5: Niza.

2272 Words
Permanecemos en silencio hasta que llega el pequeño que no demora más de cinco minutos. Ver esa emoción en su rostro me lleva a pensar en que yo de niña no fui así, creo que nunca tuve esa vibra después de todo siempre me dejé llevar por las etiquetas infundidas por mi madre. Nos ponemos en marcha dirigiéndonos a la heladería que tanto nos gusta, no es muy lejos de la casa en la que ahora vive mi hermano. Hace algunos años recogía al pequeño cuando Cristal estaba ocupada con su trabajo, pasábamos tiempo allí sin que su madre se diera cuenta, era como nuestra pequeña rutina. Luego de que Will y Cristal adoptaran a Helena la integramos a nuestra tradición. —¿Qué desean tomar? —habla el muchacho con su libreta en mano. Observo a René quien se encuentra de pie mirando todo a su alrededor ¿Acaso no puede ser una persona normal? —René toma asiento —pido señalando la silla vacía al lado de Helena. El hombre me observa por una fracción de segundo que me parece eterna. —¡Si! —chilla mi sobrina emocionada. —Yo… —Por favor, René. Deja salir un leve suspiro mientras asiente al mismo tiempo que toma asiento. —Solo por unos segundos —advierte. —Cuatro helados, por favor —pido. El hombre anota en la libreta para volver a vernos. —¿Sabor? —Vainilla —habla mi sobrina con su típica sonrisa. —Chocolate —la secunda William. Enarco una ceja esperando a mi guardia de seguridad. —Leche condensada. —Fresa, por favor. Después de anotar se da la vuelta dejándonos solos. El momento se alarga y como siempre que estoy lejos de casa me siento como una chica libre que puede volar. Cerca de las seis de la tarde llevamos a los pequeños con sus padres, no es que todo ese tiempo estuviéramos en la heladería. Recorrimos una gran totalidad de Niza. —¡Mis amores! —exclama la mujer abriendo la puerta para abrazar a sus hijos como la emoción de una madre. Los pequeños la reciben encantados —¡Mamá, ganamos! —grita William sin dejar de abrazar a su madre. —¿Qué tal les fue? —cuestiona Will abrazando a la pequeña Helena. La chica no suelta a su padre mientras le narra lo que hicieron, eso suele suceder cuando se trata de niños, todo quieren contarlo. —¡Eso es campeón! Mi hermano, suelta a su hija para tomar en sus brazos al pequeño, son como dos gotas de agua. Al principio no se parecían mucho, pero en estos años he descubierto lo mucho que tienen en común la única diferencia es que William tiene los ojos del mismo color que los de mi padre. Debo decir que esta pareja ha madurado, ahora son personas diferentes que asumen los problemas con la cabeza en alto y sobre todo juntos. —¿A dónde fueron? —habla Cris dirigiéndose a la cocina. —La tía nos llevó a comer helado y luego a hacer turismo —suelta Helena. A veces me sorprende la gran facilidad con la que esta chiquilla entiende las cosas. —Gracias —susurra Cris. Sale de la cocina con dos vasos llenos de jugo uno en cada mano. Lo que me hace pensar que todos consideran a René como un m*****o de la familia, eso o que Cris es demasiado blanda, hay cosas que nunca cambiaran. —No creo que pueda seguir haciéndolo —hablo tomando el vaso que me ofrece. —Ya hemos pensado en ello —interviene Will. —Aun así, espero que en unos meses no lleguen a casa con la noticia de que seré tía nuevamente —advierto a modo de broma. —¡Yo quiero un hermanito! —interviene William con un tono de voz chillón. Esto no es un tema que se toque a la ligera o por lo menos no delante de Helena, ella sabe muy bien que no es hija propia de esta familia. Todos tenemos miedo de que se pueda sentir desplazada lo que nos comprueba con su silencio. —Helena es tu hermana —aclaro sin dejar de mirar a la nena. William asiente repetidas veces con la cabeza. —Lo sé —eso hace que la pequeña sonría complacida—, pero yo quiero un hermanito. —¿Y si es niña? —llevo el vaso de jugo a mi boca. Suelta un suspiro como si estuviera cansando, mi sobrino es dramático. —Las cuidaré