Me llevo el susto de la vida, cuando me doy un cabezazo, al quedarme medio dormida en el escritorio, mientras llenaba algunos documentos. Me paso las manos por el rostro y decido darme cinco minutos, para ir a prepararme un café. Camino por el pasillo, hacia la sala de descanso que tenemos habilitada en la oficina. Enciendo la cafetera, mientras reviso en mi móvil la agenda, corroborando que son tres clientes nuevos, los que vendrán durante el día. —¡No vuelvo a beber más con ustedes! —Se queja Sam, al entrar a la sala. Sonrío—. ¡Menos un jueves! —exclama. —¿Café? —Le pregunto una vez que la cafetera ha terminado. —¡Por favooooor! —exclama, exagerado. Sirvo dos tazones con café, lo endulzo un poco y lo llevo a mi boca, saboreando las notas tostadas y amaderadas de un buen c