—¿Que es lo qué querés?— Aiden no se muestra de buenos modos y aprovecha el hecho de que su hermana no esté cerca para tratarlo de esa manera.
Podía ser que le había prometido que no haría un escándalo y que se comportaría de la manera correcta, viéndolo desde los ojos de Lola, pero eso no significaba que pudiera ser un tanto hosco para con Eros.
—Solo quiero que sepas que pueden contar con nosotros para lo que necesiten, y te agradezco que no hagas la denuncia, aúnque, sé que lo estás haciendo por tu hermana.— Inicia apretando sus labios.
Aquello es una especie de agachar la cabeza y agradecer a quien tiene enfrente para no meterlo en más pleitos para con su familia, si bien, a él no le interesa lo que pueda llegar a pensar su madre, si necesita proteger a su hermano pequeño y es por eso que se sienten la obligación de mostrarse de esta manera un poco más débil para con Aiden.
Creyendo qué eso es una buena forma de demostrar qué no se le cae ningún anillo al agradecer y al ser honesto.
—Se qué cada familia es un mundo, y puede que no te importe pero la mía es un poco complicada a pesar de la opinión que vos puedas llegar a tener de la misma.— Mueve su cabeza hacía un costado. —Realmente valoro mucho el hecho de que Lola no quiera hacer una denuncia cuando de verdad podría hacerla y estaría en todo su derecho, y es por eso que entiendo el enojo que tenés en este momento.— Sonríe débilmente.
—Yo no necesito que te pongas delante mío a llorar porque sabes perfectamente que no puedo hacer nada, estoy atado de pies y manos al haberle prometido eso a mi hermana, y por más que me enerva la sangre no voy a hacerlo.— Alza su barbilla.
Dejándole en claro que no necesita rebajarse de esa manera, porque nada de lo que pueda llegar a salir por sus labios él se lo va a creer.
Eros sonríe. —Lo lamento, Aiden,
lamento que hayas tenido que venir con tu hermano y pasar la noche en la clínica, y lamento haber atropellado a tu hermana. No sé nada de ustedes, pero entiendo que no es un buen momento por el que están pasando y nadie se merece pasar por una situación así.— Remoja sus labios.
Aiden infla su pecho, no pudiendo estar más a disgusto ante el hecho de que quiera llegar a intentar leerlo o descifrar, de alguna manera, cómo es que ellos son como familia, o cómo es que él mismo se siente en estos momentos con toda la situación que estaba pasando a su alrededor.
—¡No necesito tus disculpas, y ni siquiera que usas ese tono tan condescendiente en el que te pensás que yo voy a llegar a creer que es genuino, y hagas lo que hagas no lo voy a creer, porque todavía seguís diciendo que fuiste vos el que manejabas, cuándo es más que obvio que fue tu hermanito y que lo estás protegiendo!— Se carajea arqueando sus cejas a modo de burla.
Eros observa a su alrededor, y ese miedo latente de que cualquier otra persona los pueda llegar a estar escuchando se vuelve a hacer partícipe en todo su ser, teniendo en cuenta de que su madre tenía ojos y oídos en todos lados, y él le había jurado y perjurado que había sido quien había causado del accidente y no Erick, cómo también su madre pensaba.
—Aiden, yo no soy tu enemigo, y te vuelvo a repetir que yo estaría de la misma manera si fuera mi hermano el que estuviera en esa habitación, solo quiero que sepas que puedo encontrar con nosotros para lo que necesites, su bar está frente a mi pub, y pueden acercarse cuando lo necesiten y a cualquier horario para lo que sea.— Insiste y le entrega una tarjeta.
Tarjeta, qué por supuesto, Aiden no toma y observa con recelo.
—Lo unico qué necesitamos es que no te volvamos a ver la cara nunca más, todo este mundo en el que vos vivís es un mundo completamente distinto en el que nosotros vivimos, Y puede qué Lola y yo entendamos eso a la perfección, pero no lo entiende mi hermano Demian y ya pasó por demasiadas desilusiones como para que venga un imbécil vestido de traje y quiera comenzarlo de comprarse todos los pastelitos de una tienda estúpida.— Sentencia arqueando sus cejas, una vez más.
Eros infla su pecho apretando sus labios.
