Celeste
Entramos en silencio, no sé si era por él, la situación tan tensa o el día de mierda que había tenido, pero me sentía en el límite de mi tolerancia a cualquier noticia que me desequilibrara.
Solo quería darme un baño caliente y dormir dos días seguidos ¿Era eso mucho pedir?
Dejo el bolso sobre el sofá individual mientras Bruno me seguía en silencio, le indico que se siente y voy por algo para tomar, no sé porque tengo el leve presentimiento que la conversación que estamos a punto de tener no va a ser agradable o bonita.
—Toma— le doy el vaso con wiski mientras él se sienta en el sofá, yo hago lo mismo a su lado. Se ve cansado y abatido, la intriga de saber que pasa me está comiendo viva—. Bruno...
—Te extrañe, más de lo que creía posible Celeste.
—Yo también te extrañe— le digo y es verdad, todo lo que me pasa con él es genuinamente real.
—Sabes, antes de irme pensaba en invitarte a una cita y pedirte que seas mi novia— su tono de voz no es para nada concordante con lo que dice, parece dolido, como su hubiera perdido algo.
—¿Y ahora?
—Ahora todo se fue a la mierda— suspira y de un solo trago se termina el alcohol—. El viaje, no resulto de la manera que tenía planeado.
—¿Que paso? — el quiebre en su voz es notorio y de golpe me encuentro dándome cuenta que me duele por él, cualquier cosa que lo esté afectando.
—Mi papá, está muy mal de salud— dice e instintivamente, llevo mis manos a las suyas, quizás, tratando de reconfortarlo—. Los médicos dicen que su expectativa de vida es como mucho un mes.
—Dios, Bruno, lo siento tanto— lo abrazo, dejo que él me apriete contra su cuerpo y pueda al menos sentirse reconfortado por mí.
—Eso no es todo— murmura después de un rato.
—¿Qué es?
—Tengo que volver a Italia.
—Lo sé, es comprensible con toda la situación Bruno, pero...
—A vivir— dice, cortando cualquier cosa que estuviera a punto de decir.
—¿Que?
—Tengo que irme a hacerme cargo de la situación, una vez que mi papá ya no este, alguien tiene que ponerse al frente de los estudios y mi hermana no va a dejar a su familia para irse a vivir allá, sin contar que ella es médica, no abogada como nosotros.
—Pero… Bruno... — dejo que las lágrimas caigan por mis mejillas impactada por la noticia que acabo de escuchar. El pecho se me contrae, añorando ya algo que no pudo ser, no hay manera de una solución a esto, él se va a vivir a otro continente, nunca funcionaria una relación a distancia, no para mí al menos.
—Veni— me toma de la cintura y me sube a su regazo—. Quisiera decirte que, en todo el camino hasta acá, no tuve un solo pensamiento egoísta donde te pedía que te fueras conmigo, pero no soy mentiroso— limpia una lagrima de mi mejilla—. Me gustas mucho Celeste, tanto que es la primera vez en años que me imagine con alguien a mi lado.
—Bruno...
—Déjame decirte esto— acaricia mis mejillas con tanta dulzura que es inevitable que las lágrimas no vuelvan a caer—. La primera vez que te vi, me dejaste embobado, no te saque de mi cabeza esa mañana y después cuando volvimos a chocar pensé... el destino tiene que estar diciéndome algo con esta hermosa mujer.
—Sí, que era una loca— reímos los dos.
—Que eras la mujer más hermosa que había visto nunca— acerca sus labios a los míos y solo es un roce—. Que no había forma de dejarte ir sin pedirte tu número y cuando aceptaste esa cita, dios, nunca me había sentido tan nervioso en mi vida.
—Esto suena a una despedida— digo, con una opresión en el pecho.
—Es porque lo es mi hermosa Celeste— me toma de las mejillas y me mira fijo—. Somos las personas correctas en el momento equivocado y realmente deseo, que podamos encontrarnos otra vez, cuando sea el tiempo adecuado para nosotros.
—Bruno... no.… yo...
