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1301 Words
—¡Hacerte responsable hubiera sido llamar al fiscal antes que nada, no generar una denuncia exponiendo tu nombre y no acompañar a la chica cómo si fueras su chaperon!— Se burla de lo frustrado qué se encuentra. —¡¿Te estás escuchando?!— Brama achinando sus ojos. —¡Se llama un poco de empatía, Rebecca, no podés pretender qué ocurra un accidente por mi culpa y no me haga cargo de dicha denuncia o de ayudar a quién fue herido!— Le hace saber. Y la mueca se su rostro es más qué suficiente cómo para qué su madre entienda qué no está bromeando, qué él no opina igual qué ella y qué tienen diferentes maneras de ver la situación. —¡No se trata de empatía cuándo nuestra familia está expuesta!— Sisea. Él sonríe negando. Jamás podrías llegar a comprender los lineamientos que tenía su madre para seguir insistiendo en que eso era una familia, cuándo hacía todo lo contrario para que la misma pareciera una guerra continua. —¡Son personas, mamá, personas y no podemos ir por la vida creyendo qué nuestro apellido pesa más qué el de ellos por más qué así lo fuera para vos y para tus antepasados!— Remoja sus labios. Ella entre abre sus labios al escuchar por primera vez en el día cómo el la llama por lo que es, su mamá. —Es qué no estás comprendiendo qué es así, Eros, el apellido pesa mucho más, y peor aún cuándo son situaciones que se pueden resolver presentando tan solo un poco de poder.— Coloca sus ojos en blanco. Haciendo sentir qué todo aquello es fácil, qué tan sólo con dinero se pueden resolver las situaciones qué se le presentan en la puerta y fingir qué nunca ocurrieron. —¡Esas personas no piensan igual que vos, realmente no entiendo cuando lo vas a entender!— Bufa. —¡No seas ingenuo, Eros!— Lo señala. —¡Todos piensan en el dinero, porque el maldito mundo se mueve gracias a eso!— Determina subiendo sus yo. —Puede que en la vida te hayas encontrado con gente que sólo pensaba en el dinero y en obtener beneficio a través de tu apellido o de quién sos, lastimosamente para vos, esa chica a la qué atropelle ayer no estaba interesada en eso, es más siquiera sabía quién mierda era yo!— Se carajea esbozando una sonrisa. Recordando lo mucho que le había gustado la sensación de no ser conocido. —¿Y que te hace pensar qué no estaba fingiendo?— Arquea sus cejas en su dirección. Él no hace más qué cerrar los ojos y suspirar. —Si dejaras de ver la maldad y la doble intención en los demás, te darías cuenta de qué no era este el caso, siquiera me permitieron qué los llevará hacia su hogar.— Comenta al azar. Y luego se arrepiente. Quería darle la menor cantidad de información posible, todavía no estaba seguro de si su madre sabía con exactitud quién era Lola y dónde es que podía encontrarla. Y por más qué quisiera hacerse la idea de qué ella no podía haber llegado tan lejos, tenía qué reconocer qué era más qué obvio que la misma había averiguado más de la vida de la rubia en dos horas qué él en las doce horas qué la estuvo acompañando en la clínica. Otra cosa qué detestaba del poder qué podía tener Rebecca, por eso mismo tenía mujeres de una sola noche y ni siquiera se le cruzaba por la cabeza salir con la misma persona más de dos veces. —Te falta mucho por aprender de este mundo, pero no te quejes cuándo te lo mencione, vos sólo quisiste estar fuera del radar, y te lo respeto en la medida qué puedo, siempre y cuándo cumplas con tus obligaciones...— Le recuerda con voz calma. Ella ya tenía su propio plan, y el mismo se estaría ejecutando en menos de un parpadeo, hasta se animaba a asegurar de que antes de qué su hijo se retirara de la propiedad, ella habría logrado que Lola y su familia aceptaran el dinero que uno de sus agentes le estaba llevando. Estando más que deseosa de poder refregarle en la cara al mayor de los hermanos que la gente siempre se dejaba endulzar por el dinero, y que hacía mal en dejarse llevar por las primeras impresiones al querer creer que no todos tenían una doble extensión en cuanto sabía quiénes eran. —¡Y estoy agradecido de estar afuera, sólo tenés qué dejar en paz a Erick, y dejar de querer involucrarlo en situaciones qué no son!— Señala a ambos. Dándole a entender qué no estaba allí por lo qué había sucedido en el accidente, sino qué estaba para dejar en lo alto el nombre de su hermano menor. No queriéndole permitir a su madre que lo hostigara de la manera en la que siempre lo hacía, para aprovecharse del miedo que él le tenía a ella. Su madre infla su pecho, colocando ambas manos sobre el escritorio. —Tenemos un trato, Eros y te guste o no, perteneces a esta familia, de la misma manera qué pertenece tu hermano, por más que siempre lo quieras sobreproteger.— Sonríe maldiciosa. Su hijo achina sus ojos al escuchar la sola mención de lo que ella está diciendo. Continuamente es lo único qué tiene para decir y es algo qué le agota la paciencia. Más cuándo él puede hacer lo que quiera con su vidaz siempre y cuándo no cause estragos o llame por demás la atención. —¡No podés amenazarme toda la vida con eso, Rebecca!— Exclama cansado. —¡En muy poco tiempo Erick tendrá su propio acceso al fondo y no le será muy difícil independizarse de vos y de todo este imperio qué creaste a nuestros alrededores!— Señala la habitación con un dedo. Rebecca achina sus ojos, encontrando la calma suficiente para no explotar delante de él y llamar por demás la atención. Puede qué supiera que su hijo le estaba ganando aquella pulseada, pero eso no significaba qué ganaría todo el juego, no si ella se lo proponía. —Mientras tanto, tienen qué seguir mis reglas, sino saben a dónde van a terminar.— Alza sus manos con calma. Eros sonríe. —Papa no parece estar tan mal con su novia en aquellas islas paradisíacas, mientras sos vos la qué se carga de amargura con todo lo que no podés controlar.— Le guiña un con malicia. Si ella se daba el tupé de amenazarlo con la libertad de Erick, ella sería quién sufriría más. Puede qué Eros fuera menor, pero era quién más conocía lo retorcida qué Rebecca podía ser y pensar. —¡¿Que estás insinúando?!— Se pone de pie enfurecida. Y Eros lo hace, pero con mucha más calma. —No insinuó nada, creo qué no necesito hacerlo, y qué sabes perfectamente a lo qué me estoy refiriendo.— Murmura relajado. Rebecca vuelve a arrugar su entrecejo perdiendo la calma. Y aquello se demuestra en su mandíbula apretada con furia. —¡Gracias por tu charla motivacional!— Sonríe de costado. —¡Por cierto, esto se trató de Erick, desde el momento en que me llamaste por teléfono y ya que estamos personalmente te aviso qué no va a vivir más en esta propiedad!— Demanda alzando su barbilla. Reconociendo que se está metiendo en un aprieto al decir aquello sin que su hermano esté presente. No obstante, es lo primero que le sale de la impotencia que tiene recorriendo su cuerpo ante lo poco que duró la charla y lo mucho que se dijo en la misma.
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