Capítulo XII

1938 Words
Las clases estaban a punto de terminar, Lydia fue a su casillero a recoger los libros que necesitaba, al abrirlo descubrió dentro un porta traje, con una nota en él: «Debes usarlo, pero solo hasta que yo te dé la señal, será durante el festival, veras la bandera blanca izar, entonces podrás vestirlo, obedece y seremos amigas por siempre» Lydia sonrió, tomó los libros y el porta traje, salió de prisa, subió al coche —¿Qué es eso, Lydia? —Es un disfraz para el festival de rosa de la vida» —Ah, sí, es mañana, lo olvidé. —Mañana me llevarás, ¿Verdad? —el padre se limitó a asentir y manejar a casa. El festival de «rosa de la vida» estaba repleto de gente, se celebraba en el centro deportivo de Pueblo del Norte, había juegos mecánicos, puestos de comida y un escenario donde cantantes amateurs divertían a la audiencia, por la noche asistirían cantantes famosos. Lydia y George llegaron al festival, ella llevaba el uniforme deportivo de falda azul marino y calcetas del mismo color, una polo blanco y gorro marinero. Cuando se encontraron con Pedro, le pidió a Lydia que viniera con él a subirse a un juego, George lo miró receloso, pero al final permitió que Lydia fuera con él —Pedro, estoy viéndote, cuídala —dijo señalándolo con el dedo y haciendo que el adolescente volviera sus pasos, nervioso, luego los vio marcharse de prisa. Era un padre celoso, y también un hombre celoso, siempre había sido así en toda su vida, sabía que había cosas en él que ni el tiempo cambiaría. Decidió ir a comprar un helado, estaba aburrido y observó los rostros de la gente en los juegos mecánicos, le divertía ver como se asustaban, o disfrutaban la adrenalina, llevaba una gorra blanca, lentes de sol y un atuendo bastante informal, el clima era fresco, pero perfecto para ese día. Lydia iba tomada de la mano de Pedro Soler quien la llevaba casi corriendo, queriendo llegar a la rueda de la fortuna, pero la chica se detuvo, soltándose de la mano con brusquedad —¡Suéltame, Pedro! Yo no quiero ir a la rueda de la fortuna. —¡Vamos, Lydia! Será divertido, mira todo el dinero que he juntado para poder subirnos a todos los juegos —dijo Pedro con ilusión, mostrándole el dinero en sus bolsillos —¡Qué dije que no! Yo no quiero. Tengo mejores cosas —dijo Lydia severa, Pedro la miró con ojos pequeños, estaba furioso de aquel rechazo, entonces empujó a Lydia de los hombros —¡Eres una tonta! —exclamó rabioso, Lydia casi cae al suelo, pero pudo sostenerse, incrédula —¡Pedro Soler, eres un idiota! —gritó con furia, provocó que los chicos se acercaran a ellos, entre esos estaba Erín María y sus amigos, quienes de inmediato se burlaron de Pedro Soler, —¡Déjala en paz, Pedro! —¡Pedro Soler, eres malo! —exclamó Erin al ver la escena. Pedro tenía los ojos puestos en Lydia, estaban fúricos, helados, atinó a irse corriendo de ahí por la vergüenza, Lydia se sintió mal por él, pero cuando volvió la vista a Erin, y la vio sonreírle, se puso feliz. De pronto, fue consciente de la bandera blanca que hondeaba justo al fondo, se ilusionó y corrió de prisa a los baños. Al llegar, buscó en una repisa la mochila con su ropa, ahí estaba. Entró a un cubículo y se apuró a vestirse, cuando salió se miró en el espejo, se veía extraña, diferente a quien era. Aquel disfraz era un uniforme de porrista, bastante pequeño y ajustado, de top y minifalda, buscó dentro encontrando lo que le faltaba, era una peluca rubia, con cabello natural largo. Se la acomodó al pelo, se veía extraña, sonrió, ni siquiera se reconocía, pero le gustó