Santiago
Una respiración acompasada me despertó y enseguida una sonrisa se formó en mis labios, ni siquiera tenía que abrir los ojos, su perfume a coco y su piel caliente sobre la mía, eran la mejor manera en el mundo de despertar.
Estar en esa cama, con ella en mis brazos era lo mismo que haber estado años de viaje y por fin haber vuelto a casa finalmente.
Ella fue, es y siempre será mi hogar.
Acaricié suavemente la piel de su cuello mientras apartaba su cabello y la oí exhalar, estaba despierta, lo sabía.
―Sos la única mujer que quiero― le susurre, justo antes de apoyar mis labios en su hombro―. Te amo...
Celeste se estremeció al sentir el roce de mi nariz en su cuello y se aferró a mi brazo con ambas manos. Fue instantáneo el efecto causado y eso me volvió loco, la forma tan visceral en la que reaccionaba a mí, demostrándome que me deseaba de la misma forma en que yo, la deseaba a ella.
Inspire profundo, bebiendo de su perfume, ese que llevaba impregnado desde que tenía uso de razón y me aferre a su cintura, apretándola contra mi cuerpo, como si con ello pudiera impedir que se vaya o me deje.
Ahora, la tenía justo donde más quería, y por nada del mundo volvería a dejarla ir.
Un gemido escapo de sus labios en cuanto sintió lo duro que ya estaba, la tenía agarrada, aprisionándola en mis brazos, sé que mi agarre es posesivo, intenso, pero a la vez suave, sin lastimarla. Celeste finalmente cayo rendida ante la sensación de mis labios en su piel, en su cuello, en su hombro.
Intente controlar la fiera necesidad que me abrumo, queriéndola escuchar otra vez gemir mi nombre, recorrí con mi lengua de manera lenta el espacio entre su cuello hasta el lóbulo de su oreja, y ahí lo atrape con mis dientes, tirando con suavidad.
La deseaba tanto.
Sin poder aguantarlo más, la gire en mis brazos y acune su rostro entre mis manos, no dude en estampar mis labios contra los de ella, hundiendo mi lengua en su boca, ansioso por saborearla de nuevo, y me volvió loco que me devolviera el beso con la misma intensidad, el mismo arrebato, mientras se pegaba a mí.
Deslice ambas manos por su espalda hasta llegar a su perfecto culo, levanto esa mirada verdosa y gimió de una manera deliciosa, la mire fascinado, como siempre, eso era lo que provocaba Celeste en mí, fascinación y más ahora que sabía cómo eran sus gestos cuando estaba abrumada por el deseo.
No solo era insanamente hermosa, sino, además, ardiente como el mismísimo infierno.
Con un dedo recorrí su labio inferior, sintiendo como dentro mío crecía cada vez más mi necesidad por ella. Pero esto, todo esto que sentía por ella y que fue cultivándose por años iba más allá de una atracción o deseo s****l, mis sentimientos por esta mujer iban mucho más lejos, era amor en su estado más puro.
Un amor que fue creciendo, mutando y madurando con nosotros.
Celeste se aferró a mis hombros cuando el beso se volvió demoledor, la subí encima mío y ella gimió cuando sintió mi dureza contra su humedecido sexo. Mi pene latió antes ese sonido y me apreté aún más contra ella, sosteniéndola por la espalda, abandoné su boca y descendí por su cuello, dejé un camino de besos húmedos hasta su tentador escote, aunque, en verdad, quería arrancarle el pijama que se había puesto a mitad de la noche y dejarla nuevamente desnuda.
Se arqueo hacia atrás cuando sintió mi lengua por el nacimiento de sus senos y eso me excito aún más si era posible. Y me asombraba y me maravillaba a partes iguales amar cada forma de tocarla y sentirla sin la necesidad de siempre dominar o infligir dolor.
Sabía que era una parte de mí, que difícilmente podría cambiar, pero con Celeste era diferente, no era solo sexo, con ella era amor, hacia el amor con la mujer que amaba y eso por lejos superaba cualquier otra cosa.
