Celeste
Abro los ojos, y trato de acostumbrarme a la poca luz que entra, sé que es de día por los reflejos que tímidamente se cuelan. Intento ver la hora, alcanzo a observar que faltan diez minutos para las siete de la mañana.
Bruno sigue profundamente dormido, la realidad de lo que paso anoche me golpea fuerte, y la sonrisa en mi rostro es inevitable. No había planeado que se quedara, pero todo se fue dando de manera tan natural que no quería romper el momento y me vi, sorprendentemente cómoda durmiendo junto a él y su calor.
Quito su brazo de mi cintura para levantarme e ir al baño, pero antes de que pudiera hacerlo, Bruno vuelve a sujetarme, obligándome a volver a acostarme.
—Bruno... — trato de zafarme—. Soltame, quiero ir al baño.
Mis ruegos no son escuchados por él, se coloca encima de mí y no puedo moverme, su cuerpo caliente presionado contra el mío, envía ondas de calor a todas partes. Sus labios acarician la piel de mi cuello, siguiendo hasta mi clavícula.
—Estas dispuesta... — comienza diciendo, mientras sus manos acarician mis pechos y pellizca mis pezones para luego darle una suave lamida—. A qué te haga sentir un placer intenso
—¿De que estas hablando? — apenas pude decir, su lengua implacable en mis pechos.
—De que puedas tener una sesión muy intensa de sexo mientras aguantas las ganas de hacer pis— muerde mis pezones y por inercia arqueo la espalda.
—¿En.. enserio? ¿Cómo eso es placentero?
—Déjame mostrarte, hermosa, te juro que vas a sentir todo potenciado.
Me excite, ahí mismo en sus brazos y no había forma de negarlo, había algo en Bruno que me liberaba de todo, el me veía en toda mi magnitud y no tenía que fingir ni ser quien no era.
Era simplemente yo, y a él, le encantaba.
Asique no había forma de que no estuviera dispuesta a probar esto que él me ofrecía. Se apoya sobre su brazo y con su otra mano comienza a descender por mi cuerpo en caricias tortuosas, su mirada es una mezcla perfecta de sensualidad y excitación.
Mis piernas se abren para él, sin la necesidad de que me lo pida, es casi instintivo, su mano recorre mi piel hasta mi cadera y se acomoda entre mis muslos.
—¿Qué es lo que queres hermosa? — me susurra.
—A vos— susurre igual, casi sin aliento.
—Me gusta esa respuesta, pero quiero la verdadera.
—Que me toques.
—¿Donde? — pregunto mientras dejaba un beso en mi cuello y luego mordía suavemente.
—Acá— jadeo—. Quiero que me toques acá— pongo su mano entre mis piernas, ansiosa y desesperada.
Aprieta y arqueo la espalda, su dedo comienza a trazar círculos en mi clítoris, mientras dos de sus otros dedos están dentro mío, gimo sin contenerme, Bruno muerde mis pezones cuando me arqueo, envolviéndolo después con su lengua caliente.
—Por dios, Bruno— agarro con fuerza sus brazos pidiéndole que no pare, necesitada de más.
—¿Que más queres cariño? — hunde más profundo sus dedos y me hace perder la cordura.
—Te quiero dentro mío…
—Me vuelve loco que me lo pidas así— se arrodillo entre mis piernas y me embistió con fuerza, tan profundo, que lo sentí hasta el alma. Lo miro a los ojos y observo sus brazos y pecho musculoso y esa visión de él, entrando y saliendo de mi todo sudoroso, me mojo aún más.
Él tenía razón, sentía una presión que nunca había sentido, era desesperante y alucinante a la misma vez, no podía hablar, ni siquiera podía pensar, Bruno miraba mi boca con hambre, mi pecho, que subía y bajaba con cada una de sus fuertes estocadas.
—¿Estas sintiendo cariño? — jadea y me penetra—. ¿Podes sentirlo? ¿Podes sentir esa deliciosa presión?
Asiento, incapaz de poder formular una respuesta, pero sintiendo como se tensaba mi vientre ante el inminente orgasmo, muy en lo profundo. Levantó mis piernas y las sujeto con una mano, me embistió más profundo.
Estaba tan cerca y tan necesitada de explotar que lleve mi mano a mi clítoris para acelerarlo, me acarició dando pequeñas caricias en círculos, mientras las embestidas de Bruno eran cada vez más brutales.
—Déjame, yo quiero hacerlo— quitó mi mano y sus dedos me reemplazaron, acariciándome de una forma que me hizo perder la cabeza y casi el sentido.
El orgasmo me sacudió por completo y todo se cristalizo a mi alrededor. Soy un manojo de sensaciones mientras él no deja de moverse, alargando el placer que me recorre y me atraviesa por completo.
Se mueve más rápido, más duro, más letal hasta que su orgasmo lo atraviesa y se viene dentro mío.
—Dios…— Bruno se deja caer sobre mí, me abraza por la cintura y yo apenas puedo moverme o respirar. Lo miro y le sonrió mientras con una mano le acaricio el pelo.
Me besa el abdomen y me mira sonriendo, apoyando su mentón en mi vientre.
—Eso fue...
—Eso mismo— me dice—. Alucinante.
Una hora, un orgasmo más y una ducha después Bruno estaba terminándose de vestir porque se le había hecho tarde para una reunión. Estaba apenado por no poder quedarse a desayunar, pero quedamos de mensajearnos durante el día y ver que surgía, no porque no quisiera verlo sino porque justo hoy estaba bastante ocupada con unos nuevos proveedores de telas que iba a visitar.
Me puse una bata de seda y me até el pelo en un moño, mientras Bruno terminaba una llamada, cuando me vio me sonrió y colgó.
—Ya tengo que irme, hermosa— me sujeto de la cintura y me acerco a el—. Te llamo y si tenemos un ratito libre podemos vernos ¿te parece?
—Me recontra parece— me dio un beso, demasiado corto para mi gusto.
—Celeste— dijo y me miro fijo, el pulso se me acelero—. Quiero que sepas que pase una noche increíble y me gustas demasiado, si no fuera urgente esta reunión, te juro que no saldría de acá en todo el día— me reí—. O mejor, no saldríamos de la cama.
—Bruno... — estaba a punto de responderle que él también me gustaba cuando un golpe seco en la puerta nos hizo mirar a los dos en esa dirección.
Me acerque preocupada a abrir, cuando agarre el pomo de la puerta y tire, la espalda de Santiago cayo, quedando tirado en el piso y con la mirada entrecerrada.
—¿Santiago? ¿Qué haces acá? — mire a Bruno, sin saber que hacer o decir, no tenía idea que estaba pasando.
—Cielo... yo... — me agache a su lado para tratar de ayudarlo a levantarse y el olor a alcohol me golpeo fuerte.
—Dios— dije, respirando—. Estas asquerosamente borracho.
Bruno me miro, sabía que esta era una situación demasiada rara para él, pero no me dijo nada, solo me ayudo a levantarlo y acostarlo en el sofá.
—¿Vas a estar bien cariño? — me pregunto—. ¿Queres que llame a alguien?
—No, está bien, yo me hago cargo desde acá— lo acompañé hasta la puerta, se giró y volvió a mirar a Santiago—. Mírame— le pedí—. Está bien, no pasa nada, lo más probable es que duerma hasta que se le pase y cuando esté consciente se ira a su casa.
—No me gusta que haya llegado así, borracho y dejándote en la tarea de que lo tengas que cuidar.
—Es mi mejor amigo, Bruno— tenía razón en cierto punto, pero a pesar de todo, no iba a dejarlo solo si estaba mal—. Él fue mi sostén en mis peores momentos, no puedo dejarlo solo porque este borracho.
—Lo sé— suspiro—. Te llamo ¿sí?
—De acuerdo— le sonreí para que no se vaya así, pero él se giró para salir—. Bruno— lo llame.
—¿Que paso? — me miro sin entender.
—¿No te estas olvidando de algo? — se acercó y me sonrió, esta vez con calidez en su mirada y me tomo de la cintura acercándome a él, me beso con tanta ternura que se me derritió el corazón.
—Te voy a extrañar— me susurro una vez que se separó de mí.
—Yo también.
Se fue y cuando el ascensor se cerró y lo perdí de vista, cerré la puerta y me acerqué al sofá, Santiago estaba inconsciente y me preguntaba qué había pasado para que tomara de esa forma, me dolía verlo así, porque a pesar de todo, a pesar de mis sentimientos, no dejaba de ser mi mejor amigo, el que jure que iba a cuidar siempre.
Tome la manta que había en el respaldo y lo tape, le corrí un mechón de pelo de la frente y le di un beso ahí, me levante para irme a preparar un café y sujeto mi mano con fuerza, no abrió los ojos, parecía que balbuceaba en sueño.
—No me dejes cielo… no se vivir sin vos— balbuceo—. No puedo sacarte de mi corazón.