Celeste Vivir era una mierda bastante dolorosa, no había parte de mi cuerpo, cabeza, alma o corazón que no me doliera. Era una especie de dolor que se sentía como una enredadera que atenazaba todo dentro y no te dejaba respirar. Nunca me pude levantar de la cama, no había podido dejar de llorar y no fue hasta el segundo día que tuve las suficientes fuerzas para agarrar el teléfono y llamar a mi papá. Cuando llego y me vio no pregunto, no cuestiono y no dijo nada, solo me cargo como una niña pequeña y me subió al auto, me refugio en su casa y solo ahí pude sentirme un poco protegida. No fue suficiente del todo, me sentía tan rota. Cuando entre a mi habitación, cerré los ventanales y las cortinas, no toleraba la luz, me metí en la cama y apague el velador, mi papá dejo mi valija en el ar
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