esa chica. Lydia salió del lugar, con la inseguridad a cuestas, sintió algunas miradas sobre ella. Escuchó un sonido en su móvil, al ver la pantalla recibió un mensaje desconocido que le indicaba que fuera a las gradas de beisbol. George lanzó a un cesto de basura los restos del helado que había comido, estaba fastidiado del bullicio de gente, cuando su móvil resonó se apuró a responder, era una llamada extranjera. Escuchó con claridad aquella voz, se quedó congelado, como si el tiempo se hubiese detenido. Sintió sus ojos nublados, las lágrimas estaban por caer, todo su cuerpo era un temblor, no podía entender esas palabras, no podía creerlas —Te aviso porque eras su amigo, pero no eres bienvenido, abstente de venir al funeral, por favor —la voz de Sophie era cruel y fría, colgó la llamada sin dejarle hablar. George bajó el teléfono, miró al suelo, algunas lágrimas caían por su rostro, nada de eso parecía tener sentido, Fred estaba muerto. ¡Su amigo, su hermano estaba muerto! No podía ser cierto, creyó que estaba en una pesadilla ¿Acaso no lo había visto hace unos días? Los recuerdos de su convivencia golpearon su conciencia, sostuvo su cabeza, estaba en shock, debía calmarse, pero no lo conseguía. El sonido de un mensaje en su móvil captó su atención, encendió la pantalla para leerlo y su sangre se heló: «Gio, ¿Dónde está tú estrellita? ¡Cuídala! ¿O prefieres que terminé como Fred?» George palideció, su respiración se volvió rápida, su corazón se aceleró. La adrenalina hizo que sus pupilas se engrandecieran, miró alrededor, todo parecía una película de terror, esos rostros extraños lo asfixiaban. —¡Lydia! —gritó con fervor y comenzó a correr, buscándola como desquiciado. No tenía cabeza para pensar, solo para encontrarla, estaba al borde del desquicio, corriendo, gritando, reclamando. Las personas lo miraban extrañadas, como si fuera un loco por las calles. George tropezó con Pedro, lo tomó del cuello de la camisa, haciendo que el jovencito lanzará al suelo su refresco y palomitas —¡¿Dónde está mi hija?! —exclamó con angustia —No… No lo sé… —¡¿Cómo qué no?! ¡Te dije que la cuidaras! —Es que ella… —¿Cuándo aprenderás a ser un hombre? ¡¿Así crees que la conquistarás!? ¡Eres un imbécil y cobarde, debiste cuidarla, está en peligro! —George no dio pie a replica, soltó al niño y siguió corriendo, buscándola con premura. Pedro se quedó impactado, las palabras de George habían trastocado su interior, cuando reaccionó ya estaba buscando también a Lydia George estaba enloqueciendo, estaba por llamar a la policía, cuando de pronto recibió otro mensaje de texto «Ve a las gradas de beisbol, ahí brilla una estrellita» Corrió como en una carrera de atleta. Estaba sin aliento. Ahí estaban unos motociclistas, estaban ahogados en risas alegres y a su lado estaba una rubia, las miradas morbosas que le dirigían hicieron que los nervios de George estallaran, se acercó para mirar bien, pero cuando vio ese uniforme, y el cabello, se quedó inmóvil. Sin aliento. ¡Era ella, debía serlo! De espaldas era parecida, ¿O quizás era una alucinación? —¡Allison Butler! —exclamó con la voz más clara que encontró, pero la chica no reaccionó, el hombre estaba desesperado, caminó hacia ella y la giró para verla, su sorpresa fue cruel: ¡Era Lydia! Abrió sus ojos grises con apuro —¡Hey, contrólate, Hombre! —exclamó un motociclista, tomando su brazo, haciendo que los demás se alebrestaran, George sintió que su sangre hervía, ante la mirada preocupada de Lydia —¡Es mi hija, animal, y es menor de edad, será mejor que