?Miedos pasados?

2071 Words
El rostro de esa voz anónima permanece oculto entre las sombras, pero ha cambiado y siento una extraña sensación en el aire. Mi corazón se acelera mientras mi mente se llena de preguntas y sospechas. —¿Quién eres? —pregunto con cautela, sin bajar mi guardia. Unas pupilas grises aparecen lentamente resaltando entre la penumbra, como los de un depredador salvaje acechando a su nueva víctima entre la oscuridad de una noche tenebrosa. —Eres nueva aquí, ¿verdad? —dice esa voz profunda, ignorando mi pregunta—. Bienvenida de vuelta —continúa, y su tono suena como una advertencia y una invitación a la vez—. Este lugar no es lo que parece. —¿Qué quieres decir? —pregunto con curiosidad y temor. —Este es el tipo de lugar donde los límites entre la realidad y la fantasía se desdibujan —Sopla su cálido y vibrante aliento en mi oído—. Aquí, los sueños y las pesadillas cobran vida, y aquellos que se aventuran demasiado lejos pueden perderse en su propia imaginación. Sus palabras me inquietan aún más, pero no puedo evitar sentir una extraña fascinación provocada por sus extrañas palabras. —¿Por qué me trajiste aquí? —pregunto, buscando respuestas. —Alguien te ha conducido hasta aquí, alguien que no debería haberlo hecho —responde, y sus ojos grises brillan con una mezcla de seriedad y enojo—. Este lugar es peligroso para los que no pertenecen aquí. —¿Y yo no pertenezco aquí? —Le cuestiono intranquila. ¿Habrá notado que no soy Rose? La voz no responde de inmediato. En cambio, sus ojos escudriñan mi rostro, como si buscara algo en lo más profundo de mi ser. —Eso es algo que tú debes descubrir por ti misma —dice finalmente—. Pero ten cuidado, el bosque es traicionero —me advierte. Me quedo en silencio, procesando sus palabras. Este lugar es tan intrigante y aterrador al mismo tiempo. No sé qué hacer ni qué decisión tomar. —Ahora debes regresar —dice girándome y empujándome hacia el camino por el que llegué—. La fogata está allí... Antes de que pueda hacer más preguntas, esa persona desaparece en la oscuridad, dejándome sola en medio del bosque. Sigo sus instrucciones y regreso al claro. La fogata sigue encendida, pero ya no hay nadie sonriendo alrededor. La música y las risas se han desvanecido, como si nunca hubiesen existido. En cambio descubro a los guardias liderados por el tipo calvo, han desmantelado la reunión. Los jóvenes que estaban allí ahora están siendo escoltados de vuelta a la clínica. En cuanto el guardia calvo me vé las líneas de su entrecejo se pronuncian hasta arrugar su nariz y aprieta sus dientes mostrando sus colmillos.—Usted...—Me apunta con agresividad dirigiéndose a mí dando largos pasos pesados. Con el corazón latiendo con fuerza, me enfrento al guardia. —¿Yo qué?—Cuestiono con seriedad. — ¡Ja! ¡Y todavía lo pregunta! —levanta la voz el guardia una vez llega a mí mientras se escurren las gotas de sudor por su calva—. Usted está detrás de todos los problemas de este lugar —Me señala con cólera, dando unos últimos pasos hacia mí acortando incómodamente la distancia, acercando su rostro a mi mejilla con una sonrisa retorcida y desprendiendo su aliento nauseabundo en mi piel—. Pero no se preocupe, puedo darle a elegir su castigo. En cuanto escucho sus asquerosas palabras y entiendo su repulsiva insinuación, me paralizo, y un calor desagradable recorre mi cuerpo revolviendo mi estómago. A la vez que observo como una pesada mano se posa sobre su hombro con brusquedad. El guardia se queja del dolor y voltea abruptamente —¡Quién se atre...! —No logra terminar de hablar al toparse con una figura mucho más alta que el despidiendo una despiadada mirada. Sus ojos negros brillan con una intensidad que me inquieta. —Jo..joven Adrián ¿Qué hace aquí? —pregunta con voz temblorosa el guardia sin rastro de su antigua prepotencia. ¿Adrián? Qué nombre tan familiar. Mientras trato de recordar dónde lo escuché antes, observo al vigilante de ojos negros. Hace un momento, esos mismos ojos estaban cargados de emociones mientras contemplaba a alguien desde la distancia, perdido en soledad. Ahora, otra vez, luce un rostro inexpresivo. —¿Desde cuando tengo que darte explicaciones?