Al día siguiente, el diablo caminaba nervioso hacia la colina. Celeste ya se encontraba ahí, al verlo su corazón se detuvo. Él se acercaba con un ramo de rosas blancas y rojas, eligió esa combinación ya que representaba la esencia de los dos. Cuando estuvieron a pocos centímetros, él la tomó por la cintura y le dio un apasionado beso, el cual ella correspondió. —Te extrañaba tanto, mi amor —pronunció separándose un poco de ella para observarla. —Yo también te extrañé; no te imaginas cuánto— le dijo ella acariciando su mejilla —Te traje estas rosas. Espero que te gusten —dijo extendiendo las rosas hacia ella. Celeste las tomó y aspiró su aroma. —Me encanta Cristóbal, son hermosas —afirmó con alegría. Los dos se encontraban de pie bajo la sombra de un frondoso árbol. —Ayer que me ha