Capítulo XIV

1461 Words
Lydia había leído el diario, contenía quince páginas, suficientemente explícitas, para que la jovencita tuviera las mejillas rojas y los ojos sorprendidos Leyó ávida de curiosidad, experimentado sensaciones que jamás había sentido «Gio es el hombre más guapo del mundo, alto, rubio, sus ojos me fascinan, su mirada es segura y fría, me enloquece, tiene diez años más que yo y eso me encanta. No puedo resistirlo, besarlo es como caer en un abismo que de pronto te lleva a la gloria. Todas las veces que tuve sexo antes, me sentí frustrada, no me gustó, ninguno de esos niños me hizo sentir nada, pero él lo logró, despertó el placer infinito de mi cuerpo, cuando hacemos el amor pienso que no podré soportarlo; ¿Acaso se puede sentir más placer, que ese bendito orgasmo que su cuerpo me da? ¿Se puede morir de placer? Solo Gio y sus manos, sus labios y su cuerpo pueden darme la satisfacción de vivir. Lo amo. Hoy hice algo loco, algo absurdo, quiero tenerlo conmigo siempre, y decidí que quería posterizar nuestro encuentro. Grabé cuando hicimos el amor, he visto el video casi dos horas seguidas, me masturbé tanto, que estoy exhausta. Es hermoso verlo así, salvaje, impúdico, delicioso, excitado. Sus ojos enormes y su gesto hambriento de placer, me parece que se convierte en un León devorando a su presa y esa solo soy yo. Se que disfruta, adoro ver su cara al llegar al orgasmo, creo que es lo único que de verdad le gusta, tal vez es el hecho de que justo ahí está en paz, últimamente lo veo tan atormentado por la culpa. Quisiera que su esposa muriera ya, y poder vivir juntos, felices, pero luego ella viene a mi mente, el odio me da escalofrío, no soportó que Gio la amé más que a mí, ni siquiera, porque sea su única hija» Lydia cerró el cuaderno, ahí terminaba, aquellas letras volvían a su mente, una y otra vez «¿Qué se sentirá? ¿Qué es el orgasmo y tener tu mente en blanco?» pensó Era la madrugada, la jovencita estaba sentada en el suelo alfombrado, frente a su enorme espejo de tres, alzó la vista y se reflejó. Pensó en esa chica «Allie» la imaginó, debía ser hermosa, como Erin, luego meditó sobre aquel hombre, pero no pudo. «¿Cómo será Gio?» la adolescente no obtuvo respuesta, intentó imaginarlo, releyó el diario y sintió un calor en su cuerpo, una punzada en su vientre y un latido que provenía de su v****a, esa sensación la asustó, no sabía que era, la combinación con su piel pilo erecta y el placer, terminó por estremecerla. Tuvo un terror infinito, cuando buscó su imagen en el espejo, se invadió de una sensación irreal, no parecía ella, todo estaba fuera de control, parecía que estaba viéndolo desde afuera. Estaba disociada y no había experimentado algo así, miró al espejo con ahínco, tratando de recuperarse, pero ese reflejo se volvió aberrante, lo ojos de Lydia se habían oscurecido hasta la esclerótica y la pupila, además había unas manchas extrañas en su mejilla, como un camino de lágrimas de colores brillantes, Lydia sintió que unas manos sucias cubrieron sus ojos, enloquecida gritó con pavor. Lydia enderezó su postura, para descubrir que fue una pesadilla, lloraba, George entró casi en pánico, se acercó, encendiendo la luz —¡Tranquila! ¡¿Ha sido una pesadilla?! —el hombre tocó su rostro, intento abrazarla, ella lloraba, consternada—. Ya pasó, Bebé, estoy aquí. Lydia se sintió mal, no soportaba que su padre la tocara, no entendía el por qué, pero quería alejarse, sus pensamientos la torturaban —¡Déjame! —exclamó fúrica, dejando al padre irresoluto—. ¡Quiero estar sola! —exclamó levantándose de la cama y corriendo al baño George se quedó espantado, cuando miró la cama encontró las sábanas manchadas de sangre, frunció el ceño con evidente confusión y Magna puso su mano en su hombro —Es la menstruación. —¿Cuándo? —dijo incrédulo —Hace varios meses, no te lo dije, Lydia se avergonzaba. Después dejó de menstruar, pero parece que ha vuelto. El doctor dijo que era normal, que era tardío, pero normal. George asintió, no pudo evitar sentirse mal, pensar que era un padre descuidado, creía que Lydia y él eran uno mismo, ahora ante la evidencia se sentía vacío, volvió a su