Capítulo IV

3583 Words
Lydia y Pedro caminaban por el bosque de los cerezos, ella aún estaba impactada de estar paseando con ese chico, pero cuando fue a buscarla y su abuela Magnus iba de salida al supermercado, la alentó lo suficiente para que fuera con Pedro. Pedro tenía mala reputación, pero Lydia estaba convenciéndose de que no era como todos decían, todo el camino le contaba historias de miedo sobre el bosque, y aunque no eran sus historias favoritas, eso no lo hacía mala persona —Así es, la mujer desapareció en el bosque, la mataron y desaparecieron su cadáver, la mujer que la asesinó era una bruja y ¡Ahora el espíritu de Alyssa vaga por el bosque penando su tragedia! —exclamó Pedro haciendo estremecer de miedo a Lydia —¡Cállate ahora mismo!, estás asustándome mucho. —¡Vamos, Lydia!, no debes temer a los fantasmas, los vivos son los peores —dijo Pedro —Pedro, no creo que encontremos la laguna —dijo Lydia decepcionada—. Estoy muy cansada de caminar —dijo sentándose sobre un tronco, estaban muy internados en el bosque —Tienes razón, además va a oscurecer, hay que volver —dijo Pedro—. ¿Puedo preguntarte algo? Lydia lo miró desconfiada, pero asintió. —He visto que te cae muy bien Erin, ¿Por qué? —¿Me has estado espiando, Pedro Soler? —exclamó quisquillosa —Claro que no, solo que siempre estas mirándola. —Eso es una confirmación, ¿Y a ti que te importa si gusto de Erin o no? —Pedro se quedó callado, se había molestado por la actitud defensiva de Lydia, pero la chica se arrepintió de su actitud descortés—. Bueno, sí, me gusta Erin, es que ella es increíble —dijo con los ojos brillantes —¿Increíble? —Sí, se viste siempre con los mejores vestidos y su pelo es brillante, todo el mundo la admira, es bonita y todos la quieren. Yo quisiera ser, aunque sea la mitad de lo que ella es. —Tú no tienes nada que envidiarle a Erin María, tú eres mucho más bonita que ella —dijo Pedro y al instante se ruborizó al comprender la profundidad de sus palabras. Lydia también enrojeció, era muy notorio por su piel blanca. Bajó la mirada para no ver al chico. —. Quiero decir que… Por ejemplo, tú tienes ojos azules y Erin los tiene marrones, entonces tus ojos son más lindos por eso… por el color. Lydia sonrió abochornada y Pedro se quedó silencioso, porque nada de lo que dijera lo haría sentirse menos vulnerable ante Lydia. Siguieron caminando más adentro del bosque, mientras Pedro no se podía quitar de la mente las palabras que había expresado a Lydia, sentía aquellas cosquillas danzar en su estómago, y juraba que estaba hambriento, negándose a admitir que Lydia le gustaba mucho. George llegó a casa, abrió la puerta y se sorprendió de encontrar todo en silencio. Se sentó en el sofá y tomó de su bolsillo aquella nota. Solo releerla le provocaba angustia y tuvo que guardarla de nuevo. Tomó su teléfono y abrió la red social, no era ávido de usar aquellas plataformas, pero ahora necesitaba ayuda para volver a sentirse seguro y solo tenía a una persona capaz de ayudarlo. Buscó el contacto y realizó una videollamada, no esperó mucho, pronto contestó su amigo Fred Lawrence —Hola, Fred, ¿Cómo estás? A través de la pantalla del teléfono móvil estaba Fred, con su clásico cabello rizado castaño y su sonrisa blanca, parecía como si lo hubiera visto ayer y no hace más de ocho años —Estoy muy bien, estoy de vacaciones y solo en Minnesota, Sophie y August fueron a Nevada con mis suegros. ¿Cómo estás tú? ¿Cómo está mi ahijada Lydia? —Lydia está muy bien, cada vez más alta. Y yo… por eso te llamo —dijo Gregory y Fred notó un cambio en su voz que la volvía más aguda y angustiosa —¿Qué sucede? —preguntó alertado —Hoy recibí una nota en mi consultorio, alguien dejó una nota de… Allison Butler. —¿Te refieres a… esa Allison Butler? —preguntó Fred consternado —Sí. Pero, es raro, porque esa nota