Capítulo 3

2260 Words
Narra Ashera El dolor me hace despertar. No sé dónde estoy ni que me hicieron, pero algo si puedo comprobar, yo estoy con vida. Solo como estándolo puedo sentir el dolor en todo mi cuerpo y como este llega a niveles que nunca antes habían llegado. Con lentitud, abro mis ojos y descubro que estoy a salvo. Ya que, estar en una clínica significa que no solo estoy fuera de peligro de mis agresores, sino que, han tratado estas heridas que me duelen demasiado. Quisiera decir que puedo moverme, pero incluso mover los dedos de mis manos es extremadamente doloroso. Todo me duele como lo recuerdo antes de ser enterrada y las ganas de querer no seguir viviendo este infierno se mantienen intactas. No estoy bien, eso es más que claro aquí, yo realmente quiero morir, pero eso nadie lo noto. Una lágrima corre por mis mejillas al recordar todo lo que pasó y cuanto dolor sentí en todo ello. Sin embargo, por más que Intente recordar sus rostros, me resulta imposible hacerlo y de algún modo, lo agradezco. Ya que, ello me causa repulsión y odio por ellos y todo lo que me hicieron. El solo recordar lo que pasó y como mi madre quien fue herida, causa que me sea imposible no llorar. Pero debido a mi dolor, mi llanto suena más a un lamento de dolor físico que emocional y psicológico. Mientras sufro por lo que ambas vivimos, alguien abre la puerta de mi habitación. Es allí cuando dirijo mi mirada a él y veo un oficial que se asombra al verme despierta. — Despertaste — susurra como si estuviera asombrado para después girar su cara hacia otro lado y gritar — ¡Un médico, la niña despertó! Mientras los enfermeros entran e intentan tocarme, yo grito. El simple hecho de ser tocada por algún hombre me causa temor. — No me toquen. ¡Por favor, no me toquen! — suplico en medio del llanto, causando que una mujer mayor se acerque a mí toda vestida de blanco. — Lo siento, Ashera . Los chicos se marcharán y seré yo quién te atienda, pero por favor, tranquilízate un poco. Tienes muchas partes del cuerpo inmovilizados, por lo que, el que hagas algún esfuerzo por moverlos, solo te causará más dolor y tu proceso de sanación será más lento. — me informa la señora con bata blanca. — ¿No lo entiende? Ya no quiero ser salvada. Ya no hay algo que sanar. Ellos dañaron a mi madre y me dañaron a mí, claramente lo que menos deseo es vivir. Entonces por favor, déjenme morir. — Lo entiendo, pero por favor. Tú debes calmarte. Déjame ayudarte y ya después que te sientas mejor podrás declarar todo lo que sabes para que los oficiales puedan capturar a los malos ¿Te parece? — comenta la mujer en tono calmado Una posibilidad pasa por mi mente. Quizás así como yo sobreviví a esta pesadilla, mi madre también lo hizo. Quizás mi madre salió de la casa antes de que esta explotara o, quizás no la hicieron explotar como pensé. Con una nueva esperanza en mi mente, decido preguntarle a la doctora por mi mamá. — Doctora, dígame que mi mamá también se salvó. Dígame que ellos no la mataron ¿No es así? Su silencio me perturba y justo cuando me enfoco en su rostro para saber si me va a decir la verdad, un nuevo problema surge. — ¿Por qué no puedo ver su rostro con claridad? — pregunto en un susurro, que causa que rodos queden en silencio. — ¿A que te refieres pequeña? ¿No puedes ver bien todo a tu alrededor o solo mi rostro? — pregunta la mujer de avanzada edad. Sé que lo es por sus arrugadas manos y cabello canoso. Miro hacia los demás presentes y noto que pasa con todos, incluso con el policía en la entrada de la habitación. — Ashera , dime si pasa solamente conmigo, por favor. — habla la doctora. — No solo no puedo ver su rostro bien, sino que, tampoco puedo ver el de alguien más presente. — susurro y todos murmuran entre sí. — Debemos hacer estudios — responde alguien finalmente. — Yo no quiero estudios, yo quiero saber si mi mamá logró salir de la explosión — pido. — Entonces ella si estaba presente con lo de la explosión — susurra alguien más. — ¡¿Dónde esta mi mamá?! ¡¿Dónde esta ella?! — grito en