Capítulo 3: El dolor de una Mariposa

1196 Words
Comencé a conducir hacia el periódico, el volante vibrando con la fuerza de mi angustia. La velocidad era mi única vía de escape de un sentimiento que se había apoderado de mí, un dolor tan agudo como el filo de una cuchilla y ni siquiera sabía la razón. Cuando llegara a casa, lo primero que haría sería cambiar todas las cerraduras. El regalo del desconocido, esa mariposa disecada, aún me perseguía en cada pensamiento. Al llegar al periódico, me recibió Mr. Andrés con una expresión de impaciencia. Su actitud era tan despiadada como siempre. —¡Finalmente! —exclamó con un tono cargado de irritación—. Tienes que ir al lugar del crimen de inmediato. La escena está en el parque de la ciudad. La policía ya está allí, y necesitamos obtener toda la información antes que los otros medios. Sin más rodeos, me entregó los detalles necesarios y me empujó casi a la calle. La urgencia en su voz solo hizo que mi corazón se acelerara aún más. Apenas había salido, cuando Daniel me alcanzó con su paso arrogante y su expresión de superioridad. —Te acompañaré —dijo con un tono que no dejaba espacio para la discusión. Asentí, consciente de que no tenía tiempo para perder. —Este asesino parece tener una predilección por los parques —comenté mientras Daniel revisaba las actualizaciones en su teléfono. —Sí, ocho de sus víctimas fueron encontradas en parques. Parece que ha desarrollado una nueva fascinación —respondió mientras tecleaba en su celular—. Voy a averiguar si ya llegaron otros reporteros. Tu detective no te ha dado información, ¿verdad? —El no es mi detective, solo somos amigos —dije, sintiendo el matiz de su comentario cargado de una intención maliciosa. Aunque la relación con el detective era cercana, no encajaba en la categoría de noviazgo. —Sí, claro —murmuró con una sonrisa burlona—. Mira esto —me mostró su teléfono, donde las noticias locales indicaban que el área ya estaba acordonada. Los reporteros de otros periódicos ya estaban allí. Aceleré aún más, ignorando el miedo visible de Daniel mientras se agarraba del asiento. Sabía que él odiaba la velocidad, pero en ese momento, no podía permitirme ningún retraso. Al llegar al parque, el caos era evidente. Los reporteros se agolpaban en el área acordonada, sus cámaras y micrófonos apuntando hacia la escena del crimen. Me dirigí a Luis Moreno, un oficial que conocía y que, al reconocerme, me permitió acercarme a la escena. Lo que vi me dejó sin aliento. El cadáver de la joven estaba expuesto con una meticulosa crueldad. La víctima estaba colgada en una estructura metálica, sus partes del cuerpo desmembradas y dispuestas en una forma que imitaba una mariposa era estaba pintada de azul y n***o como el cuadro del regalo que estaba en mi auto. Era una representación grotesca, una mezcla de arte macabro y desprecio por la vida humana. En ese momento comprendí por qué el asesino era conocido como el Coleccionista de Mariposas y el me había entregado la representación antes de llegar aquí. Una lágrima rodó por mis mejillas al reconocer a la víctima. Era mi mejor amiga, Angie. El dolor de ver su cuerpo desfigurado era una tortura indescriptible, como si una parte de mi alma hubiera sido arrancada. El asesino no solo la había matado; la había exhibido de una manera cruel y deliberada. —Él hizo otra obra —dijo el detective con una frialdad clínica. Me contuve por no llorar, luchando por mantener la compostura en medio de la devastación. —Otra mariposa —mencionó Daniel con un tono de horror, observando el cadáver. —Su nombre es Angie —dije con voz quebrada, permitiendo que las lágrimas fluyeran libremente. —¿La conocías? ¿Eras cercana a la víctima? —preguntó Daniel, su tono parecía estar lleno de una satisfacción perversa. Asentí lentamente. —Sí, es… era mi mejor amiga —mencioné, dejando que el dolor se manifestara en toda su intensidad. Daniel me abrazó, pero su apoyo parecía distante, casi como si estuviera disfrutando de mi sufrimiento. La víctima número veinte era mi amiga, la persona con la que había compartido mis días más oscuros y mis momentos más felices. Era como una hermana de otra madre, y su muerte me dejaba devastada. Saqué mi libreta de dibujo y comencé a esbozar. Dibujar era mi forma de lidiar con el dolor, de rendir homenaje a la memoria de Angie. No podía dejar que el asesino ganara, no podía permitir que su crueldad me venciera. —¿Cómo puedes dibujar tan calmada? El Coleccionista asesinó a tu mejor amiga —preguntó Daniel, sorprendido. Ignoré su comentario y me concentré en el papel, tratando de capturar la esencia de mi hermosa amiga. Observé a los investigadores realizando su trabajo con precisión. Me acerqué a María Fernández, una de las forenses, quien me proporcionó la información preliminar que necesitaba. —La víctima fue encontrada esta mañana —me explicó María, señalando la manta que ahora cubría el cuerpo de Angie—. Probablemente fue asesinada en la madrugada. Los detalles aún son escasos, pero parece que el modus operandi del Coleccionista sigue el mismo patrón que en las víctimas anteriores. Contactamos a los padres, quienes no reportaron la desaparición de su hija porque ella solía irse de excursión por días. No sabemos aún qué relación tiene con las víctimas anteriores, pero al igual que las demás, fue torturada durante un tiempo considerable antes de ser asesinada. Luego, la sangre fue drenada y sus restos fueron acomodados en la posición de una mariposa. El informe de María fue un golpe adicional a mi ya destrozado corazón. Angie no merecía este destino. Ella era un ángel, no una pieza de un retorcido juego macabro. Me acerqué a Daniel, que estaba ocupado haciendo preguntas a otros detectives. —¿Estás bien? —me preguntó con una preocupación que parecía más calculada que sincera. —Sí, solo que aún no puedo creer que ella haya muerto —respondí, mirando el cadáver una vez más. —Deberías tomarte unos días y visitar a su familia —sugirió él, con un tono que sonaba como una orden más que como un consejo. —No creo que sea buena idea. Mantenerme ocupada me ayuda a sobrellevar esto. Hoy iré a visitar a su familia. Deben estar destrozados —dije, tratando de ser firme a pesar del dolor. —Sí, imagino. Así termina la historia de tu amiga, pero recuerda, este es solo el principio de una obra maestra —dijo Daniel con una media sonrisa mientras dirigía su Vita a dónde se llevaban el cuerpo de mi amiga—. El Coleccionista seguirá trabajando hasta que su próxima “mariposa” llegue. La policía querrá interrogarte cuando sepan que eras su amiga. —Sí, probablemente me pedirán que me aleje del caso —dije mientras observaba el parque, mi mente ya trabajando en cómo podría continuar la lucha contra este monstruo. Mi amiga había sido víctima de una crueldad inimaginable, y yo estaba decidida a asegurarme de que su muerte no fuera en vano.
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