Santiago
Había algo en toda esta situación que me tenía intranquilo, tres días después de ese desafortunado momento en mi departamento, Celeste apenas y me hablaba y cuando lo hacía no mencionaba el tema en absoluto.
Tampoco es que supiera realmente que decirle, porque si, sentía este impulso por explicarle, pero no había mucho sentido en la explicación, en definitiva, se supone que Delfina es mi prometida. Mi cabeza era un lio y apenas y podía dormir, era un jodido cobarde y lo sabía.
A ella tampoco volví a verla, pero no podía escapar por mucho tiempo.
Celeste había tenido una cita, por eso no quiso cenar conmigo ese día, no me dijo con quién ni como le había ido.
Y sí, me sentí celoso, y no tenía ningún derecho a estarlo.
Pueden pensar que soy una persona de mierda y quizás tengan razón, no pienso con claridad y últimamente me vuelvo un completo idiota a su alrededor, y no quiero, al menos quiero ser el amigo que siempre fui, pero es como si mi cabeza pensara una cosa y mi cuerpo hiciera otra.
No es fácil, no es como si yo pudiera decir que todos se vayan a la mierda y hacer lo que realmente quiero. No funciona así en mi mundo, tengo mandatos y obligaciones que cumplir y a sabiendas de eso, me enamore de una mujer que no puedo tener.
Y me duele, el corazón me duele porque sé que eventualmente la voy a perder por completo, me tengo que casar, eso es un hecho, entonces qué sentido tiene decirle que es la única mujer que amo desde que soy un crio.
Qué sentido tiene decirle que es la única mujer que me da paz y me hace sentir seguro y amado. Qué sentido tiene decirle que sus ojos, esos hermosos ojos son lo último que quiero ver al dormir y lo primero que quiero ver cada día al despertar por el resto de mi jodida vida.
—Señor, su madre en la línea tres— mi secretaria me saca de mis pensamientos y suspiro cansado antes de contestar.
—Gracias— tomo el teléfono—. Hola Madre ¿Cómo has estado?
—Preocupada, hace días no te vemos y has cancelado la cena con los Lynch— todo aplazaría si pudiera, no solo una cena.
—Estuve ocupado, madre ¿Qué necesitas?
—Avisarte que mañana, Delfina va a ir a ver a Celeste para empezar a organizar su vestido de bodas.
—No— dije, todo eso era una pésima idea y no iba a someter a la mujer que realmente me importaba a esa situación—. No, que busqué otro diseñador.
—Santiago, no seas infantil, Celeste tiene un talento increíble, es la mejor diseñadora que conozco— sí, mi madre la quería como a una hija—. Sos consciente de la trascendencia que va a tomar al vestir a Delfina, ella se merece ese reconocimiento más que nadie.
—Madre, Delfina le hará la vida imposible.
—Tonterías, ella es adorable.
—Madre...
—Tengo que irme, te espero mañana para cenar y no admito una negativa— antes que pudiera decir algo, se despidió y se fue.
El resto del día se pasó entre reuniones y un montón de papeleos, todavía quedaba una reunión con el ministro de cultura de la ciudad para una nota exclusiva, pero yo, ya quería irme a casa y no salir por un año mínimo.
Antes de entrar a la reunión le mande un mensaje a Celeste invitándola a cenar esta noche, esperaba que esta vez no me rechazara, realmente la extrañaba y quería verla.
Santiago [17:20]: Hola Cielo ¿cenamos esta noche?
Celeste [17:40]: ¡Santi! Si claro ¿dónde?
Santiago [17:41]: Crizia, te paso a buscar a las nueve.
Celeste [17:50]: No, mejor nos vemos ahí a esa hora. Tengo varias reuniones y no quiero hacerte esperar en casa.
Santiago [17:51]: De acuerdo, nos vemos esta noche. Te quiero.
Celeste [18:00]: También yo.
La sonrisa de idiota no me la quitaba nadie.
A las nueve en punto estaba en la puerta esperándola, más ansioso de lo que quería admitir, no entre, preferí esperarla afuera. Diez minutos después estaba a punto de llamarla cuando la vi, la respiración se me quedo atorada en el pecho.
Estaba simplemente hermosa.
Tenía un vestido corto, muy corto como si fuera una remera grande, era n***o con brillos y tenía unas botas texanas que le hacían ver sus hermosas piernas, increíbles. Tenía el pelo suelto en ondas y apenas un maquillaje sutil.
Con ella, notaba hasta el mínimo detalle, como que el sol había puesto sus mejillas de un rosado natural y se remarcaban más sus pecas. O que sus ojos verdes resaltaban más con ese sutil n***o con que se había maquillado.
—Estas tan hermosa— la abrace fuerte, sin querer soltarla probablemente nunca—. Te extrañe.