medio del desespero. Pero aun desesperada, no puedo moverme o saber dónde está mi madre. Esto es tan frustrante y de algún modo da miedo. — Debes tranquilizarte, pequeña. Solo así tu madre podrá estar bien — comenta la doctora. Pero yo se que miente. Eso me decía mi mamá cuando el abuelo murió y ello mismo me dijo cuando la abuela se fue al cielo. Eso es algo que dicen para no hacerme llorar. Pero ya sé su significado. Lo sé porque mi madre me lo dijo. Por lo que, por experiencia sé que significa eso y que alguien muera. Como también sé el dolor que causa no volverlos a ver. Porque muchas veces vi llorar a la abuela por el abuelo y también recuerdo como mi madre me abrazaba con fuerzas para no llorar, cuando evidentemente le dolía, como a mí me duele ahora no verla cerca. Ella murió. Mamá murió como pasó con el abuelo, mi tía, mi abuela y mi pequeño perro Zeus, y ya no los volveré a ver. Ahora sí, estoy sola. Saber eso me causa más dolor del que ya siento, me duele el pecho y mis ojos arden sin saber porqué. Me desesperado e imploro a Dios que mi madre entre a este lugar y me abrace como lo hacia cuando llovía fuerte con truenos o se iba la luz. Porque yo necesito su refugio y protección, y solo ella puede dármelo. — Pequeña, debes calmarte. Suministren sedantes, ella no se puede alterar cuando aún no sé ha recuperado. — ordena. Quiero moverme, pero realmente no puedo y eso me desespera. Porque sí pudiera hacerlo saldría corriendo a buscar a mi madre, esa mujer que prometió siempre estar cerca de mí, sin importar lo que pasara. — ¡Mamá! ¡Quiero a mi mamá! — grito como la niña caprichosa que tanto me disgusto ver. Pero ahora, no encuentro otra manera de no actuar así. Varias personas me rodean y una me pincha con algo, mientras yo lloro por el dolor de no tener a mi madre cerca. Mi madre siempre me decía que debía ser una niña con buenos modales, limpia y alegre. Que solo así, podría resaltar incluso entre las niñas de mi edad. Fue por ello que, nunca grite a excepción de cuando algo me asustaba o me golpeaba y eran esas excepciones donde mi madre corría a consolarme con sus abrazos cálidos y palabras dulces. Sin embargo, por más que grite no la veo y ello, causa que el miedo de que no pueda verla más, se haga cada vez realidad. — Mi mamá murió como mis abuelos ¿No es cierto? — digo en medio del llanto y nadie responde — Entonces, por favor, déjame morir como ellos — susurro para después perder el conocimiento. (…) Un nuevo día comienza. Uno que, según mis médicos y psicólogo, es el décimo sexto día en la clínica. Mis huesos están cada vez mejor, mis hematomas ya casi no se notan y no presento algún problema adicional que me impida vivir mi vida. Aunque aún tengo mi pierna izquierda y brazo izquierdo inmovilizado por el yeso que fue necesario en ambos, puedo medianamente moverme sin que mis costillas y entrepierna duelan. Porque sí, la explicación médica que me dieron al no poder moverme, fue que las múltiples heridas que me causaron, impedía cualquier movimiento y si me esforzaba en ello, solo causaba que me doliera aún más. Pero afortunadamente, dichos golpes no afectaron órganos importantes. Así que, poco a poco el dolor físico disminuye. Pero el dolor interno no. Mi psicólogo me ha visitado luchas veces, me recuerda que nada de lo que pasó es mi culpa y que no debo desesperarme por todo lo que ha pasado. Sin embargo, me resulta imposible no sentirme mal o incluso querer morir cuando ya no tengo a mi madre. Durante estos días, las enfermeras me han tratado bien y lo que me sucedió, todos lo saben y lo lamentan. Es por ello que, me tratan con dulzura, lo sé. Pero yo necesito la dulzura de mi madre, esa que no se salvo del incendio y explosión de la casa. Durante estos días, no me han preguntado algo al respecto, porque sin siquiera realizar la primera pregunta, comienzo a llorar y desear que me maten. Es por ello que, con intención de que mi salud no empeore, he estado mucho tiempo sedada obvio revisión psicológica, hasta ahora. — Pequeña Ashera , estamos