Prefacio
Si yo estoy ardiendo en las llamas, tú estarás en la fogata. Yo te amé, tanto te amé, hasta el día de mi muerte.
Sabes que siempre fui un perdedor de corazón roto. Quise ser un héroe, pero ante tus ojos fui un villano. Y si estoy muerto para ti, ¿Por qué te duele mi ausencia?, maldices mi mundo, anhelando mi regreso, mientras mis lágrimas comienzan a caer.
Y cuando pude ser bueno, preferí ser malo.
Puedo tomar cualquier camino, pero ninguno que me lleve a ti. Si estás furiosa, puedes desangrar mi corazón. Aún esperas en el paraje de las promesas, pero nunca me encontrarás ahí. Y en tu noche más oscura, mi llanto te arrulla. Dirás que matarme fue tu única opción, pero nunca me diste alguna oportunidad.
Mientras maldices mi mundo, anhelando mi regreso, te convertiste en tus propios miedos, y ahora me culpas, borrando los buenos momentos, ¿Me matarías de igual manera?
Mientras maldices mi mundo, anhelando mi regreso, mira mis lágrimas convirtiéndose en las tuyas.
“El maldito mundo de Kent”, (J.D Anderson)
Epígrafe
Veo el color de la aurora boreal, son colores neones, pero tristes. Nada mejora con el tiempo, y tú, tampoco mejorarás. No busques un final feliz aquí, dulce niña, no lo encontrarás. Aquí los ángeles se convierten en demonios, y los demonios… seguimos siendo demonios.