con mi vida, aunque Giselle sea muy revoltosa y nadie la pueda controlar. Veo que Will ya ha comenzado inculcarle el cuidar a la familia, en especial a las chicas. —¿Y Helena…? —Con Elena será más fácil —no me pasa desapercibida la mirada cómplice de ambos. —¿Por qué? —cuestiono sin apartar la mirada de él. Se encoge de hombros. —Todos sabemos que Elle es rebelde. Totalmente, la pequeña Giselle es muy voluntariosa tanto que me recuerda a su madre, el único que puede controlarla es Gael. —Creo que nosotros nos retiramos —hablo al mismo tiempo que dejo el vaso en la mesa, tomando el de René para hacer lo mismo con el de él. Cualquiera que lo viera diría que es tímido, pero debo decir que la realidad es que René solo es callado, no es de esas personas que hable por motón o por lo menos en toda mi vida que llevo cerca de él nunca lo he escuchado ser abierto. —¿Por qué no se quedan? —cuestiona Cris. No es como que vayamos a regresar hoy Metz, no estoy tan loca como para hacerlo, sé que apenas ponga un pie en casa mamá sacara a relucir el tema de la dichosa fiesta. Mi pensado es quedarnos en un hotel, pasar unos días aquí de descanso, relajarme. Después de esa fiesta me tomaré unos dos meses de descanso para luego comenzar a trabajar por decirlo comenzaré en enero. Podría tomarme estos días como mini vacaciones. Niego con la cabeza. —Nos quedaremos en un hotel. La casa es grande, pero no me gusta molestar o bueno con la única persona que lo hago es con Dann, sin embargo, lo que quiero es mi tiempo en soledad, mi libertad porque pronto la perderé o bueno una parte de ello. —¿Segura? —inquiere Will con el ceño fruncido. —Más que segura. —Tenemos muchas habitaciones disponibles. —Quiero quedarme en el hotel. —Cam —advierte. Mi hermano se ha vuelto responsable. Ruedo los ojos. —Estaremos bien. —Cam… —¡Feliz tarde! —sonrió despidiéndome de todos. Luego de ello salimos de la casa rumbo al hotel en completo silencio como siempre lo hacemos. Hay días en los que me parece lo justo, pero hay ocasiones en la que esta rutina me parece de lo más aburrida, no sé a veces me gustaría sacar a René de esa zona de confort que mantiene, estoy segura de que este hombre rudo solo lo es en el trabajo ¿Por qué quiero conocerlo? Este silencio se siente incómodo, más que incómodo se siente muy diferente a los demás, es como si fuera difícil respirar al mismo tiempo que apartar la mirada de él. —Haré la reservación —informa René. Tomo su mano evitando que se aleje. —Lo haré yo. Sus ojos que ahora sé que son cafés me observan tan profundamente que mis piernas tiemblan. —Puedo hacerlo yo. Asiento. —También puedo hacerlo yo. —La acompaño —señala la fila. —Gracias. Luego de hacer la reservación cada uno se dedica a descansar o por lo menos eso sucede conmigo. Hoy fue un día extraño. *** Termino de vestirme dejando mi cabello suelto, sigo pensando en la idea de teñírmelo, puede que lo haga. El vestido rosa palo que tengo puesto me llega un poco más arriba de las rodillas es suelto y a la vez resalta mi cintura. Anoche antes de venir al hotel tuvimos que pasar por una tienda al recordar que no traía ropa para quedarme por un par de días. Ya estando lista salgo de la habitación dirigiéndome a la de René. Sé que podría irme sin decirle, pero me he acostumbrado tanto a él que no puedo dar un paso sin sentirlo ahora que estoy de nuevo en casa. Toco la puerta, pasan unos minutos en los que escucho como mueven las cosas hasta que abre la puerta. —¡Buenos…! —mis palabras se dispersan en el aire. Tengo que parpadear varias veces para recordarme respirar, no solo eso, sino para recordarme que debo apartar la mirada de su cuerpo ¡Wow! Eso sí que es un cuerpazo ¡Dios! ¿Qué me está pasando? Sacudo la cabeza, debe ser porque nunca he visto un abdomen que no sea de mi familia. —Te espero en el restaurante —me doy la media vuelta para irme. Eso es lo más sensato que pude decir. Antes de que me pueda