la tenía Allison Butler, antes de su muerte, obviamente. —¿Cómo es posible? —No lo sé, por eso te llamé, mira no quiero involucrarte en esto, porque sé que te ha traído muchos problemas, pero eres el único que está en Minnesota —dijo George con voz suplicante —Entiendo, quieres que investigue si hay algún familiar o alguien que pudo haber hecho algo así, ¿Verdad? —Sí pudieras hacerlo, te lo agradecería por siempre, pero entenderé si no puedes. —Claro que sí puedo, y no hables más de los problemas, eres mi hermano, y siempre te ayudaré, ¿Lo sabes? No imagino a nadie que pueda hacer algo como eso, de todas maneras, averiguaré sobre los Butler o los amigos que ella tenía. No te preocupes. —¿Cuánto tiempo estarás de vacaciones? —Me dieron tres meses de vacaciones, ya sabes con todas las reformas. —¿Por qué no vienes a pasar unos días aquí? —Me encantaría, en cuanto haya terminado esta investigación, salgo para allá, pero, ¿Magna querrá recibirme? —preguntó recordando que nunca fue muy querido por la difunta Caroline —No te preocupes yo hablaré con ella —dijo George y finalizaron la videollamada. Unos minutos después Magnus llegó a la casa, cargaba bolsas del supermercado y George se apuró a ayudarla y llevarlas a la cocina —Tuve que ir al supermercado —dijo Magnus mientras guardaba algunos alimentos enlatados en la alacena —Me hubieras avisado y te hubiera acompañado. —No te preocupes, ¿Qué tal tu día? —Bien, cansado, pero bien. Magnus quería pedirte un favor. La anciana se le quedó mirando extrañada, George no era de pedir favores —Dime. —Me llamó Fred, y me comentó que quería venir a visitarnos, está de vacaciones y quiere saber si es posible que se quede hospedado aquí —dijo George titubeante, conocía a Magnus, era una mujer severa y controladora, no gustaba mucho de las visitas, ni los cambios, pero sobre todo no soportaba a Fred, pues había sido su cómplice en la infidelidad a Caroline —¿Fred Lawrence? —George asintió—. ¿Vendrá solo o con Sophie? —Vendrá solo. —¿Sophie sabe que ustedes son amigos de nuevo?, Se que ella no siente simpatía por ti. —Bueno, no lo sé, pero ya es problema de Fred —George supuso que se negaría, porque Magnus odiaba a Fred —No tengo problema si estará solo unos días —Magnus sorprendió a George y el asintió sonriente. Magnus hubiese querido negarse a la presencia de Fred, pero después de todo era el padrino de bautizo de Lydia y Sophie fue muy buena amiga de Caroline, así que Magnus había decidido dar una oportunidad al hombre. —¿Dónde está Lyd? —preguntó George extrañado —Fue a pasear con un amigo —dijo Magnus despreocupada, George la miró perplejo —¿Con que amigo? —Pedro Soler. —¿Pedro? ¿Por qué? —Oye, cálmate, es un amigo de ella. Debemos permitir que salga y no sea tan introvertida —dijo la abuela sonriente, mirando el rostro enrojecido del padre —No me gusta ese Pedro, es un chico problemático y Lydia es muy buena para ser su amiga. Magnus esbozó una sonrisa. —No seas un padre celoso, déjala crecer —dijo la anciana y siguió guardando los víveres George se sentía muy molesto, primero porque no le había pedido permiso y segundo porque no confiaba en Pedro Soler y su mala reputación. Aunque en el fondo, Magnus tenía razón y el padre estaba celoso, tenía miedo de perder ese lazo que lo unía con Lydia desde que era niña. George caminó a la sala y tomó su móvil, llamó a Lydia y cuando entró el buzón de voz se puso histérico. —Solo iban al bosque de los cerezos, déjalos pasear —dijo Magnus con suavidad —Ya casi anochece, no contesta el celular, pudo pasarle algo —dijo George nervioso —George, nada le ha pasado. No te contesta porque a lo mejor no hay señal, ya debe estar por volver. —Iré a buscarla —dijo el padre y salió de la casa. Magnus estaba divertida de verlo tan inseguro. *** Lydia y Pedro estaban volviendo, ya había