Apago el computador y me pongo de pie para estirar el cuerpo. Hago algunos estiramientos con mis brazos, cuando dos golpes en la puerta me hacen voltear.
—Dejemos lo del almuerzo para el lunes, ¿te parece? —dice Nathan con ojitos de perro mojado, como pidiéndome disculpas, mientras se desabrocha los primeros botones de su camisa. Espero no tener cara de babosa. Trago saliva con dificultad y asiento.
—No te preocupes Nate, ahora solo quiero llegar a casa y dormir —menciono entre risas, mientras arremango mi camisa.
—Aunque quisiera seguirte el paso y llegar a descansar, le prometí a mi hermana que cenaríamos juntos —confiesa, y me encanta esa sinceridad que tiene conmigo.
—¿No se ven muy seguido? —pregunto y niega.
—Vicky, vive en Miami, así que no nos vemos tan seguido como quisier
