Celeste
Estaba agotada, después de cinco horas de viaje en lo único que podía pensar mientras abría la puerta de mi departamento era que quería hundirme en la cama y dormir al menos cuarenta y ocho horas seguidas.
Incluso apagaría la alarma.
La oscuridad cuando abrí desapareció de golpe cuando la luz de la lámpara pequeña del living me dejo ver a mi mejor amigo sentado en mi sofá con el peor de los semblantes.
Supongo que yo debía ser parte de ese malestar después de haber evitado sus mensajes por días.
Pero no pueden culparme, necesitaba espacio y aire nuevo para pensar, todo esto del compromiso me había descolocado y con el alrededor no podría ver nada desde otra perspectiva.
Una en la que no me doliera tanto al menos.
—Un día de estos vas a matarme de un maldito infarto, Santiago— dejo mi bolso y me acerco—. Tenes que dejar de hacer eso.
—Una semana— su voz me paraliza en el acto, hay una mezcla de dolor y enojo.
—No seas exagerado— trato de bromear—. Un año pasamos sin vernos, y no te ibas a morir por unos cuantos días sin mí.
—Sí, pero yo no te evite ni te aparte a propósito— me siento frente a él y aparto mi mirada, tiene razón, hice todo eso.
—Solo necesitaba unos días fuera y aproveche para ir a ver a mi papá, que hacía meses no veía.
—¿Y porque no me pediste que fuera con vos? — suspira y se pasa las manos por la cara—. ¿En qué viniste?
—En micro.
—Podría haberte ido a buscar si me lo pedias.
—¿Ibas a ir a buscarme a Pinamar? Santiago, asumí que con todo lo de tu trabajo y compromiso ni ibas a notar que me fui una semana.
—¿No lo iba a notar? — se ríe amargamente y se acerca hasta mí, se arrodilla, su rostro queda a mi altura mientras sus manos acarician mis mejillas.
—Es imposible que no note que no estas al lado mío, cielo— me mira fijo y hay algo en su mirada que me cuesta leer—. No importa con quien o que esté haciendo, Celeste, siempre vas a ser mi prioridad. ¿Estamos claros con eso?
Asiento porque ninguna palabra parece querer salir de mi boca, hay algo en la forma en que me mira y me habla que es distinta, hay algo que cambio en él y no logro, por primera vez, ver que es.
Santiago se quedó un par de horas más en la que incluso cenamos, pero cuando le llego un mensaje solo me dijo que debía irse, era una cuestión familiar. Yo estaba muy cansada para protestar a eso asique cuando se fue, no tarde ni dos minutos en sacarme la ropa y meterme en la cama.
Nunca había amado más mi cama como en este momento.
Literalmente me desmaye y si mi teléfono no hubiera estado, hace diez minutos sonando, no me habría despertado en lo absoluto.
Las mañanas nunca fueron lo mío realmente.
—¿Quien molesta a esta hora? — ni me fije quien era cuando conteste y ahora me arrepentía, tranquilamente podría haber sido un proveedor o algo así.
—¿Porque tu culo no está en la cafetería en la que quedamos ayer? — me levanto de golpe recordado que había quedado en desayunar con Sofía, mi mejor amiga del mundo.
—Ya me levanté— digo tropezando mientras busco algo que ponerme—. Ya me vestí. Solo...
—Cele estoy en la puerta con el café y medialunas— se ríe—. Abrime antes de que te mates por tratar de vestirte con el teléfono en la mano.
Voy hasta la puerta después de colgar el teléfono.
—Perdón, me quede dormida— es lo primeo que digo cuando la veo, Sofía es casi mi única amiga mujer, nos conocimos en el colegio secundario y no nos separamos más. Después de Santiago es mi mayor confidente.
—No pasa nada— deja las cosas en la mesita y se tira en el sofá—. ¿Qué tal el viaje?
—Genial, mi papá te manda saludos y unos regalitos que dijo son especialmente para vos.
—Lo extraño— sonrió, cuando éramos más chicas ella solía decir que era papá de ambas y lo compartíamos—. ¿Te hizo bien irte unos días?
—Sí, necesitaba despejar la mente.
—¿Fue por su compromiso?
—Si en parte sí, siento que todo va a cambiar ahora.
—Celeste, nunca voy a entender porque no le decís que estas locamente enamorada de él.
—Porque él solo me ve como su mejor amiga y además si así no fuera, su familia jamás dejaría que un Blaquier se case con alguien como yo— aparto mi mirada—. Santiago y yo, no estamos destinados a ser algo más que amigos.
—Cele...
—Además qué sentido tiene ahora Sofí, él se va a casar— trato de reprimir las lágrimas que amenazan con salir—. Sería estúpido decirle que lo amo cuando él ya está con alguien más y al final de día no va a ser a mí a quien elija.
—Yo pienso que él esta tan enamorado de vos o más, pero son unos tontos por no decir nada y eligen sufrir sin sentido.
—Eso no es cierto, nunca dio señales de sentir algo por mi más que amistad.
—Dios, no hay peor ciego que el que no quiere ver y vos mi amiga, al parecer sos la más ciega de todas— toma un sorbo de su café—. Pero no voy a ser yo la que te abra los ojos, ya les llegara el momento— me mira por unos segundos y sonríe—. Ya sé lo que necesitamos.
—¿Y eso sería? — digo temerosa.
—Salir, necesitamos salir y conocer gente nueva.
—Estás loca ¿Sabias?
—Sí, lo sé— sonríe—. Pero lo que digo es verdad, tenes razón Santiago se va a casar y no tiene ningún sentido que te quedes llorándolo por toda la eternidad, necesitamos salir a bailar, tomar unos tragos y conocer muchos hombres bellos y sexys.
—No.… no, claro que no— niego con la cabeza, definitivamente está loca—. No estoy preparada para hombres aún.
—Bueno nada de hombres, pero si bailar y alcohol.
—¿De acuerdo?
—No era el entusiasmo que esperaba, pero todo sirve.
Después de ese desayuno, casi charla motivacional, Sofí se fue a trabajar y yo directo a la ducha, no tenía reuniones, pero quería aprovechar el día para armar el boceto de un vestido de gala que me habían encargado.
Termine mi baño, hice mi rutina de cuidado de la piel, me vestí y me peine para sentarme en mi pequeño balcón con la segunda taza de café del día a crear, me encantaba la primavera porque siempre había sol, y el clima no era frio, pero tampoco tan caluroso.
Los días eran perfectos.
Al final el plan para esta noche era salir a bailar a un lugar bastante de moda, yo no tenía ni idea, pero Sofí era más salidora que yo asique confiaba en su criterio con respecto a estas cosas. Tenía que estar preparada a las diez de la noche que era justo cuando me iba a venir a buscar, puso una sola condición y no pude negarme.
Estar sexy.
Iba a ser difícil aquello, pero lo iba a intentar, ella tenía razón no podía seguir lamentándome por algo que no iba a cambiar, realmente necesitaba salir más y conocer gente, al menos para divertirme un rato.
Era claro que no buscaba una relación ahora mismo.
Pero si podía salir, bailar, reírme y conocer a otras personas que quisieran lo mismo que yo en ese rato.
Nadie iba a sufrir por bailar un poco.
Asique con eso en mente me predispuse para que esta noche sea una maravillosa llena de risas y alcohol