Celeste
El beso se siente como uno que nadie me dio nunca, es feroz, duro y necesitado, anhelado por tanto años. Quisiera sentirme culpable pero la realidad es que no puedo porque quise esto, por tanto, tanto tiempo.
Santiago me está besando.
Me toma todo mi separarme, porque desee esto más que respirar por mas años de los que puedo recordar, pero sé que está mal por muchas razones que podría enumerar.
Sus labios son cálidos y se sienten tan bien sobre los míos.
—Santiago…— casi gimo cuando sus manos se metieron por mi remera y encontraron la piel de mi espalda.
—Cielo…— su beso se volvió más crudo, más dominante y estaba volviéndome loca.
—Para... — me tomo de la cintura y me pego más a él, si eso era posible—. Basta... no.
Cuando nos separamos, nuestras respiraciones eran un desastre, los dos estábamos muy afectados por lo que acaba de pasar. Lo mire y me quito la respiración, su pelo revuelto por cómo había tirado de él, sus labios hinchados y sus ojos brillosos.
Cerré los míos y respiré hondo, claramente iba a ser la persona adulta de los dos. Por un momento ninguno dijo nada, cuando se acercó a mí, retrocedí un paso alejándome, necesitaba aclarar mi cabeza. Vi el dolor en sus ojos y eso rompió mi corazón, pero teníamos que hablar sobre qué demonios estaba pasando.
—¿Que acaba de pasar Santiago? — parecía una pregunta estúpida, lo sé, pero, era más profundo que eso, quería saber realmente que le pasaba a él.
—Cielo— suspiró y se sentó en el sofá, se llevó las manos a la cabeza y se quedó unos segundos ahí, perdido en sus pensamientos, me senté a su lado, esperando a que pudiera hablar—. Me crees si te digo que acabo de perder la memoria.
—Santiago— lo mire, me sonrió, pero era una sonrisa triste.
—Creo que por mucho que lo haya intentado cielo, estoy en un punto en donde todo lo que siento por vos, no lo pude ocultar más— me miro y en sus ojos había una tormenta de cosas, estaba triste, cansado y resignado, y por mucho que quisiera abrazarlo, nada de eso estaba bien, y no solo por nosotros sino por lo que arrasaríamos en el proceso—. Estoy tan, jodidamente enamorado de vos.
—¿Que? ¿Cómo? — se sentó de forma que quedo frente a mí, me miro con tanto amor que me derritió por dentro, corrió un mechón de pelo y acaricio mi mejilla.
—¿Como? Es una buena pregunta, supongo que a medida que fuimos creciendo iba quedando más y más obnubilado con vos y la forma en que veías la vida a pesar de no siempre tratarte bien, tan libre, feliz y hermosa— dijo—. No tenías ataduras y eso era todo lo que yo no tenía, pero si tengo que ser justo con vos y conmigo creo que me enamore de vos la primera vez que te vi.
—Pero éramos unos niños ¿Qué íbamos a saber lo que era el amor? — no podía creer todo lo que me estaba diciendo porque, a pesar de que no quería admitirlo, yo también lo amaba desde que éramos chicos.
—¿Queres saber lo que pensé la primera vez que te vi?
—¿Que?
—Pensé que eras la nena más hermosa que alguna vez haya visto, y era bastante tonto en ese momento, no les prestaba atención a otras chicas porque mi interés eran el futbol y los videojuegos, pero cuando me sonreíste esa tarde, pensé, esa sonrisa la quiero para mí para siempre, y ya no me pude apartar y ahora cielo, pienso que sos la mujer más hermosa y maravillosa de mi vida y estoy tan jodidamente enamorado de vos y cada parte tuya.
—Santiago— susurre llorando, limpio una lagrima de mi mejilla.
—Te amo probablemente desde que tengo doce años y fui tan cobarde al no decirte lo que sentía porque pensaba que si te confesaba mis sentimientos y me rechazabas nuestra amistad se arruinaría y no había forma en que yo soportara perderte, prefería conformarme con tu amistad. Ahora no tengo salida, no hay alternativa.
—Y si no hay salida ¿por qué me estás diciendo todo esto?
—No lo sé— negó con la cabeza y suspiro-—. Yo... yo no pude sostenerlo más, sentía que no podía respirar, que el pecho se me comprimía y estábamos en una dinámica peligrosa donde nos acercábamos y yo terminaba alejándome porque no quería lastimarte pero que de igual nos estaba separando, ahora estas con él y el miedo a perderte me estaba consumiendo.
