Celeste
Mi cuerpo temblaba por la anticipación, estaba semi desnuda frente a él y me sentí bien y hermosa. Su mirada me quemaba y me miraba de una forma que me aturdía.
Me acerqué más y besé la piel de su cuello, haciendo que se estremeciera, a pesar de mi temor siempre a dar el primer paso, no pude evitar sentirme exaltada por la reacción que tuve en este hombre tan imponente e importante.
Apoyó la mano en mi nuca.
—Cariño, no soy conocido por ser moderado, no creo que salgas de este departamento sin haber sido tomada por mí.
Alcé la vista para mirarlo a los ojos y demostrarle que no tenía dudas en entregarme a él esta noche.
—No tengo planeado salir de acá, en absoluto.
Me atrajo hacia él, estrechando mi cuerpo contra el suyo con tanta fuerza que podía sentir la dureza de su erección contra mi abdomen.
Aplastó sus labios contra los míos mientras me agarraba el trasero, apretándolo y haciéndome jadear, permitiéndole profundizarlo e invadir mi boca, dominándome en este beso como estaba segura dominaba todo en su vida.
Sabía a wiski.
Ese beso me hizo arder por dentro y por fuera, mi ropa interior empapada y mi cuerpo anhelando profundizar aquellas sensaciones. Una de sus manos soltó mi trasero y ascendió por mi espalda, acariciando cada centímetro de piel desnuda, recorriéndola hasta el punto de combustión.
Agarré su saco y se lo quité para empezar a desabrochar su camisa, mis dedos rozaron cada porción de piel disponible mientras lo hacía, Bruno gruñó contra mis labios y sus fuertes dedos ahuecaron mi mandíbula y mi cuello, para profundizar aún más el beso, poseyéndome por completo.
—Llévame a tu habitación— susurro contra mis labios.
Como pudimos llegamos hasta ahí, ni siquiera llegue a prender la luz, solo iluminaba la luz que se filtraba de afuera. Tiró de mí, hasta que sentí la suavidad de mi acolchado en la parte posterior de mi muslo y sin romper el beso, me empujó hacia la cama.
Finalmente, se alejó de mi boca, dejando que sus labios recorrieran suavemente la línea de mi mandíbula y bajaran por mi cuello, succionando suavemente el punto de mi pulso.
Era hipnotizante.
—Bruno— susurré, deslizando los dedos por su cabello, cerrando los ojos para concentrarme únicamente en la sensación de sus labios sobre mi piel.
Su pierna se deslizó entre las mías, su muslo presionando donde tan desesperadamente dolía.
Sus labios siguieron descendiendo por mi garganta, explorando cada rincón como si mi piel fuera el mapa que el más quería descubrir.
Mordisqueó mi cuello, y mis caderas se elevaron inconscientemente, frotando mi núcleo contra su muslo, proporcionándome un placer instantáneo.
Volví a levantar las caderas, frotando, intentando liberarme de alguna forma.
—Estás tan húmeda para mí, cariño.
Estaba demasiado excitada, el deseo y la lujuria me robaban hasta la última parte de mi timidez. Lo único que importaba ahora era satisfacer esta necesidad que se extendía por mi cuerpo.
Gemí su nombre, moviendo la cadera cada vez más alto y con más fuerza, mientras su muslo ejercía la presión adecuada en la parte superior de mi abertura.
Movió la pierna y gemí al perder la deliciosa fricción, abrí los ojos y fruncí el ceño, frustrada por haberme apartado de mi inminente orgasmo.
—Tranquila, cariño, tenemos toda la noche— murmuro mientras sus labios recorrían mi pecho hasta detenerse en la piel expuesta de mi ombligo—. No quiero que te corras todavía— levantó la vista, apoyó la barbilla en mi vientre y me miró a los ojos, se inclinó hacia mí y solté un grito de sorpresa cuando me pasó la lengua por el ombligo.
—Bruno…
—Tengo muchos planes para nosotros esta noche, con los que fantaseé, una y otra vez, cuando me masturbaba pensando en vos. Voy a hacer que te corras tantas veces esta noche que me vas a pedir por favor que me detenga— subió las manos, agarrando mis pechos y jugando con ellos—. Decime, cariño, ¿también te tocaste pensando en mí?
Atrapé mi labio inferior entre mis dientes y asentí.
