúpido soborno!— Exclama y lo vuelve a empujar.

Eros, de lo sorprendido que se encuentra por la situación no hace más que dejarse empujar, parpadea y se muestra agobiado cuándo las palabras se siguen procesando en su cabeza.

—¿Un sobre?— traga saliva de manera perturbadora.

Siendo la única forma en la que se encuentra.

—¡¿Pero sos imbécil?!— Exclama fuera de sí.

Eros vuelve a la sintonía y le presta atención a los ojos furiosos del hermano de Lola, en la furia se vuelve a concentrar en sus propios ojos cuándo reconoce que es una sucia jugada de su madre.

—¡Puede que no me creas, pero no tengo nada que ver con ese sobre, y lamento que te hayas sentido de esa manera!— Muerde su labio negando.

Aiden lo mira cínico. —¡Seguís tomándome el pelo, Massim, y no voy a perder el tiempo con vos, que está visita te sirva para que te quede claro qué no vamos a aceptar ningún soborno ni nada que venga de tu mugrosa familia!— Lo vuelve a señalar.