—responde fríamente. —Perdóneme joven, solo estaba tra... —Lárgate —Lo interrumpe Adrián con el fuego vivaz de la fogata a su espalda haciéndolo ver más intimidante. —Sss..si joven —acata secando el sudor de su calva con una mezcla de terror y alivio, marchándose rápidamente sin cuestionar. No creo que Adrián sea un simple guardia, y que es eso de "Joven", ¿quién habla así hoy en día? Sin duda esos ojos negros ocultan más de lo que revelan. Adrián se acerca a mí, su mirada aún enigmática me escanea con un dejo de preocupación. —Esas fiestas están estrictamente prohibidas —dice en tono de desaprobación—. No deberías estar aquí afuera sola —me advierte, como si realmente le importara mi bienestar. —Lo siento, pero necesitaba salir de ese lugar, necesitaba un poco de aire fresco —le respondo, tratando de disimular mi nerviosismo. Él asiente, como si entendiera mi situación mejor de lo que yo misma lo hago. —Ven, te llevaré de vuelta a la clínica. Es peligroso merodear por aquí durante la noche —dice mientras me extiende una mano. Dudo por un momento, mirando la penumbra de sus ojos que parecen contener secretos insondables. Sin embargo, su presencia me brinda cierta sensación de seguridad en medio de este extraño lugar. Acepto su ayuda y tomo su mano. Su agarre es firme pero suave, y me conduce de regreso a la clínica a través del inmenso bosque. Durante el camino, desde que veo el primer frasco de luciérnagas decido cumplir con mi palabra. Me acerco a ellas que parecen luchar por escapar. —Esas luciérnagas no deberían estar encerradas —pienso en voz alta mientras lucho por alcanzarlas. Pero es inútil, están demasiado alto para mí. Adrián se acerca y me observa con intriga. —Tienes razón.—me responde tomando el frasco por mí, aflojando la tapa y entregándomelo. Lo destapo y libero a las resplandecientes criaturas, viendo cómo se alejan volando hacia la noche. —También quiero ser libre, Adrián —digo, sin poder evitar la sinceridad en mis palabras. Él me mira con seriedad, como si estuviera considerando algo importante. Pero se mantiene en silencio, sin embargo durante todo el camino me ayuda a liberarlas esperando pacientemente cada vez que nos detenemos. Mientras caminamos, veo a los otros guardias mirarlo con respeto. Parece que mi intuición no estaba equivocada. —¿Quién eres realmente, Adrián? No pareces ser solo un simple guardia —indago con cautela, insegura de si hice lo correcto en preguntar. Él sonríe levemente, pero la sonrisa no llega a sus ojos. —Digamos que tengo cierta autoridad en este lugar —responde enigmáticamente. Finalmente, llegamos a las escaleras que dan a mi habitación en el altillo, aún más tenebrosas que antes. Jamás le había tenido miedo a la oscuridad, de hecho, estar radiada de esta era muy confortable para mí. Pero supongo una que las consecuencias de apreciar tu vida es el miedo, el sentimiento que nos mantiene a todos los seres humanos con vida, y que aparece frente a cosas que antes no me importaba que la amenazaran. Como si pudiera leerme la mente, Adrián levanta un farol encendido de su antigua posición y se adentra a la escalera deteniéndose unos escalones arriba, alumbrando el camino a mi espera. Pero no me muevo. Me siento agradecida por su ofrecimiento, pero algo en su mirada me hace dudar. —Parte de mi trabajo es mantenerte segura ¿Vas a quedarte ahí parada para hacerme compañía? —Bromea con cinismo. —Solo préstame la linterna —Replico con calma. ¿Estaré siendo injusta con él? Aún no puedo asegurar cual es su verdadera cara. —Debo asegurarme de que llegues a tu habitación —Insiste. —¿Y cómo se supone