—Hermosos— susurró antes de rozar suavemente mi pezón con sus labios y lamerlo con caricias largas y duras. Cerró los labios, succionó el pezón y lo introdujo en su cálida boca, haciendo girar su lengua caliente alrededor de la punta endurecida.
Cerré los ojos y gemí con fuerza, arqueando la espalda.
—Oh dios, Bruno esto es... — grite cuando tiró de la punta, no tan fuerte como para causarme verdadero dolor, pero sí lo suficiente como para provocarme una corriente electrizante que recorrió mi cuerpo y se detuvo en mi entrada, creando una nueva oleada de humedad que me empapó por completo.
Repitió la misma acción en el otro pezón antes de besarme por todo el cuerpo, mientras sus manos permanecían en mis pechos, ahuecándolos y amasándolos. Sus labios se detuvieron justo en el dobladillo de mi tanga.
—¿Estás segura de querer esto? — bajó un poco mi tanga para besarme el hueso de la cadera, antes de bajármela del todo.
Me estremecí.
—Ojos abiertos Celeste, necesito ver que me mires a mí—su voz era grave, apenas reconocible tanto por su lujuria como por el esfuerzo por contenerse que estaba haciendo.
Y yo no quería que se contuviera.
Abrí los ojos y miré a la bestia de hombre que estaba mirándome con tanta pasión que me sentí como una diosa en un altar.
Se lamió los labios y tuve que impedir instintivamente que mis piernas se abrieran.
—No sé qué hice para que me des una oportunidad—dijo, dejando que sus ojos recorrieran lentamente mi rostro, mi pecho y mi vientre antes de detenerse en el vértice de mis muslos, su escrutinio había sido tan intenso que lo había sentido como una caricia ardiente sobre mi piel—. Pero, lo voy a tomar todo.
Mis ojos recorrieron su cuerpo y la excitación dio paso a la duda cuando me detuve en su erección, que sobresalía orgullosamente.
No era difícil adivinar que estaba muy bien dotado.
Tragué saliva.
—Vas a tomarlo todo, cariño ¿sabes por qué? —pregunto—. Porque, estás hecha para mí— se movió y besó la turgencia de mi pecho—. Te prometo que antes que termine la noche, vas a estar ahogada de placer.
Empezó a lamerme y a mordisquearme la garganta mientras su mano recorría mi vientre hasta ahuecar la parte más íntima de mí en un gesto tan posesivo que ensanché ligeramente los muslos.
—Tan buena chica— ronroneó mientras sus dedos recorrían mi abertura de arriba abajo.
—Bruno... — gemí.
—No tenes idea lo mucho que me excita escucharte gemir mi nombre, cariño, es el sonido más erótico y tentador del mundo— presionó su pulgar contra mi clítoris antes de introducirlo lentamente en mí.
Gemí, sin saber cómo expresar con palabras todo esto que me estaba haciendo sentir y lo que quería que hiciera.
Lo quería más adentro.
—Más...
Me besó salvajemente, su lado dominante apoderándose totalmente mientras su pulgar presionaba completamente dentro mío, moviéndose en círculos tortuosamente lentos.
—Más...por favor, mas…— volví a suplicar, quería tenerlo dentro de mi desesperadamente.
Rompió el beso y levantó la cabeza, haciéndome gemir de doloroso placer. Se llevó el pulgar a la boca y lo chupó.
—Quiero probarte tanto— dijo.
Agarré sus hombros que abrieron mis piernas al máximo, sin ocultar nada y su cálido aliento tan cerca de mi abertura me hizo estremecer.
Mordió suavemente mi muslo, antes de lamerme entre los labios, abrirme y presionar la carne interior con la parte plana de la lengua.
Dejé escapar un jadeo al tiempo que me aferraba con fuerza a sus hombros, clavando las uñas en su piel caliente.
Me agarró de las caderas para mantenerme en mi sitio mientras hundía por completo la cara entre mis piernas, sus labios y su lengua, alternando entre leves mordiscos y lamidas que me estaban volviendo loca. Su respiración era acelerada y me reconfortaba saber que estaba tan perdido como yo.
Moví las caderas, buscando algo que solo él podía darme. De repente, mientras su lengua entraba en mí, un orgasmo estalló sin previo aviso, cegándome por su fuerza mientras caía finalmente del borde, gritando su nombre.
Levantó la cabeza, sus labios y su barbilla brillaban con mi excitación, volvió a besarme mientras intentaba recuperar el aliento y se detuvo en mi boca, besándome con más intensidad que antes.
