Capítulo 2

2133 Words
Me siento mal, todo me duele y los huecos por los que maneja mi agresor, causan que con cada salto mi dolor se triplique. Aún no sé porque estoy aquí, ni que hicimos mi madre y yo para merecer morir de esta manera, pero si algo aprendí de mis libros sobre crimen, es que, si quiero sobrevivir, debo fingir estar muerta. Es por ello que, cuando el auto se detiene, intento calmar mi acelerado corazón para no decirle a mi agresor que su misión por asesinarme, aun no ha sido cumplida. El recorrido hasta el lugar fue largo, tanto que puedo escuchar como las sirenas comienzan a sonar y se acercan cada vez más a nosotros. Por lo que, reúno todas mis fuerzas e intento mover algo de mí cuerpo para pedir ayuda. Pero este no me responde, lo único que hace es dolerme y sangrar, mientras lentamente me desenvuelvo del tapete. Pero mis esfuerzos no son suficientes para salir de él, por más que Intente una y otra vez moverme. Ya que, no puedo con tanto dolor y agotamiento, por lo que, al ver como las patrullas nos pasan, desisto de intentar. El recorrido tarda un poco más, mientras yo intento buscar una salida a mi sin duda, cruel final. Pero no logro salir siquiera del tapete cuando con los ojos entre abiertos, puedo ver que donde nos detenemos esta oscuro. Tanto es la oscuridad que nos rodea, que la luna quien ilumina el camino en medio de los árboles es la única fuente de iluminación de Este oscuro y silencioso lugar. También veo como el hombre baja del auto y abre la parte trasera del mismo para volver a envolverme con el tapete y llevarme sobre uno de sus hombres, mientras con su mano libre toma una pala. Realmente en este punto no entiendo porqué nadie detuvo una camioneta en todo el camino, tampoco comprendo ¿Cómo es posible que hayan llegado tan lejos sin que algo les salga mal? Pero ahora, evidentemente no puedo salvarme pensando en la terrible de mi suerte, mis vecinos que no escucharon algo y la policía que no se le ocurrió detener la camioneta. Ya que, ello no podrá salvarme. Intentando salvarme, miro a mi alrededor algo que pueda ayudarme, pero lo único que me rodea, son árboles y soledad. Una en la que no puedo escuchar algo más que los pasos de mi agresor. Dios mío ¿Qué voy a hacer? El hombre se detiene, me lanza a un lado y toma la pala para comenzar a cavar un orificio en el suelo. El mismo que amortigua mi caída y hace que cada parte de mi cuerpo duela aún más. Sin embargo, ahogo un gemido de dolor para que él siga cavando y me deje aquí para después buscar la manera de seguir con vida. El hombre se concentra en cavar y yo intento sacar las manos del tapete, al saber que salir del mismo alertaría a mi agresor. Pero como la vez anterior, no logro lo que obtengo y para mi desgracia, ese hombre termina de cavar muy rápido. Intento pensar que ello es una buena señal. Si él acaba todo rápido, se marchara y yo podré buscar la manera de salir con vida. Además, si no hace un hueco grande, las probabilidades de salir de allí, serán más altas. Entonces, con ese pensamiento, ruego a Dios que todo salga bien y ese hombre se marché de una vez por todas. Sin embargo, cuando creo que ya me tomará para enterrarme. Él toma una parte del tapete y me saca del mismo con un solo movimiento. Justo cuando creo que Dios está de mi lado y se apiadó de mí, él susurra algo que no entiendo. — Hoy sabré lo que es la necrofilia y que beneficios tiene practicar la pederastia. Mi mente no comprende lo que quiso decir, pero cuando comienza a tocar mi cuerpo, me resulta imposible no intentar defenderme. Por lo que, comprendiendo que algo más grave puede él hacerme, muevo mi cuerpo para alejarlo de mí, sin importarme que mi plan inicial era fingir estar muerta para que se marchara. — Entonces estas viva. — susurra sorprendido, mientras toma mis manos con una fuerza que me duele — Entonces la necrofilia no se practicara hoy, pero sí la pederastia. Así