marchar su mano en mi brazo me detiene, su soló toque me hace sentir un leve calor en la zona que su mano me tiene aprisionada. —Lo siento —susurra. Lo observo confundida. —¿Por qué? —Por no estar adecuadamente vestido para recibirla. ¿Era eso? Pues si está muy bien vestido. —No hay problema —debo forzar mi voz. Ok. ¿Qué me está sucediendo? Si, acabado de descubrir que el hombre tiene buenos abdominales, buen rostro, lindos ojos, sonrisa encantadora ¿Y eso? Es eso, solo un hombre, un hombre que me cuida y daría su vida por protegerme. —Entra —pide señalando la habitación con la cabeza. Abro la boca para decir algo, pero no me deja—. Me tomará un poco de tiempo arreglarme —aclara. Con esas pocas palabras entiendo “me voy a demorar, así que no puedes estar sola, mi deber es cuidarte por eso espérame en mi habitación o puedes ir a la tuya” un hombre de pocas palabras, pero para un buen entendedor esa frase tiene mucho significado. El pensamiento de ir a la mía me asalta, pero hago todo lo contrario entrar a la habitación de él, ahora sí sé que estoy mal. —¿Quieres algo? —cuestiona nada más cerrar la puerta. Sí que se vaya a vestir porque no puedo quitarle la mira de esos abdominales al descubierto, las manos me pican por pasarlas por allí, malditas hormonas. —No, gracias. Asiente. —Intentaré no tardar mucho. —Tomate tu tiempo. Se dirige a la que supongo es la ducha. Un impulso que nunca había tenido me hace seguirlo, bueno seguirlo no, con exactitud seguir sus pasos cuando ya está dentro de la ducha. Llevo la mano al pómulo de la puerta del baño, escucho como el agua cae, entonces por mi mente pasa la imagen de su cuerpo siendo cubierto por el agua artificial de la ducha, luego sus manos recorriendo su cuerpo con el jabón y… sacudo la cabeza alejando esos pensamientos ¿Qué me está pasando? Estamos hablando de René ¡Por Dios! Alejo la mano del pómulo de la puerta regresando a la cama donde tomo asiento mientras mis manos golpean el material de madera, es la única manera que encuentro para no ir por él. Pasa cerca de media hora cuando sale todo trajeado, eso si uno muy diferente al que siempre utiliza. No puedo evitar recorrerlo con la mirada como si fuera mi modelo y yo su fotógrafa, creo que debería quitarse algunas prendas ¡Cambri! Me reprendo. Con un carraspeo de garganta me pongo de pie caminando hasta donde él está. Llevo mis manos a la corbata arreglándola esto se me está haciendo una maldita costumbre. —Listo —sonrió elevando la mirada. A pesar de ser un poco alta, él lo es mucho más. Nuestras miradas se encuentran por un momento me siento perdida en sus ojos, es como si esos ojos tan sencillos y naturales tuvieran un imán que me atrae ¿Qué me está pasando? Esa pregunta se repite en mi mente ¿Desde cuándo René me atrae? —¿Tienes algo con las corbatas? —sonríe sin apartar la mirada de mí. Con esa sola sonrisa hace temblar mi cuerpo. —Tal parece —susurro mientras sonrió alejándome de él, aunque algo en mí no quiere hacerlo—. ¿Nos vamos? Asiente. —Por supuesto. —Bien. —Por cierto, el señor preguntó que cuando volvíamos —abre la puerta para que salga. Nada más escuchar esa pregunta me hace sacar un suspiro de cansancio. Eso no es una pregunta de papá, es más bien de Kimberly. Me encojo de hombros sin dar una respuesta. Estando en el restaurante tomamos una mesa un poco apartada de los demás, me gusta la tranquilidad más que eso me gusta no estar rodeada de gente falsa, para eso creo que ya me tengo a mí. René se pone a mi lado de pie como todo un guardaespaldas mirando a su alrededor. —Siéntate —pido señalando la silla frente a mí. —Señorita… —¿Vas a desayunar de pie? —inquiero antes de ordenar el desayuno. Lo veo soltar un suspiro para sentarse frente a mí. —Mi trabajo es su seguridad —recuerda. —Pero para eso debes comer ¿No es así? Asiente. —Esta vez debo darle un poco de razón. —Siempre la tengo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD