Su madre se queda de piedra al escuchar tales palabras. —No podés hacer eso...— Comienza apretando su mandíbula con fuerza.
Eros sonríe para sus adentros con orgullo al haberse salido con la suya y poder dejarle la boca sellada, por al menos unos instantes.
—¡Antes de que digas cualquier cosa para hacer que me rectifique ante lo que acabo de decir, tenés que tener en cuenta que es gracias a mí qué Erick no se descarrió, que mantiene una vida de perfil bajo y hace absolutamente todo lo que querés, por no decir que manejas su vida de la forma en la que deseas!— Le guiña un ojo.
Lamentablemente, no es la forma en la que le gusta manejarse ni tener este tipo de conversaciones familiares, su madre no le deja otra alternativa y siempre que tienen una reunión de este estilo ambos la conversación termina de la misma forma.
—¿Y dónde pensas qué se hospede?— Se carajea. —¿Con vos?— Achina sus ojos incrédula. —¿En tu lujoso departamento al que no dejas de llevar mujeres?— Bufa graciosa.
Eros esboza una pequeña sonrisa de costado, sin dejarse amedrentar por los dichos desafortunados que está teniendo su madre para con él en estos momentos. está más que acostumbrado a este tipo de lucha y de guerra de palabra, de la misma forma que está mejor entrenado todavía para poder contraatacar cada una de ellas sin que le tiemble la voz.
Fue un trabajo arduo de muchos años, de mucho sufrimiento y de ver cómo su familia se particionaba poco a poco por el poder y la avaricia que poseía su madre y todo el linaje que estaba detrás de ella.
Su padre, al contrario, era un hombre que se tomaba las cosas de manera mucho más relajada, de la forma en la que Eros creía que había salido su personalidad, no obstante, eso no significaba que su padre también tuviera un camino majestuoso de realeza con el cuál debía de cumplir, pero no era un hombre que se iba a quedar sin vivir su vida.
Siendo una de las principales razones por las cuales se separaron de palabra, y cada uno siguió su camino ocultándose de los focos televisivos y de los paparazzis, saliendo de vez en cuándo para algunas reuniones puntillosas e importantes todos juntos como una familia real.
—¡Te recuerdo que ese no es lugar para tu hermano, no si querés que las cosas sigan de la misma manera en su fideicomiso familiar!— Arquea sus cejas con gusto al agregar aquello.
Su hijo, pasa una mano por el puente de su nariz, habiendo previsto esa respuesta por parte de la persona que tiene frente a sus ojos.
Era una tarea puntillosa que siempre tenía que hacer antes de ingresar a la propiedad de su madre, cómo un pequeño backup para poder estar al pendiente de cada pequeña frase que pudiera llegar a ocasionar el quiebre de la situación y perdiera la partida.
No por nada era un hombre de negocios y le gustaba mantener sus imperios alejados de la familia, eso le había enseñado, con el correr de los años, a poder manejarse en ese mundo hipócrita del poder y del dinero cómo si fuera uno más de ellos.
—En realidad, hay un departamento a pocas calles de mi penthouse, en el que pienso que Erick se puede instalar de manera inmediata.— Sentencia alzando su barbilla.
Rebecca cierra los ojos tragando saliva.
Lo que su hijo le estaba diciendo era una espada clavada en su corazón a sangre fría, era una persona que necesitaba tener el control de todo lo que sucedía a su alrededor, incluso, ella siempre decía que tenía el completo control de lo que sucedía en su entorno, y es por eso mismo que no podía con lo que estaba viviendo en estos momentos, siendo que el mayor estaba ganando la pulseada de una manera admirable.
Y lo que más lamentaba de todo esto es que con el correr de los años se le iban agotando las excusas y las posibilidades que tenía de mantener a sus hijos atados al único legado que le quedaba de la realeza.
Mucho tiempo atrás había intentado por todos los medios comprometerlos a los dos a edad temprana, para que pudieran estar con una mujer que fuera de su calibre y de la misma categoría de la cuál lo era su familia.
Había fallado y su ex marido era quién había salido a favor de los niños. Dejándole en claro que tenía el mismo poder que ella de gobernar la vida de los menores, en ese entonces, y que si no quería que aquello se convirtiera en un escándalo tendría que mantener la calma y dejar que sus hijos forjaran su propio camino.
—¿Por qué me estás haciendo esto?— Infla su pecho apretando sus labios.
