Santiago
Mi cabeza daba mil vueltas por minuto, el día ya había empezado siendo una mierda y no tenía miras de mejorar. No solo tenía mil reuniones, sino que además tenía esta estúpida cita para arreglar todo lo referido al casamiento que sería en tres jodidos meses.
Necesita descargar y necesitaba hacerlo ya.
Pero, eso iba a tener que esperar porque en este mismo momento tenía que leer y releer todo lo referido a la asunción de la presidencia de la compañía después de mi casamiento.
Ser el nuevo director ejecutivo de la multinacional de medios de comunicación más importante del país era mi siguiente paso, los últimos diez años de mi vida los había pasado preparándome para eso.
Y lo quería, jodidamente quería ocupar el lugar por el que tanto había trabajado, por fin todo iba a ser mío, el prestigio y el poder, iba a construir mi propio legado, y mi nombre tendría peso propio, no solo por mi apellido sino por lo que yo haría.
Sin embargo, el precio que iba a pagar por ello era demasiado caro, lo que perdía se llevaría una parte de mí en el proceso y eso me hacía tambalear.
Ella iba a ser mi costo.
Pase quince años amándola y esa misma cantidad de tiempo escondiéndolo de todos, sobre todo de ella y ahora se me escapaba de las manos, porque inevitablemente tenía que casarme con una Lynch para sellar la sociedad que mi padre, había estado gestando por años y que era el requisito primordial para ser el director. Si en algún momento podría haber habido una posibilidad de un nosotros, ahora se había evaporado.
Mi futuro ya estaba sellado.
Además, no me iba a engañar, muy en el fondo sabía que ella no estaba preparada para un hombre como yo, mi yo en la vida no tenía nada que ver con el hombre que era dentro del dormitorio.
Estaba seguro que iba a asustarla y no volvería a verme de la misma manera.
Celeste era dulce, frágil y por demás cariñosa y adoraba eso de ella, e inclusive, me volvía esa persona a su alrededor, pero no podía trasladar eso a la cama.
Simplemente no podía.
Me gustaba dominar, someter e infringir dolor.
Había algo en la manera de ver a una mujer a mi merced que me generaba un nivel de adrenalina que no sentía con nada más, soy un hombre dominante por naturaleza, pero dentro de esas cuatro paredes es como si mi verdadera esencia saliera del caparazón.
Sí, ella nunca podría con eso.
Solo podría conformarme con su amistad y tendría que apegarme a ello, las cosas iban a cambiar eso era claro, pero Celeste nunca dejaría de ser una prioridad para mí, seguiría cuidándola y protegiéndola siempre.
Porque a pesar de todo era demasiado egoísta para soltarla.
Sacudo mi cabeza y miro por quinta vez mi teléfono, Celeste no respondió a mi mensaje de anoche ni me escribió aún.
Era la primera vez que me dejaba en visto y no me respondía.
Cuando mi teléfono suena me lanzo sobre el como si fuera la última botella del desierto solo para ver el nombre de mi futura esposa brillando en la pantalla.
Suspiro frustrado.
Delfina es una mujer increíblemente superficial y encajaba perfectamente en todos los estereotipos de la dama de sociedad, verla no me movía ni un solo pelo y tanto ella como yo sabíamos que esto, más que un matrimonio era un acuerdo comercial entre dos familias.
Entendía que había que dar una imagen familiar frente a nuestra sociedad, pero puertas adentro no tenía ninguna intención de jugar a la casita y mientras las cosas quedaran claras entre los dos, más llevadero iba a ser el asunto.
Respondo brevemente su mensaje confirmando mi asistencia a la reunión para empezar a planear los detalles de la boda y me sumerjo en la pila de papeles frente a mí.
El día se había pasado más rápido de lo que habría querido y seguía sin tener noticas de ella, asique, como el jodido idiota que soy volví a escribirle.
Santiago [18:30]: Cielo, no sé qué pasa que no me contestas los mensajes, pero si no recibo un mensaje tuyo, esta noche no vas a poder evitar tenerme en tu casa. Por favor, habla conmigo.