que iría a otro lugar? ¿Atravesando la pared? En respuesta Adrian suelta una encantadora carcajada. —Eres testaruda —Me sonríe con un destello de desafío asomándose en la oscuridad de sus ojos. —Tu también —Contesto arrebatándole el pequeño farol y subiendo las escaleras dejándolo atrás. ¿Por qué es amable conmigo ahora cuando hace un momento atrás ni siquiera me dirigía la mirada? Tengo que confiar en él de la nada por una migaja de amabilidad. Una pregunta distinta se cuela en mi mente. ¿Alguna vez trataste así a Rose? —¡Espera! —Siento como Adrían inesperadamente toma mi brazo intentando detenerme y un dolor punzante atraviesa el corte de mi muñeca. —¡Ah! —Involuntariamente me quejo del dolor dejando el farol caer accidentalmente. Percibo como su agarre se debilita aprovechando para apartar mi mano rápidamente. Trato de ocultar la herida y su venda manchada sobre esta con la manga de mi camisa, pero ya es demasiado tarde, lo veo en la mirada de Adrián, lo ha notado. —Si... me lastimé —Me excuso torpemente evitando esa mirada en él, que a pesar de que desencaja con su personalidad, se ve sincera. Por alguna razón pensar que le genero lástima me anuda la garganta, dejándome sin palabras. Está no es una herida que pueda hacerse accidentalmente, lo sé muy bien. Una herida muy común en personas que se autolesionan o que han intentado desaparecer para siempre de este mundo. ¿Por qué me miras así? No soporto esa mirada. Hace un rato te daba igual si me moría de hambre. ¿Te da lástima Rose? A mi me la das tú, porque esa lastima ya no sirve de nada, porqué Rose ahora está muerta. Vuelvo a darle la espalda subiendo las escaleras sin mirar atrás. Una rabia se apodera de mí opacando el miedo de antes. Es muy obvio que nadie aquí trataba bien a Rose, y él no es diferente al resto... Aunque mi vista este completamente ciega por la oscuridad, terminé de subir completamente las escaleras como si me supiera el camino de memoria, antes de darme cuenta ya estoy frente a la habitación. Al llegar y desplomarme en la cama siento una molestia en mis pies que se intensifica convirtiéndose en dolor, los examino ahora con la luz de la habitación, y noto bajo la suciedad que los cubre, múltiples heridas en ambos, todo este tiempo había estado descalza lastimándolos y ni siquiera lo había notado. Hubo un tiempo en el que me acostumbré tanto a sentir varias partes de mi cuerpo retorcerse del dolor, que sus heridas eran las últimas que solía notar, porque estaba ciegamente distraída por el arrepentimiento. El recuerdo de mi anterior vida en la desolada habitación de un hospital, trae de vuelta un antiguo terror nocturno que solía tener en ese entonces. El único miedo que llegué a sentir justo antes de aparecer aquí, el miedo a dormir, o mejor dicho, a jamás despertar. Un temor que me persigue incluso después de haberse hecho realidad. Me acomodo en la cama, con la mente llena de preguntas y el corazón lleno de incertidumbre sobre Adrián. ¿Qué es lo que esconde detrás de su mirada fría? ¿Por qué se preocupa por mi bienestar o más bien el de Rosé, pero al mismo tiempo parece distante y enigmático? ¿A quien miraba tan intensamente y porque sentí que no debía voltear? ¿Por que tengo la sensación de que ya ví esa escena antes? Tal vez, entre sus secretos, pueda encontrar respuestas sobre lo que realmente está sucediendo en esta clínica y por qué estoy aquí. Todavía no puedo confiar en él, no sé que haría si supiera que estoy poseyendo el cuerpo de Rose, y que probablemente ella ya esté muerta. Mientras me sumerjo en un sueño inquieto, una cosa se vuelve clara: este lugar es mucho más que una simple clínica psiquiátrica. Hay secretos oscuros y poderosos en su interior. Al igual que siempre solo logro dormirme cuando mi cuerpo se rinde ante el cansancio apagándose en contra de mi voluntad. ???

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