Capitulo 14

1405 Words
Santiago La mañana había sido un verdadero caos con varios contratos que se habían caído, sumado a algunas acciones que no funcionaron como esperábamos. No nos afectaba mucho la verdad, pero no me gustaba perder en nada y menos a manos de la competencia que encima se había llevado una noticia exclusiva. No estaba pudiendo dormir bien y mi malestar tenía nombre y apellido. Sin embargo, como si todo ya no fuera una verdadera mierda, la puerta se abre dándole pase a una para nada contenta Delfina. Quizás que haya cancelado dos de nuestras últimas tres cenas, sea un factor para que este así. No podría importarme menos. Sin esperar a que la invite a pasar, llega hasta mi escritorio y me tira un sobre esperando que lo abra, lo hago y veo que es la invitación para una cena benéfica que se hará en dos días. —¿Se puede saber porque no me avisaste de esta cena? — pregunta sentándose, nuevamente sin ser invitada—. Tengo que prepararme con tiempo para estos eventos. —Porque no pensaba ir con vos— le digo mientras vuelvo a mis documentos. —¿Ibas a ir solo? ¿Sabes eso como dañaría nuestra imagen? —No pensaba ir solo, solo, no pensaba ir con vos— se ríe sin ganas, sé que la llevo al límite de su paciencia muchas veces, pero de nuevo, no me importa. —¿Y con quien se supone que ibas a ir? —No se supone, voy a ir con Celeste— explico—. Es ella la que siempre me acompaño a estos eventos. —Por supuesto que tenía que ser ella. —¿Que se supone que significa eso? —Significa que ella no tiene cabida en nuestro mundo o en nosotros— nos señala—. Puede que antes fueras con ella, pero ahora soy tu prometida y es conmigo con quien vas a ir a los eventos sociales. —Delfina... — digo perdiendo la paciencia. —No, nos vas a dejarme en ridículo frente a todo el mundo, ni vas a hacerme el hazmerreír de los programas amarillistas— dice ofuscada—. Además, ahora que esta de novia no creo que tenga tiempo para ir con vos a todos lados. —Ella no tiene novio— digo, pero el recuerdo del abogado me viene y me oprime el pecho. —Bueno, déjame decirte que no es eso lo que parecía la última vez que la vi…— finge recordar—, ah sí, la vez que fui a tomarme las medidas, él se apareció con un ramo de rosas y aquí entre nos se rumorea que el gran Bruno Lombardo, la llevo a pasear en su yate exclusivo. —¿De que mierda estás hablando? —De que están juntos— señala—. Un gusto cuestionable para alguien del estatus de Lombardo, no imagine que se interesara en alguien tan común y corriente, pero gustos son gustos dicen. —Ándate— digo, totalmente furioso—. No tengo tiempo para esta estupidez. —Me voy y te espero para ir a la cena a las ocho en punto en la puerta de mi casa— toma su bolso y se encamina hacia la puerta, pero antes de irse se gira y me mira—. Una última cosa, no te quiero tan cerca de ella, tu amistad con esa tiene los días contados Santi, después de que nos casemos no la quiero cerca nuestro y mucho menos cerca de tuyo. Definitivamente el día era una mierda y no iba a mejorar ni un poco. Cuando dieron las ocho, ya había pasado demasiadas horas en esta oficina, sin embargo, si el dolor de cabeza no me estuviera matando me hubiera quedado. No me gustaba mi departamento, podía tener todos los lujos, pero no había lo que yo más quería y desde que me fui del piso de Celeste no había vuelto. Y la verdad es que ahí era donde me sentía realmente en casa. Me subí al auto y manejé sin saber bien a donde ir, estaba cansado, frustrado y triste. ¿Sera verdad todo lo que dijo Delfina? ¿Estaría saliendo con Lombardo? Golpee la puerta más fuerte de lo que pretendía, había salido tan rápido del auto que me había olvidado las llaves en la guantera. Unos segundos después