Sólo le quedaba, por el momento, jugar la carta de víctima y esperaba que pudiera llegar a sacar un pequeño beneficio de la misma.
Eros conmueve su cabeza hacia un costado, demostrando todas las intenciones que tiene de retirarse de la propiedad. —Rebecca, esto no es en tu contra, vos generas que esto sea en tu contra poniéndote de la vereda contraria a dónde estamos nosotros.— Alza sus manos de forma relajada.
No estaba orgulloso de tener que utilizar este tipo de artilugios para poder conseguir algún beneficio por parte de su madre y de sus estrictas reglas, esperaba que en algún momento ella pudiera darse cuenta de todo el tiempo que se habían perdido de la vida de ambos, que había otra forma de hacer las cosas y que no todo tenía que regirse bajo aquellas antiguas reglas que habían quedado en el pasado.
Que tampoco eran de una categoría sumamente elevada de la realeza, y a pesar de que estaban familiarizados con Los Reyes, eso no significaba que tuvieran que rendirle culto a cada una de las actividades que se realizaban dentro del palacio real.
—¿Yo me pongo de la vereda contraria a ustedes, o son ustedes los que no colaboran en pasar desapercibidos cuando cometen este tipo de errores?— Bufa colocando sus ojos en blanco.
—Rebecca, los accidentes pasan, y siempre encontrás la manera de querernos hacer sentir culpables de algo de lo que ya nos hicimos cargo y responsables, y deberías de estar orgullosa de cómo actuamos y accionamos ayer, y de que tu hijo menor se haya quedado a mi lado a acompañarme cuando no tuvo nada que ver con el accidente.— Frunce sus labios.
Y en esta oportunidad no hay ironía en su tono de voz, sino que es más bien una pequeña molestia que le pica la garganta.
No sabe por qué todavía sigue esperando que su madre los comprenda y los entienda, quizás que lo hace para que Erick no tenga que pasar por todo lo que pasó él durante la edad que ahora tiene su hermano menor. Siente qué es algo que se lo debe y se compromete día a día para que pueda contra eso y mucho más.
—¡Es qué tenés que entender que no son simples personas, Eros, pertenecen a un apellido con mucha carga, somos sponsor de la fórmula 1, la gente nos reconoce en la calle sea a dónde sea que vayamos!— Comenta de manera banal, cómo para nombrar una o dos cosas que le dan la pauta de que no está hablando de un apellido común y corriente.
—¡Lo sé, mamá, de la misma forma que me lo hiciste saber durante toda mi existencia, pero no podés pretender que teniendo 33 años me exijas explicaciones!— La mira sincero.
Rebecca remoja sus labios negando. —¡No es sólo por el apellido, Eros es por lo que le va a quedar a todos ustedes de este imperio cuando tu padre y yo ya no estemos!— Se queja con un nudo en su garganta.
No es fácil para ella enfrentarse a todo aquello y tener que admitir que algunas de las cosas que su hijo está diciendo son verídicos y tiene que aceptarlas.
—¡Lo siento, pero sé perfectamente que es por la apariencia, toda tu vida te registe de la misma manera y es muy difícil que hoy en día lo quieras hacer por lo que podemos llegar a heredar o no, cuando bien sabes que a mí por ejemplo no me interesa esa herencia y que por eso pedí autorización explícita para poder realizar mis propios negocios fuera de este apellido y de tu maldita ala de águila!— Bufa tomando el pomo de la puerta.
Ya no quiere seguir con aquella discusión, la cabeza le duele horrores y todavía no pudo acostarse ni siquiera unos diez minutos a descansar.
—Que Erick se vaya de esta casa va a ser pura y exclusivamente tu responsabilidad, y si te molestó que te llamara ayer y que frenará al fiscal en poner tu nombre en aquella estúpida y absurda demanda que generaste por hacerte el héroe, no tenés idea de lo que te va a molestar si Erick comete una sola falta más.— Demanda dejándole más que en claro que sigue creyendo y sabiendo que fue su hijo menor el que cometió el accidente.
Eros muerde su labio inferior dándole la espalda y sin volver a observarla.
Decide que el camino correcto es no responderle y avanzar hacia la salida, no sin antes pedirle a uno de los empleados de la propiedad que empaque todas las cosas de su hermano menor, sin perder detalle de los más mínimos elementos que tiene en su habitación o en los lugares que él ocupa en la propiedad.