Celeste
El día había sido una completa montaña rusa de emociones y aun no sabía cómo lidiar bien con ellas, lo último que había esperado cuando me fui es que Santiago viniera a buscarme, pero aquí estaba.
No se iba a casar, y eso era algo que aún no podía creer y menos que sea yo el motivo, porque al final del día, nunca me elegían a mí, asique esto era más abrumador de lo que podía imaginar.
Esto era un sueño, uno del que no quería despertarme nunca.
Después de nuestro momento en la playa, volvimos a su auto por su bolso, lo ayude a instalarse porque iba a quedarse conmigo durante varios días, aun había muchas cosas de las que hablar y aclarar, además que necesitábamos un tiempo solos, lejos de todo.
Jesús, que nervios.
Sería la primera vez que él y yo compartiríamos la cama, ya no como amigos sino como dos personas que se aman. Y si bien no era una inexperta en el tema, ahora tenía conocimientos sobre sus gustos y me asustaba en alguna medida no llenar sus expectativas en ese aspecto.
Después de que se instaló y se dio una ducha fuimos hasta el pueblo a comprar provisiones ya que no teníamos nada para comer, aprovechamos y paseamos un poco, si bien estaba empezando la temporada de verano aún era muy pronto para que haya muchos turistas y gente vacacionando.
Volvimos al atardecer con todo para pasar cómodamente una semana sin necesidad de volver a salir. Santiago no dejaba de mirarme o acariciarme y hacia muy difícil la tarea de hacer cualquier cosa, porque era hermoso, olía riquísimo y distraía mucho.
Casi me corto un dedo cocinando solo porque él estaba a mi lado revolviendo la salsa.
La cena trascurrió en total tranquilidad, charlando sobre cosas que nos estuvieron pasando todo ese tiempo que no nos hablamos, me dolió escuchar lo mal que estuvo y de alguna manera me hubiera gustado estar ahí para él. Por mi parte, no pude contarle que paso con Bruno porque sentí que no era adecuado en este momento, quizás más adelante se lo diría, pero no ahora.
No puedo decir que la cena fue distinta a cualquier otra que hayamos tenido antes, pero si era muy marcada la tensión en el aire, esa expectación previa a cuando sabes que puede llegar a pasar a continuación.
Lavamos y secamos los platos cuando terminamos de comer y después de cerrar todo, apagamos todas las luces.
Diez minutos después, me arrastro hasta el dormitorio, había sido paciente, pero estaba segura que ya había llegado a su límite.
La forma en que sus ojos me recorrieron, me puso la piel de gallina, sus ojos me atraían como un imán, de manera hipnótica, no pude hacer otra cosa que devorarlo con mis ojos, ávida por absorber cada parte suya, se me seco la boca cuando note como sus pantalones apenas podían contener su erección.
Ahogué un gemido cuando advertí el fuego en sus ojos, me tomo de la mano y de un tirón me acerco a él, jadee ante el choque de nuestros cuerpos y un delicioso calor nos envolvió a ambos. Rodeo con un brazo mi cintura mientras nos llevaba al centro del cuarto.
Acuno mi rostro entre sus manos y las deslizo hasta sentir mi pelo entre sus dedos, gimió mientras cerraba los ojos y yo me perdía en sus sonidos y expresiones. Antes de que pudiera siquiera decir cualquier cosa, su boca se estampo contra la mía, y entonces todo mi cuerpo se estremeció.
Me acaricio con su lengua instándome a abrirla y la introdujo despacio hasta encontrar la mía que había salido en su búsqueda. Su beso fue pura ansia y anhelo, recorriendo cada recoveco de mi boca, y yo le rodee el cuello con mis brazos y lo deje hacer.
Esto era como un jodido sueño.
Santiago estaba devorándome, no era para nada suave en este momento y me estaba encantando, todo mi cuerpo temblaba de necesidad, quería, no, mejor dicho, necesitaba que me besara así en todas partes. Quería sentir su boca en cada rincón de mi cuerpo, volviéndome loca, solo pensarlo hizo que mi centro palpitara arrancándome un gemido que el devoro.