—Yo también— me susurro, todavía abrazada a mí, mi corazón se calentó con eso.
—¿Entramos? — me sonrió y me acomodo el saco.
—Si— tome su mano para entrar, pero me detuvo—. Vos también estas muy guapo.
Sonreí como no lo hacía en días.
La recepcionista del restaurante nos llevó a nuestra mesa, de la cual había hecho reservación antes.
Nos sentamos y enseguida una mesera vino a tomar nuestro pedido, mi teléfono sonó con una llamada de Delfina que rechace y apague el celular, no quería que nada ni nadie me interrumpiera. Hacía días que no la tenía para mí y no iba a dejar que nadie perturbara este momento que espere todo el día.
—¿Brindamos? — propuse cuando la mesera nos trajo dos copas de vino.
—¿Porque brindamos? — dijo sonriendo, hoy estaba tan hermosa.
—Por vos.
—¿Por mí? ¿Porque?
—Porque, sos la persona más importante para mí— choco su copa con la mía y no dijo más, me decepciono porque quería que dijera algo, pero la entendía, hacía tres días me había visto en la cama con Delfina.
—Vos también sos la persona más importante para mi Santiago, nadie nunca va a ocupar ese lugar en mi vida.
Pocas cosas me daban tanta felicidad y calma, escucharla a ella decir esas palabras era una de esas cosas.
Porque, aunque no pudiera decírselo, yo la amaba y sentía de la misma forma eso que me había dicho. Nunca nadie iba a ocupar su lugar en mi corazón, siempre seria de ella.
Yo siempre seria suyo.
Comimos mientras ella me contaba sin parar sobre la nueva colección que estaba creando, hablaba de figuras, vestidos, telas, colores y texturas sumamente concentrada, pero con una sonrisa enorme, sus ojos brillaban y yo la escuchaba sumamente embobado.
Celeste era la persona más talentosa e increíble que conocía.
La comida había estado exquisita y después del postre pague y salimos, quería quedarme con ella esta noche, pero por primera vez me sentía nervioso de preguntárselo. No quería sentirme rechazado, o quizás, estaba pensando demasiado en todo.
—¿Celeste? — una voz nos detuvo ni bien cruzamos la puerta, Celeste se dio vuelta para ver quien la había llamado y su sonrisa se amplió.
—¡Bruno! — se soltó de mi agarre y se acercó a ese hombre y la abrazo.
¿Qué mierda?
—Voy a pensar que, de verdad, me estas acosando— ella se rio de ese pésimo comentario y yo empecé a sentir esta onda radioactiva de toxicidad que no podía controlar, asique me acerque a ella y la tome de la cintura, el me miro, no pasó desapercibido para él.
—Claro que no— se soltó y acomodo su pelo, mierda, se soltó—. Solo vine a cenar antes que vos al parecer asique, eso no puede ser acoso, Bruno, te presento a Santiago, mi mejor amigo.
—Un gusto— dijo ofreciéndome su mano que apreté un poco más fuerte que de costumbre—. Bruno Lombardo.
—Santiago Blaquier— el reconocimiento cruzo por su mirada, pero no se veía intimidado, yo lo reconocí también, abogado implacable, con el mejor promedio de casos ganados y un playboy.
—Hermosa, el otro día me fui tan rápido, que no te pedí tu numero— saco su teléfono y se lo dio—. Me gustaría invitarte al cine en estos días.
¿Hermosa? ¿Enserio? ¿Eso era lo mejor que podía decirle? De por sí, ya era una obviedad que era hermosa, no estaba contando nada nuevo y ¿Por qué tanta confianza?
Celeste dudo a lo primero, no sé si porque no estaba segura de salir con él o porque estaba yo ahí, pero mi esperanza de que amablemente lo rechazara quedaron hechas polvo cuando lo tomo y anoto su número.
Se despidieron con un beso y un abrazo mientras yo esperaba como un idiota, mi humor ya no era el mismo para ese momento. Nos subimos al auto en silencio después de eso, no iba a preguntar, pero al final mi curiosidad por saber de dónde se conocían pudo más.
—¿De donde lo conoces? — me miro y volvió su mirada al frente.
—Nos chocamos por casualidad dos veces el mismo día y me invito un café.
—¿Te gusta? Vas a salir con él?
—No lo sé, es agradable, pero no se Santi, quizás no sería tan terrible salir una vez.
No pude decir más nada, el camino fue silencioso, mi cabeza un caos ruidoso que no me dejaba pensar, solo la veía a ella y a él y no era una imagen que me gustara. Me despedí de Celeste cuando la deje en su casa, mi humor ya no era el mismo para pedirle que me dejara quedarme con ella.
En cambio, me fui a mi piso y me ahogue en la primera botella de alcohol, mañana me ocuparía de las consecuencias.