Prologo
Celeste
Dicen que cuando menos lo esperas la vida te puede cambiar en un segundo y soy fiel creyente de eso porque a mis veinticinco años puedo marcar al menos tres momentos que me cambiaron de golpe.
A ver, no tengo una historia traumática o de heroína de novela, no, mi historia es muy común. Tan común que estoy segura que a más de una nos ha pasado, por eso, no quede exenta de ser la chica con el corazón roto.
Pero vamos, se con certeza que no soy la primera ni la última.
Porque todas hemos pasado por eso alguna vez, asique no, no soy especial, pero quería compartirlo.
No en vano dicen que, entre chicas, nos entendemos.
La primera vez que lo vi fue a mis nueve cuando lo conocí, él tenía doce y nos hicimos amigos al instante. No estábamos destinados a cruzarnos, ambos pertenecemos a clases sociales muy distintas.
Él es un Blaquier y yo una Soler, ya pueden imaginarse quien pertenece a la aristocracia y quien a una clase media.
Pero su mamá amaba la forma en que mi mamá creaba ropa y a pesar de que solo tenía una tienda muy modesta, ella era una fiel clienta suya. Victoria Blaquier era un ángel y una tarde vino con su hijo Santiago, desde ese día no nos separamos más.
Jugábamos juntos todos los días, incluso se cambió de colegio después de mucho insistirle a sus padres para ir al mismo que yo. Eso fue una revolución, pero todo lo que duro nuestra estadía estudiando juntos él nunca me dejo sola por nada del mundo.
Cuando el empezó la universidad yo aún no terminaba el secundario asique me puso triste pensar que él iba a hacer amistades más de su edad y que no nos veríamos tanto. No podía estar más equivocada, cada tarde estaba a mi horario de salida para que merendáramos juntos y eso significaban horas y horas de charlas, películas y libros compartidos.
Cuando cumplí mis veintiuno la vida me cambio de golpe, mi mamá fue diagnosticada con cáncer terminal y fue cuestión de meses para perderla, eso me devasto, yo me sentía muy chica aun para afrontar semejante perdida. No podía entender que ya nunca más podría verla y estar con ella.
Durante todo ese tiempo, Santiago no se despegó de mi lado, me acompaño durante todo el proceso y durante el duelo. Fue además de mi papá mi persona incondicional, para ese entonces yo ya vivía sola asique comenzó a hacerse muy común que él se quedara a dormir conmigo o yo con él, siempre me decía “Nunca vas a estar sola mi cielo celestial”.
Y yo le creí.
Jamás me dejo sola hasta hace un año, que se fue a hacer una maestría a Londres, a pesar de la distancia siempre hablábamos todo lo más que podíamos, eso nos hacía sentir un poco más cerca.
Sin embargo, nada podría haberme preparado para hoy a mis veinticinco años verlo comprometerse con una chica que era el epitome de la belleza. Y tengo que hacerlo mientras sonrió y finjo que eso no me afecta en lo absoluto.
Y ahora el dato que hasta el momento omití pero que creo que ya intuías, lo amo desde que tengo uso de razón.
Creo que lo amo desde que me sonrió por primera vez, pero a lo largo de todos estos años entendí que su amor por mí, siempre iba a ser el de mejor amiga y nunca de mujer, ese quizás fue el mayor motivo por el cual preferí callar y enterrar mis sentimientos bien en el fondo.
Prefería eso a perderlo para siempre.
Lo veo sonreír a la distancia mientras la acerca a su cuerpo, sujetándola firmemente por la cintura. Y ese molesto pensamiento nubla cada parte racional de mí ¿Qué hubiera pasado si alguna vez yo dejaba de lado mi cobardía y le decía que lo amaba?
Ahora supongo que ya no tiene sentido hacerme esas preguntas porque va a casarse con otra ella y yo seguiré siendo solo su mejor amiga.
Y aunque rompa mi corazón es una realidad que tengo que aceptar.