Santiago
Me desperté con una punzada en mis costillas y un dolor agudo en el lado izquierdo, el malestar era demasiado insoportable, y pronto encontré que Celeste estaba acurrucada contra mí.
Cerré los ojos y suspiré, iba a aguantarme el dolor sin quejarme, esto era lo más cerca que la había tenido en un mes, traté de ponerme de costado muy despacio para no despertarla, estaba durmiendo profundamente. Corrí un mechón de pelo de su cara y me quedé observándola.
Celeste era tan profundamente hermosa, y de alguna manera su presencia solo hacia los días más brillantes, aun cuando los míos eran demasiado oscuros, era como si pudiera absorber todo aquello y volverlo mejor, aunque fueran solo momentos.
No quería lastimarla más, no después de lo que había pasado y todo lo que nos habíamos dicho, pero aquí estaba cuidándome a pesar de todo. Le doy un beso en la frente y con mi dedo índice delineo el contorno de su cara, ayer estuvo triste, con la mirada apagada, y en el fondo sé que hay algo que le está pasando, mas allá de esto.
Quise preguntarle, sé que no es solo por mí, algo muy dentro mío me lo dice, pero como cada vez que no quiere hablar cambia de tema a cosas livianas, asique empezó a hablar sin parar de algo que había pasado en el edificio donde vive.
No insistí, voy a esperar a que ella esté lista para decirme lo que sea que le pasa.
Inspiro su aroma, tan característico de ella, nunca fui gran fan de los perfumes dulces, no llamaban mi atención, excepto en ella, ese aroma a coco me vuelve loco.
Me sobresalto cuando el timbre suena, no pienso atender, si por mi fuera el mundo podría arder y no me movería de esta cama, un segundo después el teléfono vibra, es un mensaje de Joaquín avisándome que está afuera.
Trato con todas mis fuerzas de levantarme de forma cuidadosa, primero para no despertarla y segundo porque me duele como la mierda.
Cuando por fin logro ponerme de pie salgo de la habitación y cierro la puerta, la luz de la mañana se cuela por los ventanales reflejando el sol en todo el living.
― ¿Cómo estás? Pensé que habías sido absorbido por el alíen llamado Delfina― dice con el tono de voz elevado cuando abro la puerta y entra.
―No grites― le digo mientras paso por su lado y voy al sofá a sentarme, haberme levantado fue una pésima idea, me duele absolutamente todo.
―No me jodas ¿esta delfina acá?
―Claro que no.
― ¿Entonces? Oh… ya se no me digas― me mira con una sonrisa estúpida en la cara y antes de que diga cualquier estupidez lo corto.
―Esta Celeste y está durmiendo asique. agradecería que no hables tan fuerte.
―Oh, que tierno que sos.
―Ándate a la mierda― cierro los ojos, estoy demasiado cansado para esto―. ¿Que paso?
― ¿Tiene que pasar algo para que venga a verte? ― lo miro fijo, es mi mejor amigo, pero no es con él con quien quiero estar en este momento―. Bueno, ya, quería saber cómo estabas después de todo, ayer entre una cosa y otra no pude venir, claro que ahora veo, que estas más que bien acompañado.
―Queres parar... y estoy bien, con mucho dolor, pero mejor.
― ¿Y qué tal la enfermerita? ¿Te curo?
―Joaquín, sos mi mejor amigo y en este momento no me puedo ni mover, pero créeme cuando te digo que nada de eso me va a importar si no dejas de hacer esos comentarios con ella.
― ¿Porque te pones tan a la defensiva si sabes que es un chiste? Yo adoro a Celeste, soy muy fan de que esta pareja se de, vos sos el único que no activa con la cuestión.
―Basta.
―Bueno― se tira contra el respaldo del sofá―. Que humor dios, a ver ¿Qué te dijo el médico?
―Que estoy bien y tengo que hacer reposo.
― ¿Me vas a decir que mierda fue lo que paso? Santiago nunca manejas borracho.
