Capítulo XV

1429 Words
Tenían los ojos bien abiertos, las mejillas rojas, un sudor perló en sus frentes. El sonido de los gemidos hizo que Enrique dejará su tarea, angustiado, para acercarse a la computadora que miraban los niños. Se quedó pasmado al mirar. Era una escena grotesca, erótica y ardiente; una chica rubia, totalmente desnuda y puesta ante la cámara, al lado de un hombre que estaba penetrándola desde atrás. El rostro de los chicos era incrédulo. Se quedaron inmóviles ante eso. Por un momento, no hicieron más que ver, pero después los ojos de Lydia se nublaron, no podía creer lo que veía, no podía ser cierto, creyó que era una locura, una maldita alucinación —¡Es mi padre! ¡Oh, por Dios! —exclamó con el horror que congelaba su corazón, provocando la turbación de los presentes, Pedro negó de prisa y Enrique aturdido cerró la laptop —¡Qué rayos es esto! ¿De dónde sacaron eso? —¡Era mi padre! —exclamó con exigencia, abrió de nuevo la laptop, quería comprobar que aquello no era real, volvió a reproducir el video, entonces no tuvo dudas ¡Era su padre! —. ¡No puede ser! Es mi padre —dijo rompiendo en llanto, Enrique miró a Pedro dudoso e irresoluto, pero el niño asintió. Lydia se apuró a cerrar el video y abrir el siguiente; ahí en la apantalla apareció la misma chica rubia de ojos azules, frente a la cámara, con los ojos enrojecidos, parecía triste y consternada, comenzó a hablar: «Hola a todos, si ven este vídeo ya no estoy viva, ha sido mi voluntad que esto llegué a cada uno de ustedes, deseando que nadie repita una historia trágica como la mía, sin encontrar un culpable. Es verdad, me enamoré de George Orange, el coordinador del colegio, él y yo tuvimos un romance prohibido, que incluyó relaciones sexuales y promesas de amor, sé que estuvo mal, pues él es un hombre casado, pero yo era ingenua y llegué a creer en sus juramentos de amor. Nunca quise dañarlo y por ese he mentido todo este tiempo, cubriendo sus errores con mi espalda, pero no lo haré más. Porque mi corazón está roto, ahora sé, que yo no significo nada en su vida. Por eso, a pesar de que han creído en sus mentiras, les dejó mi verdad, con la única prueba que tengo; mi voz y mi vida —la voz de Allison Butler se quebraba en llanto. Pero, acto seguido ató una cuerda sobre un árbol, subió a un banquillo y terminó colgándose» Enrique apagó la computadora, aquella escena era brutal. Lydia estaba asustada, negaba —Debe ser una jodida broma, Lydia, No creerás en esto, ¿verdad? —dijo Pedro, tratando de ayudarla, la joven quitó la USB. Dio media vuelta y salió de prisa, Pedro fue detrás, alcanzarla era difícil pues corría rápido. Lydia lloraba, el camino se desdibujaba como todas sus emociones, tropezó cayendo al piso, pero Pedro se apuró a levantarla, preguntando si estaba bien, ella no respondió —¡Lydia, háblame, por favor! No quiero verte así, ¿Qué puedo hacer para que estés bien? —preguntó tomando su rostro en sus manos, pero ella intentó deslindarse, no había nada que el jovencito pudiera hacer—. Lydia, odio verte sufrir, muero por verte sonreír, no sé qué es el amor, pero quizás sea eso. Ella le miró confundida, aquella declaración de amor la había tomado de sorpresa —Pedro… —Lo sé, soy un tonto, como puedo hablar sobre eso, en estos momentos. Perdóname, Lydia, solo debes saber que te quiero, y estaré aquí por siempre para consolarte —Pedro detuvo el avance de una lágrima en el rostro de Lydia y luego la abrazó con fuerza. Ella resistió, no se sentía mejor, pero por lo menos se sentía menos sola. No eran conscientes de que un hombre los miraba desde lejos, era un hombre con el tatuaje de la santa muerte en su brazo izquierdo. George había llegado temprano. Había pedido la salida, se sentía mal de ánimo, aunque físicamente estaba bien. Se encontró con Magna, quien tenía poco de haber llegado —¿Qué haces tan temprano? —Decidí pedir la salida, quería descansar un poco. —¿Quieres