¿Despedirme de mis padres?
No lo creo, mi relación con ambos es complicada o bueno más con mi madre lo es. Quizás es porque en los últimos años tuve un poco de liberta y empecé a descubrirme. Salimos en el auto rumbo al aeropuerto de la familia, al llegar René se encarga de abrir la puerta para mí como siempre lo ha hecho. ¿Qué extraño hay hoy? Cuando se inclina hacia mí me permito detallarlo con detenimiento, sus ojos desde lejos parecen negros, pero al verlos tan de cerca he descubierto que son de un hermoso color café. Tiene una barba tan incipiente que estoy segura de que todos los días la desaparece, sus pestañas son largas, sus cejas voluminosas, su rostro tiene algunas marcas que el acné dejo ¿Qué estoy haciendo?
Todos los días lo miro acaso no me es suficiente.
—Gracias —tomo su mano bajando del auto.
Solo el roce de nuestras manos me provoca una leve corriente chispeante que me recorre por la espina dorsal ¿Estoy enferma? ¿Los cólicos tan mal me tienen?
—Ya está todo listo para partir —señala el camino mientras habla en plan guardaespaldas—. Cuando usted diga nos ponemos en marcha.
—No hay tiempo que perder.
Subo al jet privado seguido de René.
Tomo asiento en la silla al lado de la ventana mientras él lo hace frente a mí. Permanecemos en silencio por unos minutos hasta que llega la azafata que no quita la mirada de mi guardaespaldas quien parece no darse cuenta, aunque mirando bien la situación él la está ignorando. En realidad, ahora que lo pienso este hombre es muy recatado con su vida personal.
—¿Desea tomar algo? —le pregunta a René como si fuera el señor.
Puedo ver la expresión de sorpresa en los ojos del hombre, también puedo ver cuánto le incomoda la situación, en cambio, a mí me parece de lo más graciosa. No es imposible confundir a René con un señor, su porte lo hace ver como un millonario, su silencio lo hace ver misterioso.
—Yo… —voltea a verme pidiéndome ayuda con la mirada.
A pesar de los años que él lleva trabajando para la familia, él siempre me ha cuidado y tratado con respeto. En varias veces ha arriesgado su vida por la mía, aunque los últimos cuatro años no compartimos mucho le tengo un apreció muy diferente que, a los otros, es como si fuera un complemento de mi vida.
A los ojos de todos puedo ser una princesa, en pocas palabras una niña mimada que tiene todo lo que quiere, pero nunca le faltaría el respeto a una persona por el trabajo al que se dedica eso es algo que me enseño mi hermana. El trabajo no hace daño, el trabajo dignifica.
Sonrió de lado. —Tráiganos dos botellas de agua, por favor —hablo haciendo notar mi presencia.
La pobre chica abre sus ojos en sorpresa al verme, puedo ver con claridad como se hace pequeña, su escote se vuelve pequeño y si mirada se vuelve nerviosa más que su mirada todo ella se vuelve nerviosa. Nunca he entendido eso, siempre que me miran su actitud cambia ¿Qué soy? ¿Un león? Cristal dice que mi presencia y mi porte intimida a cualquiera, soy solo una chica inofensiva.
—Claro —tartamudea alejándose.
René me regala una sonrisa amplia que lo hace lucir más juvenil, no es que sea viejo, pero ya tiene la edad madura. —Todo un galán. —Intento bromear.
—Lamento la confusión —habla mientras sonríe de lado haciendo que por un momento me pierda en su sonrisa.
Sacudo la cabeza. —No te preocupes, fue ella quien se equivocó —además si fuera yo también me hubiera confundido.
Dirigió la vista a la ventana con el ceño fruncido. —¿Todo bien?
Ladeo el rostro. —Lo está —vuelvo la mirada a la ventana.
El motor de nuestro transporte se enciende. No veo en qué momento él se pone de pie hasta que siento sus manos en los antebrazos del asiento. Volteo a verlo dejando nuestros rostros más cerca de lo normal, eso me corta la respiración por unos segundos, nuevamente mi mirada se pierde en la suya, mi aliento se siente lejano.
—No olvide abrocharse el cinturón —susurra suavemente haciendo que su aliento roce mis labios y que la piel se me erice.
Asiento. —Gra… Gracias —susurro haciendo que él se aleje de mí.