La coloque de espaldas en la cama y la desnude como tanto deseaba, me quede mirándola embobado, acariciando su piel con mis ojos, le aparte un mechón de pelo que cubría su mejilla y enterré mis dedos en su pelo, gimiendo de satisfacción ante eso.
―No te das una idea, la cantidad de noches que soñé con esto― confesé―. Todos estos años me toqué tantas veces pensando en vos, deseando el día en que pudiera perderme dentro tuyo.
―Créeme, no fuiste el único― dijo en un suspiro, no puede con el impulso de besarla, para nada preparado ante lo que me había dicho―. Santiago...
Gimió tan suavemente ante la posesividad con la que devoraba sus labios, me acaricio la espalda, encendiéndome aún más, erizándome la piel bajo su roce. En el momento en que acaricio mi erección perdí la cordura, interrumpí el beso y me aparté, su ardiente pasión aumentaba la mía de un modo peligroso. Cerré un momento los ojos para regular mi respiración agitada, volví a inclinarme para besar su cuello y ella me rodeo con sus brazos, aferrándose a mis hombros, empecé a descender despacio, dejando un camino de besos hasta llegar a sus pechos.
Tomé uno con la mano y lo cubrí con mi boca, jadeo al sentir mi lengua sobre su pezón y gimió mi jodido nombre en un susurro cuando succioné con fuerza. No puede evitar gruñir al escucharla y sin dejar de atormentarla con mi boca, lleve mi mano a la unión entre sus piernas y presione con suavidad la palma sobre su húmedo sexo. La sentí retorcerse ante el contacto y clavarme las uñas en mi piel desbordada por el placer que estaba sintiendo.
Me aparte para poder mirarla.
―Sos la mujer más hermosa que haya visto jamás, Cielo― Celeste abrió los ojos y los clavo en los míos.
―Te amo Santiago.
No necesite más nada que eso, me ubique entre sus piernas, instándola a separarlas un poco más, y sujetando mi m*****o extremadamente duro lo lleve hasta su entrada, palpitante en mi mano, ansioso por entrar en casa.
Sin apartar los ojos de ella, comencé a deslizarme lentamente en su interior.
Celeste gimió ante la sensación de tenerme dentro suyo, podía sentir como me iba abriendo paso, poco a poco, dejando que ella se acostumbre a mí, hasta enterrarme de lleno en lo más profundo de su cuerpo. Nunca dejo de mirarme mientras me sentía retirarme para volver a hundirme en ella.
Los movimientos eran lentos y pausados avivando el fuego y el deseo que emanaba de los dos.
Sentía todo mi cuerpo en tensión, apenas y podía respirar mientras luchaba contra las sensaciones a las que ella me estaba sometiendo, sus gemidos, su respiración agitada y el deseo que podía ver en sus ojos. Todo eso provocaba un fuego que no podía controlar y los movimientos comenzaron a ser más rápidos y duros, queriendo tomarla con más intensidad.
Y que me condenen si no iba a hacerlo.
―Oh dios, si― gimió, no me detuve, le acaricié el cuello con una mano y descendí hasta llegar donde nuestros cuerpos estaban unidos.
Jadeo con fuerza en cuanto mis dedos rozaron su clítoris, y trace pequeños círculos sobre su sensible zona, mientras no dejaba de penetrarla una y otra vez. Estaba cerca, podía sentirlo en la forma en que me apretaba, era delicioso, y me elevaba demasiado alto, extasiado por el placer que estaba sintiendo comencé a moverme más rápido, embistiéndola más fuerte, provocando que sus gemidos se volvieran más ruidosos.
Mis labios se movían sobre los de ella, su lengua recorriéndome con ansias mientras mis dedos implacables no le daban tregua, a la vez que entraba y salía de ella cada vez más rápido y más fuerte. Me sentía en la cima, en el borde del precipicio y sabía que la caída seria abismal.
En cuanto la mire, todo estallo a nuestro alrededor.