oscurecido lo suficiente para que el cielo se volviera más brillante. Estaba tan despejado que podían reflejarse miles de estrellas brillantes y alguna que otra constelación. —¡Qué hermoso! —exclamó Lydia Cuando Pedro miró al cielo se quedó pasmado de encontrarlo tan bello. Él no era un chico que observara estrellas o la naturaleza. Siempre había sido un chico problemático, de fiestas, travesuras y aventuras, pero ahora estaba descubriendo aquella magia ante sus ojos. Observó a Lydia, era extraño para él, como de pronto una simple conocida pasaba a convertirse en alguien tan importante en su vida. —Mira esa estrella, la más brillante, ¿La ves? —preguntó Lydia y Pedro asintió—. Se llama sirio y es la más brillante de todas. —No lo sabía. —También se le conoce como la estrella del perro. Pedro comenzó a reír a carcajadas y Lydia lo miró divertida —¿Qué te causa tanta gracia? —Mis hermanos me llaman perro, entonces esa estrella me hace los honores. Lydia también se echó a reír ante la afirmación divertida del joven. Una vez que se repusieron de la risa, Lydia miró encontrando frente a ellos la silueta de un hombre. Era un viejo, que llevaba entre sus manos un hacha y tenía un gesto inclemente. Lydia atinó a caminar hacia atrás y tomó la mano de Pedro con tanta fuerza que ese simple acto despertó el sentido de defensa y protección del joven, que se puso por delante de la chica haciéndola retroceder aún mas —¿No es demasiado tarde para vagar en el bosque? —exclamó el anciano cuyo cabello estaba repleto de canas, era alto y corpulento, con unos enormes ojos color verde esmeralda —Hola, ya nos íbamos —dijo Pedro manteniendo la calma, aunque sus ojos no dejaban de mirar el hacha del viejo que se acercó unos pasos hacia ellos —Cuando se es muy joven, también se es muy imprudente. Deben cuidarse, puede pasarles muchas cosas malas en el bosque de los cerezos —aquello parecía una advertencia que les hizo estremecer de miedo —Ya nos vamos —dijo Pedro y junto a Lydia dio la vuelta para marcharse —Esperen, ya sé que hacen aquí, buscan la laguna, ¿Verdad? Pedro y Lydia voltearon curiosos ante la sonrisa del anciano —Sí… —titubeó Lydia y Pedro le pegó un suave codazo mientras negaba sutil —Es que todos se pierden buscándola, está muy cerca de aquí a unos pasos, déjenme guiarlos, supongo que llevan mucho tiempo buscándola, vengan conmigo —dijo el anciano Los chicos se miraron entre sí, Lydia parecía dispuesta, pero Pedro desconfiado se negó —Gracias, pero no, ya es tarde nuestros papás nos esperan. —Vamos, por favor, no se quedarán con las ganas o, ¿Sí?, es muy cerca. No vayan a creer que soy un loco o un asesino de niños. Lydia sonrió de pronto y se alejó de Pedro acercándose al anciano, ante la mirada confusa del joven —No creemos eso, llévenos a la laguna —dijo El anciano esbozó una sonrisa amplia que a Pedro se le antojó aterradora. Lydia caminó tras el anciano y Pedro los siguió aprisa, pero en el camino recogió una piedra muy grande, pensando en que tal vez pudiera defenderse del viejo, si los atacaba. Caminaron un par de metros y pronto se encontraron ante la laguna. La luna se reflejaba entre sus aguas claras —¡Qué maravilla! —exclamó Lydia acercándose a tocar el agua fresca —Ten cuidado —dijo el viejo—. Es una laguna profunda, aunque no lo parezca. —Yo sabía que existía y no era un invento. —Me alegro que vean este lugar, porque es hermoso. La naturaleza es lo más importante de la vida, sin ella solo hay muerte. Recuérdenlo. Lydia sonrió y enfocó su vista al cielo encontrando de nuevo a la brillante estrella sirio que imponente centellaba en aquel cielo azul marino —¿Te gusta? —preguntó el hombre —Sí, es tan adorable. —Voy a contarte algo sobre esa estrella —Lydia puso mucha atención al anciano, mientras Pedro se sentaba sobre el pasto, se quitó los zapatos y remojaba