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El mundo de Ashera

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Blurb

¿Qué se siente estar sola en este mundo? ¿Qué se siente fingir estar bien cuando por dentro mueres? ¿Qué se siente hacer todo porque seas notado por tu padre y él te odie?

Si no sabes que es sentirte mal por querer ser mejor y que quienes amas te feliciten, entonces déjame explicártelo. Porque sí la vida es dura, la mía, desde pequeña lo fue y ello sólo ha causado una cosa: fingir ser feliz cuando realmente estoy muriendo.

Bien dicen que al mal tiempo buena cara y mi madre decía que un mal día no te afecta si sonríes, pero yo sigo sonriendo y realmente si me afecta, todo de afecta y no es para menos, cuando siento que soy la mujer más desdichada del mundo y eso no es exageración. Es la realidad. Mi cruel realidad.

De pequeña, para ser especifica, con tan solo nueve años, experimente un momento de mi vida en el que sufrí el mayor dolor que alguien puede sentir en tan poco tiempo de vida mientras muchas niñas a mi edad, solo pensaban en jugar y eran regaladas por hacer los compromisos escolares, yo pasaba por un momento de mi vida doloroso. Uno donde el mundo en el que había crecido, se había derrumbado y todo porque la burbuja hermosa en la que vivía, había sido alcanzada por la maldad y el dolor del mundo real.

En una sola noche, vi el asesinato de mi madre, sufrí varios golpes hasta dejarme inconsciente, me arrastraron hasta un bosque, hicieron explotar mi casa con mi madre dentro y me violaron para después envolverme en un tapete y enterrarme aun respirando débilmente.

Pero Dios quien permitió que todo eso pasara, fue piadoso en el último minuto de mi vida. Ya que, no solo no me dejo morir, sino que, me regreso a la vida sin poder reconocer rostros y es por ello que, aunque quisiera denunciar lo que pasó y decir quien me agredió, no pude hacerlo porque no podía recordar ni reconocer su rostro. Fue por ello que, me tocó vivir muchos años de mi vida, siendo cuidada por alguien más, sanando mis heridas físicas mientras las internas las disfrazaba con una sonrisa. Esa que me acompaña aún siendo adulta.

Después de todo, no podía decepcionar a mi madre quien siempre sonreía a pesar de todos sus problemas y quien siempre me pidió sonreír porque ese era el significado de mi nombre; alegría. Una alegría que sólo utilizaba por querer disfrazar el dolor de no solo haber sido dañada de todas las maneras posibles, el dolor de perder a mi madre y que mi padre me ignorará y poco le importara mi vida, sino también de sobresalir en este mundo donde tener una limitación es motivo de burlas y maltratos en las que siempre estaba sola y nadie castigaba a los malos.

Muchas veces intente ser la chica valiente de los libros que leía, quería salir adelante a pesar de rodo y demostrar que podía ser feliz a pesar de las adversidades. Pero la vida una a una me derrumbó todos los planes que tenia. Cada deseo por ser fuerte era derribado por los maltratos que a nadie le importaba. Ni siquiera a la enfermera de la escuela a la que diariamente visitaba por los arañazos, moretones y cortes que recibía por esas compañeras que me trataban peor que la basura.

A casi nadie le importaba mi destino, a excepción de los abuelos que me daban calor y amor de hogar, pero ellos pocos podían hacer cuando sufrían lo mismo por vender en las calles, donde todos los echaban. Mi destino era duro, pero el de ellos no era menos que el mío. Tampoco tenían como defenderme porque escasamente podían mantenerse en pie, menos podían llevarme a otra escuela, porque no tenían dinero para ello y mi padre, quien intente contactar en varias ocasiones, simplemente me dijo que para él estaba muerta.

Estaba prácticamente sola. Julia había desaparecido, ir a la policía no me ayudaría en algo por ser niña y no reconocer rostros, tampoco podía ir a la familia de mi madre porque no tenía manera de contactarme con ellos, cuando estaban en otro continente. Por lo que, simplemente me tocó agradecer por lo poco que tenía y sonreír ante la cruda y cruel realidad que experimentaba. Porque finalmente, a nadie le importaba mi dolor y en mi caso, desangrarme delante indolentes no era una opción. Fue por ello que, comencé a sonreír aún teniendo el más grande dolor y fue esa alegría falsa, la máscara con la que crecí y se volvió en ese rostro alegre que ocultaba las heridas que llevaba encima.

Entonces ¿A alguien le ha pasado? ¿Quién ha tenido que vivir bajo una máscara de felicidad para ocultar su dolor real? Porque creo ser la única que sienta eso todo el tiempo y siempre muestre una sonrisa. Pero ni fingiendo ser feliz soy notada y no lo digo por exagerar. Lo digo porque esta es mi vida, la vida de Ashera Garza.

