1: Desacuerdo.
Cambri
Cuando llegué a la edad justa empecé a comprender muchas cosas, estoy segura que ustedes también lo hicieron. La etapa de la adolescencia es curiosa porque muchas veces todos la odian diciendo “es la etapa de la rebeldía” en realidad, la adolescencia es más que eso. Creo que es cuando la mente se distorsiona y comienza a crear millones de escenarios, es cuando sientes que hagas lo que hagas no encajas en el mundo, por eso cuando llegué a esa etapa empecé a refugiarme en el arte.
Empecé a creer que el pintar era una forma de sentirme yo misma. Para mi pintar es la mejor manera de demostrar mi verdadero yo, ese interno que pocos dejamos salir, ese que cada día reprimimos. Algunos los consideran demonios, fantasmas, depresión para cada persona hay un nombre muy diferente, para mi es creatividad ¿Por qué? Porque es la forma en la que reflejamos todas las emociones que retenemos, es como una terapia para liberarnos.
Sonrió satisfecha al ver el hermoso dibujo recién hecho, explicare la base sencilla, es un candado cerrado difuminado, a su alrededor hay muchos colores es como ver un tatuaje en acuarela. Alrededor del candado hay un montón de aves a pesar de la oscuridad se puede ver muy bien. Debo decir que soy buena en esto después de todo es lo que amo hacer.
¿Qué significa? Todo dibujo creado por mi o por cada persona tiene un significado, en este caso quiero desahogar mi frustración, esta es mi forma de decir “ya no más”. Siempre trate de hacer las cosas a su manera, intente compensar la ausencia de Alex aun cuando no tuve nada que ver en ello, ¿De que sirvió?, sirvió para que ella hiciera con mi vida lo que se le diera la gana. Tacones, vestidos, maquillaje, etiqueta, música clásica, toda una princesa de sociedad.
¿Saben lo que me duele? Que nunca pregunto mi opinión, me convirtió en una sumisa y lo lamento. Hoy mas que nunca lamento dejar que decidiera por mí. Creo que no es necesario decir que el candado soy el yo del ayer y que las aves soy yo en el presente.
—¡¿Quién anda ahí?! —cuestiona una voz en medio de exclamación.
La luz de la linterna comienza a moverse a punto de apuntar hacia mí.
—Yo —suelto, divertida.
Sin tiempo que perder lanzo los potes de aerosol que he comprado al suelo, es una lástima, pero no puedo llevarlos conmigo.
Le doy una última pasada a mi hermosa obra de arte, luego salgo corriendo. Nunca me hubiera imaginado haciendo este tipo de cosas, pero estar algunos años lejos del yugo de mi madre logre sentirme como un ave saliendo de su nido. Aprendí a soltarme, dejé de ser una princesa de sociedad por un par de minutos.
—¡Alto ahí! —grita el hombre.
¿Por qué hacen eso?
Como si les fuéramos hacer caso.
Estando en la universidad aprendí demasiadas cosas, una de ellas es que la sociedad nunca estará conforme contigo, unos te envidian, otros te odian, otros te aplauden por hipocresía. Cuando era niña me sentía importante, ahora solo me siento utilizada por complacer a un mundo inconforme. ¿Entonces porque ser aquello que no quieres ser solo por complacerlos?
—¡Nos vemos! —grito sin dejar de correr.
Puedo sentir las fuertes pisadas del hombre contra el cemento del piso, pero más que sentirlo creo que es un auto reflejo al ver como la linterna se mueve de un lado a otro. Como es normal cuando hago este tipo de cosas la adrenalina comienza a correr por mi torrente sanguíneo llevándome al éxtasis, esto es mejor que probar un tipo de droga. Esta es la forma en la que puedo sentirme siendo yo misma; la primera vez que hice esto tenía tanto miedo “si no te arriesgas, no sabrás si eso era lo que querías” me dijo mi hermana cuando le dije que quería estudiar en Niza. Esa misma frase tuve que decírmela ese día.