Es verdad, nunca hago nada que pueda generar un escándalo, es poco aceptable dada la posición que tengo, pero hace semanas todo se me empezó a ir de las manos y tomar fue la salida que fui encontrando para no sentir nada.
Me equivoque, claramente.
―No estoy pasando por un buen momento― digo―. Un trago fueron dos, luego tres y cada día se repitió como un bucle.
― ¿Esto es por tu casamiento?
―Son muchas cosas Joaquín, vos sabes bien que, nada pasa sin un propósito, y yo ya no lo aguanto más, en mi cama esta la mujer que ame toda mi vida, a la única que quiero, pero también está mi familia.
―Santiago ya hablamos de esto, la única persona que puede cambiar las cosas sos vos, nadie más, si la mujer que vos amas, te ama de vuelta, entonces creo que no deberías pensar mucho más.
―No es tan fácil ¿qué pasa con mi familia? ¿qué pasa con todo por lo que trabaje hasta ahora, todo lo que logre?
―Te entiendo, no creas que no y sé que vas a pensar que soy simplista por mi historia personal, pero ¿no te parece que si tu familia no apoya que seas feliz no vale la pensas seguir sosteniendo el vinculo? Y con respecto al trabajo, si lo hiciste una vez podés hacerlo de nuevo Santi, lo que no vas a poder hacer de nuevo es ser feliz si dejas ir a la mujer por la que suspiras desde que sos un chico.
―Te juro que no me da más la cabeza, pienso todo el tiempo todo.
― ¿Y dónde terminan esos pensamientos?
―En ella.
―Entonces, ahí está la respuesta a todas tus preguntas― dice serio―. Tenes que tomar las riendas de tu vida Santiago, no quiero ver cómo te matas poco a poco, porque créeme que Celeste solo piensa que estas consumiendo alcohol y eso casi la enloquece ¿Cómo crees que se va a poner si supiera lo otro que estas consumiendo?
―No voy a seguir te lo prometo.
―Espero que sea así, no quiero ver cómo te destruís de forma lenta y segura.
―Quisiera ser más fuerte.
―Lo sos, Santiago a veces vemos las cosas peor de lo que son, ¿te acordas cuando le conté a mi familia que era gay?
―Si me acuerdo― digo, el recuerdo de esa época aun me enfurece.
―La gran familia Anchorena me echo por homosexual y lo perdí todo, plata, privilegios, trabajo, todo, tuve que empezar de cero, casi siendo cadete en una empresa donde pagan dos mangos y no me morí, me volví más fuerte, trabaje sin descanso y fui haciéndome solo, desde abajo― me dice―. Años me llevo volver a tener la posición que tenía antes, pero libre y feliz.
―Joaquín, no es lo mismo.
―No, lo mío fue peor porque era un crio que no sabía hacer nada, vos tenes las conexiones para independizarte de tu familia Santiago ¿acaso el riesgo no vale la pena? ¿no vale la pena fu felicidad? ¿Celeste no es suficiente motivo para que la elijas y vivan su amor sin ningún impedimento?
Antes de que pueda contestar Celeste aparece en el living, todavía medio dormida, con el pelo revuelto y la ropa que le preste anoche para dormir, arrugada. La miro sin poder quitarle la vista de encima.
Se vea absolutamente perfecta.
―Hola Joaquín, no sabía que venias― se acerca a mi amigo y lo abraza, luego se sienta a mi lado, me da un beso en la mejilla, se acurruca contra mí y apoya la cabeza en mi hombro.
―Bueno, yo ya me voy― dice Joaquín con esa insistente sonrisa en su cara―. Solo vine a ver como estaba el muchacho aquí presente.
―Quédate a desayunar con nosotros― le pide Celeste, la miro y tiene una sonrisa gentil en su hermoso rostro.
Es solo una frase, algo común, algo que no debería ser más de lo que es, pero justo este momento, me encuentro deseándolo para siempre, sabiendo que no me importaría vivir así, por el resto de mi vida, si es con ella.
Entonces soy consciente que todas esas preguntas sin responder, por fin encontraron una respuesta y está justo a mi lado, regalándome una sonrisa que me calienta el corazón.
Y el alma.