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Sinopsis
¿Qué se siente estar sola en este mundo? ¿Qué se siente fingir estar bien cuando por dentro mueres? ¿Qué se siente hacer todo porque seas notado por tu padre y él te odie? Si no sabes que es sentirte mal por querer ser mejor y que quienes amas te feliciten, entonces déjame explicártelo. Porque sí la vida es dura, la mía, desde pequeña lo fue y ello sólo ha causado una cosa: fingir ser feliz cuando realmente estoy muriendo. Bien dicen que al mal tiempo buena cara y mi madre decía que un mal día no te afecta si sonríes, pero yo sigo sonriendo y realmente si me afecta, todo de afecta y no es para menos, cuando siento que soy la mujer más desdichada del mundo y eso no es exageración. Es la realidad. Mi cruel realidad. De pequeña, para ser especifica, con tan solo nueve años, experimente un momento de mi vida en el que sufrí el mayor dolor que alguien puede sentir en tan poco tiempo de vida mientras muchas niñas a mi edad, solo pensaban en jugar y eran regaladas por hacer los compromisos escolares, yo pasaba por un momento de mi vida doloroso. Uno donde el mundo en el que había crecido, se había derrumbado y todo porque la burbuja hermosa en la que vivía, había sido alcanzada por la maldad y el dolor del mundo real. En una sola noche, vi el asesinato de mi madre, sufrí varios golpes hasta dejarme inconsciente, me arrastraron hasta un bosque, hicieron explotar mi casa con mi madre dentro y me violaron para después envolverme en un tapete y enterrarme aun respirando débilmente. Pero Dios quien permitió que todo eso pasara, fue piadoso en el último minuto de mi vida. Ya que, no solo no me dejo morir, sino que, me regreso a la vida sin poder reconocer rostros y es por ello que, aunque quisiera denunciar lo que pasó y decir quien me agredió, no pude hacerlo porque no podía recordar ni reconocer su rostro. Fue por ello que, me tocó vivir muchos años de mi vida, siendo cuidada por alguien más, sanando mis heridas físicas mientras las internas las disfrazaba con una sonrisa. Esa que me acompaña aún siendo adulta. Después de todo, no podía decepcionar a mi madre quien siempre sonreía a pesar de todos sus problemas y quien siempre me pidió sonreír porque ese era el significado de mi nombre; alegría. Una alegría que sólo utilizaba por querer disfrazar el dolor de no solo haber sido dañada de todas las maneras posibles, el dolor de perder a mi madre y que mi padre me ignorará y poco le importara mi vida, sino también de sobresalir en este mundo donde tener una limitación es motivo de burlas y maltratos en las que siempre estaba sola y nadie castigaba a los malos. Muchas veces intente ser la chica valiente de los libros que leía, quería salir adelante a pesar de rodo y demostrar que podía ser feliz a pesar de las adversidades. Pero la vida una a una me derrumbó todos los planes que tenia. Cada deseo por ser fuerte era derribado por los maltratos que a nadie le importaba. Ni siquiera a la enfermera de la escuela a la que diariamente visitaba por los arañazos, moretones y cortes que recibía por esas compañeras que me trataban peor que la basura. A casi nadie le importaba mi destino, a excepción de los abuelos que me daban calor y amor de hogar, pero ellos pocos podían hacer cuando sufrían lo mismo por vender en las calles, donde todos los echaban. Mi destino era duro, pero el de ellos no era menos que el mío. Tampoco tenían como defenderme porque escasamente podían mantenerse en pie, menos podían llevarme a otra escuela, porque no tenían dinero para ello y mi padre, quien intente contactar en varias ocasiones, simplemente me dijo que para él estaba muerta. Estaba prácticamente sola. Julia había desaparecido, ir a la policía no me ayudaría en algo por ser niña y no reconocer rostros, tampoco podía ir a la familia de mi madre porque no tenía manera de contactarme con ellos, cuando estaban en otro continente. Por lo que, simplemente me tocó agradecer por lo poco que tenía y sonreír ante la cruda y cruel realidad que experimentaba. Porque finalmente, a nadie le importaba mi dolor y en mi caso, desangrarme delante indolentes no era una opción. Fue por ello que, comencé a sonreír aún teniendo el más grande dolor y fue esa alegría falsa, la máscara con la que crecí y se volvió en ese rostro alegre que ocultaba las heridas que llevaba encima. Entonces ¿A alguien le ha pasado? ¿Quién ha tenido que vivir bajo una máscara de felicidad para ocultar su dolor real? Porque creo ser la única que sienta eso todo el tiempo y siempre muestre una sonrisa. Pero ni fingiendo ser feliz soy notada y no lo digo por exagerar. Lo digo porque esta es mi vida, la vida de Ashera Garza. La chica que nadie quiere, pero ella insiste en sobresalir para por lo menos, ser notada aunque sea solo por interés. Esta es mi vida, una donde mi padre me odia, mi familia no se encuentra y vivo con unos abuelos que aunque me dan todo lo que tienen, no es suficiente para ayudarme a sanar estas heridas, unas con las que sí o sí debo crecer y ser normal aún padeciendo de dificultad en reconocimiento de rostros y con miles de heridas internas que aún no puedo convertir en cicatrices llevaderas. Esta soy yo, la chica infierno de mis compañeros, la basura de los docentes y la chica invisible de mi padre, en pocas palabras, soy nada. Una nada que finge ser feliz. Una nada que se llama Ashera Garza, la chica infierno que nadie quiere cerca. Ni siquiera su propio padre.

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