No pude evitar enterrar las uñas en su espalda cuando lo sentí apretarme contra él, permitiéndome sentir su dureza.
Mordí con delicadeza su labio inferior y tire de el para luego pasar la lengua y succionar despacio, Santiago gruño en respuesta, volvió a besarme esta vez más lento, deleitándose, disfrutando. Sin dejar de mirarme de esa forma que me desarmaba por completo, me acaricio el pelo, apartándolo de mi rostro y recorrió con la yema de sus dedos la línea de mi mandíbula hasta bajar a mi cuello.
― ¿Estas segura Cielo? ― me costó procesar su pregunta, estaba tan ida ante las deliciosas sensaciones a las que me estaba sometiendo que tarde unos segundos en abrir los ojos y asentir. Su beso fue demoledor y sus caricias, dolorosamente suaves―. Palabras, Cielo.
―Si.
―Te deseo más de lo que necesito respirar― susurro con voz ronca sin dejar de acariciar la piel de mi cuello y más abajo.
Inspire al escucharlo, la sensación de sus dedos cerca de mi escote me estaba matando, quería que me arrancara la ropa y me tomase ahora mismo. Mi centro tembló de placer cuando engancho un dedo en el bretel del vestido y lo deslizo hacia el costado. Sin apartar sus ojos de los míos, llevo su mano en mi espalda hasta el cierre, se inclinó y apoyo sus labios sobre la curvatura de uno de mis pechos, sentir su húmeda y suave lengua sobre mi piel me hizo gemir.
―Quiero besarte en todas partes, Cielo― continuo, mientras tiraba con suavidad del extremo superior del cierre abriéndolo lentamente―. Sos tan, pero tan hermosa, y muero por sentir tu piel en mi piel.
El otro bretel cayo por sí solo, y mis pechos quedaron al descubierto, se apartó un poco para poder contemplarme, los envolvió con sus manos y deslizo ambos pulgares por mis pezones duros y erguidos.
―Santiago…― jadeé a la vez que cerré los ojos, perdida por completo en la deliciosa sensación de sus manos.
Sonrió al escucharme desesperada por él, volvió a mirarme y se inclinó hasta alcanzar de nuevo mi cuello, besándolo despacio. Aparto las manos de mis pechos para ocuparse de quitarme por completo el vestido, mientras descendía con su boca hasta llegar a mi vientre.
―Sos la mujer más hermosa de este mundo, Celeste― afirmo con voz ronca. Volvió a acunar mi rostro entre sus manos y me beso.
Recorrió mi boca con ansias, bajo una vez más a mi cuello y luego su boca se apodero de uno de mis pechos. Gemí al sentir el calor abrasador de su boca alrededor de mi pezón, mi mano fue a su nuca, enterré los dedos en el nacimiento de su cabello y lo acerqué más a mí.
Desesperada por él.
Santiago gruño cuando envolvió el otro pecho con una mano sin dejar de torturar la sensible punta con su lengua, moviéndola en círculos de manera incansable.
―Oh por dios…
Sin darme tregua empezó a atacar mi otro pecho, dedicándole la misma atención, el mismo empeño, aumentando mi placer, llevándome más y más al límite.
Antes de que pudiera pensar en lo que estaba haciendo, me sujeto de los muslos y me alzo, obligándome a rodearlo con mis piernas. Se apretó contra mi calor y me rozo con su duro y palpitante m*****o, volvió a gruñir cuando sintió mis uñas clavándose en su espalda.
Me llevo hasta la cama y me recostó ahí con tanto cuidado y delicadeza que me sentí abrumada, engancho sus pulgares en la última prenda que me quedaba puesta y la deslizo por mis piernas hasta dejarme completamente desnuda.
Con una impaciencia pocas veces vista, Santiago se desnudó frente a mí, no pude quitarle los ojos de encima, se me seco la boca viendo sus fuertes y definidos músculos, trague con dificultad al verlo sujetar su grueso m*****o mientras se acariciaba frente a mí.
Cuando vio mi reacción, él sonrió y yo no pude evitar sonrojarme.
―Tene cuidado Santiago, por favor― balbuce nerviosa, como si esta fuera mi jodida primera vez. Santiago sin duda estaba muy bien dotado y su evidente excitación lo hacían verse aún más imponente.
―Tranquila mi amor― se apresuró a calmarme mientras con su rodilla me instaba a abrir las piernas―. Me voy a asegurar de que me recibas entero, que tomes cada centímetro de mí.
Volvió a besarme, hurgando con su lengua en mi boca, mordisqueando mis labios, succionándolos. Comenzó a descender dejando un camino de besos húmedos en mi cuello y mis pechos, pero no se detuvo, continuo por mi vientre, besando mi piel, acariciándome con su boca y con su lengua, cada vez más y más abajo. Me separo las piernas con las manos y sin advertencia alguna, lamio y ataco mi clítoris hinchado y necesitado.
Jadee y me aferre a sus hombros, alzando las caderas en un movimiento involuntario, Santiago me sujeto con fuerza y enterró su rostro por completo en mi sexo, temblé al sentir el modo en el que me estaba devorando.
Frotaba con su lengua, intercalando movimientos circulares con pequeños golpecitos que me estaban volviendo loca y cuando menos lo esperaba succionaba elevándome a niveles poco normales.
― ¿Te gusta, Cielo? ― pregunto, antes de volver a torturarme.
―Si… dios, sí... ― pude decir antes de gemir de forma escandalosa.
Santiago profundizo sus lamidas al oírme y sin detenerse introdujo un dedo dentro mío, luego otro más, estimulándome con ellos mientras me devoraba.
Estaba cerca, tan, tan cerca, que una deliciosa sensación me invadió, Santiago se irguió sobre mí, arrodillándose entre mis piernas hasta ubicarse en mi entrada. Rodeo mi cintura con su brazo y me alzo un poco para encontrar el ángulo justo y deslizarse dentro mío.
Dios santo.
La sensación de el llenándome, estirándome, me quito la respiración, y no por lo grande que era sino por lo majestuoso de este momento. Había soñado con esto toda mi vida adulta y ahora estaba materializándose, lo tenía solo para mí, podía sentirlo en todas partes y me hacía sentir adorada y venerada. Lo amaba tanto que dolía y por primera vez me sentía completa.
―Me estas matando, Celeste― dijo con dificultad mientras se enterraba más profundo dentro mío―. Ninguna fantasía le hace justicia a esta sensación de tenerte contra mí, de sentirte apretarme de esta forma, de tu piel contra la mía, esta sensación de sentirte mía.
―Santiago…
―No, olvídate de eso― jadeo―. Vos sos mía, antes, ahora y por el resto de mi vida.
Se retiró lentamente y volvió a entrar con suavidad, continuo con movimientos lentos, pausados, asegurándose de no perder el control.
―Por favor... por favor Santi…― murmure entrecortadamente.
Podía notar que se estaba controlando y no quería eso, quería sentirlo completamente enloquecido, desatado y ardiente. Con una mano le sujete la nuca y tire hacia abajo para que volviese a besarme, no se opuso, y nuestras lenguas volvieron a encontrarse, más deseosas y más hambrientas.
Gruño derrotado y comenzó a moverse más rápido, más duro y más profundo, nuestros cuerpos se acompasaron a un ritmo frenético de deseo y lujuria, pero también de amor.
Los primeros espasmos me tensaron y aumento más y más la intensidad de sus embestidas, no pude aguantarlo más y gritando su nombre me dejé ir, estallando en un orgasmo devastador, desarmándome en sus brazos, y tras un par de embestidas más, Santiago también se dejó ir.
Sin apartar sus ojos de los míos me acaricio el rostro con ambas manos y enterró los dedos en mi pelo en el momento en que su orgasmo lo envolvió.
―Te amo cielo, más que a mi propia vida― susurro, enterrando su cara en el hueco de mi cuello.
―Yo también te amo― dije somnolienta, en sus brazos y feliz.
Después de tantos años estábamos juntos.
Para siempre.
Y no había vuelta atrás.