Santiago
Estaba a una semana de casarme y la ansiedad en mi cuerpo no la podía manejar, aun así, no había vuelto a consumir nada, se lo había prometido a Celeste y al menos esa promesa no quería romperla.
Mi día hoy había empezado bastante agotador y sentía un malestar que no podía controlar. Mi teléfono vibro sobre mi escritorio, no iba a atender, pero cuando vi de quien era me abalancé prácticamente sobre él.
Hacía días que había vuelto a evitarme y lo entendía.
Cielo [10:30]: Hola Santi, bueno sé que no es la mejor manera de decir esto, quizás no haya una en realidad. Estoy a punto de irme de viaje, entenderás con esto que no voy a estar presente en tu casamiento. No puedo, no puedo más hacer esto, respeto tu decisión y lo que elegís para tu vida, pero es momento de que me empiece a elegir yo también. Te quiero, te amo en realidad y no creo que eso cambie en lo absoluto pero esta vez elijo dar un paso al costado, te deseo que encuentres la felicidad en todo esto, te lo mereces. Nunca te olvides que siempre voy a apoyarte en todo.
Un terror que no había sentido nunca me invadió por completo.
Santiago [10:31]: ¿Dónde estás? ¿A dónde vas a irte?
No contesto ese mensaje, ni el siguiente, ni el siguiente a ese, tampoco las llamadas, lo tenía apagado porque me saltaba al correo de voz. Empecé a dar vueltas por mi oficina, inquieto y ansioso, me sentía atrapado en una red de la que no podía salir y ahora ella se iba a ir y sentía que no solo se llevaba mi amistad con ella, también mi corazón.
Todo dentro mío me gritaba que iba a perderla para siempre y eso me dio mucho miedo, la conversación con Joaquín seguía dando vueltas en mi cabeza, se repetía sin cesar y me sentí estúpido pensando algo que no tenía sentido.
No había que elegir, nunca lo hubo en realidad.
Siempre fue ella, desde niño.
No me quería casar con Delfina, no quería eso para mi vida, tomé mi teléfono del escritorio, las llaves del auto, la chaqueta y salí de la oficina lo más rápido que pude.
―Andrea cancela todos mis compromisos por el resto de la semana, si alguien me llama no tenes idea a donde me fui y que dejen el mensaje.
―Sí señor.
Bajé casi corriendo al estacionamiento, me subí al auto para ir directo a casa, necesitaba algunas cosas y ropa, no tenía idea a donde se estaba yendo, pero tenía una corazonada y esperaba estar en lo cierto.
Llegue en tiempo record, arme un bolso con ropa y volví a salir.
No hacia ni media hora que había salido de la oficina y ya tenía diez llamadas perdidas de mi padre. No ahora, no tenía cabeza ni ganas para tratar con él, una vez que llegara a donde iba y estuviera más tranquilo hablaría con él.
Apague el teléfono, me esperaban varias horas en la ruta.
Esperaba que entendiera las razones por las que, hacia esto, pero si no era el caso, me daba igual, no retrocedería en mi decisión.
Me subí al auto y emprendí viaje, nervioso y ansioso a partes iguales. Creo que es la primera vez que, no solo desafío a mi familia, sino que hago realmente lo que verdaderamente siento.
Me siento un idiota por haber esperado tanto tiempo.
Cinco horas después me estaciono frente a la casa que hace tanto tiempo no visitaba, nada había cambiado desde que el padre de Celeste se mudó acá, respiro hondo y bajo, camino hasta la puerta de entrada y toco.
Un minuto después la puerta se abre, Pedro me mira sorprendido y me da un abrazo paternal, hace mucho tiempo no tengo uno de esos.
―Hijo que sorpresa verte ¿qué haces por acá?
―Pedro, no quiero molestarte.
―Tonterías, no me molestas― dice―. ¿Estás buscando a Cele?
―Si.
―Pero ella no está acá― me mira―. ¿Qué es lo que está pasando? ¿No se supone que te casas en unos días?
―Estoy… yo... no me voy a casar― le digo―. Yo... necesito hablar con ella ¿Dónde está?
―En un pueblito cerca de acá― explica―. Santi, no sé qué es lo que está pasando, no me voy a meter, pero es mi hija, quiero que recuerdes eso siempre, nada más.
―Lo sé, solo quiero hablar con ella.
―Voy a confiar en que sea así, no hagas que me arrepienta.
No dice nada más después de eso, se levanta, se pierde unos momentos en la cocina y cuando vuelve al living lo hace con un papelito.