Me encontró muy rápido el hombre, ese día le di gracias a Danna por trabajar en mi parte física porque ese hombre me persiguió un buen rato. Lo que más me gusto fue aquella sensación que corre por toda la sangre mientras tu estomago se revuelve, aunque sea un poco.
—¡Detente! —vuelve a gritar demasiado cerca.
—¡Hasta la próxima!
Continúo corriendo divertida por la situación, después de unos minutos logro perder al guardia con facilidad, la practica hace el maestro.
No demoro mucho para llegar al lugar donde me espera el amor de mi vida, me refiero a mi hermoso transporte. Antes de arrancar recorro el lugar con la mirada confirmando que nadie me vea. Luego de estar segura me pongo el casco, prendo motor, luego de acelerar algunas veces me alejo de aquel lugar a toda velocidad.
Cuando miré aquella maquina mortal tuve mucho miedo de morir si subía a ella ¿Pero porque no intentarlo? Ya que estábamos rompiendo los estereotipos lo hice y debo decir que se sintió como estar en el cielo, no se como es estar en el cielo, pero de seguro es maravilloso. El aire fresco, el paisaje te trasmite paz o bueno eso sucede conmigo.
—¿Dónde estás? —cuestiona apenas contesto.
Agradezco que esta moto sea un modelo avanzado, es como tener un auto. Tengo mi móvil conectado al bluetooth.
—Necesitaba un poco de aire.
Suelta un leve suspiro. —Estoy en tu cuarto.
—¿A estas horas?
—Bien dicho. ¿Por qué estas afuera a estas horas?
¿Qué digo?
—Estoy en el jardín.
—¿Y por eso mamá crees que estás dormida?
—Dann…
Estoy segura de que está negando con la cabeza. —No demores.
—Gracias.
—Nos vemos mañana.
—Te amo.
—Y yo a ti —susurra al mismo tiempo que cuelga.
Lo bueno de esto es que tengo una hermana que me cubre, no es que ella sepa lo que hago. Bueno, estamos hablando de Danna, así que estoy segura de que lo sabe.
Detengo la moto cuando estoy en el garaje y no me refiero a garaje del castillo. Me refiero a una casita sencilla que está a unos cuantos kilómetros de distancia de la casa de mis padres. En realidad, es la única casa cercana a gran extensión de terreno que posee mi padre. Al dejar todo listo emprendo mi camino a casa no que está muy lejos, sin embargo, me gusta revisar muy bien los pasos que doy. Desde niña he sido muy observadora, por eso con cada paso que doy compruebo mi alrededor, en realidad, no es por eso, creo que es porque he creado un tic nervioso.
Al llegar a la fortaleza de la casa, como le llamo, me dirijo al punto clave evitando a los guardias y cámaras de seguridad. Eso es lo bueno de observar todo a tu alrededor, conocer donde están cada una de las personas y cámaras.
Escucho los pasos del algunos de los guardias, así que me escondo rápidamente en los arbustos evitando que me vean.
—¿Cómo está la niña? —habla uno de los guardias.
Supongo que está hablando por celular.
—Todavía está en el hospital.
Me equivoqué.
—¿Por qué no le pide unos días al señor?
—Ya he molestado lo suficiente.
Soy curiosa por lo que me acerco un poco más para escuchar mejor.
—El señor lo entenderá.
El hombre deja salir un fuerte suspiro. —Iré a revisar la parte de atrás.
Esta es mi oportunidad para cumplir mi misión ¿Cuál?, entrar a mi habitación sin que me vean. Las primeras veces terminé arañada por completo, tuve que utilizar vestidos largos tanto de brazos como de largor hasta los pies. Como dije hace un rato, la práctica hace el maestro, esto ya es pan comido.
No me toma más de quince minutos para entrar en la habitación.
Al entrar quito rápidamente la ropa que llevo puesta escondiéndola en un lugar donde nadie la encontrara, luego me pongo el pijama para lanzarme a la cama con una sonrisa en mi rostro, nada mejor que pintar para sentirme feliz. Ojalá pudiera hacerlo sin necesidad de parecer una bandida, sin necesidad de ocultarlo.
No demoro mucho para quedarme dormida.
—¡Tía!
