Santiago
Estacione el auto y me baje, no tenía ni un poco de ganas de estar en este lugar, en realidad no tenía ganas de estar en ningún sitio en particular. Con el pésimo humor que tenía no era una buena compañía para nadie.
Excepto que era un mentiroso, porque si había un lugar en el que deseaba estar.
Con ella.
Mostré mi pase y enseguida entre hacia el vip, el ruido de la música era ensordecedor, en otro momento lo hubiera disfrutado.
Esta noche, no.
Cuando llegue todos me saludaron, el motivo de venir a este lugar era para festejar una nueva adquisición por la que habíamos estado meses trabajando, un diario pequeño, pero con gran potencial para convertirlo en un diario matutino de gran tirada.
Me senté y tomé un trago de tequila primero, sabía que esto se iba a descontrolar cuando vi a un grupo de chicas entrar, las botellas de champagne comenzaron a desfilar como si fueran botellas de agua mineral.
Al cabo de unas horas ya nadie estaba en sus cinco sentidos.
A penas y había tomado unos tragos, estaba con el auto asique no podía beber mucho, tampoco estaba antojado de manosearme con una mujer, a pesar de que no le debía fidelidad a Delfina, si tenía una imagen que mantener.
Estaba seguro que, no iba a ser bien visto si mañana se publicaran fotos mías en una situación comprometedora, si bien manejo el monopolio de medios más importantes, no era el único y no iban a perder la oportunidad de aplastarme.
—Dios— jadea lastimosamente Franco, uno de los socios—. ¿Acaso me morí y estoy en el cielo de los ángeles?
—No, solo estas borracho— respondo, ya nadie dice cosas demasiado coherentes en esta mesa.
—Eso es porque no estás viendo a la cosita rica que yo si estoy viendo.
—A ver— dice otro, que no recuerdo el nombre—. Mierda, no sé cuál de las dos está más buena, pero la castaña esta de infarto.
Me acerco a la baranda para ver qué es lo que tanto los tiene idiotizados y me congelo en mi lugar, abro y cierro los ojos fuertemente para corroborar que lo que estoy viendo es real y cuando lo confirmo mi cuerpo entra en estado de tensión.
Celeste con un vestido rojo que no deja absolutamente nada a la imaginación baila de una manera tan, pero tan sensual, que me duele verla.
Y a mí m*****o ya duro, también.
—Voy a ir a buscarla y esa ricura, se va conmigo esta noche a mi cama— grita el sujeto que no recuerdo su nombre, pero está a nada de irse, solo con la cara rota—. Voy a hacerla gritar— todos gritan y aplauden tan paupérrimo comentario.
Me giro para mirarlo y odio como la está desnudando con la mirada, odio que tenga esos sucios pensamientos sobre ella y sobre mi cadáver esta noche se va a ir con ella.
—Jamás, pero jamás vuelvas a referirte a ella de esa forma— lo sujeto del cuello de la camisa y lo acerco—. Si sos un hombre inteligente, ni siquiera la vuelvas a mirar.
Todo es silencio y me miran sin entender, Joaquín mi amigo reconoce a Celeste enseguida por lo que se acerca hasta mi tratando de calmar la situación.
—Santiago, soltalo— ordena—. Además, él es el último de tus problemas— señala—. Creo que se le adelantaron.
Cuando me giro mi visión se vuelve completamente roja.
Celeste está bailando con los ojos cerrados y un tipo detrás suyo la sujeta de las caderas mientras posa su inútil y asquerosa boca cerca de su oído susurrándole alguna mierda.
Y ella se ríe.
Jodidamente se ríe.
Prácticamente corro, no bajo esas escaleras, y antes de darme cuenta ya estoy en esa maldita pista de baile acercándome. Sé que no debo, que está mal, racionalmente todo eso lo entiendo, pero no puedo evitar los malditos celos que siento en este momento y lo asquerosamente posesivo que me encuentro con ella.
De un solo empujón lo aparto, Celeste abre grande los ojos y me ve.
Finalmente me ve.
No entiende nada y sinceramente yo tampoco, pero no pienso solo actuó, cuando esta por decirme algo, el idiota que la estaba manoseando se vuelve a acercar y me encara.
—¿Qué te pasa estúpido? — me golpea con su mano en el pecho, jodido error—. Ella está conmigo.
Sostengo su mano por la muñeca y aprieto tan fuerte que podría llegar a fisurársela. Ahoga un gemido de dolor.
Patético.
—Quiero que te alejes, y nunca vuelvas a mirar a mi chica de nuevo— aprieto más fuerte—. Desaparece de mi vista.
Cuando me acerco a Celeste me mira fijo, entrecerrando sus hermosos ojos, su respiración sube y baja de forma acelerada.
Intento no mirar todo su cuerpo, pero fracaso en el intento.
Su belleza retiene mi respiración por un momento, desearía poder hacer tantas cosas que no puedo. Tendría que dar un paso atrás y dejar que ella continúe su noche como mejor le parezca, pero no puedo, soy una mierda egoísta, porque no puedo ver como se vuelve un objeto de deseo para los demás, no puedo ver como alguien va a tener una oportunidad real con ella y yo no puedo nada de eso.