―Esta es la dirección― me lo entrega―. Ni una lagrima, Santiago.
Asiento y salgo casi corriendo, me subo al auto y pongo la dirección en el GPS, no está lejos lo que es un alivio.
Quince minutos después me estaciono frente a una cabañita, esta medio perdida en el camino, bastante alejada de la ruta principal. Me bajo y llamo a la puerta cuando llego, nadie contesta.
Vuelvo a insistir y nada, me inquieto, su padre me dijo que este era el lugar, chequeo la dirección y esta correcta. Empiezo a caminar y encuentro una entrada bordeando la cabaña que da directo a la playa.
Me detengo en seco cuando la veo.
Está sentada, mirando el mar, ni siquiera tengo que acercarme para saber que es ella, la observo a lo lejos y me doy cuenta que parte de esa ansiedad desapareció en cuanto la vi.
Me acerco despacio, el mar esta bravo y es evidente que no escucho mis pasos en la arena caliente.
―Te amo― le susurró al oído cuando estoy detrás de ella, se gira de inmediato.
Su mirada encuentra la mía de forma inmediata y mi corazón se acelera, es imposible que pueda describir el huracán de sensaciones que ella despierta en mí, es intenso, devastador y expansivo, abarcando cada parte de mía.
―Santiago…
Debería explicarme, decirle que hago acá, que es lo que quiero con ella, pero antes de todo eso, por encima de cualquier cosa el deseo de besarla intoxica e invade todo, tomo su boca como si fuera el mismo aire que necesito para respirar.
Sus labios son suaves, embriagantes y no quiero parar, no quiero parar nunca, podría vivir el resto de mi vida besándola y seria el hombre más perfectamente feliz de esta tierra.
La arrastro contra mí, encajándola perfectamente contra mi cuerpo, ella se amolda de manera natural porque ese es su lugar, junto a mí, siempre. Tomo un puñado de su pelo y profundizo el beso mientras que mi otra mano está en la parte baja de su espalda sosteniéndola más fuerte.
Este es mi lugar en el mundo, ella.
Y me siento tan patéticamente mal por haber tardado tanto tiempo en llegar, por haber pensado que podría vivir sin ella en mi vida, nada absolutamente nada podría ocupar su lugar, ni mi estatus, ni el poder ni mi familia.
Sin ella, estoy perdido.
Eventualmente nos separamos para respirar, podría haberlo obviado si no fuera necesario. Celeste me mira, confundida, sorprendida pero visiblemente aturdida por el beso que acabamos de compartir.
― ¿Que? ¿Como? Santiago… ¿qué? ― ella niega con la cabeza sin poder armar una oración en concreto, poco a poco se va separando de mí, poniendo distancia entre los dos y ya me hace falta su calor.
―Cielo...
― ¡No! ― me detiene―. Solo quiero saber que estás haciendo acá, te casas en unos días y yo ya estoy cansada de esto.
―Cielo, no me...
―Enserio― vuelve a detenerme y empieza a ir en sus pasos de un lado al otro―. No tengo más capacidad para tus declaraciones que no nos van a llevar a ningún lado, yo también cuento, yo también quiero que me elijan y vos...
―Yo te elijo― digo deteniendo su discurso, se para tensa y me mira.
―Eso no es así, porque al final de día te vas a casar con...
―No me voy a casar― respondo, mirando como su cara aun no registra lo que acabo de decir.
―Sí, pero... ¿qué? ― acorto la distancia que hay entre los dos.
―No me voy a casar cielo.
― ¿Porque?
―Esa es una pregunta tonta, incluso para vos― le acaricio la mejilla, su mirada incrédula aun de lo que estoy diciendo, me acerco más―. Porque te amo, porque no ame a nadie más desde que tengo doce años, porque cuando me imagino siendo el esposo de alguien, ese alguien siempre fuiste vos, porque ocupas todos y cada uno de mis pensamientos y porque pensar solo en la idea de no tenerte en mi vida me destruye, no podría y no estoy exagerando Celeste, no puedo ni imaginar una vida en la que no estés porque, no sería vida para mí en lo absoluto.
Sus lágrimas empiezan a car y cierra los ojos, con delicadeza las limpio.
―Santiago yo...
―Yo te elijo, yo te amo, yo te adoro, yo te doy mi vida― le beso las lágrimas que no dejan de caer―. No llores cielo, tenemos muchos días para hablar de todo y toda una vida para vivirla juntos.