Capitulo 31

1900 Words
Celeste Me desperté sobresaltada y transpirada, me toqué la frente estaba algo caliente, quizás estaba afiebrada o algo por el estilo, me di cuenta que estaba sola en la cama, era raro, Santiago nunca se despertaba a mitad de la noche. Sentía una opresión en el pecho, la había sentido todo el día en realidad. Santiago estaba raro, no conmigo, habíamos pasado la mejor semana de mi vida y aun no podía creer todo lo que nos estaba pasando, lo había querido por tantos años que a veces lo miraba y me parecía irreal, como un sueño. Pero había pasado todo el día como pensativo, ido de alguna manera, lo tenía acá conmigo, pero por momentos su cabeza se iba. No iba a presionarlo estaba segura que se debía a que mañana debería estar casándose y haber desafiado a su familia por mí no debió haber sido fácil. Tiemblo de frio cuando noto el ventanal de la habitación abierto, me coloco la bata y me acerco a cerrarlo, me pierdo un momento en la noche y la oscuridad del mar, bravo e indomable donde las olas rompen con fiereza en la orilla. Es una imagen soñada, tomo mi cámara y saco una secuencia de fotos que luego le mostrare al hombre de mis sueños. Dejo la cámara en su estuche y bajo, me sorprende encontrar todo a oscuras ¿dónde se metió? La luz del baño está apagada, no estaba afuera tampoco. La sala estaba a oscuras también pero ahí estaba el, sentado en el sofá con los ojos cerrados y la cabeza apoyada sobre el respaldo, cuando me acerque sus ojos se abrieron y el azul profundo me paralizo en mi lugar. La luz de la luna se colaba por los ventanales y si bien no era suficiente podía verlo bien, estaba vestido como si fuera a salir o ya lo hubiera hecho, no dijo nada mientras prendía la luz del velador y me sentaba a su lado. Me miro todo el tiempo y supe en lo profundo de mi ser que había algo que no encajaba, algo que no estaba bien y por más que mi cabeza fuera rápido, pensando no podía entender que era, no podíamos ser nosotros, habíamos hecho el amor dos veces unas horas antes. ― ¿Qué pasa Santi? ¿Por qué estas vestido? ― su silencio fue eterno, no dejaba de mirarme fijamente hasta que suspiro y hablo, hubiera preferido que no lo hiciera nunca. ―Ojalá algún día puedas perdonarme, mi amor― todo mi cuerpo entro en tensión, en estado de alerta, sabía que algo estaba mal, lo presentía. ― ¿De que estás hablando Santiago? No entiendo ¿Qué tengo que perdonarte? ― su mirada cayo y miro hacia otro lado―. Mírame y decime que es lo que pasa. ―Delfina está embarazada― me quede paralizada, creo que incluso incapaz de respirar porque si lo hacía iba a poder sentir como el pecho se me contraía del dolor, sus palabras se quedaron grabadas en mi cabeza y, aun así, las sentía tan lejanas. Embarazada. Ella está embarazada de él. Ella va a tener a su primer hijo. Cerré los ojos con fuerza y llevé mis manos a la cabeza, una puntada me cruzo las sienes y fue abrumador. ― ¿Como... como es posible? ― la pregunta suena estúpida en sí, pero no creo que sea tan descuidado como para no cuidarse―. ¿Acaso no te cuidabas? ―No sé cómo paso, siempre nos cuidamos cielo― se quedo callado de golpe, con la mirada perdida―. Una noche estaba muy borracho, ambos, pero no creo… yo estoy seguro... ―Dios, no puede ser cierto― niego con la cabeza, tiene que ser una maldita pesadilla―. ¿Qué vas a hacer? Me quedo callada cuando observo el bolso cerca de la puerta, lo miro, pero él no me devuelve la mirada y ahora entiendo porque estaba vestido, se iba a ir. Me levanto necesitando aire y alejarme de él, acaso… ―Cielo― su mirada es de dolor pura, pero, no puedo con el mío en este momento, ciertamente menos con el suyo. ― ¿Acaso ibas a irte en el medio de la noche sin decirme? ―No― dice firme―. Claro que no. ―Vas a irte― tengo que agarrarme de algo para no caer de rodillas, no puedo creer que esto esté pasando, no ahora, no después de todo lo que habíamos esperado para estar juntos. ―Si... ― me acerco a él y me arrodillo enfrente suyo, tomo sus manos y lo hago mirarme a los ojos, necesito que me mire, que me siga eligiendo y entienda que podemos superar juntos lo que sea. ―Mi amor, mírame― cuando lo hace, rompe un poco más mi corazon―. No tenes que irte, podemos encontrar una solución yo voy a acompañarte y... ―No es solo eso― me detiene―. No es tan sencillo, pensé que podía, que mis decisiones no iban a tener consecuencias, pero me equivoque, la subestime a ella y a mi padre. ― ¿De que estás hablando? ― cierra los ojos y una lagrima cae por su mejilla, mira su reloj y lo siguiente termina de romperme por completo. ―Tengo que casarme en exactamente diez horas. ―Podemos manejar la situación de un hijo, pero si se casa todo término para nosotros. ―Ojalá pudiera decirte que esto no está pasando, pero no tengo opción― dice―. Ellos ganaron. ―No, Santiago mírame, si hay opción. ―No, no la hay, ese casamiento es un