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—¡Aiden, se hace tarde!— Lola grita desde el otro extremo de la casa, la cocina.
Gracias a que el departamento de dos ambientes en dónde ellos viven es completamente pequeño el grito retumba por toda la habitación.
—¡Aiden!— Insiste.
A pesar de que escucha perfectamente su llamado, Aiden, en ningún momento responde, termina de darse una ducha rápida y fría estando completamente dormido y cansado, por sobre todas las cosas, por su salida nocturna, de la cuál su hermana mayor no sabe absolutamente nada.
Demian sonríe divertido mientras que termina su desayuno, todas las mañanas eran las mismas palabras.
Y a pesar de ser lo suficientemente pequeño, podía entender a la perfección cómo es que su hermana perdía la paciencia todos los días con el mismo tema.
—Adeeen.— Murmura al no decir todavía muy bien su nombre.
Sólo quiere poder ayudar a su hermana mayor y sacarle una sonrisa en su pálido rostro.
Lola sonríe mordiendo su labio inferior. Habiendo, Demian, logrado su cometido.
Está exhausta, y eso se debe a que está despierta desde las 5:30 de la mañana.
Tenía aprovechar todo el tiempo posible para poder hacer la preparación de pastelería del día de hoy para que el bar siguiera funcionando a toda costa.
Había logrado, de manera muy inteligente, que el día y la noche se fusionaran en un mismo lugar.
El bar funcionaba con normalidad hasta las 16.30hs, luego cerraba exactamente por dos horas, en dónde ella tenía un párate en particular para poder ir a buscar al menor de la familia al colegio, y así ocuparse de sus tareas y actividades.
Luego a las 19.30 horas el bar volvía una vez más a abrir sus puertas, pero esta vez la música cálida de jazz y el olor a café no eran parte del mismo.
Había música moderna a modo funcional y el lugar se destacaba por estar a oscuras y tener mesas afuera para los clientes habituales.
Ubicado en una zona bastante coqueta, de mucho tránsito, gracias a que había cuatro colegios ubicados al rededor, habiendo sido realmente un alivio para Lola saber de aquello cuándo quiso intentar levantar aquel viejo y deteriorado bar que sus padres tenían en su haber, siendo una llamada de esperanza a que no todo estaba perdido.
En aquel entonces, lamentablemente, el mismo no tenía la mejor fama, sólo trabajaba de manera nocturna y funcionaba como una especie de salvavidas para todas aquellas personas que querían estar drogados y tranquilos fuera de la vía pública.
Le había costado darle un cambio de imagen y generar promoción para que los padres de todos esos niños que iban a esos lujosos y costosos colegios quisieran asistir a desayunar con sus hijos, a merendar con los mismo, o simplemente tomarse un café con deliciosas medialunas cuándo llegaban antes a retirarlos y precisaban hacer tiempo.
Lola estaba acostumbrada a trabajar y tener su propia estabilidad económica desde los quince años, siendo algo difícil para una plena adolescente que en vez de ocuparse en ir a bailar con sus amigas tenía que llevar el pan a su casa porque sus padres no cumplían específicamente con ese rol.
Y exactamente porque había pasado por esa experiencia, es que no quería que su hermano menor pasara por lo mismo.
Su primer trabajo fue de cajera en una panadería, justo a la vuelta de su colegio público, y cuándo salía del mismo iba directamente a trabajar allí, en dónde pudo aprender el oficio y el mismo le dió las herramientas para hoy en día tener su propia receta de medialunas de manteca que tienen un gran reconocimiento por todos aquellos que frecuentan su bar.
—Si... Aiden está haciendo que nos retrasemos... Cómo todos los días.— Comenta más para ella que para el pequeño.
Demian comprendía la mitad de las cosas y todo le causaba risa.—¡No te enojes con él, Lola!— Sonríe una vez más.
Aquello genera ternura, obligándola a poder distenderse un poco de lo atareada que siempre se encuentra.
De todos modos que Aiden siempre se retrasa por estar a altas horas de la madrugada con su teléfono y sus amistades no era específicamente lo que Lola llamaba algo sensato, no obstante, tenia que reconocer que él seguía siendo un adolescente haciendo cosas de adolescente.
—¡No me enojo con él, pero vamos a llegar tarde por su culpa, y no está bien ser impuntual!— Suspira negando con la cabeza.
Concentrada en el timer para quitar la medialunas del horno en cuánto estén listas, al mismo tiempo tiene un ojo puesto en su hermano menor para corroborar que terminé de desayunar para poder lavar todo y volver a dejarlo en el mismo lugar para su uso por la tarde.
—Adeeen vino tarde, casi no durmió.— Susurra con su rostro completamente tierno.
Lola casi se quema con una de las placas de horno al quitar las mismas, le había llamado poderosamente la atención que el pequeño de tan sólo seis años le estuviera contando esa información.
Queriendo creer que era un completo malentendido y qué, por supuesto, su hermano menor no había salido de la casa sin autorización, ni menos que menos, sin que ella lo supiera.
—¿Qué?— Cuestiona mirando al pequeño con su entrecejo fruncido y una mueca de disgusto en su rostro.
Demian sonríe parpadeando y subiendo sus manos, estando arrepentido de haber dicho aquello.
Podría llegar a poner en alguna especie de problema a su hermano.
—¡Cuidado, Lola!— Aiden llega tomando la manopla para agarra la bandeja.
La mira arqueando sus cejas, para retribuirle lo torpe que había sido.
—Gra... Gracias.— Susurra apretando sus labios.
—¡Gracias hacen los monos, hermanita!— Se burla divertido.
Efectivamente teniendo un mejor humor luego de su ducha fría.
—¡No te escuché llegar!— Parpadea cómo excusa.
Aiden sonríe de costado negando. —Toma tu café, yo las pongo en la bandeja.— Propone suspirando.
Lola le señala el lavaplatos para que vaya a lavarse las manos antes de tocar la comida.
Eso era lo que otras personas iban a consumir en el transcurso de la mañana, y por supuesto, qué Lola siempre estaba al pendiente de que todo en su pequeño bar estuviera completamente limpio y reluciente, además de qué cumpliera con todas las normativas.
—¡Ya voy!— Aiden suspira poniendo los ojos en blanco, pero accede dejando con cuidado la bandeja sobre la mesada para volver a señalarle a su hermana mayor que tome asiento junto a Demian, en la pequeña y única mesa que tienen en la cocina.
—Gracias.— Vuelve a murmurar pasando una mano por su rostro.