que, disfruta. Después de todo, sería un desperdicio que murieras virgen. No entiendo lo que quiere hacerme. Pero después de luchas y gritos que nadie escucha, logra su cometido y me entierra sabiendo que estoy con vida, en aquel hueco del que ni siquiera me esfuerzo por salir. Me duele todo el cuerpo, me siento sola y vacía. Además, no veo alguna razón para vivir. Después de todo, ya no quiero vivir sin madre. Entonces es lo mejor morir. Después de todo, si el mundo es tan cruel como los libros que he leído, lo mejor es que yo viva en la fantasía que mi mente puede proporcionarme. Así todo estaría bien para mí. Narrador Omnipresente Los quejidos se escuchaban cada vez menos cuando el hombre se marchó del lugar en su auto. Sin embargo, el silencio del lugar se prestaba para escuchar el más silencioso lamento que la chica emitía sufriendo por sus desgracias. Ella no merecía nada de lo que había pasado, pero ya había sucedido y no había algo que pudiera evitar lo ya inevitable. Muchos dirían que Dios la abandonó y permitió que ello pasara. Pero nadie toma en cuenta que son los humanos que utilizan su libre albedrío y libertad para hacer cosas crueles como estas. Dios se había prometido dejar que cada quien hiciera lo que deseara, pero al comprender la magnitud del asunto, decidió interceder, dándole a esa chica una esperanza de vida. Una, que ella ya no quería. El lamento se escuchaba cada vez menos fuerte y los movimientos dolorosos que hacia Ashera , causaban que la tierra donde estaba se moviera. Fue por ello que, una pareja de ancianos que estaban un tanto cerca por haberse regresado de la tumba de su hija, escucharon sus pausados lamentos. Al principio, ambos abuelos pensaban que era la muerte llamándolos. Después de todo, ellos ya pasaban los sesenta años juntos, donde se tenían el uno al otro, además del recuerdo de aquella hija que perdieron en un accidente automovilístico un kilómetro más adelante. La niña solo tenía cinco años y corrió fuera de la pequeña casa que tenían, cuando ellos se dieron cuenta de que había corrido hacia la carretera, ya era demasiado tarde. La perdida ocurrió hacia más de treinta años, pero ambos abuelos que solo concibieron a esa niña en sus cuarenta años juntos, no la olvidaban. Era por eso que, en su cumpleaños, día del niño y fechas especiales, caminaban más de tres kilómetros para llegar al lugar donde su pequeña murió. Fue por ello que, de regreso a su casa, al escuchar los lamentos de un bosque solitario, pensaron que su momento había llegado y sonrieron porque era así. — Ha llegado nuestro momento, Jude . — le dice el esposo. — Me alegra que sea contigo, José. — le responde ella con una sonrisa, para después, ambos cerrar los ojos a la espera de la muerte que en esa noche no llegó para alguno de los tres. Los minutos pasaron y nada cambió, ellos no murieron y Ashera tampoco. Por lo que, al ellos escuchar cada vez menos fuerte los lamentos, decidieron averiguar qué era. Después de todo, con tanto que habían vivido, lo que menos temían era a saber la fuente del lamento, cuando la vida es más atemorizan. Con cuidado, se adentraron al amplio bosque seguidos por el bajo sonido cargado de lamento. Fue allí que, cuando llegaron al lugar, que Jude vio como la arena se movía lentamente, mientras su esposo miraba alrededor. — José, la arena se mueve — susurra Jude señalando el lugar. Su esposo mira un momento y asiente notando que es verdad. Curiosos, ambos se acercan a la arena y por temor de pisar algo que no deben, comienzan a cavar sin pisar el lugar donde la arena se mueve. Para este punto ambos ancianos estaban temerosos de encontrar algo doloroso, pero no pensaban detenerse cuando puede ser un animal o una persona que aún sigue con vida. Por lo que siguieron cavando hasta encontrar el cabello de la chica que sobresalía de un tapete. El anciano quien había hecho el hallazgo, miró a su esposa asombrado. — Es una persona — susurra