Celeste
Me lave la cara con agua fría, tenía los ojos algo hinchados por el llanto, cuando me desperté sabiendo que Bruno se había ido, di la vuelta y llore, por él, por mí y por lo que no pudimos tener.
Realmente yo quería y esto ciertamente confirmaba una vez la mala suerte que tenía con los hombres.
Me mire al espejo una última vez y suspire, no quería llorar más, me sentía hasta estúpida por ser tan blanda. A veces deseaba ser una mujer más fuerte, una mujer que sepa lidiar con más dureza estas cosas, yo no podía, pero quería ser así, más dura, más fría.
Volví a colocarme corrector de ojeras y un poco de polvo para sellarlo, me até el pelo en un moño y salí de casa, Joaquín me había escrito hacia un rato, diciéndome que Santiago había despertado.
Santiago era otra persona que estaba al top de mi lista de personas menos favoritas en este momento, no podía creer lo irresponsable e imprudente que había sido, con el mismo y con los demás.
Si realmente tenía un problema con el alcohol, por dios que se lo iba a tratar, no estábamos en nuestros mejores términos, es cierto, pero no iba a dejar que se arruine la vida de esa manera por estúpido.
Me puse los lentes de sol y salí del edificio, el sol estaba a pleno asique decidí caminar, no estaba lejos de la clínica después de todo, y a esta altura un poco de aire me haría bien.
Quince minutos después llegue, no había nadie, me alegro en parte, no tenía ganas de lidiar con la mala actitud de Delfina o su padre. Entre en la habitación y Santiago dormía, deje mi bolso en el pequeño sofá y saque mi Tablet.
Cuando me gire, Santiago me miraba fijamente.
—Cielo... — dijo con la voz rasposa.
—¿Cómo te sentís? — me acerque con cuidado, pero no lo toque, temía lastimarlo, aunque sabía que no sería así.
—Como la mierda... ¿Estás bien? — mire para otro lado, no tenía ánimos para esa conversación.
—Si... solo un poco cansada— me senté en la silla a su lado—. ¿Que paso Santi? ¿Porque estabas manejando completamente borracho?
Suspiró y cerró los ojos echando la cabeza para atrás, no dijo nada por un momento y espere a que estuviera listo a decirme lo que podía o quería.
—No estoy pasando un buen momento— dijo sin abrir los ojos—. Las cosas no están saliendo como quisiera, tengo demasiada presión y mierda con la que lidiar y por encima de todo eso, lo que más me pesa es como arruine las cosas con vos.
No dije nada, no podía.
—No creas que no soy consciente del cagon que soy, te confieso después de tanto tiempo que te amo y casi que te pido que me esperes tres años mientras me caso con otra— se ríe sin humor—. No quise que sonara así, te lo juro, pero ahora hasta decirlo es casi chistoso, fui un completo idiota y me odio tanto por eso.
—Santi, no...
—Nunca quise lastimarte cielo, te lo juro, no quiero lastimarte ahora y se lo completamente injusto que es que, después de todo lo que paso, estés acá conmigo cuando no me lo merezco ni un poco— suspira pesadamente—. Me siento perdido, deprimido y completamente solo, y por mucho que lo busque no encuentro el rumbo de las cosas, no es fácil, no creas que no lo intente, solo que hay cosas que no son para uno sabes— me mira—. La cuestión es que me cuesta aceptarlo, asique como el gran idiota que soy deje que el alcohol anestesiara cualquier cosa que pudiera sentir.
—Tenes que parar.
—Cielo, créeme que a nadie le importa lo que a mí me pase, solo soy un medio para un fin, nada más.
—A mí me importa— digo bajito—. A mí me importa si algo te pasa, si algo te duele o si algo te lastima.
—Cielo...
—Hemos sido amigos por más de quince años Santiago, sin importar lo que paso hace un mes, fuiste mi amigo, mi sostén, la persona en quien más confiaba ¿pensas que, si algo te pasa, eso no me va a destruir? ¿pensas que si te hubieras matado el otro día con el auto yo no hubiera quedado devastada? Te tengo una noticia, me hubieses matado, pedazo de idiota.
Mis lágrimas caen sin poder contenerlas, las suyas también.
—Perdóname, nunca quise preocuparte así.
