Santiago
No podía sacarme esa maldita imagen de la cabeza, ella casi desnuda sobre mí, creo que esa sensación me iba a perseguir por el resto de mis días.
Pase años reprimiendo cualquier indicio de deseo hacia ella y ahora solo pensarla hacia que mi m*****o vibrara.
Estaba tan jodido.
El día había sido lo más parecido a una tortura, reunión tras reunión y Celeste que no dejaba de colarse en mi cabeza y, por ende, me sentía caliente y frustrado porque toda esta excitación que tenía quería descargarla con ella y no podía.
Tampoco era lindo andar con una erección todo el puto día.
Cuando finalmente el día termino, sin pensarlo dos veces me escape a mi casa, abandone la idea de ir a lo de Celeste porque la verdad no confiaba en mí con ella en este momento y cualquier cosa que hiciera iba a arruinarlo todo.
Habíamos hablado durante el día, pero no fue mucho más que eso, tenía que poner un freno porque la forma en que reaccione anoche a su alrededor, de forma posesiva, como si ella en verdad fuera mía, no había estado para nada bien.
Realmente hoy necesitaba el trago más fuerte que tuviera y era lo que pensaba buscar cuando llegara a casa. Cuando salí del ascensor, cualquier dejo de buen humor que pudiera tener en el organismo, lo cual para ser honesto era bien escaso, despareció con la persona que esperaba en la puerta.
—¿Qué haces acá Delfina? — me paro frente a ella porque, no voy a dejarla pasar.
—¿Acaso no puedo venir a ver a mi futuro marido? —la miro fijo levantando una ceja, no estoy para estas tonterías ahora—. Tenemos que hablar.
—¿De qué? — se cruza de brazos y suspira en forma de protesta.
—No seas infantil y déjame entrar— se acerca—. No tiene sentido que te resistas.
Totalmente fastidiado abro la puerta y le cedo el paso, cuando entra, la sigo y cierro. Ella observa toda la sala y se sienta en el gran sofá n***o, dejo el maletín y me quito el saco y la corbata. Delfina se cruza de piernas mientras me observa y se muerde el labio.
Tan predecible.
—Quiero algo fuerte para tomar, gracias— la miro y asiento. No tengo idea que mierda quiere, pero mientras más rápido la despache mejor.
Le sirvo un vaso de wiski y me sirvo uno para mí también, se lo doy y me siento frente a ella. Lentamente lleva el líquido a su boca sin dejar de mirarme, hago lo mismo esperando que hable, sin embargo, solo me sonríe.
—¿Que es lo que queres? ¿De qué queres que hablemos?
—Estas muy tenso, Santiago— se levanta y se acerca a mí, me quita el vaso y se sienta encima mío.
—¿Qué crees que estás haciendo? — sostengo su muñeca cuando quiere tocarme.
—Solo tratando de tener un momento con mi futuro esposo— con su mano libre me acaricia el pecho por encima de la camisa—. Puede que no nos amemos, pero eso no significa que no podamos divertimos juntos, nos vamos a casar después de todo.
—Ándate, Delfina no tenes ni puta idea de lo que estás diciendo— trato de sacarla, pero se remueve contra mí y me agarra de la camisa.
—Estoy muy segura de lo que digo— se acerca a mi oído y me susurra—. Te gusta dominar Santi, y yo quiero que me domines hasta hacerme temblar, puedo sentir lo duro que estas.
—¿Que? — digo pasmado, nadie sabe de mis gustos, al menos nadie que conozca.
—Te vi una noche en el club, yo estaba ahí— vuelve a mirarme—. Me gusta ser sometida y ahora quiero que me lo hagas vos.
—Estás loca— afirmo sacándomela de encima—. No tengo idea de que estas hablando.
—Santiago sos un dominante y yo quiero que me sometas no están difícil de entender— echa la cabeza hacia atrás y suspira—. No nos amamos, eso lo tengo claro, así como tengo claro que en tres meses vamos a estar atados por cinco años, solo te ofrezco diversión.
La miro fijo.
—Solo sexo— me encuentro diciendo.
—Solo sexo— repite como si le hubieran dado una maldita golosina y sé que me voy a arrepentir de esto, pero estoy demasiado caliente para seguir pensando.
Le doy el ultimo sorbo a mi trago y me acerco.
—Desvestiste para mí— parpadea un par de veces—. No lo voy repetir.
Lentamente comenzó a quitarse el vestido que traía puesto, Delfina era hermosa, tenía que reconocerle eso, todo hombre que conocía se moría por estar con ella, era como la figurita difícil. A mi simplemente me era totalmente indiferente.
No habría más que esto, solo sexo, una descarga mutua.
Cuando termino, me acerque a ella y mi boca encontró su pezón duro, listo para chupar y morder, lo succione con fuerza y gimió.
—No quiero escuchar un solo sonido— dije soltándola y pasándole la punta de mi dedo, sobre estimulándola. Volví a llevármelo a la boca y succionar, repitiendo el mismo proceso con el otro.
La recosté sobre el sofá, seguí lamiendo y chupando sus pezones mientras le abría las piernas, estaba completamente excitada y yo también, no iba fingir que no. La erección que cargaba ya me dolía dentro de los pantalones.
