Celeste
Había aceptado tener una cita.
Si una cita con Bruno y de esto hacía ya tres días, estaba tan nerviosa, probablemente hacia una eternidad que no salía a una y los nervios ya habían comenzado a apoderarse de mí.
Era sábado y debería estar trabajando en ese vestido de novia, pero por alguna razón mi cabeza estaba en estado de shock, yo había aceptado y sabia de que se trataban las citas, pero no podía con eso.
Temprano en la mañana cuando me aviso que iba a pasar por mí, no especifico a donde iríamos con lo cual no tenía ni idea que ponerme.
Mi teléfono suena y rogando que sea mi amiga para que me auxilie lo agarro, no es ella, es un nuevo mensaje de Santiago, ya es el quinto, pero no voy a responderle. Una semana de silencio absoluto de su parte, ahora que se aguante que sea yo la que no tiene ganas de hablar.
Y no quiero que mi humor cambie, realmente quiero ir a esa cita con Bruno y pasarla bien, lo poco que conozco de el hasta ahora me agrada y me hace reír, por eso quiero que hoy solo se trate de él.
Decido poner música y llenar la bañera, nada como un buen baño de inmersión para relajar los nervios y la ansiedad.
Cuando el agua está en su punto justo, me quito la ropa y me sumerjo, se me eriza la piel por la temperatura y suspiro, se siente tan bien. Cierro los ojos y dejo que la música y el agua me relajen, mi cabeza se dispersa y no pienso en nada, solo respiro.
No sé cuánto estuve, pero cuando el agua se puso tibia decidí que es hora de salir, me seco, me pongo una bata y voy hasta el cuarto, falta media hora para que Bruno llegue asique, abro el armario y decido que voy a ponerme.
Me inclino por un vestido de color rojo, casi coral y un maquillaje muy sutil con el pelo suelto, quiero que me vea más natural, más como soy yo, esa es la Celeste que quiero que conozca porque es de la forma en la que más cómoda me siento.
Podría ponerme un vestido de noche y maquillarme, pero al final del día, esta versión mía es la que está. Tomo un bolso pequeño, guardo mis documentos, las tarjetas, un gloss y las llaves.
Ah y mi teléfono.
Justo cuando estaba por dejarlo en el sofá, el timbre de la puerta suena, respiro hondo y me digo a mi misma que no hay motivo para estar nerviosa, solo es una cita.
Abro la puerta y me quedo sin aliento.
—Hola hermosa— Bruno me toma de la cintura y deja un beso en mi mejilla, lo observo y me siento desarreglada a su lado. Esta vestido de manera informal, con un pantalón de jean n***o, botas, una camiseta y una chaqueta de cuero también negra.
Una fantasía viviente.
—Hola— digo tratando de sonar lo más normal posible y que no vea como me afecto verlo.
—Estas deslumbrante— me dice mirándome fijamente, no puedo sostenerle la mirada, es demasiado—. Realmente no importa que te pongas, todo te hace ver hermosa.
Sonrió, es como si hubiera adivinado lo que estaba pensando y allá dicho lo que necesitaba escuchar.
—Entonces, ¿a dónde vamos a ir? — pregunto, tomando mi bolso.
—Eso es una sorpresa— toma mi mano y salimos cerrando la puerta.
Me abre la puerta del auto y una vez dentro él se sube también, lo observo y no puedo dejar de pensar en lo bien que se ve, es un hombre muy buen mozo y sexy, de eso no hay duda, pero toda esa sinceridad y aire despreocupado que siempre tiene es lo que lo hace tan interesante.
—¿Música?
—¿Que? — pregunto, saliendo de mis pensamientos.
—Que si queres que ponga algo de música— repite.
—Oh, sí claro— deja que la música invada el espacio y sonrió cuando escucho mi disco preferido, Bocanada, de Gustavo Cerati nos deleita lo poco que dura el trayecto.
No vamos a la zona de los bares ni de restaurantes cosa que me asombra, no me molestaría ir a tomar algo a una plaza, pero no lo veo a él haciendo ese tipo de planes. Sin embargo, mis ojos se abren en grande cuando se estaciona en Puerto Madero y baja, rodea el auto y me abre la puerta ofreciéndome su mano para salir.
Me guía por una pasarela mostrándome todo hasta que estamos frente a un enorme Yate, que sin miedo a equivocarme es más grande que todo mi departamento.