—¿Sos real? — me pregunta cuando me acerco y la agarro por la cintura, se tambalea un poco, pero se sostiene de mis brazos—. No debería ser así, no es posible que seas real.
Cierra los ojos y me agarra con más fuerza emitiendo un jadeo que se pierde con el sonido pero que escucho perfectamente, solo eso me prendió fuego la piel.
—¿Estas borracha?
—No, claro que no... — me mira, como dudando, es obvio que si—. Bueno, sí... no, no.… un poco sí.
—Nos vamos— digo sosteniendo su mano y llevándola hasta la salida.
—No Santiago— intenta detenerme, pero falla en el intento—. No seas aguafiestas, vamos a tomar un traguito más.
—No, nos vamos ahora— me mira seria y asiente. Mi tono no deja lugar a replica en este momento. Estoy furioso con ella, con que haya tomado tanto de esta manera, con que se exponga así.
Veo a Sofía bailando y cuando me ve solo sonríe y asiente, no hay necesidad de ir y explicarse, ya sabe que Celeste se va conmigo.
Cuando llegamos a la salida me detuvo dos veces porque no quería caminar, asique, para ahorrarnos tiempo discutiendo, la cargue en mis brazos.
Grave error.
El vestido de Celeste a penas y era un jodido trozo de tela, asique fui muy consciente de su suave piel ni bien la tuve en mis brazos. Ella apoyo su cabeza en mi hombro y cerró los ojos, tuve que caminar una cuadra con ella así.
Su piel y su característico aroma a coco estaban destruyendo las endebles barreras que todavía sostenían mi cordura.
Y al parecer no era tan fuerte.
Como pude la subí al auto y le abroché el cinturón de seguridad, me subí yo también luego y puse en marcha el auto, Celeste durmió todo el camino a su departamento. En cada semáforo en rojo observaba su perfil, cada día, cada mes, cada año se ponía más y más hermosa.
Me reprendía mentalmente por haber hecho tan patética escena de celos, realmente los sentía, pero estaban tan fuera de lugar, no podía tenerla y parecía que últimamente ese pequeño detalle se me borraba de las neuronas con ella cerca.
Tenía que soltarla, aceptar que yo me iba a casar y que eventualmente ella conocería a alguien y se enamoraría.
Nada sobre ese pensamiento me sentaba bien, pero, no había otra salida.
A tropezones logré subir y abrir la puerta, de una patada la cerré, Celeste parecía desmayada en mis brazos. La deje en su cama acostada y fui a buscarle agua y aspirinas, las iba a necesitar.
Cuando volví a la habitación no estaba donde la había dejado, me senté, apoyando mi espalda sobre el respaldo de la cama y esperé a que volviera, asumiendo que había ido al baño.
Escuche sus pasos y cuando entro a la habitación se detuvo en seco, mi respiración también.
Celeste esta desnuda, bueno, no desnuda, pero si en un conjunto n***o de seda de ropa interior, me sonrió y se subió encima mío. Ni siquiera pensar en las calamidades más atroces que asolaron a la humanidad iban a poder evitar que me pusiera más duro de lo que ya estaba.
—¿Que... que estás haciendo? — tartamudeé como un adolescente, yo no podía a esta altura disimular mi erección ni un poco, asique no estaba muy seguro de que ella no la estuviera sintiendo en este momento.
—Quería abrazarte— se hecha hacia atrás y me mira—. Sos tan, pero tan abrazarle, Santiago.
—Estas borracha— volvió a moverse sobre mí, no era intencional, pero yo no era de piedra y mi autocontrol ahora mismo pendía de un hilo.
Sería tan fácil correr ese pequeño trozo de tela negra y hundirme dentro de ella, tan duro.
—Si... un poco— balbuceó.
—¿Porque tomaste tanto? — acaricié su espalda para confortarla, su piel era tan jodidamente suave.
Tan delicada y quería que fuera tan mía.
—Necesito olvidar— dijo tapándose la cara—. Necesito olvidarme de él, porque duele tanto amarlo.
Me tense enseguida, Celeste comenzó a cerrar los ojos, se iba a dormir finalmente. Volví a acostarla y la tape, también yo me acosté a su lado, pero a diferencia de ella no podía dormirme, menos después de lo que me había dicho.
¿Cómo podía ser que estuviera enamorada y yo no lo supiera? ¿Qué clase de idiota era ese tipo para no amarla? Porque había que ser uno bastante grande para no amar a una mujer como ella.
Yo moría porque ella, me amara a mí.
¿Pero había elegido a este imberbe y él no la amaba también? Jodido estúpido, era el hombre más afortunado del mundo y ni siquiera lo sabía.
Después de dar vueltas en la cama, sin poder dormir del mal humor que tenía, termino levantándome.
Necesito un trago fuerte y lo necesito ahora.