Un pequeño grito me trae de vuelta a la realidad, respiro con fuerza intentando seguir en mi hermoso sueño mientras cubro mi rostro.
—Tengo sueño —gruño con la almohada pegada a mi rostro.
Eso parece no importarle, la pequeña de tres años se sube encima de mi mientras grita. —¡Tía!
Hoy en día estos niños no conocen el respeto.
—Elle déjame dormir —gruño.
La pequeña vuelve a ignorarme ¿A ustedes no les molesta que los despierten sin sentido alguno?, pues a mí sí, ese es mi defecto. Giselle comienza a brincar en la cama haciéndome abrir los ojos, no tiene sentido intentar dormir cuando hay un pequeño terremoto encima de mí. lo primero con lo que me encuentro es con una hermosa niña de ojos azul gris como los de su madre y su cabello castaño como el de su padre.
—Andate tía.
Sonrío al escuchar su voz infantil.
—¿Cómo amaneciste, cielo? —pellizco su nariz a lo que hace una mueca tierna.
—Ben tía.
A sus tres años es suelta para hablar, me refiero a la confianza que toma porque en cuanto a palabras todos sabemos que hay niños que se toman su tiempo para entendérseles con claridad. Dejo un beso en su cabeza para ponerme de pie.
—Ahora vuelvo, pequeña.
Me dirijo al baño para tomar una ducha que no demora mucho, luego me pongo un vestido sencillo para estar en casa y por último mis hermosos tacones de centímetros ¿Toda la vida seré esto? Espero que no. Dejo mi cabello suelto mientras me miro en el espejo intentando comprender ¿Por qué sigo haciéndolo? Me he convertido en lo que más odio.
Estando lista tomo la mano de mi pequeña sobrina para salir de la habitación.
—¡Miren a quien me encontré! —exclamo al mismo tiempo que entro al comedor.
Todos están desayunando mientras tienen una charla animada.
—¿Cómo amaneciste? —cuestiona Danna cuando tomo asiento en mi lugar.
La pequeña Elle corre a los brazos de su madre para que la alce. —Podrían dejar de mandarla a despertarme. —Pido.
—Es la única que puede despertarte sin que te moleste —responde mi madre llevando a su boca un poco de alimento.
—¿Tú la apoyas? —inquiero mirando a mi hermana.
Danna me observa divertida al mismo tiempo que se encoge de hombros. —A mí no veas princesa.
Enarco una de mis cejas. —¿Segura?
—Sabes que, Elle hace todo lo que mamá le pida.
Eso ni dudarlo, hay momentos en los que siento que la pequeña será una versión de mamá y la idea no me agrada. Kimberly es una buena mujer, una madre honorable, pero no siempre toma las mejores decisiones cuando se trata de nosotros.
—¿Por qué no me sorprende?
—Porque soy su abuela favorita —suelta con orgullo.
Ruedo los ojos mientras tomo un poco de agua. —Eres la única que tiene.
Por suerte no está Gael o mi comentario lo lastimaría.
Mamá rueda los ojos con elegancia, sí, yo soy la versión de mi madre.
—En una semana será la fiesta para celebrar que te graduaste en tiempo récord —habla mamá con una sonrisa de orgullo.
Orgullo que me hace sentir enferma, no puedo evitar sentir ese apretón en mi pecho tan común, decepción. No me malentiendan, me agrada que sienta orgullo por mis triunfos, a que hijo no le gustaría que sus padres celebran hasta el más pequeño de sus triunfos, solo que no quiero una fiesta por algo que no me agrada, por algo que solo hice por complacerla y que estuviera tranquila.
—¿Qué harás hoy Dann? —cambio de tema.
Cada vez que mi madre hace sus fiestas me irrita, antes no lo hacía, pero ahora sí. Tal vez porque me siento como un objeto que todas las madres de alta clase quisieran tener.
—Estaré en casa esperando a mi esposo.
Niego sonriendo, sobre todo mi hermana en plan de ama de casa. —¿A que escuela fuiste?
Sonríe. —A la de psiquiatría.
Sacudo la cabeza ocultando mi sonrisa. —Ahora todo tiene sentido.