ella apareció, como un ángel en un pijama corto que me exalto más de lo que ya estaba. —¿Estas saliendo con el idiota de Lombardo? — dije entrando y cerrando de un portazo. —¿Que? ¿De que estas hablando Santiago? — dio un par de pasos a medida que me iba acercando, la sangre me hervía y no podía controlar el deseo que me consumía por ella. Se sobresaltó cuando alce la mano, acunando su mandíbula mientras mi pulgar rozaba suavemente su pómulo. —Intento portarme bien, pero cuando me miras así, con esos ojos, es jodidamente peligroso— me incline hacia abajo. Era demasiado, demasiado cerca, demasiado hermosa... demasiado peligroso para mi corazón. —¿Qué te pasa Santiago? ¿A quién debería temerle? — me miro confundida y no podía responder con coherencia porque ni yo entendía que me estaba pasando, era como si fuera otra persona. —A mí— susurre mientras mi mano se deslizaba desde su mandíbula hasta su cuello al tiempo que mi boca descendía sobre la suya. Se puso rígida por la sorpresa cuando mis cálidos labios rozaron los suyos, una, dos veces, antes de presionar con más insistencia, atrapando su labio inferior. Mi cuerpo tembló ante ese roce, había soñado con este momento por más de quince años. Rodee su cintura con mi brazo libre, estrechando su cuerpo contra el mío. Mis labios se volvieron más insistentes mientras sus manos recorrían mi espalda, soltó un pequeño jadeo cuando tire de ella para acercarla más y aproveche la oportunidad para profundizar el beso. La sensación estalló en la boca de mi estómago cuando su lengua tocó la mía. Si tuviera que describir en este momento como me imagino que es el paraíso, diría sin dudas que es ella y su boca. No podía pensar, no podía controlar nada, mis pulmones se expandían con inestabilidad mientras mi boca exploraba la suya. Levanto los brazos y me rodeo el cuello, hundiendo los dedos en mi cabello. Deje escapar un gruñido contra sus labios antes de romper el beso, mis propios labios recorriendo suavemente la piel de su cuello. —Santiago— gimió cuando mis labios se detuvieron en el lugar más sensible de su cuello y pasee suavemente mis dientes por su tierna carne, lamiendo el punto más vulnerable de su cuello. Me ahogaba por completo en la lujuria y el deseo que sentía por esta mujer desde que tenía memoria y lo único que quería en este momento era descubrir su piel, saborearla, adorarla y enterrarme profundamente dentro de ella toda mi vida. Volví a lamer y me detuve cuando llegué a la hendidura detrás de su oreja. —Dios me ayudé Celeste, nunca tuve la intención de corromperte, pero soy incapaz de resistirme a vos— susurre, mi voz, profunda de deseo—. Tengo que tenerte— atrape el lóbulo de la oreja en la boca, succionándolo—. Quise hacerte mía desde que entendí el deseo que provocabas en mí. —Tómame, entonces. —No tenes idea de lo que acabas de pedir cielo, pero soy muy débil para negarme— empezó a quitarse la ropa y la detuve—. No, anda a la habitación y espérame desnuda y de rodillas. El corazón me palpitaba tan fuerte en el pecho que sentía que se me iba a salir, cuando entre en nuestra habitación la tenía como quería, como la había imaginado y como la había deseado todo este tiempo. Me acerque para tocarla, pero un sonido lejano me hizo girar a la puerta. Cuando volví a mirarla había desaparecido. —Cielo…— me desperté diciendo su nombre, el ruido de la alarma era insoportable. Estaba agitado y sudoroso. Hacía años que no tenía un sueño así con ella y ahora tenía una puta erección que no se me iba a ir con nada el mundo. Tenía que hacer algo, porque si no Celeste iba a seguir incrustada en mi cabeza y yo no iba a poder vivir en paz.
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