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1059 Words
Su madre lo espera con una tablet en su mano y el desayuno a terminar. En completa soledad, cómo es qué siempre se encontraba. Y ya no le resultaba algo triste a Eros, su madre se lo había buscado. Ella misma, con cada una de sus acciones había llegado a condenarse a su propia soledad. —Crei qué llegarías más tarde.— Se coloca de pie, arreglando las arrugas inexistentes de su traje de dos piezas. Eros sonríe pasando una mano por la comisura de sus labios al escuchar su tono tan estricto y perezoso. —Me citaste a una hora y a esa hora llegue, Rebecca.— Arquea sus cejas observando a su alrededor. Jamás podía llegar a decir que tenía un bonito recuerdo de ese lugar, y creía qué tampoco su hermano Erick podía llegar a recordar algo bueno de su infancia en aquella mansión que se veía cada vez más vacía, tanto de personas, cómo de recuerdos y emociones. —¿Desayunaste?— Señala lo qué el servicio ya está recogiendo. Su hijo asiente avanzando hacía la oficina de su madre sin qué ella se lo pida. —Si, gracias.— Responde manteniendo el tono de voz. Rebecca achina sus ojos al no creerle mucho y avanza junto con él. Y quizás ni siquiera se trate de no creerle, sino qué es más bien el trato qué tiene su hijo para con ella. Si había algo de lo que se arrepentía y a su vez la llenaba de orgullo es qué Eros no era un hombre para manejar, como creía qué sí lo podía ser con Erick. El arrepentimiento venís arraigado a qué ella necesitaba tener a toda su familia bajo un estricto círculo de control para qué no hubiera filtraciones en el exterior. Aúnque, también, el orgullo muy pocas veces se hacía presente en su cabeza al verse reflejada en él, claramente había sacado su carácter y ese reflejo de no dejarse atemorizar por nadie qué llevaba en la sangre se hacía notar una y otra vez con gran benevolencia en sus enfrentamientos. —¿Entonces es solo una visita exprés?— Se queja frunciendo el entrecejo. Eros ingresa a la oficina antes que su madre, sabiendo qué aquello le hará sacar canas. —Si, creí que eso es lo qué querías con tu mensaje, caso contrario me hubieras invitado a desayunar o almorzar.— Le guiña un ojo cuándo Rebecca cierra la puerta detrás de ella. —¿Hubieras aceptado?— Demanda tomando asiento frente a él. —No.— Sentencia aburrido. Rebecca suelta una carcajada ronca y seca que le demuestra a su hijo que no está para nada contenta con la situación, y menos qué menos, para con su respuesta. A Eros aquello lo tiene sin cuidado, no es la primera vez que se dirige hacia su madre de esa manera. Y espera seguir haciéndolo el tiempo qué sea suficiente para poder dejarle más que en claro qué no puede tenerlos a todos bajo su mando cuándo se le antoja. —Bien.— Infla su pecho. —Lo haremos así.— Suspira con pesadez. Eros alza sus manos, esperando el momento exacto porque comience a hablar. —Por favor, a eso vine.— Murmura pasando una mano por el puente de su nariz. Rebecca coloca sus ojos en blanco al no ver participación por parte del mayor para hacer las cosas más amenas. —¿Que ocurrió?— Frunce sus labios. Eros suelta una carcajada. —¿Vas a preguntar en serio?— Se carajea. —Tenes en tus manos el informe qué tu amigo fiscal te envío, no necesitas qué te diga exactamente como se produjo la incidencia, no a qué hora era.— Agrega perspicaz. Su madre traga saliva. No podía con la cabeza qué Eros tenía para enfrentarse a aquellos interrogatorios y salir ileso. —¡Hagamos esto fácil, Rebecca!— Pide palmeandocdud manos. —Tengo trabajo qué hace, y se perfectamente qué sabes qué estuve hasta última hora con la chica y su familia en la clínica.— Remoja sus labios arqueando sus cejas. —¿Crees qué estás en podér de hablarme de esa manera?— Aprieta sus labios con fuerza. Y su propio hijo se imagina qué sus puños detrás del escritorio se encuentran de la misma manera. —Nadie te estaba hablando de ninguna manera que desconozcas, simplemente te estoy diciendo que me encuentro cansado y que tengo mucho trabajo para hacer, por lo cuál, me parece que no tenemos por qué andar perdiendo el tiempo con preguntas banales.— Alza sus manos relajado. —¡Expusiste el apellido de esta familia!— Alza el tono de voz y golpea con fuerza el escritorio. Eros cierra los ojos por unos instantes, el dolor de cabeza se hace cada vez más frecuente con su cuerpo, y eso se lo debe a las horas que lleva sin dormir. —¡No le sucedió nada!— Brama de la misma manera que su madre le estaba hablando en estos instantes. —¿Atropellar a una persona te parece nada?— Lo observa horrorizada. —¡Rebecca, me hice cargo de la mejor manera, se qué fue completamente mi responsabilidad, pero no puedo hacer nada al respecto para llevar el tiempo atrás!— Expulsa perdiendo la paciencia. Y esa era la manera en la que quería que me resultaron las cosas en esta conversación, ya qué si él se mostraba exasperado, su madre tendría qué creerle en qué había sido el único culpable de dicho accidente. Pudiéndose quedar tranquilo de que su hermano quedaba libre de cualquier cargo y culpa que ella quisiera generar sobre el menor de la familia. —¡Te vuelvo repetir que no planeé nada de esto, y que deberías de ser un poco más inteligente al respecto para darte cuenta de que no es algo de lo que no encuentre orgulloso o que me causa gracia!— Escupe negando. —¡Simplemente fue algo que sucedió y de lo que me hice cargo con la mayor adultez posible y no me interesa si no es la manera en la que querés que resuelva las cosas, porque yo te dejé muy en claro hace mucho tiempo que no quiero pertenecer a tu clan ni estar dentro de tus malditas reglas!— Agrega fuera de sí.
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