y su esposa se acerca a él para mirar lo que encontró. — Debemos salvarlo o salvarla. — comenta Jude firmemente y su esposo asiente cavando con ella con rapidez. Los minutos pasan y los lamentos se escuchan con más claridad, como también se nota con claridad, que es una niña la que enterraron aún con vida. El anciano con ayuda de su esposa, intentan descubrir a la chica, la cual, se queja con cada movimiento. Al momento de quitar el tapete de ella, las lágrimas de Jude no demoran en salir al ver el estado de la pequeña un poco más grande que su difunta hija. El asombro y el quejido de dolor al ver su sufrimiento, causa que tape su boca con su mano, mientras su esposo niega lentamente. — Debemos ayudarla. — susurra José. Caminaré en busca de ayuda, así que, quédate con ella y no dejes que el frío le dañe más — comenta el anciano levantándose mientras su esposa asiente. Ambos dejan los abrigos viejos sobre la niña que está desnuda, por lo que, el anciano se marcha mientras Jude llora en silencio por la maldad de las personas y todo lo que sufrió la chica para soportar todo eso. El dolor de Jude se triplica, porque es una niña tan inocente como su difunta hija, esa que fue arrollada por un conductor que no le dolió dejarla en el suelo desangrándose. Así como, tampoco le dolió a esa escoria de la sociedad, quien le hizo tanto daño a una pobre niña. Las sirenas se escuchan a los pocos minutos mientras la chica débilmente abre sus ojos. Por fortuna, su esposo trajo una patrulla pronto y fue sata quien al ver la gravedad de las heridas, llamó inmediatamente una ambulancia que llegó diez minutos después. La policía no podía moverla, porque cuando lo intento, solo fueron quejidos los que se escucho de la chica. Por lo que, lo mejor era que profesionales la movieran y así fue. Varias patrullas llegaron al lugar, analizaron la escena y escucharon el testimonio de los abuelos que, aunque no aportaba mucho para saber quién hizo eso, ayudó a comprender el horror y magnitud de lo que la pequeña niña vivió antes de ser hallada. El caso era tan grave y lamentable, que incluso los paramédicos sentían dolor por lo que veían. Fue por ello que, dieron todo de sí, aún más de lo posible, para llegar a la clínica y que estos salvarán la vida de Ashera . La niña que fue dañada de todas las maneras posibles por un ser asqueroso que no merece vivir. Porque sí, eso era lo que todos decían al momento conocer su caso. El lamentable caso de Ashera que solo empeoraba a medida que pasaba el tiempo. Los abuelos fueron enviados a la clínica en una patrulla, e intentaron todo lo posible por estar en el lugar y saber del pequeño ángel que fue dañado por la maldad del mundo. Así que, sin importarle lo poco que podían comer y que la niña no era su sangre, se quedaron hasta que la niña, con múltiples heridas en su cuerpo, costillas rotas, hematomas graves, desgarro vaginal y un cierto de cosas más, se recuperará. Pero ellos no solo deseaban estar en su recuperación física, sino en la psicológica y emocional. Ya que, la niña después de despertar, solo susurro una cosa — ¿Por qué me dejaron vivir? Todos comprendían sus ganas de morir, pero también sabían que dejarla morir no era una solución cuando ella no hizo algo malo y si había alguien que debía morir, era el hombre que había sido capaz de abusar de ella. Ese mismo hombre que la dejó marcada de más de una manera, pero que ni con esas marcas pudieron encontrar, ya que, sus huellas dactilares e incluso esperma, no estaban registrados en alguna parte. Era como si un fantasma hubiese hecho eso y es por ello que, este caso que fue noticia y exigieron justicia, quedó impune. Desgraciadamente, Ashera fue otra víctima más que solo le quedó salir adelante, aunque no tuviera ganas de hacerlo. Después de todo, tenía que vivir, eso lo hubiese deseado su madre, fue lo que le dijo su psicóloga.
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