Saborearme en su lengua y sus labios lo hacía aún más erótico, dejé que mi mano vagara entre nuestros cuerpos y la apoyé en su dura y palpitante erección, con la necesidad física de tenerlo muy dentro de mí. Recorrí su longitud, rodeé su dureza con los dedos, sintiendo cómo palpitaba en mi mano, y apreté suavemente.
Bruno gimió contra mi boca.
—¿Te hice daño?
—No cariño, tu mano en mi v***a siente tan bien, es como el paraíso, pero te deseo demasiado y quiero correrme con mi m*****o muy dentro tuyo.
Separé las piernas para dejarlo completamente entre ellas y subí las rodillas para encerrar sus caderas, con su pene presionando contra mi hendidura.
—Bruno… te quiero dentro mío, te deseo tanto— suspire buscando una bocanada de aire—. Quiero...yo…
No pude terminar porque me beso profundo, su lengua jugueteando con la mía mientras su mano izquierda se aferraba a mi pecho.
Se movió ligeramente y sentí la cabeza voluminosa de su pene contra mi entrada, presionando suavemente.
—Me volves loco— dijo, rompiendo el beso y rozando un poco mi entrada para introducir la punta.
—Vos también me volves loca, me encantas Bruno— susurre, dejando que mis manos recorrieran su espalda, haciéndolo estremecer antes de girar la cabeza hacia un lado para besar su fuerte bíceps.
—Mierda… decímelo otra vez— pidió apretando sus dientes, deslizándose un poco más dentro de mí.
—Me volves loca y me gustas mucho.
No termine de decirlo, avanzó en una larga y dura embestida, echó la cabeza hacia atrás, claramente perdido en su placer.
—Lo siento— se disculpó con la voz estrangulada.
—Estoy bien— gemí, empezó a besarme en todos los puntos a su alcance, besó mi garganta, mi pecho, recorriendo mi pezón con la lengua.
—Espera— me miro alarmado y queriendo salir dentro mío—. No me puse un preservativo.
—Está bien— le acaricie el rostro—. Tomo anticonceptivos y estoy limpia.
—Gracias dios…. yo también estoy limpio.
Empezó a embestir suavemente, entrando y saliendo de mí, moví las piernas y apoyé los talones en sus nalgas.
Dejó escapar un gemido gutural y empezó a penetrarme más, más fuerte, más rápido, llenándome hasta que me quedé tensa a su alrededor.
Instintivamente, mis caderas empezaron a seguir cada movimiento, cada profunda embestida, sentí que la tensión crecía, cada vez más con cada uno de sus potentes embates.
—Quiero que te corras para mí, cariño— susurró en mi oído mientras una de sus manos se deslizaba entre nuestros cuerpos y pellizcaba mi clítoris palpitante entre sus dedos.
Una vez más, sentí que mi mundo explotaba a mi alrededor y me arrastraba, aumentando todos mis sentidos, sintiendo cada línea de su dureza mientras mi cuerpo se aprisionaba a su alrededor con cada espasmo.
La oleada post orgásmica fue suficiente para hacerle perder el control y, tras un par de embestidas erráticas, se corrió gimiendo mi nombre.
Cayó pesadamente sobre mí, tan jadeante como yo, soltó un suspiro mientras rodaba hacia un lado, obligándose a retirarse de mí.
—¿Estas bien? — pregunto, con voz grave y somnolienta.
Sonreí, me puse de lado y me acurruqué en su pecho.
—Estoy increíble— besé sus labios en una suave caricia antes de acomodarme de nuevo sobre su brazo, con la cara enterrada en su cuello—. Estoy en una nube de placer.
—Le hace tan bien a mi hombría escuchar eso— reímos, mientras me abrazaba.
—A vos ¿te gusto también? — puso un dedo en mi mentón y lo levanto para que lo mire, dejo un beso suave en mis labios.
—Nunca había sentido tanto placer así en mi vida.
Me estremecí.
Apoyé un brazo en su pecho y levanté la pierna para quedar entre las suyas, sintiendo su ahora suave v***a contra mi pierna mientras me acurrucaba más contra él. Cerré los ojos y tracé patrones en su pecho mientras empezaba a dormirme.
Sentí que sus labios rozaban mi frente.
—Dormí tranquila, hermosa, yo voy a cuidarte.
Y me dormí, sintiéndome segura, feliz, deseada y adorada por primera vez en mucho, mucho tiempo.