—Santiago…— se quejó cuando me aleje.
—Manos sobre la cabeza— ordene al tiempo que agarraba mi corbata—. Voy a atarte las manos y vendarte los ojos.
Me levante buscando un pañuelo que sirviera, cuando lo encontré volví con ella, obedientemente había hecho lo que le ordene. Delfina sería una sumisa perfecta.
La ate con suficiente fuerza como para que no pudiera soltarse y le vende los ojos, comencé a besar su piel, recorriendo su cuerpo hasta llegar a su oído, instintivamente se arqueo y me aleje, la gire y le di un buen azote en el culo.
—No te podés mover— dije.
—Si Santiago.
—Error— volví a golpear en el mismo lugar—. De ahora en más, es, si señor— otro azote—. ¿Entendido?
—Sí, señor— susurro muy excitada.
—Vas a perder todo el control— le dije casi en voz baja en su oído—. como la putita codiciosa que sos.
—Si... señor— gimió casi sin aliento.
—Delicioso— murmure mordiéndole el hombro.
Me abrí el cierre del pantalón y libere mi m*****o duro, me quite la camisa y abrí el preservativo para ponérmelo. Un segundo después, estaba detrás de ella.
Metí mi mano entre sus piernas y pellizqué su clítoris, estaba muy mojada y lista, grito cuando la penetré con fuerza, metiéndola toda y dejándola en su interior, mi abdomen chocaba con su culo y mis bolas rozaban deliciosamente su sexo.
Retrocedí sacando mi pene tan lentamente, casi por completo para volver a meterlo de golpe, haciéndola gritar y perder el control.
—¿Te gusta que te cojan así? — volví a retroceder por completo para entrar de golpe y hacerla gritar una vez más.
—Sí señor... — dijo casi sin aliento.
Salía y entraba al mismo ritmo mientras ella se retorcía y se deshacía, gimiendo sin control alguno. Una de mis manos jugaba con su pezón mientras que la otro bajo buscado su clítoris, la presione haciéndola gemir con fuerza, estaba a punto de tener su orgasmo.
—Aun no— ordené presionando más fuerte y tocándola en círculos—. Solo cuando yo te lo permita.
—No puedo…— me detuve, salí de adentro suyo y la sujeté de las caderas con fuerza, probablemente quedarían marcas ahí.
—Vas a explotar en un orgasmo solo cuando yo lo diga— la agarre del pelo fuerte y tire—. ¿Quedo claro?
—Sí, señor— acomode mi m*****o en su entrada otra vez.
—Bien, porque no quiero escuchar una queja de tu boca— entre con tanta fuerza que la hice gritar, Delfina me apretaba demasiado y apenas y se estaba amoldando a mi tamaño, pero yo no era contemplativo a la hora de coger. Conmigo era fuerte, duro, muy animal.
Mis embestidas eran tan salvajes que Delfina no gemía, gritaba prácticamente y me importaba una mierda quien pudiera escuchar.
—Dios— jadee—. Estas tan, pero, tan mojada.
—Por favor señor, no aguanto más— su cuerpo se tensó y me apretó tanto que casi acabo yo primero.
—Acaba ahora— gemí en su oído, reacciono inmediatamente y exploto empapándome con sus jugos, su orgasmo desato el mío mientras ella gemía y jadeaba.
Saque lentamente mi m*****o, me saque el preservativo, lo ate y lo tire al tacho, Delfina quedo agotada sobre el sofá, me acerque y le saque el pañuelo de los ojos y la corbata de las muñecas.
Se dio vuelta con una sonrisa de satisfacción en el rostro, como pudo se levantó para agarrar su vestido y ponérselo.
Que equivocada que estaba, apenas y estábamos comenzando.
Abrí los ojos y sentí cada musculo del cuerpo tensarse, estaba bastante desorientado y me dolía la cabeza horriblemente. Una caricia sobre mi pecho me hiso girar, Delfina dormía profundamente a mi lado.
Mierda, no tenía ninguna intención de compartir la cama con ella.
¿Cómo carajos nos quedamos dormidos?
Cerré los ojos un momento, sabía que me iba a arrepentir de esto y ese sentimiento ya estaba haciendo estragos. Me levanté y me puse los pantalones del pijama, necesitaba una aspirina ya.
No fui muy lejos, antes de dar dos pasos lejos de la cama la puerta de la habitación se abrió y todos mis sentidos se pusieron en alerta, solo una persona tenía las llaves de mi casa.
—Vamos dormilón, hace una hora que te estoy... — la frase quedo a la mitad, Celeste se paró en seco, congelada, casi sin respirar mirando entre la mujer que dormía en mi cama y yo, me miro y negó con la cabeza retrocediendo—. Perdón, no sabía... yo... perdón... ya me voy.
—Celeste no es lo que... — no puede terminar de hablar, salió y cerró la puerta, antes de que pudiera salir de la habitación escuche la puerta de entrada abrir y cerrarse.
Se había ido.
Suspiré y maldije en cada idioma que sabía.
Su mirada antes de irse me destrozo y ella era la última persona que hubiera querido que me encuentre así.