hecho y no hay nada que podamos hacer― se levanta y se acerca hasta mi―. Prefiero arruinar mi vida antes que la tuya cielo y si no hago lo que quieren créeme que ninguno va a salir indemne de esto. ―Por favor mi amor, no nos hagas esto― suplico―. Lo que sea que pienses que tengan, podemos manejarlo, yo puedo aguantar lo que sea, pero no que te cases, eso va a terminar con nosotros para siempre. Santiago limpia las lágrimas que inevitablemente empezaron a caer, su mirada me está rompiendo en millones de pedazos porque puedo ver que esto también está destrozándolo a él. ―Delfina tiene fotos de ella…― niega con la cabeza y le cuesta hablar―. Tiene fotos de ella... donde se pueden ver marcas de ataduras, golpes y mordeduras, incluso... ― ¿Incluso qué? ―Quemaduras con velas― me llevo las manos a la boca para tapar de alguna manera la impresión de escuchar todo lo que le hizo, lo que hicieron juntos―. Fue muy contundente al decirme que, si no llegaba mañana a la iglesia, se encargaría de mandar copias a todos los medios contando a los maltratos a los que la sometí embarazada de mi hijo. ―Santiago… ―Y eso solo es ella, mi padre es otra historia diferente. ―No lo puedo creer― las lágrimas no dejan de salir y el dolor de cabeza está haciendo difícil que pueda mantener los ojos abiertos―. No puede ser cierto, es un mal chiste ¿es eso verdad? Es un chiste de muy mal gusto Santiago― su silencio me hace explotar―. ¿Acaso sos idiota? Como mierda no te cuidaste con ella, como le hiciste todas esas cosas sin tomar recaudos sabiendo lo arpía y víbora que es. No dice nada, su cabeza esta gacha, derrotado al igual que yo, sé que no es un chiste y ojalá lo fuera, pero todas sus palabras son una verdad que me duele, me quema y me destroza. Santiago suspira y luego me acerca y me abraza con tanta fuerza que siento que podría fundirme en él, su perfume me envuelve y cierro los ojos, el corazon desgarrándose dentro de mi pecho, se separa luego de un momento que me pareció demasiado corto, sus manos van a mis mejillas mientras las acaricia suavemente. No puedo dejar de mirarlo, no quiero dejar de hacerlo porque sé que esta es nuestra última vez juntos y quiero grabarme cada parte y detalle suyo. ―Mi error fue pensar que podrían dejarme ser feliz― sigo llorando y temo nunca más poder parar, llevo mis manos a sus mejillas y esta vez soy yo la que limpia sus lágrimas―. No hay nada que podamos hacer frente a esto, pero mi amor espero que a pesar del dolor sepas que te amé antes, te amo ahora y probablemente te amé por el resto de mi vida, fuiste, sos y serás siempre la mujer de mis sueños y la única capaz de hacerme sentir todo esto que siento por vos. ―Santiago… ―Te amo Celeste, te amo para siempre― lo acaricio intentando grabarme cada parte de él, el sonido de su voz, su mirada, el amor que veo cuando me mira―. Sos el amor de mi vida y eso no va a cambiar ni en esta ni en otra vida, esta semana con vos fue uno de los mejores momentos que viví jamás. Me besa suave y delicadamente tragándose mis lágrimas y el dolor que estoy sintiendo, es el último, lo sé, paso mis brazos por su cuello y lo acerco más a mí, le devuelvo el beso, grabándome la forma de sus labios y su sabor. Hay tantas cosas que quiero decirle, pero es como si hubiera perdido las fuerzas y ni siquiera pudiera hablar. Se separa de mí y no quiero soltarlo, no puedo, si se va, si cruza esa puerta lo pierdo para siempre. Me besa por última vez y siento la pérdida de su calor de forma inmediata, no me puedo mover, no puedo respirar, lo escucho caminar hasta la puerta y agarrar su bolso, como puedo, sacando fuerzas de no sé dónde me giro para mirarlo, mi voz lo detiene antes de que cruce la puerta y se vaya. ―Yo también te amo Santiago― no me mira, pero veo como su pecho sube y baja y se limpia las lágrimas que no paran de caerle igual que a mí―. Te amo tanto que, quizás lo haga toda mi vida aun cuando siento que ya no tengo un corazon que funcione para sentir nada en este momento. ―Perdóname cielo, hubiera querido que las cosas fueran diferentes. ―Yo también. Se fue después de eso, me quede en el mismo lugar escuchando como la puerta se cerraba y como encendía su auto y se iba. Me quede en el mismo lugar mucho tiempo después de que se fue, sin saber que hacer o cómo reaccionar, como procesar o entender lo que había pasado. Me obligo a caminar, a arrastrar los pies y cómo puedo subo las escaleras, siento que la cabeza me va a explotar y por más que intento no seguir llorando no puedo, es una batalla perdida. Me tiro sobre la cama y por instinto agarro la almohada, su almohada y la abrazo, su perfume aun es intenso y persistente y nuevamente me largo a llorar, el dolor que estoy sintiendo es casi desesperante y desgarrador. Me permito derrumbarme en soledad ¿cuánto dolor es posible poder soportar?
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