—Bruno— digo aun atontada—. Me trajiste a un Yate.
—Si ¿Te gusta? — pregunta.
—Es hermoso— respondo mirándolo, me sonríe.
—Vamos entonces, tengo una cita planeada para los dos.
Me ayuda a subir por una rampa y el sube detrás de mío, hay un hombre a bordo que me saluda, pero después de intercambiar algunas palabras con Bruno, se baja y se pierde por la pasarela.
—Veni— me dice mientras toma mi mano, me lleva hacia la parte delantera del Yate donde hay una mesa completamente decorada con velas y flores. El lugar es precioso, es amplio y tiene una especie de asiento a lo largo todo acolchonado, como si fuera un sofá enorme.
Miro todo asombrada, nunca había estado en uno y es increíblemente hermoso, me adelanto absorta en el atardecer que se dibuja en el horizonte y me quita la respiración. Siento su presencia, detrás mío y mi piel se eriza.
—¿Te gusta?
—Es... no tengo palabras— susurro y giro mi rostro, siendo consciente de lo cerca que esta—. Te quita la respiración.
—Ya lo creo que si— dice mirando mi boca y volviendo a mis ojos—. Voy a ponerlo en marcha solo para adentrarnos unos metros nada más.
El yate empezó a moverse y no tardo nada en volver, lo había puesto en piloto automático. Fue hasta la mesa y descorcho la botella de champagne que estaba en la hielera y sirvió dos copas.
—Toma— me ofreció una—. Quiero hacer un brindis.
—¿Porque brindamos?
—Por vos— me sonríe—. Porque aceptaste venir conmigo hoy, brindo porque esta sea la primera de muchas citas a las que me dejes llevarte y por sobre todas las cosas, porque me dejes conocer la hermosa persona que estoy seguro que sos.
Choca su copa con la mía y toma un trago sin dejar de mirarme, había algo en el, que lo hacía diferente a todas las demás veces que intente salir con alguien y termino en un fracaso. Bruno me hacía sentir cómoda, tranquila, su presencia a mi alrededor me gustaba más de lo que quería admitir.
Y eso en cierta medida me asustaba y me di cuenta que no había pensado en Santiago en lo absoluto desde que Bruno toco el timbre de mi casa.
—Gracias por todo esto— dije—. Es, realmente hermoso.
—Vos sos hermosa.
Se acercó a mí y un escalofrió me recorrió entera erizándome la piel, Bruno se quitó su chaqueta y la puso sobre mis hombros tirando de ella y acercándome hasta chocar su pecho con el mío.
Puse mis manos en su pecho, más que nada por un acto reflejo y sentí como las suyas bajaban y se apoderaban de mi cintura. Su mirada nunca dejo la mía excepto cuando mordí mi labio inferior, sus ojos claros se dilataron y sus ojos se posaron en mis labios.
Mi cuerpo estaba tensionado y no de mala manera, la brisa movió mi pelo y el, tomo un mechón para ponerlo detrás de mi oreja, suspire involuntariamente y su mano de deslizo hasta mi nuca, bajando hasta acariciar la piel de mi cuello.
—¿Queres que te cuente un secreto? — susurro bajito, sujetando mi nuca mientras apretaba más mi cintura—. No— dijo negando con la cabeza y regalándome una sonrisa sexy—. Mejor voy a mostraste lo que realmente quiero hacer.
Sin dejar de mirarme, estampo su boca contra la mía, saboreando mis labios finalmente, me dio un leve mordisquito en el labio inferior, mi respiración se volvió agitada y cuando ataco nuevamente, inconscientemente, abrí la boca.
Quería más, mucho más.
Sus pupilas se dilataron y seguro de lo que está haciendo, metió su lengua en el interior de mi boca y con una maestría que me dejo sin aliento, comenzó a moverla hasta hacerme perder el sentido.
En ese momento logro que me olvidara de todo, que solo sea capaz de ser consciente que existíamos él y yo y, acá y ahora. Nada más.
Me sujeta con más fuerza de la cintura y me pega más a su cuerpo y en seguida siento que soy yo la que se aprieta contra su duro pecho en busca de su calor. Su proximidad es irresistible y el nuevo asalto a mi boca es casi devastador.
Es puro fuego y me quema.
Me consume.
Y en este momento, donde nada más existe me dejo consumir por él