comer? —dijo la anciana, cuando el hombre asintió, le sirvió un poco de comida —¿Qué hiciste el resto de la tarde? —preguntó George —Salí con mi amigo, Mac. Fuimos a jugar al bingo. —¿Y, Lydia? —preguntó preocupado —Ya no tarda —de pronto la puerta se abrió y la adolescente entró —Hola, Lydia, mira a tu padre aquí temprano —dijo la abuela. Lydia tenía la mirada perdida, estaba aletargada, alzó la mirada, ellos estaban como si nada, sin saber lo que ocurría. La adolescente miró la televisión, revisando en los laterales del objeto que tuviera una entrada para USB, se sorprendió cuando encontró la ranura que lo permitía. Tomó la USB y la puso de inmediato. Luego se apuró a encender la televisión, buscando donde reproducirla, hizo varios intentos, hasta conseguirlo. Subió todo el volumen y tras dudar un par de veces, por fin lo reprodujo. Los sonidos del video provocaron la perplejidad entre la abuela y el padre, quienes de inmediato se levantaron conmocionados. George se acercó a la pantalla, estaba a punto de regañar a Lydia por lo sucedido. Entonces el rostro de George se horrorizó al mirarse en aquel video s****l. George atinó a intentar apagar la televisión —¡Apaga eso! —gritó desesperado, tratando de tomar el control remoto del televisor de las manos de su hija, pero ella lo alejó de su alcance —¡No! ¡Te gusta cómo te ves, mírate! —exclamó mientras el padre la miraba incrédulo —¡Lydia, apaga eso! —ordenó la abuela, pero la niña no obedeció. George miró a su hija consternado, supo que no había nada que hacer, ella lo sabía todo. Se acercó a la televisión y la desconectó, apagándola —¡¿De dónde sacaste este video, Lydia?! —¡Qué importa! ¡Eres un traidor! Traicionaste a mi madre, tuviste… tuviste sexo con una estudiante del colegio donde trabajabas, ¡No puedes negarlo, lo he visto con mis ojos! —Escucha, Lydia… —George intentó acercarse, pero la niña retrocedió, desgarrándolo de dolor —No te acerques, Engañaste a mi madre, por eso ella sufría tanto, ¡Es tu culpa que estuviera enferma! ¡Todo fue tu culpa! ¡La mataste de dolor! —George lloraba, la miraba con suplica, la abuela intentó ayudar —Lydia… — Lydia, déjame hablar, cometí un error… —¡Me das asco! —Lydia estaba furiosa, era sumisa, pero de pronto, pareció que una energía de furia se apoderó de ella, estaba al límite, empujó a su padre—. ¡Me das asco! —Lydia intentaba golpearlo, pero sus golpes no eran tan fuertes, George estaba desesperado, intentaba controlarlo, Magna también, pero no lo conseguían —¡Ya basta! —exclamó cansado, sujetando sus manos, el rostro de Lydia estaba decepcionado, triste, frustrado, pareció detenerse y el padre que sufría, la soltó —¡Me das asco! —exclamó rabiosa, George se ofendió, atinó a darle un golpe suave en el rostro, no era tan fuerte, pero la joven se quedó impactada, se tocó la mejilla, lágrimas corrían por sus mejillas —¡Te odio! —gritó con la furia naciendo en ella, George sintió un dolor tremendo en su pecho y la observó salir corriendo. Cerró los ojos, aquello le parecía su peor pesadilla volviéndose realidad. Magna puso su mano en su hombro —No entiendo como se ha enterado, hablaré con ella —la anciana subió a la recámara. George caminó al jardín trasero, se sujetó de la mesa, porque estaba mareado, no podía más. Pensó en todo lo que pasó, pensó en el pasado, y en las palabras de su hija, todo lo que había hecho para que ella no se enterara ahora no valía la pena. Tocó su estómago que dolía, y se echó a llorar, había destruido su vida, su matrimonio, su trabajo y su reputación en el pasado, y ahora también destruía la salud mental de su hija. Sollozó. Mientras un hombre de grandes ojos verdes lo miraba escondido tras un árbol, recordando que él también había llorado por su hija años atrás «La venganza es una perra muy mala, y se siente tan bien ser malo» pensó dibujando una sonrisa siniestra
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