sus pies en el agua—. Hay un planeta en esa estrella, ahí viven todos nuestros muertos. Pero dice la leyenda que cuando ellos miran a su cielo nos ven a nosotros, viviendo, por eso debemos estar felices aquí, para que nos vean felices, y nosotros los miremos brillando en esa estrella. El anciano tenía la mirada perdida en aquella estrella, con un gesto abrumador y nostálgico, arrugando su ceño y haciéndolo ver tan vulnerable que Lydia tomó su mano con suavidad —Usted también perdió a alguien que amaba, ¿Verdad? —el viejo la miró confundido, pero muy serio—. Yo perdí a mi mamá, pero cuando la extraño mucho imaginó que me abraza y eso me hace sentir mejor. Nunca volverá, pero sé que algo de ella vive dentro de mí. Así que esa persona que perdió también vive dentro de usted. El hombre la miró fijamente, los ojos azules de Lydia estaban conmoviendo tanto su alma, que ni siquiera se había percatado de que estaba llorando, hasta que Lydia detuvo el avance de una de sus lágrimas con su dedo pulgar, el viejo se estremeció repentinamente, sacudiendo todos sus sentidos, estaba tan confundido que se volvió errático y balbuceó —Debo… irme, tengo mucha prisa, deben irse ya, porque es peligroso, hay algunos animales salvajes. Pedro y Lydia asintieron y dijeron que se irían ya mismo —¿No nos dirá su nombre? —preguntó Lydia antes de que partiera, pero el anciano solo la miró con intensidad sin responder —Qué viejo tan raro, ¿No lo crees, Lyd? —Pero es muy bueno, me ha parecido que tiene un gran dolor en su corazón. —¿Cómo puedes saberlo? —preguntó Pedro curioso —Lo sé y ya —dijo Lydia ante la duda del chico Luego caminaron de regreso a casa. Justo cuando estaban casi saliendo del bosque se encontraron con George. El hombre los miró con enfado, tenía los labios muy apretados y las manos en un puño, respiraba rápido, había estado tan angustiado por no encontrar a Lydia, que a punto estuvo de llamar a la policía —¡¿Dónde demonios estaban?! —espetó con furia—. ¡¿Qué crees que haces con mi hija?! —tomó del brazo a Pedro con fuerza y el chico palideció, las orejas le enrojecieron y se avergonzó mucho Lydia miraba perpleja la actitud de su padre, ella jamás lo había visto actuar así, siempre era un hombre muy amable con todos, pero ahora parecía una bestia salvaje atacando a sus presas —¡Papá, basta! —exclamó la chica —¡Tú cállate, y entra a la casa! —gritó con dureza. Lydia estaba realmente sorprendida ante la forma en que su padre le había hablado, jamás le había gritado antes y se quedó ahí sin moverse —¡No te quiero cerca de mi hija, otra vez, Pedro Soler! —exclamó con furia, provocando que el jovencito bajará la mirada nublada por lágrimas—. Tú eres un problema, no quiero que pudras a mi hija con tu mala actitud. Pedro se sintió herido en su orgullo, aquellas palabras eran las mismas de su padre, que siempre lo humillaba y lo evidenciaba por todo, el chico no tenía ánimo de seguir escuchando nada, y se echó a correr de prisa alejándose —¡Pedro! —exclamó Lydia al ver el semblante que tenía su amigo antes de huir, luego miró a su padre con incredulidad —¿No dije que fueras a casa? —preguntó casi mordiendo las palabras con firmeza en su voz, mirándola enojado —¿Por qué le dijiste cosas tan horribles al pobre Pedro? —Ese de pobre no tiene nada. Te ha traído al bosque para propasarse contigo, y tú has caído como una tonta en su trampa —dijo furioso mirándola con los ojos enormes Lydia estaba tan confundida que sentía que su corazón latía muy fuerte y sus manos sudaban —Eso no es cierto, ¿Por qué estás diciendo esas cosas? ¡Yo no hice nada malo! —¡¿Entonces que hacían en el maldito bosque a esta hora, Lydia?! —gritó tan fuerte que Lydia sintió que lloraría asustada. Era la primera vez que escuchaba a su padre gritarle tan fuerte —Estábamos platicando… —¡¿Crees que voy a