recámara cuando Magnus insistió. Lydia estaba bañándose, lloraba, no podía controlar sus emociones, ni sus sensaciones, veía la sangre mezclarse con el agua, y se sentía asqueada, el baño se volvió largo, hasta que su abuela insistió en que saliera —¿Qué pasa, Lyd? —preguntó la abuela. Ella no lo sabía, pero era un carrusel de emociones incontenibles, la abuela había cambiado las sábanas, Lydia se recostó, su abuela acarició su cabello negro —Quisiera que estuviera aquí… que mamá estuviera aquí —dijo la niña, lloraba, la abuela la abrazó fuerte, ella también lo quisiera, era su gran anhelo. La semana siguiente se tornó difícil. George no podía localizar a su paciente Maclovid Llaneros, era como si la tierra lo hubiese tragado, llamaron a sus teléfonos de emergencia sin éxito, lo intentaron por r************* y cuando fueron al domicilio, les notificaron que el señor se había marchado de viaje a Estados Unidos. George estaba angustiado por lo mal que se habían tornado las cosas con el paciente, pero tuvo que resignarse, siguió laborando, pero no se concentraba, la partida de Fred lo tenía triste y confundido, era increíble que no volvería a verlo de nuevo. Supo que se trató de un terrible asalto, al cual Fred había puesto resistencia, y finalmente había sido asesinado, esa causa de muerte lo consternaba, creía que su amigo no merecía un destino tan fatal. Intentó mantenerse frío y atento a sus sesiones. En el colegio, Lydia estaba en clases. Erin no había vuelto hablarle, pero eso ya no parecía mortificarla, en cambio el silencio de Pedro le estrujaba el corazón. Cuando sonó la campana anunciando el último recreo, Lydia fue hasta su casillero, guardó sus libros, y al remover las cosas encontró un sobre, lo observó intrigada y volvió con él al salón, lo abrió en su pupitre, estaba envuelto en cartón. Sintió coraje, creyó que de nuevo iban a burlarse de ella, estaba por llevárselo a la señorita Arias, pero desistió por curiosidad y lo abrió. Ese sobre tenía una hoja de papel con letras de periódico, debidamente cortadas para formar palabras «Querida Lydia, ¿Quieres conocer más de mi historia? Aquí te dejo un video sobre mi vida. Te quiere, Allie Butler» Lydia estaba sorprendida, miró dentro encontrando en una diminuta caja, había una USB color n***o, la tomó. —¿Qué es eso? —preguntó Pedro, Lydia sintió alivio, un cosquilleo invadió su estómago y no pudo esconder su sonrisa furtiva —Es el video de una amiga, pero no tengo idea de cómo verlo. Pedro se acercó a mirar la USB. —Con una laptop podrás verlo, o hasta en el móvil, bueno, no creo que sea compatible —dijo al observar el objeto, minucioso—. Mi hermano tiene varias laptops en casa, repara computadoras, quizás puede ayudarte a mirarlo. Claro, si quieres venir… —dijo nervioso —¡Sí! Si, claro, vamos. Pedro y Lydia salieron del colegio, convencer a Magnus de que les dejara ir juntos a casa fue fácil, porque la anciana también tenía prisa, vería a su querido Mac en el casino donde sus amigas también estarían. Además, Magnus tenía confianza en Pedro y en la educación de Lydia. Pedro y Lydia subieron a la habitación de Enrique, su hermano mayor. Su madre les permitió subir, era una mujer bastante generosa y suave, no tuvo reparos en confiar en los adolescentes. Apenas ingresaron en la habitación, Enrique encestó una almohada sobre la cabeza de Pedro, pero al ver a Lydia se avergonzó —¿Quién es ella? ¿Tu novia? —dijo bromeando, provocando que los chicos se sonrojaran—. Bueno, es una broma —dijo riendo, viendo como ellos negaban —Necesitamos tu ayuda. —Estoy ocupado, pero, vale, díganme que necesitan. Lydia le mostró la USB y el joven de diecinueve años la revisó con intensidad —Es una USB. Una computadora pueda ayudarnos a ver el contenido —Enrique trajo una laptop, se apuró a revisar, les mostró el contenido, había dos videos—. Pueden verlos ahora. Lydia abrió uno y esperó paciente, Enrique volvió a la computadora en que trabajaba y Pedro se quedó al lado de la chica esperando curioso. De pronto, el video inició, mostrando una escena candente y grotesca que hizo sus mejillas enrojecer.
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