se larguen! —exclamó con la voz llena de odio. Los tipos retrocedieron y se alejaron, no sin antes lanzar algunas injurias y risas. George dirigió una mirada asesina a la chica, tomó su mano y la llevó casi arrastras lejos de ahí. Cuando estuvieron lo suficiente lejos, se detuvo —¡¿De dónde demonios sacaste eso?! —gritó al borde de un ataque nervioso, le arrancó la peluca de un solo jalón y la lanzó al suelo, pisándola —. ¿Cómo te atreves a vestirte así? ¡Acaso eres una maldita puta! —Lydia se quedó muda, no podía creer que su padre dijera eso, se soltó de su brazo, mirándolo con rabia contenida —¡Déjame en paz! —George creyó que la golpearía, toleraba el coraje que sentía —¡No me grites, Lydia Caroline, soy tu padre! —¡Eres insoportable! —exclamó la niña con fuerza. Avril que había escuchado los gritos, se acercó para mediar, pero Lydia se echó a correr al baño, George quiso seguirla, pero se quedó afuera, con el rostro irritado —Señor Orange, ¿Todo bien? El hombre hizo una mueca de fastidio, que la mujer no vio, luego la trató con amabilidad —Todo bien. —No es lo que vi. —Sabe cómo son los adolescentes, señorita Arias, me está desquiciando con su rebeldía —espetó amargo, Avril sonrió —Ser padre no es fácil. —Dígamelo a mí, a veces es una tortura —dijo sentándose en la acera y la mujer lo acompañó —La adolescencia es la etapa más difícil, caótica y hermosa del humano, de ella depende casi todo. —Creía que era la infancia —dijo George revirando —Sí, también, pero la adolescencia es fundamental. Lo veo de esta forma, es como una segunda oportunidad, si todo fue mal en la infancia, el patrón vuelve en la adolescencia y si se remedia, entonces, tendremos a un adulto corregido y mejorado. —¿Y, si se termina por arruinar? —Entonces, ¡Una mierda! —esas palabras hicieron reír a George, pero era una risa falsa, algo tenía de razón Avril, pero él no podía concentrarse, se sentía inmerso en una pesadilla de la cual no podía escapar. —Mi mejor amigo acaba de fallecer, creo que estoy angustiado por eso —dijo George honesto, Avril tocó su hombro, en verdad lo lamentaba. Cuando Avril entró al baño, encontró a Lydia sentada en el suelo recargada contra la pared, llorando —Hola, Lydia. —Hola —limpió sus lágrimas, tenía los ojos rojos —Tú papá está afuera, te necesita. —No quiero verlo —dijo con resentimiento—. ¡Es malo! Ya no me quiere, siempre me grita. —A veces los adultos tenemos problemas, y no podemos ser felices siempre, a veces gritamos, aunque no es bueno, ni justo, si aprendes a ponerte en los zapatos de tu papi, podrás comprenderlo. —¿Y él cuándo va a comprenderme a mí? ¡Acaba de arruinar mis planes! —¿Qué planes, Lydia? —Usted no me entiende —se levantó del suelo—. ¡Nadie me entiende! —¿Y tú, Lydia, te entiendes? —preguntó Avril, desconcertándola—. Tengo que decirte algo, Lydia —tomó sus hombros y la miró, los ojos azul celeste la miraban confundidos —¿Qué pasa? —Tú papá recibió una mala noticia, deben ser fuertes y apoyarse —Lydia sintió temor—. Por desgracia… tú tío Fred… falleció. Lydia se volvió llorosa, se alejó consternada —Mi tío… está muerto —Lydia comenzó a llorar, salió corriendo, miró a su padre y se abalanzó a sus brazos, sollozó con fuerza. George la sostuvo, también derramó algunas lágrimas, hasta que se impregnó de aquel perfume, era el mismo de «Allie», entonces no toleró, miles de recuerdos volvieron a su mente, haciéndolo sentir miserable, se alejó unos pasos y vómito, ante la mirada asqueada de Avril y Lydia.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD