?Sentimiento y certeza?

3991 Words
Unas pequeñas manos estrujar el encaje n***o de lo que parece ser una falda del mismo color hasta incrustar su bordado en la delicada y frágil piel infantil, unos suaves y largos mechones de cabello escarlata eclipsar la luz de su rostro, pequeñas y cristalinas gotas descender desde mis ojos hasta provocar circulares ondas en el agua distorsionando el reflejo en este, del cual están mirándome intensamente unos resplandecientes ojos verdes inundados en lágrimas que descienden por rosas y regordetas mejillas hasta caer; Es todo lo que veo... ¿Puede una niña tan pequeña tener esa mirada tan amarga? Una mirada tan inundada de agonía y resentimiento que pocas veces se ve en un adulto, un dolor que me atraviesa, y me hace sentir tan miserable, un dolor que no se termina aferrándose a mí mientras lucho por despertar. Cuanto más lo intento, más certeza tengo de que debo darme por vencida. Siempre es así, este desolador sueño del que no puedo huir, me condena como una maldición a quedarme en él hasta que se termine. Pero no lo hace, no hasta que el melancólico retrato reflejado, se distorsione repentinamente por una onda de agua externa, llamándonos la atención y apartando el reflejo de nuestra vista para enfocarse en su dirección, liberándome antes de que pueda ver que la asustó. Porque una cosa es seguro, no volteó con curiosidad, sino con temor. Lo sé y lo padezco dentro de mí. Porque en ese sueño de alguna manera yo y esa niña somos una sola. Prisionera dentro de ella, no importa qué, aunque lo haya vivido decena de veces, sabiendo que tarde o temprano seré liberada, no puedo evitar la profunda desesperación por despertarme antes. Porque quiero que se acabe desde el primer instante en que comienza. Dentro de esa irremediable desesperación. Siento llamarme desde el otro lado, una dulce caricia apartando mis lágrimas. Aunque frente a mí puedo ver que al igual que todas la veces anteriores, ella esta completamente sola viendo con resentimiento sus lagrimas seguir su curso descendiendo una tras otra. Ni siguiera lo ha notado. Si solo yo lo siento tal vez...podría venir de otro lado. Me aferro a la sensación de esa caricia como una ancla a la realidad a la vez que siento una fuerza en lo más profundo del onirismo tirar de mí. Una voz familiar que no viene de ningún otro lado que no sea mi interior. —¡No puedes! ¡No te dejaré! No importa donde estés siempre estaré a tu lado Rose... —¡HA...! —Estrujo mi pecho intentando respirar, los músculos de mi garganta se contraen de dolor. Al fin... ¡Al fin desperté de ese maldito sueño! Mientras intento regular mi agitada y entrecortada respiración, siento una punzada de dolor en mi muñeca, dándome cuenta que estoy clavándome las uñas en mi pecho a través de la tela. La suelto lentamente dejando la nueva camisa arrugada y descubro mi muñeca dolorida, revelando una pequeña mancha roja en la venda blanca mal puesta. Es culpa mía, luego de que Abigaíl se fuera, destapé la herida, y descubrí un largo y profundo corte transversal. Era estúpido pensar que el impacto de un rayo solo dejaría una lesión en la muñeca. En cuanto lo vi lo supe, este no es mi cuerpo. Viendo una lagrima caer de mi mejilla sobre uno de los largos mechones de cabello rojo desconocido qué ahora me pertenecen, suelto una pesada risa irónica al aterrizar en la absurda realidad. Por muy descabellado que suene, irónicamente es la explicación más razonable. Yo... poseí un cuerpo. Eso explicaría todo lo que me ha estado pasando. Antes de irme a dormir leí la inscripción en la nueva ropa, "SN. Rose". Este es el cuerpo de alguien llamado Rose. ¿Quién es Rose? No tengo ni idea, no se parece a nadie haya visto antes. recuerdo la última vez que me ví al espejo largo cabello escarlata y ojos verdes esmeralda. Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando en mi mente se dispara la imagen del sueño, sin duda tienen un gran parecido. Pero tiene que ser solo una coincidencia, porque ese sueño es más antiguo que toda esta locura, es de cuando yo...¿Estaba viva? ¡Dios! No puedo creer que morí. Queriendo huir de esa idea me levanto erráticamente dando vueltas en la oscura habitación. Aunque, Aún si lo hice, aún si estoy en un lugar desconocido, algunas cosas nunca cambian. Ya había tenido esta pesadilla, comenzó a atormentarme mucho antes de llegar aquí, antes de que me cayera ese estúpido rayo. Siempre me despierto con un fuerte dolor en el pecho y la cara repleta de lágrimas. No odio esta pesadilla por la terrible angustia que me genera, sino porque desde el día que la soñé la trajo a mi realidad. El día que me visitó este mísero sueño por primera vez, me diagnosticaron una enfermedad terminal. Ese sueño no significa más que un mal presagio para mí... Notando que la respiración comienza a faltarme y mi corazón comienza a golpear con violencia mi pecho, me doy cuenta de que este es mi límite. ¿Qué más tiene que pasar para que pierda la poca cordura que me queda? ¿Por qué a mí? ¿¡HE!? ¿POR QUÉ? A punto del colapso mental revolcándome en mi propia miseria un débil destello de luz me distrae. ¿Un destello de luz? Levanto la mirada en su dirección, y solo veo la sombría noche en oscuridad absoluta. ¿Qué podría reflejarse en el vidrio de la ventana en medio de este campo desértico? Hoy no se ve ni la luz de la luna. Camino con determinación hacia ella, me vendría bien algo de aire fresco. Al acercarme a la gran ventana lo primero que veo son los enormes barrotes interponiéndose entre yo y el vidrio de la, entre ellos apenas pasa mi brazo. Cuanto más observo este lugar más se parece a una prisión, solo de pensarlo la sensación de ahogamiento se hace presente y solo puedo imaginarme lo bien que se sentiría el aire fresco de el exterior abrazándome por completo. Tal vez si estiro mi brazo lo suficiente pueda lograr abrir los vidrios de la ventana, sin pensarlo dos veces lo intento con mi brazo sano, pero apenas rozo el vidrio con la punta de mis dedos. —Ya...ca...si Pese a que me niego a darme por vencida no estoy ni un poco más cerca. —¡Este maldito lugar! Al no ver resultado quito la mano de un tirón irritada, y cuando pienso volver a mi patético ciclo de quejas, la misma cosa otra vez vuelve a distraerme, pero esta vez estoy lo suficientemente cerca de la ventana para poder ver de dónde viene ese destello. Desde esta altura destacan unas diminutas luces de farol cargadas por unas figuras tan pequeñas como adornos de mesa adentrándose al sombrío bosque, a pesar de la distancia, puedo ver que no están uniformados. ¿Quién se metería a un bosque en medio de la nada a mitad de la noche cerco de un psiquiátrico? —Ja… Por supuesto que sus pacientes. A tientas camino por la habitación hasta llegar al luz para encenderla, la palanca está más trabada que la del baño y la fuerza de un solo brazo no es suficiente para bajarla, intento con las dos pero el corte en mi muñeca se lo impide, la mancha de sangre se hace más grande, así que decido abrir la puerta del el baño y encender la luz de esta. ¿Por qué todo en esta pocilga tiene que ser tan desesperante? Encuentro la llave en el suelo, la meto en uno de los bolsillos de mi blanco uniforme y abro la puerta roja, apenas veo unos escalones alumbrados por la poca luz que llega del baño, todo lo demás por recorrer esta absolutamente n***o. Dudo en avanzar y volteo hacia atrás, a la lúgubre habitación donde está la vieja cama esperándome, provocando que mi corazón golpee mi pecho con desesperación luchando por escapar, apretó mis puños intentando contener el temblor en todo mi cuerpo. Tengo la certeza de que no estoy lista para volver a dormir. ¡De ninguna manera! A un lado, está la gran ventana, el rugido de los enormes árboles meciéndose a la distancia me llama. No puedo quedarme un segundo más en este lugar. Desciendo por la escalera con cuidado deslizando mi mano por la pared hasta que la poca luz que sale de la puerta roja deja de verse. Al caer en la completa oscuridad, vuelvo a voltear brevemente hacia atrás, pero no logro ver nada. Completamente cegada pierdo la noción de cuanto he estado avanzado. Nunca le tuve miedo a la oscuridad, de hecho, siempre fue mi única compañía mientras dejaba pasar mis últimos días postrada en la solitaria camilla de un hospital. El problema es este lugar, es como si cada pared, puerta, pasillo y rincón, me aborrecieran. Por alguna razón, tal vez atraída por la oscuridad, vuelve a mí la imagen de el tipo encadenado de la habitación 0-0-1, sus intimidantes ojos de distinto color viéndome directamente desde la oscuridad. Si llego al final, si o si tendré que pasar por ahí. Creí que había quedado en que fue una alucinación, pero ya no estoy tan segura. Estando las cosas como están, no sería tan descabellado imaginar que una especie de ángel de la muerte vino a buscarme, solo de pensarlo se me erizan los vellos de la nuca. Pestañeo rápidamente alejando esos ridículos pensamientos y acelero el paso olvidándome del peligro de caerme, como si de la nada fuese perseguida por algo. Pero luego de un rato de estar bajando, no veo señales de el final de la escalera y comienzo a vacilar, doy un paso tras otro esperando ver cualquier indicio de la luz de el pasillo, pero con cada pisada, solo parece intensificarse la oscuridad despertando otro peculiar sentimiento, esta indeseable corazonada vuelve a hacerse presente, anunciando qué otra vez, algo esta apunto de pasar. Desesperada por la idea de jamás llegar al final, los siguientes pasos se vuelven más imprudentes y apresurados que los anteriores, hasta darme cuenta que estoy prácticamente corriendo. Afortunadamente cuando estoy a punto de plantearme volver a subir, un opaco color blanquecino familiar se hace visible. Emocionada doy un precipitado paso en su dirección, pero a la hora de pisar mis pies no encuentran el suelo a tiempo, haciendo que todo mi cuerpo se voltee en picada hacia el este. —¡Ah! —Sello instintivamente mis ojos y extiendo mis brazos resguardándome del golpe, pero este nunca llega, en cambio siento un firme tirón en la parte de atrás de mi camisa frenar mi caída, provocando que mis párpados se despeguen de sorpresa y mis brazos caigan hacia abajo como si fuesen de trapo. Aturdida, me toma un tiempo darme cuenta de que mis pies no tocan el suelo debido a que estoy suspendida en el aire, sostenida por un fuerte agarre en la parte posterior de mi ropa que lentamente desciende hasta que la planta de mis pies vuelven a tocar el helado piso blanco. Inmediatamente después de esto volteo con ímpetu, tropezándome con una mirada gélida y desinteresada, provenientes de unos ojos incluso más negros que la propia oscuridad y más atrayentes que la más pura luz, capaz de eclipsar cualquier mirada desagradable que estos puedan enseñar. Asombrada por esos ojos peculiares, no solo me quedo sin palabras sino sin acciones, lo único que puedo hacer es dejar que los míos se paseen por el resto de su rostro por su propia cuenta. Rasgos finos y delicados conservando un semblante masculino, con un corto y ondulado cabello azabache que combina a la perfección, sin duda una apariencia muy atractiva. Si no hubiera visto la increíble belleza de Rose una horas antes, seguramente este tipo me hubiera impresionado. Este debe ser el hombre que vi detrás de Abigaíl hoy, y posiblemente el vigilante que mencionó antes. Lo escaneo con la mirada inquisitivamente. No lleva el uniforme que le he visto a el resto de personal aquí, me cuestiono si debo preocuparme, pero no parezco importarle mucho, a este punto ya ni siquiera me dirige la mirada. ¿Rose qué fue hiciste para caerle mal a el personal de toda una clínica? Con una expresión casi tan desalmada como la de Abigail, solo se limita a mantenerse de pie, inmóvil frente a la escalera como una estatua, o mejor dicho, una escultura, que aunque digna de apreciar carece de cualquier sentimiento. Pero eso es mejor para mí, si no le intereso no intentará detenerme, o eso pensé, porque cuando me decido a seguir mi curso. esa insensible y musculosa figura se interpone en mi camino. —Vuelve a subir — Me ordena fría y contundentemente. Comienzo a creerme que podía ser un robot, explicaría por qué esa cara tan dulce contrasta con esa fría personalidad, o tal vez solo es la definición perfecta de “las apariencias engañan”. Sea lo que sea, esta molestándome. —Tengo hambre — Confieso lo primero sale de mi boca. Es solo una excusa, pero pensándolo bien es cierto, no he comido desde que llegué aquí. A este paso volveré a desplomarme. Como si se hubiera despertado de un profundo sueño a un viejo dragón, repentinamente se me hace agua la boca. —No es la hora de la comida, espera hasta mañana —responde robóticamente con una mirada vacía, sin siquiera voltearme a ver. Si… no importa su apariencia tiene la misma personalidad que todos aquí. Sin importar que tan mal te caiga alguien ¿Por que eres tan cruel? Comienzo a sospechar que este lugar podría ser el infierno. Mis ojos se desplazan detrás de él a la tenebrosa escalera, y un cosquilleo desagradable se hace presente en mi estomago ¡No pienso volver ahí arriba! —No me siento bien —Trato de parecer lo más lamentable posible intentando evocar cualquier sentimiento de parte esa estatua insensible, pero al parecer no puedo ocultar mi fastidio. —Y a mi qué. Y a ti ¿Qué? Maldito demonio, ¿No es ese tu maldito trabajo? ¿O es estar ahí de pie como imbécil? Comienzo a sentir el calor de una llama encenderse en mi interior, y puedo adivinar que estoy tornándome roja de enojo, uno que termina con mi sensatez. —Quiero ir a afuera —Me sincero. —No puedes. Yo no puedo por que no te agrado y los demás si. Estoy cansada, mis emociones están descontroladas últimamente. Pero hay una de ellas que en ningún momento se ha querida apagar, la ira. Me quedo en silencio, apelando a la razón. —¿Por qué? —cuestiono con una calma aparente que mis ojos no pueden fingir. Sus labios no se despegan ni un milímetro, pero esas negras pupilas se desvían directamente sobre las mías, desprendiendo un aura espeluznante, sin despegar esa vacía e imperante mirada se gira en mi dirección acercándose e inclinándose sobre mí. —Nadie puede salir a esta hora —declara como última advertencia. Aparta la mirada y vuelve a su posición inicial. —Se estaban escapando —Le advierto, pero él no escucha o más bien finge no hacerlo—. Alguien se escapo —insisto, pero vuelvo a ser cruelmente ignorada—, los vi por la ventana, la luces de las linternas hacia el bosque —Agrego con seguridad. ¿Qué nadie aquí quiere trabajar? Inesperadamente veo un destello de alerta en sus ojos, como si acabara de recordar algo muy importante. ¿Será que se dio cuenta que está en horario de trabajo? Sin comprender por qué de repente cambió de opinión, observo como sin previo aviso comienza a caminar con pasos apresurados hacia una dirección olvidando su puesto, a mi y a su determinación de no dejarme avanzar. Ya que no parece importarle que lo siga, lo hago, puedo adivinar a donde se dirige. Sus pasos son muy apurados, apenas puedo seguirle el ritmo mientras se mueve con voluntad por estos pasillos laberínticos dejándome cada vez mas atrás. Acelero intentando llegar a él con temor de perderme en el enorme lugar, pero no lo logro. ¡Este cuerpo no tiene un gramo resistencia! ¿¡Como puede alguien que se ve tan joven tener el estado físico de anciano fumador!? Agotada me sostengo un momento sobre mis rodillas jadeando, hasta que dejan de escucharse sus pasos. Preocupada me recompongo volteando en todas direcciones buscando cualquier indicio de que dirección tomar, pero todo lo que veo son pasillos que dan a otros, completamente desérticos con sus luces tenues parpadeantes creando sombras oscuras que dan una sensación digna de una película de terror. Un área en desuso. Se me pone la piel de gallina al sentir una corriente de aire helada pasar por mi espalda, me abrigo con mis brazos y mi mente se ilumina. ¡Una corriente de aire! Inmediatamente busco de donde emana, retomado el rumbo hasta la fuente. Si el viento puede entrar tal vez yo pueda salir. A medida avanzo el viento se intensifica acompañado de unos repetidos golpes metálicos. Hasta toparme con una esquina, donde los golpes se escuchan a unos metros de distancia y el viento despeina mi cabello. Camino lentamente, expectante, hasta alcanzar a ver un pasillo angosto. En el suelo de este, como si hubiese sido arrancado con violencia, esta un viejo e inutilizable candado. Al fondo, una corroída y vieja puerta de metal con una desgastada pintura azul, totalmente abierta, con una arrumbada cadena colgando de donde debería estar su manija, golpeándose una y otra vez con esta. Pero lo más emocionante, al otro lado de la puerta, una fría, feroz y vieja amiga me espera. La libertad. El viento revolotea mi cabello mientras intento llegar a ella, cuando por fin lo logro mis pies tocan el suelo natural. Es mejor de lo que imaginé, extrañaba tanto esta sensación que ni siquiera me percato del frío. Es como si volara. Volteo hacia el enorme edificio, al igual que el interior, se ve desgastado sombrío acoplándose a la naturaleza de el hogar, sobre este sobresale una única torre que ha de ser mi habitación, me doy cuanta que desde dentro se ve todo más lejano de lo que en realidad está. Alejándome de esa falsa sensación de libertad unas risas juveniles surgen del interior del bosque acompañadas de unas casi imperceptibles melodías a lo lejos. Sin pensarlo las sigo queriendo contagiarme de ellas. Y tan pronto me adentro en su dirección me recibe una tenue luz fluorescente dentro de una botella transparente colgando de la rama de un árbol como una clara señal entre la densa y sombría naturaleza. Cuando me acerco lo suficiente como para tomarla, puedo ver a lo lejos otra trazando el camino. Mientras la luz de estas se atenúa, observo como las pequeñas luciérnagas se van lentamente apagando rendidas ante la reclusión. Ni las luciérnagas se libran de ser prisioneras de este lugar… Intento llegar a ellas pero están tan alto que no puedo alcanzarlas. Su luz va disminuyendo, y ante la abrazadora oscuridad de la noche y sus infinitos ruidos extraños acechantes, no me queda otra que seguir mi voz interior. — Peligroso… date prisa —Me advierte. Obediente, doy un último vistazo a las débiles criaturas atrapadas en la botella. —Esperen a que vuelva, las liberaré —Anuncio antes de ponerme en marcha. … Luego de unos minutos siguiendo el camino de luciérnagas, veo una gran fogata escondida detrás de los gigantescos árboles a lo lejos donde todo tipo de sonidos sobresalen. Guiada por la intensa luz del fuego, llego a un gran claro en el bosque, en el medio de este está la gran fogata desprendiendo un calor vivaz, a su alrededor, abrigados por ella, un montón de personas dispersas que parecen divertirse. Algunos están tocando diferentes instrumentos que jamás había visto, otros están bailando o hablando, incluso cantando. Ninguno está uniformado, pero son todos jóvenes ¿Una fiesta clandestina? Mientras mas me adentro al bullicio me siento menos integrada, miradas y cuchicheos se hacen presente entre ellos, algunos disimulan otros no lo logran y otro ni lo intentan. Sintiéndome una invitada no deseada, se despierta la necesidad de marcharme. Hasta que en un momento me vuelvo a encontrar con esa oscura mirada, que aunque se me muestre por segunda vez es como si fuera la primera, porque en este momento se ve tan repleta de emociones, que no puedo recordar cómo se veían cuando estaba tan vacía. Frente a mi, a unos metros de distancia, sus ojos negros fijan con intensidad la mirada sobre mí hombro, tan sumido en sus emociones que no percibe más que lo que sea que está viendo. Provocándome una contundente sensación de déjà vu. Me acerco lentamente hipnotizada al igual que un insignificante insecto dirigiéndose deslumbrado a la intensa luz. ¿Dónde vi esto antes? Definitivamente, el insensible vigilante al que seguí hasta aquí esta viendo a alguien en específico con una mirada irreconocible. A pesar de ser invadida por la intriga no me animo a voltear, porque con solo pensarlo va tomando terreno en mis sensaciones esta ya habitual corazonada. Pero no puedo dejar de ver, chispeante en sus ojos negros, entre tanta mezcla de emociones, hay una que sobresale sobre todas ellas, anhelo, anhelo puro. Ante la tentación de ver a quien se dirige, vuelve a intensificarse ese presentimiento, advirtiéndome no interrumpir el curso de este momento, prohibiéndome voltear. Queriendo escapar de ese detestable sentimiento corro a toda prisa sin voltear atrás, sin rumbo. No debería ignorarlo, aunque no tenga sentido esto que siento, nada desde que llegué aquí lo tiene ¡Estoy poseyendo a un maldito cuerpo! —¡Rose! —Al escarparse esas palabras de dentro de mí, me detengo. Sin entender cómo llegué tan lejos, me doy cuenta que estoy completamente a oscuras en medio del bosque, donde no llega ninguna luz o sonido mas que los que pertenecen a él. Recuerdo que desde la ventana no se alcanzaba a ver su final, podría estar en cualquier lugar de este inmenso bosque. —Aquí...—Escucho una voz masculina desconocida guiarme desde la oscuridad. Volteo con el impulso de correr ya sea para acercarme o para alejarme tanto como mis fuerzas me permitan. O en última instancia, luchar. Al darme cuenta que el dueño no está dispuesto a mostrarse, completamente cegada por la oscuridad, me agacho tanteando el suelo, buscando cualquier cualquier cosa para defenderme. Para saber que estoy aquí debe haberme estado siguiendo, pero al igual que yo no puede verme, lo único que me delata son mis pasos interrumpiendo a todos los ruidos silvestres de la silenciosa noche. Mientras estoy atenta a cualquier ruido mis manos envuelven un trozo de rama de tamaño considerable. Sin nuevas señales de esa voz anónima medito qué camino tomar. No puedo tomar cualquier dirección, podría adentrarme más al bosque y terminar de perderme. Dándole final a mi discusión interna, una pequeña luz se enciende a lo lejos, sin más opciones decido seguirla con el arma improvisada lista para atacar en caso de ser necesario. Cuando más me acerco más avanza la luz hasta que puedo volver a distinguir los sonidos de la fogata. Escucho una pisada justo detrás de mí, mis ojos se separan y me congelo. ¡Es mejor pedir perdon que pedir permiso! Sin pensarlo volteo y arremeto contra lo que sea que se me atraviese en mi camino golpeando algo firme y sólido. —Rose —Me nombra una vigorosa voz anónima. Sus enormes manos sueltan las mias de la rama y escucho como la deja caer al suelo. El guardia de ojos negros...¿Era el todo este tiempo?Pero algo me dice: —No —No es la misma voz. ...
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