creerte?! ¡Conozco a los chicos como ese, solo buscan a niñas estúpidas como tú para tener sexo! Lydia se quedó muda, abrió muy bien sus ojos azules y dio dos pasos hacia atrás, irresoluta, ante lo que su padre decía. George parecía enloquecido, no era consciente ya de las palabras hirientes que salían de su boca —Yo no soy una estúpida —dijo la chica mientras sus ojos se esforzaban por no derramar más lagrimas —No quiero que vuelvas a hablarle a ese niño estúpido, si te vuelvo a ver con él te juro… —¡¿Qué?! ¡¿Qué me harás?! —exclamó con coraje. George la tomó del brazo con fuerza estaba tan enojado que no medía su fuerza —No me retes, Lydia, ¡O te arrepentirás! —exclamó con rabia Lydia lloraba, y lo observaba incrédula —¡¿Quién eres?! —¡Soy tu padre!, estoy intentando ser un buen padre para ti, ¿Y así me pagas? ¡Sacrifiqué todo por hacerte feliz! —exclamó frustrado —Mi mamá jamás me gritaría así… —¡Tu madre está muerta! —exclamó impulsivo Lydia lo miró con terror y lágrimas corriendo por su rostro, entonces el padre pareció reaccionar lamentando sus palabras, pero era demasiado tarde porque el daño estaba hecho Lydia se desprendió del agarre y corrió lejos de él. —¡Lydia! —gritó, pero ella no volvió atrás George sintió el viento fresco que comenzaba a soplar y golpeaba su rostro, alzó su cabeza al cielo como si buscara ayuda, sintió que se echaría a llorar, pero se contuvo. Le dolía el pecho, tragó saliva, había lastimado a su hija y eso lo estaba matando. Jamás habían discutido de aquella forma. Ahora mismo deseaba regresar el tiempo y borrar esas palabras, pero sobre todo borrar como la había hecho sentir. Estaba preso de sus miedos y de ese pasado oscuro que lo acechaba ahora más que nunca. George caminó a casa tratando de recuperar la calma, y sin que lo supiera era vigilado por un hombre que había atestiguado toda aquella terrible discusión. Al regresar a casa George encontró a Magnus en la puerta —¿Qué sucedió? No me quiso decir nada, pero se encerró en su recámara y estaba llorando. —Fue mi culpa, lo lamento —dijo George, Magnus tenía el ceño fruncido, confundida —No te preocupes, se le va a pasar el enojo —Magnus se sintió tranquila a pesar del semblante apabullado de George. Magnus tenía una opinión particular sobre George Orange, como hombre no le agradaba, pero como padre era el mejor y Lydia era la niña de sus ojos, sabía que siempre la cuidaría, y estaba segura de que sin importar lo pasado, él lo solucionaría. Cuando George subió a la recámara de Lydia para hablar, se sorprendió de encontrar la puerta con llave. Se sintió tan decepcionado que se fue a dormir. Pero fue inútil, no durmió pensando en Lydia, y ella tampoco durmió, lloró toda la noche recordando aquellas horribles palabras que se habían clavado como dagas en su corazón. George fue a su habitación, nadie en casa había cenado. George se dio un largo baño, se puso su pijama, pero no podía dormir, era imposible, nunca había ido a dormir peleado con Lydia, pero al recuperar su cordura se dio cuenta de que debía darle espacio y tiempo. Mañana debía aclarar las cosas y pedirle una disculpa. Pensó en lo que había dicho y hecho, se levantó de la cama y caminó hasta el espejo de su habitación. Miró su reflejo por largo rato, y descubrió que las ofensas y malos pensamientos que tenía respecto a aquel jovencito Pedro Soler, no eran más que la proyección de su culpa. Era consecuencia de su pasado, de sus errores que lo atormentaban todo el tiempo. Ahora ese pasado lo perseguía como un fantasma, que no solo lo angustiaba a él, sino también a Lydia. George no quería destruir de nuevo a su familia y mucho menos a su hija. Frustrado comenzó a llorar, porque su consciencia lo golpeaba tan fuerte que se sentía indefenso y preso de la oscuridad.
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