Celeste
El tiempo realmente había volado, no sé en qué momento paso, pero cuando me di cuenta faltaba una semana nada más para el casamiento de Santiago. Los días posteriores a su alta médica, lo cuide un par de días, pero había tratado de evitar cualquier conversación que pudiera surgir con respecto a los dos.
No podía hacerlo, mi cabeza era un quilombo de proporciones épicas, habían pasado demasiadas cosas, el accidente de Santiago, su adicción, la partida de Bruno, que había dejado un vacío más grande del que pensaba, todo era demasiado ruidoso en mi cabeza y necesitaba silencio y quería un poco de paz.
Me sentía realmente perdida.
Ayer había terminado el vestido de novia de Delfina y lo había mandado con Clara, mi asistente, yo no tenía ni la más mínima intención de volver a verla, nunca si era posible, era la mujer más horrible de alma que había conocido y como clara tenía conocimientos de diseño se encargaría ella de vestirla y cualquier cosa que necesite ese día.
Además, ya había tomado la decisión inamovible de no ir asistir a la boda de Santiago, me dolió tomar esa decisión, pero no podía hacer eso, no podía hacerme eso, puedo ser fuerte, mostrarle mi mejor sonrisa a los demás, pero estoy segura que verlo casarse con otra me destruiría.
Por eso lo mejor era irme, lejos, unos días hasta que todo este asunte pase.
Estaba segura que se irían a una extensa luna de miel, lo que llevaría varios días, eso me daría tiempo para armarme de nuevo, para sacármelo de la cabeza y poder estar entera si llegaba a verlos juntos.
Dios.
A quien quería engañar, a esta altura sabía que nunca se iría completamente de mi corazón, pero quería aprender a vivir sin él porque ahora, iba a ser de alguien más, y yo debía seguir adelante con mi vida.
Estaba a punto de armar la maleta cuando el timbre de casa sonó, fui a abrir, no esperaba a nadie en realidad.
― ¿A dónde se supone que te vas? ― mi amiga tenía una mirada asesina en su rostro.
―Hola, si pasa, todo bien ¿Vos? ― entra y casi se tira en el sofá.
―Sí, si hola, todo bien ¿Dónde te vas?
―A la playa, cerca de la casa de papá― le cuento―. Alquile una cabañita cerca del mar.
―Pero ¿por qué? ― la miro, no es posible que me esté haciendo esta pregunta―. No me digas que es por él, por favor.
―En parte si, Sofí sabes que no puedo verlo casarse con otra mujer y por sobre eso, necesito paz, necesito respirar, necesito encontrarme― digo―. Todo se volvió demasiado pesado de repente y no puedo ver claridad en nada.
―Pero él te dijo que te ama.
―Sí, lo dijo, pero aun así se va a casar con alguien más.
―Dios, no puede ser tan idiota― dice enojada―. A veces me dan ganas de darle una buena cantidad de buenos golpes, a ver si así reacciona.
―Sofí, es un hombre adulto capaz de tomar sus propias decisiones y a pesar de todo, no me eligió y hay que aceptar que es su elección.
―Déjame discrepar con eso, si es adulto, pero con la inteligencia emocional de una criatura― me rio por eso―. Y nada de esto es algo que el elige Cele, basta verle la cara nada más.
―No importa, lo haga o no, en una semana se casa con otra mujer, realmente necesito irme, no puedo estar acá.
―Lo sé― me agarra la mano y la sostiene contra la suya―. Te va a hacer bien irte, tenes razón, respira, aclara tu cabeza y pensa en vos mucho y en lo que queres, oís― me mira fijo―. Nadie tiene que ser más importante que vos, ni siquiera el.
―Solo son unos días, nada más.
― ¿Cuándo te vas?
―Mañana a la mañana.
Después de eso me conto sobre lo mal que la está pasando en su trabajo, Sofía es fotógrafa y está trabajando en una revista donde le están haciendo la vida imposible, pero como ella es la persona más terca y testaruda que conozco se rehúsa a irse sin dar batalla.
Pedimos algo para comer y cuando nos quisimos dar cuenta se había pasado casi todo el día, Sofí se fue al atardecer porque tenía una cita con un chico con el que había matcheado en tinder, se empecino en crearme un perfil a mí, porque según ella, cuando vuelva tenía que volver al mercado.
Me reí por eso, técnicamente nunca me había salido.
La cuestión es que la hice desistir de la idea, las r************* y las aplicaciones sobre todo de citas, no eran lo mío en lo absoluto.
Retome mi tarea de armar la maleta, solo me iría diez días, asique me llevaría lo básico, guarde las cosas que compre para mi papá que me había encargado y con eso ya listo, deje todo en el living junto el bolso y el boleto de micro.
Mañana me iría y esperaba volver con más tranquilidad mental.
Me di un baño increíblemente largo, por demás relajante y aproveché para hacerme un tratamiento en el pelo, el pensamiento fugaz de cortármelo cruzo por mi mente, quizás un cambio de look me vendría bien.
Un nuevo comienzo siempre viene bien con una nueva apariencia.
Cuando terminé me puse el pijama y fui directo a la cama, prendí la laptop, no iba a llevarme trabajo por lo cual quería dejar organizadas las ultimas cosas. Envié algunos mails, organice las planillas Excel de los proveedores y cheque los comprobantes de las ordenes de tela que Clara tendría que recibir.
Estaba a punto de cerrar todo cuando una notificación en spam me llamo la atención, era en francés.
Casi dejo de respirar cuando lo abrí, no lo podía creer, cerré y abrí ese mail al menos cinco veces para comprobar que sea verdad.
Dios.
Dios.
Dios.
Necesito respirar bien y calmarme, no podía estar alucinando que una importante casa de modas me había seleccionado para trabajar como aprendiz ahí, no podía ser cierto ¿no?
Pero, si, si lo era.
No lo podía creer, empecé a dar vueltas por toda la habitación llorando, irme a Paris, a uno de los lugares iconos en cuestión de moda había sido mi sueño desde que empecé a trazar mis primeros diseños. Esto era como un sueño hecho realidad, me acosté en la cama sin poder parar este derrotero de lágrimas, ya podía visualizarme caminando por esas calles, creando en esas plazas, tomado café en esas cafeterías.
Agarré mi teléfono y abrí el chat de Santiago, luego me detuve, hubo un tiempo en que cada vez que nos pasaba algo bueno, nos llamábamos para contarnos todo, no importaba la hora ni lo que estuviéramos haciendo. Pero ya no sabía si hacer eso era buena idea, no porque él lo vaya a impedir, no cuando tenía cosas más importantes con las que lidiar.
Apague el teléfono y lo deje en la mesita de luz.
Un vacío se instaló en mi pecho, era la primera vez que la distancia entre los dos era casi irreparable, y quizás así debía ser, la vida cambiaba constantemente y nosotros no habíamos sido la excepción.
Mire de nuevo el mail, si aceptaba debía estar ahí a mediados de marzo, que era la fecha en que empezaba el programa, si quedaba efectiva se me extendería un contrato por dos años.
Pensé en mi padre, si me iba él se quedaría solo y eso si era una idea que no podía soportar, esto era por lo único en que iba a tener que sentarme a pensar seriamente en mi decisión.
Esperaba tomar la correcta esta vez.