Pulse enviar y guarde mis cosas para salir a la casa de mis padres, se suponía que Delfina con sus padres estarían ahí para empezar con los detalles de todo ese asunto.
Salí de la oficina y fui directo al estacionamiento, mientras llegaba a mi auto en lo único que pensaba era en que, mi teléfono no estaba sonando con un mensaje.
Está bien, tenía que parar, estaba a nada de convertirme en un acosador.
Me subí al auto y me puse en marcha, aun con la música resonando todo el camino fui consciente que seguía sin saber de ella, cuando quince minutos después llegué a la mansión y estaba a punto de entrar mi teléfono sonó.
Tomé un respiro y abrí el mensaje.
Cielo [19:50]: Estoy bien, vine a la casa de mi papá unos días, no pasa nada Santiago.
Entrecierro los ojos antes sus palabras, es la primera vez que se va sin avisarme o contarme que iría a ver a su padre y es claro que me está evitando desde ayer que me fui.
Santiago [19:51]: ¿Porque no me dijiste? ¿Cuándo volves?
Cielo [20:00]: Fue algo de último momento, te prometo que todo está bien, no te preocupes.
Lo leo y un mensaje nuevo llega.
Cielo [20:02]: No lo sé, en unos días. Tengo que irme, después hablamos.
Claro que vamos a hablar, guardo mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón y entro directo a la tortura que me espera tras la puerta.
Cuando llegue al salón todos ya estaban sentados hablando y tomando café, me sentí plenamente fuera de mi elemento y mi único pensamiento fue que este no era el lugar en el que quería estar, sin embargo, puse la máscara en mi rostro y me senté junto a ellos a discutir los siguientes años de mi contrato.
Cinco años debía durar esta tortura y podría ser libre para divorciarme si quería, y claro que iba a querer. Estaba por demás seguro que, en cinco, diez o veinte años yo no sentiría nada por Delfina, así como no sentía nada ahora.
Ella lo sabe, es consciente de lo que esto significa, asique si es la mujer inteligente que pienso que es, no va a pensar que puede existir un nosotros por muy casado que nos obliguen a estar.
La fecha estipulada para el casamiento es quince de diciembre, justo en tres meses a partir de ahora, se acordó el salón más caro y exclusivo para la fiesta con una lista de cuatrocientas personas.
Mi madre ajena a mis verdaderos sentimientos convenció a Delfina y su madre a que celeste sea quien le haga su vestido de novia, al principio no querían, ellas habían visto un modelo de diseñador internacional, pero al final para no contradecir a mi mamá aceptaron.
“Dejemos que esa chica consiga algo de fama vistiéndome a mi”
Esas palabras me enfurecieron, eran unas idiotas.
Tenían suerte de que celeste aceptara hacer ese vestido, ella era demasiado talentosa para cerebros tan pequeños, incapaces de apreciar la majestuosidad de sus creaciones.
Una hora después estaba fuera, iba rumbo a mi piso a tomar una ducha antes de volver a salir, estaba frustrado y cansado a partes iguales.
Necesitaba liberar toda esta tensión que estaba sintiendo en el cuerpo.
Después de haberme dado un baño y haberme cambiado por algo más relajado, salí a un exclusivo club de la ciudad. Cuando llegue mostré mi tarjeta y pase, la anfitriona fue la primera en recibirme.
Este era un club algo diferente a los demás.
—¿Lo mismo de siempre señor? — me guio escaleras arriba.
—Sí y por favor quiero wiski esta vez.
—Anotado, ya lo están esperando— me dio la llave—. Que disfrute su noche.
Conocía el camino demasiado bien, cada ocasión en la que necesitaba una descarga un poco más fuerte venía a este lugar y esta, era una de esas noches.
Cuando entre a la habitación, las luces eran tenues y la mujer frente a mí ya esperaba ansiosa.
—Arrodillada y manos atrás— dije mientas me quitaba el saco y me arremangaba la camisa.
—Si, amo.