—Pero lo hiciste Santiago, ya no más por favor— murmuro agotada—. Vas a quedarte acá recuperándote y cuando te den el alta vamos a buscar una solución a tu problema, un tratamiento o terapia, que se yo, pero no quiero verte caer en un pozo sin fin del que no puedas salir más.
—Te lo prometo.
Nos quedamos en silencio después de eso, en las siguientes horas él se vuelve a dormir y yo aprovecho para diseñar algunas cosas en la Tablet, cerca del mediodía le traen el almuerzo y Joaquín aparece, aprovecho ese momento para salir a hacer unos trámites pendientes, pero Santiago me hace prometerle que voy a volver cuando termine.
Son casi las cinco de la tarde cuando me llega un mensaje de Santiago, había terminado de hacer el deposito a un proveedor de telas y estaba a punto de tomar un taxi para ir a la clínica.
Santiago [16:58]: Cielo, me acaban de dar el alta, me voy a casa, mis padres me van a llevar.
Cielo [17:00]: Eso es muy bueno ¿Queres que vaya? ¿Necesitas algo?
Su respuesta es inmediata.
Santiago [17:01]: No voy a mentir, me encantaría que vengas, pero no quiero presionarte ni ponerte en un compromiso.
Suspiro mientras leo el mensaje, que idiota.
Cielo [17:03]: No me importunas y no es un compromiso ¿Necesitas algo? ¿Comida? ¿Alguna medicación?
Santiago [17:04]: Solo necesito que vengas.
Cielo [17:08]: En un rato estoy ahí.
Guardo mi teléfono en el bolso, paso por una farmacia y compro unos analgésicos, conociendo a Santiago, su botiquín solo debe tener una curita, luego hago una compra rápida en el supermercado, lo básico por si tiene la heladera vacía como acostumbra a tener.
Una hora y media después estoy entrando a su departamento, no hay nadie en el living, voy hasta la cocina y guardo las cosas que compre, cuando termino voy hasta su cuarto.
No hay nadie cuando entro, pero la cama esta desordenada, estoy a punto de salir cuando lo veo salir solo con una toalla y el pelo mojado.
Santiago es un espectáculo a la vista eso es innegable pero el jadeo que me arranca al verlo es por la impresión de ver el moretón n***o que tiene en casi todo el costado derecho de su abdomen.
Es horrible.
—Dios mío, eso se ve espantoso— señalo—. ¿Estas bien? ¿Te duele? ¿Necesitas ayuda?
—Estoy bien, cielo— me dice mientras se seca el pelo con cara de dolor en su cara—. Voy a sobrevivir.
Me sonríe y se mete en su vestidor, dos minutos después sale con una camiseta puesta y un pantalón pijama.
Yo sigo parada cerca de la puerta.
—¿Comiste? — pregunto, sin saber qué hacer, me sonríe y con dificultad se mete en la cama, enseguida me acerco para ayudarlo. Es claro el dolor que está sintiendo por mucho que lo niegue, lo ayudo a acostarse y coloco dos almohadas en su cabeza para que este cómodo—. ¿Mejor?
—Sí, gracias— me dice, mientras me acaricia la mejilla, doy un paso atrás, el baja la mirada—. Perdóname.
—No pasa nada, solo me tomaste por sorpresa— digo—. Voy a preparar un té.
No dice nada y yo salgo de ahí más rápido de lo que hubiera querido, pongo el agua para preparar un té y coloco unos pequeños sándwiches de miga en un plato. Cuando el agua esta lista, la pongo en las tazas que ya tengo en la bandeja y con todo listo voy hasta la habitación.
Santiago esta con el control remoto haciendo zapping, pasa de un canal a otro sin ver nada en específico. Me mira cuando entro y apoyo la bandeja en la cama, estoy a punto de ir a buscar una silla cuando él me detiene.
—Podes acostarte a mi lado, no voy a hacer nada— lo miro—. Te lo juro, apenas y me puedo mover.
No quiero que las cosas sean incomodas, asique me recuesto al otro lado de la cama.
—¿Queres ver una película?
—¿De suspenso?
—De suspenso— sonríe y pone una mientras toma su taza de té.
Por las siguientes dos horas, nos dedicamos a tomar y comer lo que traje y mirar la película más mala de la historia, más que de suspenso debería ser una comedia, nos la pasamos comentado y riendo de las pésimas escenas que tiene y por un momento me permito relajarme como antes.
Antes de todo, donde disfrutábamos de la compañía del otro y todo orbitaba de manera natural entre los dos.