—Lo sé, me hubiera encantado descubrir todo lo que hubiera pasado con nosotros, asique realmente, espero que la vida nos de otra oportunidad cuando tenga que ser.
—No te olvides de mí— le pido, abrazándolo fuerte, quisiera poder consolarlo en este momento también, pero me siento en el límite de mis emociones hoy.
—Nunca podría, princesa— su aliento en la curva de mi cuello me da escalofríos en todo el cuerpo, su agarre en mí se hace más fuerte y quisiera que, a pesar de todo, no me suelte.
No puedo reclamarle nada, es honesto conmigo, siempre lo fue y eso es algo que siempre le voy a agradecer, en el fondo sé que no podría dejar mi vida acá por seguirlo a él.
Me gusta mucho y me hubiese gustado ver qué habría pasado con nosotros, pero acá, porque recién estábamos en la etapa de conocernos, de ver que nos gustaba y que no, todavía no había esa profundidad para tomar una decisión tan importante como esa.
—Te voy a extrañar tanto, Bruno— ahora soy yo la que limpia sus lágrimas—. De verdad me hubiera gustado ver qué pasaba entre nosotros y si me hubieras preguntado, te hubiera dicho que sí.
—Jesús, Celeste— me abraza más fuerte—. Realmente no quiero irme.
—Lo sé— lo miro, sosteniéndolo de las mejillas—. Quédate esta noche conmigo ¿Si?
—¿Cómo se hace para decirle que no a esos ojos? Sos tan malditamente hermosa.
No digo nada, me levanto y le doy la mano, que él toma, levantándose del sofá. Nos llevó hasta mi habitación, donde en silencio y sin dejar de mirarnos entre caricias y besos cargados de sentimiento y nostalgia nos desvestimos.
Sus labios toman los míos y puedo sentir la angustia que irradia de él.
Nos besamos durante mucho tiempo, hasta que mi corazón no puede más. Necesito que esta despedida termine, no puedo hacerlo, porque empiezo a entender lo profundo que Bruno había llegado.
Con suavidad me recuesta sobre la cama y sin dejar de mirarme, se arrastra sobre mí cuerpo y se desliza hasta el fondo, se mueve despacio, con cuidado, como si yo fuera rompible.
Su cuerpo se calienta y se mueve lentamente para acercarse, abre mis rodillas y envuelve mis piernas alrededor de sus caderas, acaricia cada porción de piel que encuentra a su paso y me deleito de la misma manera, tratando de grabar este momento en mi memoria para siempre.
Bruno me había hecho sonreír, cuando la verdad de mi corazón se había vuelto muy pesada para mí.
Nunca hubo frases hechas ni palabras forzadas, todo con él fue natural y sincero, lo que duro me hizo sentir elegida y adorada y eso jamás voy a olvidarlo, y aunque no lo sepa siempre va a tener un pedacito de mi corazón con él.
—Bruno…— jadeo cuando siento la tensión de mi orgasmo a punto de explotar.
—Si hermosa, acaba conmigo— gime y me dejo ir cuando de una estocada vuele a hundirse hasta el fondo, el acaba justo después de mí, pero no se aparta, se queda en mí, dejando su cuerpo caliente presionado contra el mío mientras yo bajo las olas de placer que me sacudieron entera.
—Fuiste mis momentos más bonitos— le digo, mientras acaricio su espalda y él tiene enterrado su rostro en mi cuello, no quiero que me mire porque sé que voy a volver a llorar.
—Un día, te prometo que nos vamos a volver a cruzar, y por mi vida que cuando eso pase no te voy a volver a dejar ir— afirma antes de volver a tocar mis labios con los suyos y besarme de una forma que calentó mi corazón para siempre.
Me quede dormida en sus brazos, en el calor de su cuerpo y su aroma.
Cuando me desperté a la mañana siguiente ya no estaba, entendí que era lo mejor así, prolongar la despedida habría sido peor.
Él se había ido para siempre.
Lo iba a extrañar, Bruno se metió bajo mi piel más profundo de lo que pensaba, pero ahora solo me quedaba el recuerdo hermoso de lo que tuvimos y la nostalgia de lo que no pudimos ser.