René vuelve a su puesto abrochándose el cinturón ¿Qué acaba de pasar? ¿Por qué me sentí tan fuera de mí? ¿Qué es esto? ¿Por qué me sentí tan nerviosa?
El trayecto a Niza lo hacemos en completo silencio, cada uno metido en sus cosas, en mi caso mirando la distancia entre la tierra y el jet. Llevo varias semanas que no veo al pequeño Will y a Helena, en realidad, desde que regrese de Niza no los he vuelto a ver.
Al aterrizar no demoramos nada en emprender el viaje hacia el hogar de mi hermano, es un lugar acogedor, se siente el aire de familia nada que ver con el apartamento de Will en Metz. Como todo Fonseca la casa está ubicada en una de las zonas más exclusivas y vigiladas, no se puede andar si precaución.
—Entren —habla Cristal con una sonrisa en el rostro haciéndose a un lado para que podemos pasar.
Sigue pareciéndome increíble la mujer que tengo hoy en frente, las buenas sombras de los árboles sirven mucho. Quizás no tenga la misma fortaleza que como mujeres Fonseca tengamos, pero puedo decir que la, Cristal de hace años desapareció. Esta mujer frente a mí defiende a su familia con todo, esta mujer se enfrenta, hace valer su opinión. Todo proceso es lento, pero el resultado es el mejor, lo he comprobado con mi cuñada.
—¿Cómo estuvo el viaje? —cuestiona detrás de nosotros.
Recorro la sala con la mirada, es una costumbre. —Bien.
Camino por el apartamento deteniendo la mirada en una foto de hace unos meses, ellos cuatro siendo una familia bonita, la verdad creí que Will sería idiota la vida, creí que Cris sería débil y huiría de todo, pero veámoslo aquí casados y siendo felices con su bella familia.
—¡Tía! —veo como los dos pequeños corre hasta llegar a mí.
Los brazos de ambos se amoldan a mi cintura mientras los abrazo por los hombros a ambos, que grandes están.
—René —William saluda al hombre que está a mi lado mientras que Helena se sonroja.
Al principio me era molesto tener a alguien al lado mío a todo momento, era solo una niña que quería libertad, pero poco a poco me acostumbre. Diría que con René me siento excesivamente segura, pensar en que otra persona cuide de mí no es nada agradable. Supongo que a mi sobrina tampoco le gustaría que cambiara de guardaespaldas.
—¿Estamos a tiempo para el partido, verdad? —inquiero.
Asiente repetidas veces. —Sí.
—Entonces, vayan por sus cosas que ya salimos.
—Gracias —habla Cristal sonriendo cuando los niños se han ido.
Niego con la cabeza. —Solamente espero no tener que cuidar a otro entre unos meses —espeto enarcando una ceja con diversión. Puedo ver como el rostro de Cristal se torna rojo, vaya, sí que es sensible—. Por cierto, es momento de que contraten a una niñera, no puedo hacerlo todo el tiempo.
—Estamos en ello —habla Cris.
—Está bien.
—¡Cambri! —exclama mi adora hermano abrazando a Cris por la espalda al mismo tiempo que deja la cabeza en el hombro de la mujer—. Nada me haría más feliz que ser padre nuevamente.
Lo sé, la mirada de idiota lo delata.
Me encojo de hombros. —No seré yo quien los cuide.
—¿Puedes hacer una excepción? —cuestiona a modo de broma.
—Pobre de ti Cris, por lo que veo Will quiere el equipo de futbol —me mofo tomando las cosas de los pequeños que acaban de entrar—. ¡Cuídense!
Asiente con la cabeza sabiendo a lo que me refiero, salimos del apartamento dejándolos solos. Pensándolo bien se han tardado para darme otro sobrino.
El camino al polideportivo lo hacemos en silencio o bueno eso suponía hasta que el pequeño decide hacer sus ruidos con la boca, pies y manos. Está tan emocionado igual que su hermana que no puede permanecer en silencio solo unos minutos.
—¿Tienes novia, René? —inquiere el pequeño o bueno ya no tan pequeño.
Por un momento la pregunta toma por sorpresa a mi guarda espaldas que por alguna razón se ha puesto incómodo, bueno por alguna razón no, esas preguntas son personales y nada más que él debe saberla.
—Pequeño, Will —intervengo con una mirada de advertencia.