—¿Esto es por Bruno? — dije incrédula—. ¡Te vas a casar! Acaso esperas que me siente y vea como haces tu esposa a otra mujer mientras me rompes el corazón, ¿no pensaste en eso? ¿cómo crees que me sentí cuando me enteré en medio de una fiesta que te ibas a casar?
—¿Que? No— respondió nervioso—. No es por él, y sé que lo jodi todo, pero estoy tan perdido y desesperado.
El silencio nos abrazó, ninguno dijo más, nos quedamos inmersos en nuestros propios pensamientos, probablemente por segundo que parecieron una eternidad.
—Yo también te amo— le confesé finalmente, casi en un susurro, él había sido honesto conmigo y era justo que le diera lo mismo.
—¿Que? — me tomo del mentón y me hizo mirarlo, las lágrimas no dejaban de salir, tanto las suyas cómo las mías.
—Que te amo Santiago, toda mi vida lo hice, y al parecer hemos sido dos idiotas todo el tiempo— reí, pero era un sonido vacío y triste—. Te amo desde que tengo memoria y así como vos, también pensaba que vos no me veías de esa forma, y decírtelo solo te alejaría asique guarde mis sentimientos tan bien que a veces ni yo me daba cuenta cuanto te amaba. Preferí ser tu mejor amiga y sufrir en silencio a perderte ¿te das cuenta lo estúpidos que fuimos toda nuestra vida?
—Perdóname cielo.
—¿Porque? — dije mirándolo a los ojos—. ¿Te vas a casar igual? ¿Qué hay con todo esto que sentimos? ¿Qué hay con todo lo que nos acabamos de decir?
—No tengo alternativa, no puedo romper ese compromiso— me tomo de las manos—. Pero son solo tres años, y luego de eso voy a ser libre de hacer lo que yo realmente quiero.
—¿Y eso que sería? — temía su respuesta, pero en el fondo lo sabía.
—Poder estar con vos.
—¿Que? ¿Acaso pensas que mientras vos te casas con otra yo voy a estar esperándote tres años? Queres convertirme en tu amante hasta que te puedas divorciar?
—¿Que? ¡No! — dijo desesperado.
—Entonces realmente, no te estoy entendiendo al parecer— señale triste, enojada, furiosa, todo al mismo tiempo—. Acabas de decirme que me amas y que te vas a casar igual, todo en una misma oración, no veo como eso sea compatible Santiago.
—Cielo...
—¿Te vas a casar igual?
—No tengo otra alternativa.
—¿Te vas a condenar a la infelicidad por tres años cuando ahora sabemos que nos amamos? ¿Cuándo somos adultos y libres para elegir lo que más nos plazca? ¿No te gustaría que estemos juntos?
—Nada me gustaría más cielo, me muero por estar con vos, toda mi vida lo hice.
—¿Entonces?
—No puedo romper ese compromiso— me miro y lágrimas cayeron por su rostro—. Si lo hago, pierdo todo por lo que trabaje toda mi vida, mi padre me va a sacar de la familia y me va a quitar todo si no cumplo con mi deber.
—Asique, es una cuestión de plata y poder.
—No, no es así— respondió enojado—. No lo pongas en esos términos.
—Son los tuyos no los míos.
—No es justo que me digas eso cuando sabes lo mucho que tuve que luchar toda mi vida, vos más que nadie sabes cómo son las cosas en mi familia, donde no importa lo que quiera o no, si mi padre lo estableció es un mandato que no se puede romper ¿acaso no crees que no estoy lo suficientemente atormentado de saber que estoy enamorado de la mujer de mi vida y es justo la única que no puedo tener? ¿pensas que esto no me lastima?
—Lo sé, créeme que sí, pero también es justo que quiera estar con alguien que si me elija a mí.
—¿Que queres decir?
—Que te entiendo, pero no me voy a sentar a ver cómo te casas con otra por mucho que te amé— dije llorando—. Vos no me vas a elegir y yo también quiero sentir que soy la primera elección, quiero sentir que soy la prioridad por encima de todo y vos no me vas a dar eso.
—Celeste... por favor, déjame que te explique— di media vuelta para ir a encerrarme a mi habitación, antes de perderme por el pasillo lo mire por encima del hombro.
—Quiero estar sola Santiago, lo mejor es que esta noche te vayas a tu casa.
No dijo nada, seguí caminado hasta mi cuarto donde me encerré una vez que pase la puerta, me desplome sobre la cama y con la cara contra la almohada grite y llore de tristeza, el dolor era tanto que sentía que iba a morir en ese momento.
No solo había perdido esta noche al amor de mi vida, sino también a mi mejor amigo.
Y ya no había vuelta atrás.