Lo entiende, y lastimosamente lo hace a la perfección, no tenía que hacer un genio para darse cuenta de que venían de diferentes ámbitos culturales y sociales, y no le parecía nada malo poder ofrecerle a un niño pequeño algo que no había tenido con anterioridad, tan sólo para que se pudiera sentir contento y que se olvidara de la situación que estaba pasando en aquel lugar.
Evidentemente Aiden disentía de eso y no había estado de acuerdo en que quisieran complacer un poco al pequeño.
—Mis intenciones nunca fueron esas.— Explica inflando su pecho, sin dejar de observarlo fijamente a los ojos.
Aiden sonríe de costado con maldad. —Es qué esa es la diferencia entre tu familia y la mía, que ustedes no tienen que pensar en lo que gasta o en lo que hacen sin darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor, nosotros pensamos en cada paso que hacemos, más si hay un niño pequeño de por medio.— Le guiña un ojo burlón.
Eros niega con la cabeza y se maldice para sus adentros cuándo él comienza a retirarse en la dirección contraria, dispuesto a ingresar a la habitación de su hermana cuánto antes.
—¡Se qué te gustan los tatuajes y en mi club necesito alguien que los diseñe, así que si algún día se te va el prejuicio sobre mi persona y mi apellido podés ir a tocar mi puerta, que supongo que no estarás a disgusto de que alguien te dé trabajo para ayudar a tu hermana!— Sus palabras salen frías.
Y lo hacen mucho más de lo que él se hubiera imaginado en su cabeza, no obstante, no había forma de poder volver el tiempo atrás y decirlo de una manera más sutil.
Eros también se había enojado con la actitud del menor, entendía que podía ser su carácter, Pero había un punto de quiebre y un límite en el que esperaba que pudieran llegar a un acuerdo y que las últimas horas que faltaban para que Lola tuviera el alta fueran haciendo un pequeño pacto tácito en el que ambas familias estuvieran bien.
Aiden se da media vuelta arrascando el puente de su nariz, con sus manos picando en furia por las ganas que tiene de propinarle un golpe en su mandíbula, y no lo duda ni un segundo más, lo hace de manera instantánea, un golpe seco en su quijada, de esos mismos que le daba a cada uno de sus contrincantes en cuanto tenía la pequeña posibilidad de pelear en la cueva para conseguir algo de dinero para su familia.
Mismo dinero que nunca le dejaba utilizar Lola, pero que ahora cambiaría, gracias a esa promesa que le había hecho en la habitación de la clínica.
—¡No vuelvas a mencionar a mi hermana de esa manera, ni se te ocurra pisar nuestro bar, la gente de la realeza cómo vos no pisa esos lugares, y vas a recibir más de eso si apareces por ahí!— Señala su golpe.
Eros cierra los ojos, había sido un golpe brutal, llevándolo a pensar que no era la primera vez que lo hacía, y que había algo en él que estaba queriendo ocultar y gritar a los cuatro vientos.
De todos modos, no avanza ni un solo centímetro, se mantiene en su lugar y acomoda su quijada llevando una mano a la pequeña cortadura que tiene en su labio gracias al golpe.
Aiden le dedica un último vistazo y luego se retira, habiendo finalizado cualquier tipo de vínculo que pudieran llegar a tener entre ellos durante lo que había sido esta ardua jornada.
Ni siquiera podía ponerse a pensar en frío, ante el hecho de que su hermana mayor seguramente va a querer despedirse de Eros y de su hermano en cuanto tenga el alta, y notará que hay un pequeño golpe en su quijada, esperando que no la lleve a preguntar qué es lo que sucedió y lo ponga en evidencia.
Si Aiden es completamente sincero no le aterra el hecho de que Lola que golpeó a una persona, lo que le aterra es el hecho de pelear para con Lola. Ella es más que su hermana, es la única figura de familia que tiene desde que mantiene uso de razón y de conocimiento, y muchas veces en la oscuridad y en la soledad observó como ella intentaba hacer de todo para ayudar a sus padres, y a su vez, para que sus hermanos no vieran cómo es que los mismos se drogaban en ese mismo sillón en el que ella duerme hoy en día.
Sigue creyendo que le debe todo, y es por eso la impotencia que le había generado las palabras de Eros, ya que Lola nunca lo dejaba trabajar y ayudarla a ella de manera monetaria.