Para ser sincera no puedo reprenderlo por decir o preguntar lo que piensa, es algo que yo. Nos sumimos en un silencio hasta que nuevamente deciden seguir con la conversación pendiente.
—William, eso no se pregunta —suelta Helena mirándolo mal—. Es obvio que tiene novia, mira lo guapo que es.
Su respuesta me saca una sonrisa al igual que el pequeño llevo la mirada al hombre y me veo observándolo por más tiempo del necesario. Helena tiene mucha razón, es un hombre muy guapo más de lo que podría imaginar, sé que es guapo, pero ahora me parece más simpático.
—¿Te gusta? —inquiere William mirando a su hermana serió.
Helena asiente en respuesta. —Sí.
—¡Cásate con él entonces! —gruñe dando la conversación por finalizada.
—Cuando sea grande me casaré con, René ¿Verdad?
El hombre comienza a toser sacándome una sonrisa por el momento incómodo en el que se encuentra.
—Cuando tú estés grande, René será mucho mayor para ti.
La pequeña me observa por unos segundos. —No me importa, para el amor no hay nada.
—¿Quién dice eso? —cuestiona William.
—¿No has visto las telenovelas? —responde con otra pregunta.
Con ayuda de René nos acomodamos en las gradas antes de que comience el partido. Al haber tantas personas quedamos un poco pegados, puedo sentir como la rodilla del hombre que me cuida roza con la mía haciendo que esa misma corriente de hace unas horas me recorra ¿Qué demonios está sucediendo conmigo? ¿Me tomé la pastilla equivocada? Ignorando aquella sensación concentro mi vista en la cancha deportiva y en Helena que está a mi lado.
Las personas comienzan a gritar alentando a los niños, si supieran que eso los pone más nerviosos. A lo lejos diviso a mi sobrino con una sonrisa de superioridad no cabe duda que es hijo de mi hermano, le regalo mi sonrisa de tú puedes.
El partido comienza, puedo ver que algunos niños son buenos y se divierten, pero también veo a muchos competitivos. El bullicio se hace más fuerte con cada gol ya sea de cualquier equipo.
—¡Gol! —grita Helena emocionada.
Tengo suficiente con los gritos de mi sobrina cerca de mi oído. Los gritos de apoyo de su hermana son los que más se escuchan Helena grita con fuerza alentando a William a cada momento es como si fuera una pequeña porrista. Cada vez que William mira a las gradas ríe al escucharla. Ella es tan espontánea, me hubiera encantado ser así, yo no soy de esas personas que les gusta gritar como locas. Me acostumbré a felicitar en silencio con una sonrisa, aplauso o abrazo, aunque las muestras de abrazo no se me dan, solo con Dann y mis sobrinos. Todo eso se lo debo a mi madre, me enseñó a ser diferente de todos.
No todo es su culpa.
—¡Ganamos tía! —grita el pequeño mientras se cuelga a mi cintura feliz, no demoro en devolverle el abrazo—. Te dije que ganaríamos —habla feliz mirando a su hermana.
La pequeña asiente. —Lo sabía.
—Helena, me debes un regalo —la señala con el dedo.
—Felicidades, campeón —dejo un beso en su coronilla sudada.
Se separa de mí para ser envuelto por un abrazo más pequeño, pero no menos sustancioso.
—Solo porque ganaste —sonríe feliz la chiquilla dejando un beso en la mejilla de su hermano con coquetería.
—¿Y eso…? —cuestiono mirándolos extrañada.
—Una apuesta —habla Helena encogiéndose de hombros.
No puedo evitar pensar en la inocencia de un pequeño, esperemos que sea eso.
—Buen partido —felicita René desordenando el cabello de William.
—Gracias.
—¿A dónde vamos ahora? —inquiere René viéndome.
Siento que esa mirada es muy diferente a la que todos estos años me ha dado, nada más sentir esa mirada me lleva a sentirme incapaz de controlar mi cuerpo, todo en mí tiembla como si tuviera frío. Sin poderlo evitar recuerdo el acercamiento que tuvimos en el jet.
Sacudo la cabeza alejando eso de mi mente.
—Como William a gano el partido, iremos a comer helado ¿Les parece? —pregunto a mis sobrinos.
—¡Si tía! —chillan felices los dos.
—Voy por mi mochila —habla William mientras se va dejándonos a los tres.