―Santi... ― el gemido de su orgasmo me llevo rápidamente al límite, desencadenando el mío, y sin poder seguir conteniéndome, me enterré en su interior con una última y profunda embestida. Apoyándome sobre mis antebrazos hundí mi rostro en el hueco de su cuello mientras intentaba recuperar el aliento. Celeste acariciaba mi pelo de forma cariñosa mientras ella misma se recuperaba, cuando pude me aparté lo suficiente para mirarla y me sonrió de esa forma que calmaba mi corazón y me hacía sentir amado como nunca antes.
―Buenos días.
―Buenos días, mi amor― salí de ella despacio y la atraje hacia mí para abrazarla, me sentí realizado cuando la escuché suspirar mientras se acurrucaba en mi pecho, relajándose por completo―. Tenemos que desayunar ¿qué te gustaría?
―Mmmm creo que... ― dijo de forma perezosa―, mate con unos muy muy ricos churros con dulce de leche.
Me reí porque ese desayuno era algo que tomaba solamente cuando estábamos en la costa.
―Mate con churros será.
― ¿Puedo preguntarte algo? ― me miro y había algo ahí que no pude leer, mi cuerpo entro en alerta de inmediato.
―Lo que quieras cielo.
―Bueno la cosa es que…― murmura―. Es que...
― ¿Qué pasa? ¿Es algo malo?
―No, claro que no― suspira―. Es que Delfina me dijo... ― solo escuchar su nombre me pone tenso, pero la dejo que continúe a donde sea que quiera llegar―, me dijo que eras un dominante que te gustaba infligir dolor, y anoche y ahora no hiciste eso.
Maldita Delfina, los deseos de matarla con mis propias manos son cada vez más fuertes ¿Con que derecho se creyó de ventilar mi intimidad de esa manera? Jamás iba a ocultarle esa parte mía a Celeste, pero quería ser yo quien se lo dijera y que estuviera preparada para escucharlo.
―Escucha, cielo yo...
―No te estoy juzgando, Santi― me corta―. Y me encanto todas las veces que estuvimos juntos, jamás había sentido algo igual, solo me llamo la atención la forma en que te comportaste conmigo, tan dulce, tan delicado, tan hermoso.
―Jamás voy a sentir que me estas juzgando cielo, es solo que me hubiera gustado ser yo el que te lo contara y no ella.
―Lo sé, me molesto mucho cuando me lo dijo, exponiéndote de esa manera.
―No sé lo que te dijo específicamente, pero dudo que haya sido mentira alguna parte― digo―. Si, hace años soy un dominante y me gusta el sexo duro e infligir dolor para llegar al placer, pero tiene que ser algo consensuado por las dos partes siempre.
― ¿Y porque a mí no me lo pediste?
―Porque, primero, con vos es diferente― le explico―. No lo sé, es distinto, sí, me encantaría poder experimentar con vos todo lo que me gusta, pero cielo, haber estado juntos fue algo más profundo que tener sexo, es hacer el amor con la mujer que amo, y eso me genera una sensación dentro que no me la genera nada más, no me importa si es sexo duro, vainilla o lo que sea mientas sea con vos.
―Santi...
―Te amo demasiado y si para poder estar con vos tengo que renunciar a lo que sea, así sea un gusto s****l lo voy a hacer porque lo que me haces sentir no me lo da nada ni nadie más que vos.
―Te amo tanto, tanto― me abraza más fuerte―. Tenía miedo que estar conmigo no llenara tus expectativas o que no te satisficiera.
― ¿Enserio pensaste eso? ― asiente―. Cielo, nunca en mi vida había sentido tanto placer, nunca me había sentido tan pleno, completo y satisfecho y eso solo me lo das vos.
―Vos provocas lo mismo en mí.
―Me alegra escuchar eso, sobre todo para todo lo que pienso hacerte después― le doy una nalgada en el culo que la sobresalta y la hace reír―. Ahora, primero ducha y después desayuno.
―Al final no podes con tu genio y te sale el dominante por cualquier cosa.
―No tientes tu suerte― le digo mientras la veo irse al baño riéndose.
Y sonrió, nunca me sentí tan en paz y feliz.