aquí el detective Clark, tu médico y yo, tu psicóloga. Todos los presentes aquí entendemos que lo que viviste es duro. Pero necesitamos que nos digas que fue lo que vistes y paso esa noche. — me explica la psicóloga y yo guardo silencio. Si algo aprendí durante estos días en los que no puedo reconocer rostros es que no puedo ser de mucha ayuda. Por lo que, no tengo mucho interés de lo que pueda pasar al decir lo que sé. — Vamos, Ashera . Necesitamos tu testimonio para poder avanzar en la investigación. — insiste el detective — Aunque eres menor de edad y estás perturbada, necesitamos registrar tu testimonio para saber a quien buscamos. — No, no quiero que la presionen. En eso no habíamos quedado. — interviene la psicóloga y yo dirijo mi mirada a los rostros borrosos que no logro identificar. — ¿Cómo puede ayudar mi testimonio en la investigación si no puedo reconocer caras? — pregunto con amargura. — Ashera , comprendemos que por lo que viviste no puedes reconocer caras, pero puedes describirnos voces, su olor, su color de cabello, su estatura. Cualquier cosa que nos ayude a avanzar en esta investigación a ciegas. Suspiro profundo y comienzo a hablar sabiendo que, si no lo hacía, volvería otro día. — Eran dos, uno era fuerte, pero su voz era como de alguien adulto. Era una voz como la suya, gruesa y grosera — le digo al investigador. — su cabello era castaño. Era alto, pero no sé qué tanto. El color de su piel era como el mío y fue él quien estaba en la habitación de mi madre y me llevó al jardín trasero para dejarme tirada y después golpearme. — ¿Podría decirme todo lo que recuerda? — pregunta el detective con una libreta pequeña en la mano y yo asiento. Sin más que hacer, comienzo a contar lo que pasó, desde la mañana de ese día, hasta cuando el segundo hombre me enterró con vida. Con cada relato, los recuerdos vienen a mi mente. Por lo que, al afectarme tanto, debo hacer varias pausas en la que la psicóloga me ayuda a decir lo demás. — Entonces eran dos hombres — susurra el policía. — Solo vi a dos — ¿Hay algo más que me pueda decir sobre el segundo hombre? — pregunta después de terminar todo mi relato y yo niego. No puedo recordar algo de sus rostros. Describir sus ropas no ayuda en intentar recordar quién pudo haber sido, no ayuda. — Solo sé que mi madre fue atacada en su habitación antes de que se incendiara la casa. También recuerdo que quien me pego era alguien que había visto anteriormente, pero no recuerdo quién era. El detective asiente y finalmente se marcha disgustado. Después de su salida, la psicóloga se queda conmigo mientras el doctor revisa mi salud física. — Estarás bien. Ya todo lo malo pasó. — me dice la psicóloga. — ¿Han podido contactarse con mi padre? — pregunto y ella asiente. — Él no podrá venir aquí y debido a ciertas cosas de adulto, hemos decidido que lo mejor es que al salir de la clínica, estés en un hogar para niños como tú. — Niños huérfanos. Eso es lo que ahora soy. Doy una niña que su madre fue asesinada y su padre la ignora. Eso me hace de algún modo ser una huérfana que nadie quiere. Eso es sin duda magnífico. — respondo acostándome pata después dirigir mi mirada a la pared. Ver personas sin rostros de algún modo da miedo y cansa. Así que, lo que menos deseo es ver algo borroso. — No es así Ashera . Tú fuiste muy amada por tu madre y siempre te amara. Ella te amo y te quiso ver feliz. — No lo sabes. — Sí, lo sé. No solo porque te dio un nombre que significa ser una mujer alegre y feliz que transmite felicidad. Sino que, por todo lo que me has dicho, ella era feliz por ti y para ti. Para que aprenderás a sonreír aún en la adversidad, pensando que por muy mal que te estés sintiendo, después estarás mejor. Todo sana. Así que, no te des por vencida. No darme por vencida. El dolor que siento dejara de sentirse. Ojalá fuera así. Ojalá todo esto fuera una pesadilla de un libro que leí antes de dormir y que al despertar todo sea distinto. Todo este bien. Ojalá sea así.
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